Final a toda orquesta: vetos, borocotós y malas artes en tiempos de electorados desobedientes

Final a toda orquesta: vetos, borocotós y malas artes en tiempos de electorados desobedientes

Moneda en el aire para Larreta, que se atasca en la recta final y lidia con una derecha que asusta. Enésima batalla en el Frente de Todos por una candidatura única que tiene una lapicera y mucho aparato, pero votos insuficientes para tanta pretensión. Scioli vio luz y entró, y Massa frenó a tiempo.

Por: Sebastián Lacunza.

Hace un tiempo, cuando la puja por la candidatura de Juntos por el Cambio comenzaba a tomar temperatura, las participaciones televisivas en las que Patricia Bullrich dejaba expuestas precarias nociones económicas eran tomadas como consumo paródico por los larretistas. “Mirá”, “enjoy”, “nooooo” precedían los WhatsApps y Telegrams del Gobierno porteño con fragmentos en los que la rival de Horacio Rodríguez Larreta se empantanaba en términos básicos como “deflación” y “recesión”. Con el correr de los meses, la gracia viró a un rictus amargo ante la hipótesis de que una candidata a la que perciben poco preparada, desmesurada y sin equipos pueda llegar a ganar las primarias de la coalición conservadora.

La sensación de que Bullrich lleva ventaja, como aguijoneó Mauricio Macri esta semana en Córdoba, permea en el campo larretista, pero no es la que deja transmitir el jefe de Gobierno de la Ciudad.

Larreta trazó un recorrido hace dos años que asume la existencia de una “mayoría silenciosa” que no se inscribe en la grieta, o al menos la vive con menos estridencia que la prevaleciente en redes y medios. El griterío abruma y ese hartazgo hablará en las urnas, presume el precandidato presidencial. Afirma contar con encuestas presenciales que confirman su hipótesis. Pese a que el río suena en sentido contrario, “sigue totalmente convencido”, graficaron esta semana una fuente de su gabinete y un socio clave en la estrategia de expandir las fronteras de Juntos por el Cambio (JxC), acaso sobreactuando el optimismo.

El centro según Larreta

Descubrir qué concibe Larreta por “centro” es de por sí problemático, tratándose de un aliado táctico de Macri durante dos décadas. No sólo pesa su mentor político, sino las propias decisiones del alcalde de Buenos Aires, por caso: una ministra de Educación que se da el papel de agent provocateur de la derecha dura y un culto a la Policía brava que termina en un cuerpo corrompido en su estructura, como está quedando a la luz en el juicio por el asesinato del jugador de inferiores de Barracas Central Lucas González. Allí quedó plasmado un sistema que va desde los altos mandos a los agentes de calle volcado a encubrir una ejecución policial. Marcelo D’Alessandro, el de los chats de Lago Escondido, las licitaciones arregladas y jefe político de esos policías, sigue asesorando al moderado Larreta.

Descubrir qué concibe Larreta por 'centro' es de por sí problemático, tratándose de un aliado táctico de Macri durante dos décadas

Pero el jefe de Gobierno trazó una raya a fines de febrero, cuando dio por lanzada su candidatura desde un faro del fin del mundo y denunció a los “estafadores” de la grieta. En aras de la convivencia en los zooms de JxC, eligió no mencionarlos. Tiene derecho a rediseñar el perfil que quiera; no es el único incoherente en el espectro político argentino.

Excursión de pesca

Si la convicción del éxito de la ruta despolarizada que describen en Larreta es real, sus movimientos erráticos de los últimos meses sugieren lo contrario, lo que no deja de resultar llamativo para un político al que el sistema del poder reconoce como un dirigente con método. Para buenos o malos objetivos, para construir carriles de Metrobús o para paralizar la extensión del subte y extender la concesión al arrepentido de pagar coimas Grupo Roggio, el alcalde porteño planifica.

