La economía, ante el alarmante espejo de Alfonsín

La economía, ante el alarmante espejo de Alfonsín

El gobierno de Alberto Fernández navega hacia la Argentina de los 80; los efectos del resultado electoral y las incursiones de Larreta en territorio kirchnerista. Por Carlos Pagni.

A Alberto Fernández le agrada evocar a Raúl Alfonsín. Lo cita en sus discursos casi más que a Néstor Kirchner. Seguro más que a Perón. Y realiza en su propio cuerpo una reivindicación estética del expresidente radical: bigotes, ojeras, traje con corbata y algunos kilos de más. Solo Ricardo, el hijo del prócer, lo supera en esa reencarnación, con la ventaja de que hasta conserva los trajes de su padre. Ricardo Alfonsín: el embajador de Fernández en España, el leal defensor de sus políticas en Twitter.

La superposición, salvando las diferencias siderales en la dimensión histórica e intelectual de ambos dirigentes, tiene algo de asombroso. Como si se tratara de un prodigio fetichista –la confianza en las ciencias ocultas va in crescendo en el oficialismo–, el parecido entre ambos mandatarios se proyecta también sobre el contexto. Persiste la inflación y los profesionales vaticinan que la del año que viene rondará el 50%. Como siempre que el peso se degrada, los ahorristas huyen hacia el dólar, sugestionados por la perspectiva de una devaluación. Crece el déficit. Y si se lo quiere financiar con dólares, el mercado está cerrado. El déficit cuasi fiscal, es decir, el que se va acumulando por la deuda que contrae el Banco Central en todo tipo de papeles, empieza a volverse peligroso, como graficó Consultora 1816. La curva es inquietante por lo que puede anticipar: no tanto por el aumento del pasivo, sino por el despiadado ajuste posterior, el de 1990. Entre las dos escenas hay, es verdad, algunas diferencias. Nadie espera hoy una hiperinflación. Pero tampoco están las empresas públicas que, al ser privatizadas, facilitaron el ordenamiento que llevó adelante Carlos Menem. La pregunta que vuelve hasta el cansancio es si la Argentina va hacia Venezuela. Pero no: la Argentina va hacia la Argentina. Hacia la Argentina de Alfonsín.

Sobre este paisaje económico columpia la incógnita electoral del próximo domingo. Los interrogantes son innumerables, en especial porque los estudios de opinión se han vuelto sospechosos. La apatía del público frente a la política se manifiesta, antes que en la urna, en la reticencia a contestar las preguntas de los encuestadores. En ese inventario de interrogantes hay algunos que se destacan por su impacto cuantitativo o por su valor simbólico.

Entre estos últimos está el resultado de Santa Cruz, donde se eligen solo diputados. Si bien la sede central del kirchnerismo pasó a ser la provincia de Buenos Aires, su casa matriz sigue en el sur. La novedad esta vez es que el PJ va dividido. Gustavo “Kaky” González, intendente de Puerto Deseado, representa al Frente de Todos. Lo desafía Claudio Vidal, sindicalista que logró unificar bajo su mando a los petroleros de toda la provincia y que está asociado al prestigioso exgobernador Sergio Acevedo. Será crucial en qué lugar de la carrera termina cada facción. Juntos por el Cambio va a terciar en una primaria en la que compiten seis candidaturas.

En Chubut, donde se eligen senadores, el oficialismo peronista también concurre desdoblado. Por un lado, el kirchnerismo, con el nombre de Movimiento de Integración Chubutense, en el que disputan Carlos Linares y Florencia Elisaicin. Por otro, el oficialismo local, que postula al ministro de Seguridad Federico Massoni. Juntos por el Cambio asiste a un torneo entre Mario Cimadevilla, Ignacio Torres y Sergio Ongataro. Cristina Kirchner, responsable de sostener o ampliar la mayoría del Gobierno en el Senado, estará el domingo pidiendo detalles sobre estas primarias.

El otro distrito que la tendrá inquieta es Santa Fe, donde también se eligen senadores. La lista que ella auspicia, igual que el gobernador Omar Perotti, es la de Marcelo Lewandoski y María de los Ángeles Sacnun. Enfrente está el exministro de Defensa Agustín Rossi, con la paradoja de que levanta la bandera kirchnerista, asociado a un grupo de senadores provinciales. La vicepresidenta supone que, si se impusiera Rossi, las chances del oficialismo para la elección general se debilitarían. Ese resultado tendría una víctima inmediata: Santiago Cafiero. En el kirchnerismo ortodoxo creen que Cafiero estimuló a Rossi a competir el día en que se enteró de que era el candidato de la señora de Kirchner a sucederlo en la Jefatura de Gabinete. Juntos por el Cambio presenta cuatro listas: la de Federico Angelini y Amalia Granata, la de Carolina Losada, la de Maximiliano Pullaro y la de José Corral.

