Las 72 horas que pusieron al Frente de Todos al borde de la ruptura

Las 72 horas que pusieron al Frente de Todos al borde de la ruptura

El kirchnerismo jugó a fondo para cambiar el rumbo del Gobierno. Fernández resiste y busca apoyos para hacer pie. Massa media y calcula. Cruje la coalición.

Por: Gabriela Pepe.

“Cambia Alberto o cambiamos nosotros”. Palabras más, palabras menos, el mensaje llegó a la Casa Rosada desde el Senado el lunes vía el ministro del Interior, Eduardo de Pedro. El espíritu estaba claro: por última vez, Cristina Fernández de Kirchner le pedía al Presidente que moviera las fichas del gabinete tras la derrota electoral del domingo.

Las primeras señales del albertismo habían sido en sentido contrario. El lunes a primera hora, el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, uno de los principales apuntados, había ratificado que no habría cambios. Mientras, en Santa Cruz, cuna del kirchnerismo, la gobernadora Alicia Kirchner le pedía la renuncia a todo su gabinete, también golpeado por las elecciones.

El lunes al mediodía, el Presidente ratificaba el rumbo durante el almuerzo que compartió con Cafiero y sus ministros de mayor confianza, Juan Zabaleta (Desarrollo Social) y Gabriel Katopodis (Obras Públicas). Ratificó la idea el martes, en una reunión con intendentes, intendentas y funcionarios en Almirante Brown. Del cónclave participaron, entre otros Sergio Massa, Cafiero, De Pedro y Máximo Kirchner. Quedaron en trabajar juntos para revertir la derrota y difundieron una foto conjunta para ratificar el apoyo a la Casa Rosada. Massa y Cafiero llegaron después juntos a Balcarce 50 para trabajar en la nueva ley de hidrocarburos.

“No va a haber cambios”, insistieron en el entorno del Presidente. La versión sobre la advertencia de De Pedro fue desmentida a Letra P por voceros del propio ministro del Interior, la vicepresidenta y el primer mandatario. “Es mentira”, respondieron. Por la noche, Fernández se reunió en Olivos con Cristina. El encuentro se extendió durante tres horas. Terminó en malos términos.

El miércoles, el kirchnerismo redobló la presión por otros medios. Fue la ministra de Gobierno de la provincia de Buenos Aires, Teresa García, de máxima confianza de Cristina. "Todos los funcionarios le hemos puesto la renuncia a disposición al gobernador Axel Kicillof”, dijo García sobre el gabinete bonaerense.

Fernández siguió sin acusar recibo. Al mediodía se mostró en Casa Rosada con sus ministros más cuestionados, Cafiero, Martín Guzmán y Matías Kulfas, de Desarrollo Productivo. Fue el último movimiento autónomo de Fernández y el que terminó de colmar la paciencia del cristinismo.

Minutos después, De Pedro hizo efectivos sus dichos y difundió la carta en la que puso su renuncia “a disposición” del Presidente. En efecto dominó cayeron las de otros funcionarios y funcionarias cristinistas, los ministros Martín Soria (Justicia), Roberto Salvarezza (Ciencia), Juan Cabandie (Medio Ambiente) y Tristán Bauer (Cultura); Luana Volnovich (PAMI), Fernanda Raverta (ANSES), Paula Español (Secretaría de Comercio), los titulares de Acumar, Martín Sabbatella, y de Aerolíneas Argentinas, Pablo Ceriani.

La crisis lleva largos meses. Cristina lo advirtió, primero, en la carta que publicó el 26 de octubre de 2020, cuando habló de los “funcionarios que no funcionan”. Volvió a afirmarlo en diversas oportunidades, en público o en privado. En la intimidad, la expresidenta dejó trascender desilusión con Fernández y arrepentimiento por haberlo elegido como cabeza de la fórmula presidencial. “Pensé que iba a ser como aquel jefe de Gabinete de Néstor (Kirchner)”, dijo alguna vez.  

La relación se fue dañando. A las desavenencias por el rumbo económico y las advertencias sobre el riesgo electoral se sumaron los errores no forzados del Presidente. El último, que detonó la situación, fue la famosa foto del cumpleaños de Fabiola Yáñez en Olivos. Tras la derrota y el pase de facturas del domingo a la noche no hubo retorno. “Hicimos la peor elección del peronismo en la historia. Tenemos que reaccionar”, apuntaron en el kirchnerismo.