El método Larreta tiene un punto de llegada, un calendario y un organigrama. Esta vez, la excursión de pesca en el territorio de Juan Schiaretti evidencia un problema de fechas indisimulable. La propuesta de alianza con el cordobesismo difundida a pocos días del cierre de listas (24 de junio) y, coincidentemente, de las elecciones provinciales en Córdoba (25 de junio) afrontó costos que no se habrían dado en otro contexto, e inhibió defensas públicas. A tal punto que, una vez conocido el intento de sumar al PJ cordobés a JxC, hubo una minicrisis en el sector proalianza porque algunos radicales y cívicos de Elisa Carrió sintieron que estaban dando la cara por un acuerdo por el que ellos mismos pagan un precio y no surgía ninguna voz con peso del lado del PRO. En concreto, el silencio de Diego Santilli y la ambigüedad habitual de María Eugenia Vidal motivaron reclamos entre los aliados “centristas” del precandidato. 

Tal como se dieron las cosas, Bullrich la encontró servida en bandeja para denunciar un manotazo de ahogado de su rival

Propuesto a tiempo, el pacto porteñista-cordobesista habría obligado a reacomodar algunas piezas, pero la lógica estaba de su lado. La coordinación entre las bancadas de JxC y Córdoba Federal para bloquear en Diputados las iniciativas del Gobierno de los Fernández (?) fue sólida, por más que esta semana el ala dura del PRO haya sacado a relucir un par de excepciones.

Tal como se dieron las cosas, Bullrich la encontró servida en bandeja para denunciar un manotazo de ahogado de su rival. Luis Juez y la UCR de Córdoba no estaban, en los papeles, del lado de la precandidata y ahora lo están o se neutralizarán durante los cruciales meses que vienen. Autosometido a sobreactuar los aplausos a Macri en un almuerzo de esta semana en la Bolsa de Comercio de su provincia, Juez deberá ensayar un nuevo repertorio de chistes si más adelante se ve compelido a dar otro salto para acercarse a Larreta.

Fuego amigo

Uno de los datos que más impactó al larretismo esta semana fue el tenor de las críticas liberadas por las plumas de mayor peso de La Nación y, sobre todo, de Clarín, incluidos sus brazos televisivos. Allí se profirieron expresiones acusatorias y despectivas hacia el precandidato presidencial. Si a algo no está acostumbrado el Gobierno porteño es a ser confrontado por los medios hegemónicos. Tiempo al tiempo. La suma de las pautas publicitarias y negocios asociados de la Ciudad de Buenos Aires y la provincia de Córdoba podría mover montañas.

El gobernador Juan Schiaretti, su esposa, Alejandra Vigo; y el intendente de Córdoba capital, Martín Llaryora, participan de la misa del 25 de mayo en la Catedral de la ciudad JSchiaretti

En la cercanía de Larreta esbozan dos razones para explicar por qué el candidato esperó hasta último momento para plantear una alianza con Schiaretti. Una de ellas da cuenta de la fragilidad de la unidad en JxC. “La dejó a Patricia sin tiempo para irse con Milei. Si lo hacía antes, podía negociar; ahora es tarde”.

El segundo argumento es más estratégico. Según computan en la jefatura de Gobierno, cada vez que hay ruido con el expresidente, Larreta sube unos puntos al romper la centralidad abrumadora de Cristina o el propio Macri, a quienes una entrevista o un tuit les alcanza para concentrar los focos.

Es probable que el alcalde porteño no logre la inscripción formal de la alianza del PJ cordobés, no tanto porque carezca de apoyos en la nomenclatura del PRO sino porque optaría por evitar el riesgo de la judicialización de parte de los macristas que dominan la asamblea del partido. Bullrich, obviamente, ya da el tema por cerrado.

Según computan en la jefatura de Gobierno, cada vez que hay ruido con el expresidente, Larreta logra subir unos puntos al romper la centralidad abrumadora de Cristina o el propio Macri

La hipótesis de una fórmula con Schiaretti o un tipo de apoyo que acerque a Larreta a un tercio del electorado cordobés que en teoría seguiría al gobernador en su aventura nacional no queda obturada por la no oficialización de la suma del sello delasotista a JxC. En el pasado, el PJ cordobesista ya dio un paso atrás en las candidaturas nacionales cuando le convino. Costoso, pero nada que no se pueda compensar en el futuro si el ensayo para llegar a la Casa Rosada tiene éxito. Una voz clave del gabinete cordobés avisa que ambos gobernantes ya tienen “todo arreglado”. El alcance de ese arreglo no se puede precisar todavía.