El interés de la batalla cordobesa no está en el resultado final. Nadie aventura un triunfo del peronismo de Juan Schiaretti. Lo relevante es la interna de Juntos por el Cambio, que enfrenta a dos radicalismos. El de Mario Negri, que se postuló para senador asociado al macrista Gustavo Santos, y el de Rodrigo De Loredo, aspirante a una diputación que se alinea detrás de Luis Juez, también candidato a senador. Negri y Juez miran la gobernación para dentro de dos años. Pero el enigma Negri se refiere a otras posiciones: arriesga la actual presidencia del interbloque de Juntos por el Cambio en Diputados y también una eventual candidatura a vicepresidente para 2023.

En la Capital Federal hay varios acertijos. Sin embargo, en un sentido estratégico, interesan dos destinos: el de Ricardo López Murphy en la primaria de Juntos por el Cambio, y el de Javier Milei como desafiante desde el borde libertario. Si se verificaran los augurios de los sondeos de opinión, entre ambos podrían obtener alrededor del 25% de los votos de las primarias del domingo. Sería un dato de una densidad importantísima, porque hace pensar en que comienza a avanzar en los sectores medios una preferencia fiscalista, recelosa del peso del Estado y de su insoportable presión impositiva. López Murphy y Milei, con posiciones muy distintas respecto del valor de la organización política, agregarían un rasgo de familia con la Argentina de Alfonsín: convocan el fantasma de Álvaro Alsogaray, que con su Ucedé alarmaba sobre las consecuencias del excesivo gasto público, financiado con emisión monetaria. Hoy esa corriente entusiasma a muchos jóvenes. En aquel tiempo ocurría algo semejante. Lo pueden atestiguar Sergio Massa, Amado Boudou, Ricardo Echegaray, Emilio Monzó, Guillermo Viñuales, Juan Curutchet, Carlos Maslatón, Carlos Hourbeigt, el codicioso Bruno Screnci, Marcelo Paz, Cristian Folgar y el afiliado que más lejos llegó en su travesía hacia el poder: Mauricio Macri.

Por supuesto, el velo decisivo que debe correrse el domingo es el bonaerense. Con toda la incertidumbre que hoy plantean los sondeos de opinión, algunos desafían los pronósticos convencionales. Si conviene prestarles atención es por eso: porque van en contra de la corriente general. Uno de ellos es de OpinaArgentina. A la pregunta “¿a quién votaría si las elecciones fuesen hoy?” la respuesta es: 33% a Victoria Tolosa Paz, 22% a Diego Santilli, 14% a Facundo Manes, 7% a José Luis Espert, 6% a Florencio Randazzo, 4% a Nicolás del Caño y 2% a Guillermo Moreno; 12% no sabe o no contesta y 2% votaría a otro. Quiere decir que, para esta investigación, Santilli y Manes suman tres puntos porcentuales más que Tolosa Paz.

Otro estudio, realizado por Fixer en las redes sociales, con proyección de indecisos, asigna 39% para Tolosa, 28% para Santilli, 13% para Manes, 9% para Espert, 6% para Randazzo y 1% para Moreno. De nuevo, la suma de Santilli y Manes sería superior al voto de Tolosa. Esta vez en 2 puntos porcentuales.

Estos números deben tomarse con pinzas. Pero sugieren que el resultado podría ser muy ajustado. Tampoco se puede hacer una proyección lineal del voto a Juntos sobre las elecciones generales de noviembre. No se sabe a cuántos retendrá Santilli de los que este domingo preferirán a Manes. Esta es la razón por la que Horacio Rodríguez Larreta puso tanto empeño en conseguir una foto de ambos cuando termine la batalla. Al final, Santilli visitará a Manes en su centro de campaña. Se abre, además, otra duda: ¿qué efecto tendría un resultado tan ajustado sobre los votantes antikirchneristas que prefieren opciones distintas de Santilli? ¿Seguirán fieles a sus candidatos u optarán por el voto más útil para que el Gobierno aparezca derrotado? Conviene cerrar este rosario de preguntas con una más prudente: ¿qué nivel de acierto tendrán esta vez los sondeos de opinión?

Larreta, enterra incognita

Más allá de esas aproximaciones cuantitativas, vale la pena consignar una novedad del último fin de semana: la incursión de Larreta por terra incognita. El jefe de gobierno porteño visitó con Santilli barrios muy sumergidos de partidos de la tercera sección electoral gobernados por el PJ. Fue a la villa Solano, a Chingolo, recorrió Villa Diamante, Fiorito, Ingeniero Budge y Rafael Calzada. Es decir: las zonas más sufridas de Lomas de Zamora, Almirante Brown y Quilmes. Solo no se animó a entrar en La Matanza. Palabras mayores. Si se descuenta alguna trompada cruzada entre gente de su entorno y punteros peronistas que no toleraron la intromisión, el balance que hicieron los acompañantes de Larreta fue alentador. Sobre todo en las ferias, donde se aglomera un público que, se supone, es ajeno al de Juntos.

