Los 150 días del Congreso: leyes por unanimidad, asistencia perfecta y un diálogo difícil de mantener

Los 150 días del Congreso: leyes por unanimidad, asistencia perfecta y un diálogo difícil de mantener

El aislamiento obligatorio alteró el funcionamiento del Parlamento. Rutinas, estrategias y negociaciones en tiempos de pandemia

 

Los números de la gestión parlamentaria en tiempo de pandemia no coinciden con la tensión ni con la grieta política que se registra en el Congreso: en los últimos cinco meses hubo asistencia perfecta y trabajo récord en comisiones y en el recinto. Tanto en Diputados como en el Senado hubo en la primera mitad del año más sesiones que en todo el 2019 y leyes sancionadas por unanimidad a pesar de las denuncias de Juntos por el Cambio contra Cristina Fernández de Kirchner por la ruptura del acuerdo reglamentario y la habilitación de la palabra. En paralelo la semana pasada, con el vencimiento del reglamento, la oposición puso condiciones al funcionamiento en Diputados para frenar el proyecto de reforma judicial. Si las conversaciones avanzan, podría habilitarse un reglamento sesión por sesión, según el temario a tratar. Sin coronavirus, la oposición no tendría esa posibilidad.

Las rutinas también cambiaron. Sólo los días en que hay sesión en el Senado la Vicepresidenta se instala en su despacho del primer piso con vista a la plaza. Siempre hay flores blancas, como las había en la Casa Rosada cuando era Presidenta de la Nación, costumbre que se mantiene con Alberto Fernández. El resto de los días sus reuniones transcurren en su piso de Recoleta. Con el Presidente toman el té, de dulce de leche para ella, almuerzan o cenan en la quinta de Olivos y hablan mucho por Telegram y por teléfono. De todas sus visitas sólo hubo fotos la tarde en que acompañó al Presidente en el encuentro con gobernadores para anunciar la primera propuesta a los acreedores. El Instituto Patria, donde ella y su hijo Máximo Kirchner, junto con el senador Oscar Parrilli, derivaban gran parte de sus reuniones, está cerrado. Como centro de actividad política y académica no está habilitado en el marco del aislamiento social y obligatorio.

Los miércoles o jueves de sesión la Vicepresidenta abre el debate y luego se retira. Excepto esta última semana, siempre regresa para el final y la votación del tema más fuerte. Las peleas que protagonizó casi siempre tuvieron que ver con el poder que tiene para habilitar o no el audio a quienes están conectados en forma remota.

Pero además, Cristina Kirchner suele aprovechar las horas de sesión para mantener reuniones oficiales en la Presidencia mientras los senadores debaten. Por la Presidencia pasaron desde Axel Kicillof a los integrantes del Consejo Agroindustrial Argentino. La foto causó sorpresa en el kirchnerismo y malestar entre los otrora aliados de la Mesa de Enlace que batallan contra el peronismo desde la resolución 125 que les impuso retenciones. Con los intendentes bonaerenses especialmente, habla casi a diario, los llama para controlar el avance del coronavirus, el humor social y el equipamiento y capacidad del sistema sanitario mientras deja en manos de algunos senadores más cercanos el diálogo con la oposición, como José Mayans, jefe del bloque; María de los Ángeles Sacnun, presidenta de la comisión de Asuntos Constitucionales y a cargo del debate por la reforma judicial o Carlos Caserio en todo lo concerniente a Presupuesto, Deuda y la agenda de Economía e impuestos, aunque el cordobés habla más con el Presidente que con ella. El escudo político de Cristina es la mendocina Anabel Fernández Sagasti, vice del bloque. También un par de senadores con origen en La Cámpora.

Del otro lado del Palacio Sergio Massa hace base en el Salón de Honor de la Cámara de Diputados, donde se lo puede encontrar casi a diario, de lunes a viernes. Se siente cómodo en el ejercicio del poder que le da el cargo de Presidente de la cámara baja y a pesar de los roces con el más duro opositor, Mario Negri, jefe del interbloque de Juntos por el Cambio logró avanzar en una agenda de consenso que suele terminar de acordar con su amigo Cristian Ritondo (PRO) y con el vicepresidente de la Cámara, Alvaro González un porteño del PRO muy cercano a Horacio Rodríguez Larreta. Aunque no es usual, la conexión remota le sirvió a Massa para abrir sesiones de comisión desde su despacho y presentar a algunos ministros. También en forma remota, junto con Máximo Kirchner, mantuvieron un par de reuniones del bloque para ordenar la línea política cuando la oposición logró instalar en la agenda pública sus temas en detrimento del oficialismo.