Tarde frenética en la Rosada

La Casa Rosada entró en estado de máxima tensión. El Presidente ingresó por la Galería de los Bustos pasadas las 16.30, acompañado por el vocero Juan Pablo Biondi y el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello, sus hombres de máxima confianza, también cuestionados por los socios de la coalición. Al mediodía había estado en José C. Paz junto al cacique Mario Ishii. Junto con el resto de los intendentes, Ishii concluyó que “hay que ayudar” a Fernández. El Presidente se enteró de la ola de renuncias cuando volvía del conurbano.

Las puertas siempre abiertas de las oficinas que dan al Patio de las Palmeras se cerraron. En los pasillos se bloqueó el acceso a los salones del primer piso, ubicados sobre el ala que da hacia el río. Por ahí circularon los funcionarios para no tener contacto con la prensa acreditada. Fernández instaló en su despacho en estado de alarma. En un movimiento, el kirchnerismo había vaciado de poder el Gobierno que la propia Cristina ayudó a poner en la Casa Rosada, en 2019.  

El Presidente se rodeó de los ministros que se identifican con el albertismo, Cafiero, Carla Vizzotti (Salud), Katopodis, Zabaleta, Matías Lammens (Turismo y Deportes), Guzmán, Kulfas, Claudio Moroni (Trabajo), la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca, la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra; el canciller Felipe Solá y Sabina Frederic (Seguridad).

Antes de las 17, el interventor de Yacimientos Carboníferos Río Turbio (YCRT) y amigo del Presidente, Aníbal Fernández, ingresó a la Casa Rosada para reunirse con el primer mandatario. La presencia de Fernández alimentó todas las especulaciones sobre su desembarco en el Gabinete. El exministro del Interior lo desmintió a la salida, una hora después. “No me ofreció nada. Hablamos de política”, dijo cuando se retiraba. Además, le dejó una recomendación: “Si va a tomar cambios, yo lo haría antes del 14 de noviembre". La reunión entre ambos fue privada.

Mientras, empezaron a bajar mensajes de respaldo al Presidente. “Todo mi apoyo a Alberto Fernández, síntesis de la unidad popular para lograr el país que queremos”, escribió la ministra Frederic en su cuenta de Twitter. Moroni también hizo declaraciones. Los movimientos sociales convocaron a una marcha “a bancar la unidad del Frente de Todos” a Plaza de Mayo. La CGT también salió a respaldar al Presidente mediante un comunicado. Se sumaron intendentes, como Gustavo Menéndez (Merlo) y Julio Zamora (Tigre), los gobernadores Ricardo Quintela (La Rioja) y Raúl Jalil (La Rioja) y senadores, como el entrerriano Edgardo Kueider.

Los mandatarios siguieron la escena con espanto desde las provincias. “Se esperaban cambios, pero no que se hicieran de esta manera”, apuntó la mano derecha de un gobernador del Norte. “Lo que está pasando es un mamarracho”, graficaron cerca de otro mandatario, que estuvo en contacto con la Casa Rosada. “Seguimos con los errores no forzados”, agregó un funcionario de primera línea de una provincia del centro del país. Más tarde, el Presidente habló por teléfono con el tucumano Juan Manzur.

En paralelo, actuaron otros socios de la coalición. Massa reunió a sus funcionarios, el ministro de Transporte Alexis Guerrera, el titular del ENACOM, Claudio Ambrosini, y la titular de Aysa, Malena Galmarini, en las oficinas del Frente Renovador, en la Avenida del Libertador. El presidente de la Cámara baja hizo un alto en la reunión para volver al Congreso, donde estuvo con Máximo Kirchner.

Mientras, florecieron los rumores. En la Casa Rosada tomó fuerza la versión de que Cafiero daría un paso al costado y Massa asumiría la jefatura de Gabinete. Aníbal Fernández se sumaría como secretario general, en lugar de Vitobello. El Gobierno lo desmintió.

Massa actuó como nexo con Kirchner. Su entorno desmintió el reemplazo de Cafiero. Pero se instaló la versión de que podía llegar al Gabinete al mando de una súper estructura económica. Para frenar la debacle, Cristina se comunicó personalmente con Guzmán. Le hizo saber que no pidió su renuncia.

A la noche, la Casa Rosada seguía en movimiento, a la espera del desenlace. El Presidente se quedó junto a su círculo de confianza, formado por Biondi, Vitobello y Cafiero. Cerca de las 21, la Casa Rosada dejó trascender que, por el momento, no habría cambios. "Si pensaron que iba a seguir el caminito de Axel y Alicia, se equivocaron. Hoy no va a haber ninguna definición", dijeron en el entorno presidencial, y remarcaron el apoyo que Fernández cosechó a lo largo del día por parte de distintos sectores del peronismo. Por lo pronto, la agenda de anuncios prevista para el jueves quedó en suspenso. El Presidente resistió el embate, pero el Frente de Todos quedó al borde de la ruptura.

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