¿A qué se debe que Larreta haya cruzado la frontera para internarse en reductos peronistas? Fue por consejo de Diego Kravetz, un dirigente del PJ que oficia como mano derecha de Néstor Grindetti en Lanús. Kravetz le dio a Larreta dos argumentos. El primero fue que, para sumar votos contra Manes, había que salir de la sociología radical, donde el neurólogo camina con mayor facilidad. El segundo fue el más interesante. Kravetz le contó a Larreta: “Recorro las zonas más humildes y empiezo a sentir que la relación entre la gente y el Gobierno puede descomponerse. Ya sabemos que hay falta de trabajo y una situación terminal en los comercios. Pero lo que me sorprendió fue otro fenómeno: el enojo de los hogares más pobres por el retraso de los chicos por falta de colegio. Nunca pensé que ese enojo iba a estar tan generalizado”.

La excursión del sábado y el domingo de Larreta fue un movimiento táctico. Pero podría convertirse, según los resultados que se conozcan el domingo, en un gesto estratégico: dirigentes de Juntos, en especial de Pro, disputando el voto cautivo de la dirigencia peronista. La pregunta más obvia frente a esta innovación: ¿el peronismo tolerará ese desafío sin reacción alguna? Si reacciona, ¿cómo lo hará? No caben dudas de que muchos resistirán, acaso con alguna agresividad. Pero, como siempre ha sucedido, puede haber también, en la base, corrimiento de punteros. Acaso haya que releer un detalle: la manifestación de los movimientos sociales oficialistas en contra de su propio gobierno. ¿Fue una disputa por espacios de poder o la manifestación de que perciben un estado de malestar inesperado entre los desposeídos? Son conjeturas, especulaciones, en medio de la niebla.

Un resultado demasiado justo va a tener derivaciones mucho más previsibles en otros dos planos. Uno es el judicial: el oficialismo reforzará su avance sobre la Cámara Penal Federal, donde Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi esperan su reemplazo. Los signos de esa inquietud por el destino de las causas abiertas se anticiparon ayer en las exaltadas declaraciones del massista Martín Soria, ministro de Justicia, referidas a la Corte. Cristóbal López es otro que aceleró antes del domingo: la AFIP renunció a acusarlo durante los alegatos del juicio por la evasión de 8000 millones de pesos. El abogado de López es Carlos Beraldi. El abogado de la vicepresidenta. Antes lo había sido Alberto Fernández. Aquí las similitudes con Alfonsín desaparecen.

El impacto económico

El otro plano sobre el que operaría una elección amenazante es el económico. El Gobierno aumentará el gasto electoral allí donde todavía no lo ha hecho. Desde hace algunos meses se viene atrasando el tipo de cambio para que los bienes “hechos de dólares” sean más accesibles a los consumidores. También se mantuvieron los subsidios a la energía. Pero no se tocaron jubilaciones, las pensiones ni la Asignación Universal por Hijo. Es probable que, si se acentúa el temor electoral, Cristina Kirchner ordene romper el chanchito de la Anses. Acaso haya que esperar otros regalos: créditos a tasa subsidiada otorgados por la banca oficial. Y aumentos de salarios para el sector público.

Lo de la Anses es relevante porque coronaría una tendencia que ya se aceleró por otros factores: el incremento del déficit fiscal. Si el gasto del Estado representa alrededor del 40% del PBI, la administración central constituye el 23% y la Anses, el 12%. Aumentar esas proporciones significa volver mucho más exigente un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Quiere decir que los números del domingo estarán hablando de la viabilidad de ese entendimiento externo.

En este marco general, un episodio técnico tendrá la repercusión de un acto de campaña: el martes Martín Guzmán debe dar a conocer los números del presupuesto del año próximo. ¿Esas cuentas se realizarán pensando en el electorado o en los técnicos del Fondo? Es cierto que el ministro puede dibujar algunas variables. De hecho, para el presupuesto de este año prometió una inflación del 29%. Para el próximo podría comprometerse a una del 34%, con una economía que crece al 4%, de tal manera que aumentan los ingresos y, sin sacrificios sanguinarios, se cierra con un déficit fiscal del 3%, para que el Fondo pida 2. Aun estos resultados complacientes suponen mortificaciones.

Si los resultados del domingo no dejan tranquilos a los líderes políticos del oficialismo, las presiones sobre Guzmán serán insoportables. Es decir mucho: ya en estos días debe tolerar que Federico Basualdo, el técnico de La Cámpora que él pretendió echar, amenace con cortar cabezas en el área de Energía: uno es Esteban Kiper, gerente general de Cammesa; otro, Juan José Carbajales, asesor del secretario Darío Martínez.

Acaba de publicarse un libro interesantísimo: Una temporada en el Quinto Piso. Parecen ser las memorias del gran sociólogo e historiador Juan Carlos Torre como asesor de Juan Sourrouille. Pero son más que eso: se trata de una narración, entrelazada con reflexiones muy sagaces, acerca de las dificultades que presentó el desafío de estabilizar al mismo tiempo la economía y la democracia. Allí aparece, en un contexto de alta inflación, un equipo económico sometido a las exigencias crecientes del partido y de los actores económicos; las exasperantes y, casi siempre, miopes pretensiones de los burócratas del Fondo; un calendario electoral amenazante, y un presidente, Alfonsín, torturado por las dudas. Pocas veces un texto de historia llega tan a tiempo para las preguntas que el presente inspira en sus lectores. La Argentina parece navegar hacia ese país que recrea Torre.

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