Massa y Máximo Kirchner en reunión remota con el ministro Guzmán

Massa perdió la costumbre de instalarse en su oficina de avenida del Libertador, pero en los últimos días se sumó a la agenda de Presidencia y compartió actos con la ministra de Seguridad, Sabina Frederic, y con el de Transporte, Mario Meoni, de su Frente Renovador. El tigrense, por las dudas, se hisopó ya varias veces y en su oficina los mozos ingresan con guantes y barbijo, se sirve mucho café y mate para él que obviamente no comparte. En el primer piso es habitué el hijo de Cristina Kirchner con quien Massa consolidó un fuerte vínculo. Hasta lo llama por el diminutivo, “Maxi”, como lo hacen sus mejores amigos. Comparten comidas y reuniones con el Presidente en Olivos y los martes también allí con Santiago Cafiero y con el ministro del Interior, Eduardo ‘Wado’ De Pedro.

El presidente de la Cámara de Diputados avanza hasta donde lo deja la oposición. Después, negocia. Máximo Kirchner, lo acompaña en ese movimiento pendular sin hablar en público excepto a la hora de los discursos. Con el último irritó a la oposición al señalar que Mauricio Macri es mejor turista que Presidente.

Con o sin pandemia el dúo Massa-Kirchner está obligado a la búsqueda de consenso: el Frente de Todos tiene 119 diputados, Juntos por el Cambio 116, el quórum se logra con 129 legisladores y hasta para la mayoría simple el oficialismo necesita ayuda.

En ese vínculo pasaron de la reunión del 19 de marzo en Casa Rosada con los jefes de todas las bancadas y el Presidente (Mario Negri dijo que Alberto Fernández era “el comandante” en la pelea contra el virus y que todos lo iban a seguir) a peleas intermitentes y constantes.

Massa buscó consensuar un reglamento de funcionamiento remoto y Cristina Kirchner decidió por las suyas acudir a la Corte en busca de certezas para sesionar online. Para cuando la Corte opinó que el Congreso determina su funcionamiento ya estaba en proceso el proyecto de ley de Máximo Kirchner y Carlos Heller para gravar por única vez las grandes fortunas. Fue el límite que puso Juntos por el Cambio que en paralelo empezó la pelea por el aporte de la clase política a la lucha contra el coronavirus: hasta hubo un cacerolazo en todo el país para pedir rebaja de haberes de diputados, senadores y funcionarios de todos los estratos. En Diputados Massa mandó a recortar gastos y pasajes pero no dietas. La oposición redobló la apuesta y reclamó que en los tres poderes del Estado, Judicial, Legislativo y Ejecutivo, se bajaran un 30% de los haberes. Alberto Fernández opinó que era un acto demagógico. Massa no se achicó y propuso una rebaja del 40% a los diputados nacionales mientras Juntos por el Cambio elaboraba un proyecto de ley para recortar los sueldos de todos los estatales que ganaran más de $70.000. El resultado fue un empate: cada cual en cada una de las cámaras donó lo que quiso y a quien quiso, a discreción, y comunicó al Senado y a Diputados a quién y cuánto debían transferir de sus dietas pero como aportes individuales.

En pos del consenso el tándem Kirchner-Heller guardó el proyecto de ley del aporte “patriótico” que aseguran, otra vez, presentarían en una semana o dos. Lo mismo pasó con el proyecto de expropiación de Vicentin.

La pelea se reedita en forma persistente. Y en una misma sesión se pasa de la emoción (por ejemplo el jueves con el tratamiento de la ley de promoción al turismo) al reparto de culpas sobre la herencia y la herencia de la herencia, cruces de reclamos que entusiasman más a los duros del kirchnerismo y del macrismo.

A pesar de la virulencia verbal, hubo en todo este tiempo leyes de consenso, incluso varias votadas por unanimidad o con apenas uno o dos votos en contra. Es el caso de las leyes vinculadas con la salud (como la Ley Silvio para la protección del personal sanitario que fue la primera en aprobarse y la donación de plasma); la educación a distancia; la ampliación presupuestaria; la emergencia para el sector cítrico y fundamentalmente la reestructuración de la deuda bajo legislación local; además de la ratificación de varios Decretos de Necesidad y Urgencia del presidente Alberto Fernández.

En cambio generaron fuertes intercambios el tratamiento del decreto de Mauricio Macri para la transferencia de las escuchas a la Justicia y la compensación a energéticas por la devaluación que votó en soledad el kirchnerismo en el Senado y que impulsó la voz de Cristina: el neuquino Oscar Parrilli. Un dato no menor: ninguna de esas cuestiones avanzó en la Cámara de Diputados y ni siquiera se inició el trámite para su tratamiento. En las últimas semanas también la ampliación de la Moratoria fue un límite porque Juntos por el Cambio la consideró una “amnistía” o “indulto” para el empresario Cristóbal López y la Ley de Teletrabajo para la que reclamaron mayor debate. La reforma judicial es el último y más profundo quiebre, además de que la designación del Procurador está congelada aunque en este caso no influye ni la pandemia ni el funcionamiento remoto ya que tampoco Macri logró designar a su candidata para el puesto.

El Salón de Honor en Diputados: centro de reuniones de Massa, en este caso con la CGT

El puntapié para la virtualidad se dio en Diputados donde las reuniones de comisión vía Zoom arrancaron antes de que se acordara el reglamento. Todos los bloques trabajaron en el texto y acordaron de palabra tratar en el recinto sólo los temas que tuvieran amplio consenso. En el Senado en cambio el reglamento lo hizo el equipo de Cristina Kirchner que hizo viajar desde Formosa a José Mayans y Luis Naidenoff, los jefes de los bloques del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio, para presentarles el esquema remoto de funcionamiento. Aunque desde mayo ninguno de los dos se mueve de su provincia mantienen permanente y fluido contacto telefónico. No se ven personalmente pero hablan casi a diario lo que no aligera el duelo discursivo que mantienen en los cierres de sesiones.

La oposición no dejó de insistir con el reclamo por sesiones con presencia física. En Diputados participan desde sus bancas los jefes de los bloques, los miembros informantes y algunos otros diputados hasta un total de aproximadamente 40 o 50. Cada bloque los rota según las necesidades y sus domicilios.

Las rutinas son las que aconseja el Ministerio de Salud. Hay desinfección antes y después de cada sesión, uso obligatorio de barbijo cuando se circula y toma de la temperatura en todos los ingresos de todos los edificios del Congreso de la Nación. En el Senado las medidas de seguridad son las mismas que en Diputados aunque la presencia de personal es menor: a instancias del reclamo de Juntos por el Cambio además de Cristina Kirchner; de la presidenta provisional, Claudia Ledesma Abdala de Zamora; los secretarios Parlamentario, Marcelo Fuentes (Frente de Todos) y el prosecretario Juan Tunessi (UCR), están en el recinto los vicepresidentes del cuerpo, Martín Lousteau (Evolución-UCR), Laura Rodríguez Machado (PRO) y Maurice Closs (Frente Renovador de la Concordia de Misiones).

Flores blancas a pesar de la pandemia y una foto de Cristina Kirchner con representantes del Consejo Agroexportador que molestó a representantes del campo

Otra condición que la oposición arrebató a CFK fue que algunos senadores puedan participar en forma remota pero desde sus oficinas. Lo hacen por la oposición porteños y bonaerenses como Guadalupe Tagliaferri, Esteban Bullrich y Gladys González. También los kirchneristas más cercanos a la Vicepresidenta, aquellos con los que tiene máxima confianza como Anabel Fernández Sagasti (instalada más en Buenos Aires que en Mendoza), el rionegrino Martín Doñate, el porteño Mariano Recalde y el bonaerense Jorge Taiana.

La primera sesión remota finalmente fue en simultáneo el 13 de mayo. Las dos cámaras hicieron su debut el mismo día. Fue un hito para el Poder Legislativo. Para visibilizar su enojo por la imposición del reglamento la cordobesa Rodríguez Machado se presentó a esa primera sesión con barbijo amarillo y viralizó su foto. En cambio las últimas sesiones Rodríguez Machado y el jefe del interbloque de los Diputados, Mario Negri, se quedaron en Córdoba y participaron de las sesiones en forma remota.

De todos modos se contabiliza asistencia perfecta en casi todas las reuniones de comisiones, todas remotas y nunca a un mismo tiempo. Es otro hecho inédito para el Parlamento facilitado porque la televisación de las comisiones impuso ampliar la agenda de lunes a viernes y no concentrarla en tres días como ocurre cuando los legisladores viajan de martes a jueves a la Capital. Incluso hay diputados y senadores que se conectan como “invitados” a comisiones que no integran.

Si no se conociera el trasfondo político y las continuas discusiones públicas, las matemáticas confundirían al lector. En Diputados ya hubo cinco sesiones ordinarias especiales virtuales y mixtas y una ordinaria informativa, también virtual y mixta, con la presencia del Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, que ya había ido también al Senado. Además y en un gesto a la oposición el propio Massa presidió una séptima sesión el 28 de mayo, convocada en minoría por Juntos por el Cambio. Sin quórum, la sesión se levantó pero Massa habilitó los discursos en contra del Decreto 457 que otorgaba “superpoderes” a Cafiero para disponer del presupuesto. Como dicen en la oposición, el control del equipamiento técnico lo tiene el Presidente, mientras que en tiempos normales alcanzaría con que los legisladores se sentara en sus bancas y alguna autoridad presidiera. En el Senado, Juntos por el Cambio cree que no podrían hacer lo mismo y que CFK no les prestaría “los fierros” ni les garantizaría el intento de sesionar en minoría.

Precisamente en una charla con Infobae el senador Lousteau reclamó a la Vicepresidenta por el “uso monopólico” de las herramientas tecnológicas para sesionar y que lo que de manera presencial sería posible, no podrían hacerlo de manera telemática. Incluso alertó que no se han conformado todas las comisiones que preside la oposición mientras que en Diputados, tanto en la del Mercosur como en la de Libertad de Expresión, que presiden Fernando Iglesias y Waldo Wolff, Juntos por el Cambio habilitó un desfile de presentaciones con denuncias contra el gobierno nacional. Los varados en el exterior en el inicio del aislamiento fueron el primer tema que utilizó Juntos por el Cambio para cuestionar al Presidente y su canciller Felipe Solá que dos veces ya fue a explicar.

Salvo el ministro de Economía Martín Guzmán y el de Interior, Eduardo ‘Wado’ de Pedro, todos los ministros pasaron por las comisiones del Congreso, la mayoría por ambas cámaras y algunos como el de Salud, Ginés González García, fueron más de una vez.

Maria Lucila Roth, del sector turístico, lloró al presentarse desde Chubut en una comisión de Diputados para pedir ayuda para el sector

La intensa agenda ministerial fue una decisión política del Ejecutivo que arrancó por Diputados donde Massa se ufanó de haber puesto en marcha el Poder Legislativo en el marco de pandemia. En su oficina hay un informe que detalla que hubo 121 reuniones de comisión, 257 horas de debate transmitidas por la señal DTV; 79 participantes del Poder Ejecutivo; 1006 proyectos de ley que ingresaron a Mesa de Entradas en forma digital; 1115 proyectos de resolución y 521 de declaración.

Los datos que más entusiasman al massismo son la comparación con la gestión anterior, aunque el presidente era su amigo Emilio Monzó, del PRO pero de origen peronista. En todo el 2019 hubo cuatro sesiones (dos especiales, una informativa y una ordinaria) contra las siete de los primeros ocho meses de esta gestión. En 2019 (año electoral) hubo 66 reuniones de comisión mientras que con esta nueva modalidad ya a fines de junio se habían reunido 77 comisiones. El año pasado sólo fueron diez funcionarios del Poder Ejecutivo, recuerdan.

En el Senado desde el 20 de marzo hubo 9 sesiones con 15 leyes aprobadas, doce proyectos con media sanción y 31 Decretos de Necesidad y Urgencia ratificados. Además, hubo 13 reuniones plenarias de comisiones; 50 reuniones ordinarias y 17 constitutivas.

Más allá de algún desperfecto técnico solucionado con rapidez la primera sesión en forma remota arrancó el 13 de mayo pasadas las 14. La presidió Cristina Kirchner que nunca usa barbijo, como tampoco lo hace la santiagueña Abdala. Lousteau, Rodríguez Machado y Closs, que se alternan en la presidencia, se lo quitan para los discursos y a veces en el ejercicio de la presidencia. Esa sesión duró cinco horas y se ratificaron 20 DNU. La oposición no votó el que prohibió el ingreso de argentinos desde el exterior y el que prohibió despidos y suspensiones por 60 días. A las 18, en Diputados, Massa dio por iniciada la sesión. Antes se quitó el barbijo e invitó a los diputados a quitárselo mientras permanecieran en sus bancas.

La última sesión en el Senado duró el doble de tiempo: casi diez horas, se sancionaron tres leyes, se dio media sanción a otros cuatro proyectos, se ratificó un DNU y se prestó acuerdo a tres embajadores políticos. Sin embargo, el debate había arrancado mal: el kirchnerismo apuntó a una jueza que ordenó al Senado no tratar los pliegos de dos jueces de diez, cuyo traslado cuestiona el Gobierno mientras que Juntos por el Cambio denunció al Frente de Todos por no acatar ese fallo.

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