Compra-venta

El método cartesiano de Larreta encierra su propia debilidad: la noción de que todo en la política tiene un precio es llevada al paroxismo. Nadie como dos radicales que hoy son compañeros de ruta del gobernante porteño definieron con mayor crudeza el abuso de un mecanismo viciado.

Martín Lousteau lo hizo público ante Alejandro Fantino, en 2015, cuando advirtió sobre el sospechoso pase al larretismo del socialista Roy Cortina: “Larreta, todo lo que puede comprar, lo compra”.

Poco más de un año atrás, Gerardo Morales se había enemistado con su par de la Ciudad Autónoma. El gobernador de Jujuy definía en diciembre de 2001 que Larreta le convenía al kirchnerismo, porque colocaba la candidatura de JxC en “la derecha”. Hoy puede comentarle su presunción a José Luis Espert, con quien la UCR “comparte valores”. El reproche mayor de Morales fue similar al de Lousteau: “No puede ser que, radical que pase por la calle, Horacio (Rodríguez Larreta) lo quiere contratar y le quiere dar un cargo”.

Se trata de una táctica estructural en el precandidato presidencial que fue orientada durante 2022 y lo que va de 2023 a diezmar las filas de Bullrich. Nombres como Cynthia Hotton, Florencia Arietto y Waldo Wolff, de neto perfil bullrichista, saltaron a las filas del Gobierno porteño. Larreta sintió que bastaba una simple foto como si fueran trofeos para enrostrarle a su rival en la interna del PRO.

Que en el mismo paso en el que explica la necesidad de sumar a Schiaretti para superar la grieta, el precandidato maniobre para incorporar a Espert, exime de mayores pruebas sobre la toxicidad de la borocotización indisimulada que practica. El jefe de Gobierno de CABA ya hizo un máster en ese intercambio de necesidades conducentes que tomó ese nombre cuando Néstor Kirchner y Alberto Fernández coronaron el transfuguismo del médico mediático Eduardo Lorenzo Borocotó, diecisiete días después de haber sido electo en las listas encabezadas por Macri, en 2005.

Pocos políticos argentinos se ubican a la par de o exceden a Milei en su derechismo brutal. Espert es uno. Insulta más que Milei, ansía agujerear personas y propone la bala ante la protesta social. Como el candidato de La Libertad Avanza, el economista que acaba de sumarse a JxC también pregonaba la virtual eliminación del Estado, aunque en las últimas semanas matizó el tono para que el adjetivo de “humanista” que le regala algún radical no rompa la mátrix. La memoria de Raúl Alfonsín, ultrajada por los correligionarios que le dieron la bienvenida al economista.

La memoria de Raúl Alfonsín, ultrajada por los muchos radicales que le dieron la bienvenida a Espert 

Los próximos días, semanas y meses serán en modo turbo. Larreta también concibe ante su mesa chica una hipótesis no optimista: una ola de derecha y ultraderecha inmanejable que lo lleve por delante. Si se queda con Espert y sin Schiaretti, Jorge Macri escala frente a Lousteau en la Ciudad y se desconectan radicales de provincias importantes, los cálculos le habrán salido mal. Si logra eludir la encerrona en que lo quieren ubicar Bullrich y Macri, quedará a un paso de la Presidencia.

El orden según Massa

Las fricciones en el Frente de Todos, constitutivas de su ser, no se amilanan ante la crisis de la alianza conservadora.

Un ciudadano de izquierda, progresista, de la barbarie peronista (no republicano ni racional en la descripción mediática dominante), choriplanero, antiderecha o simplemente cauteloso ante otro experimento de JxC ya debió inocularse varias dosis de violencia intelectual para seguir considerando su adhesión al Frente de Todos o lo que quede de él. Vienen más.

La primera dosis requerida fue para disimular el derrotero de Cristina Fernández de Kirchner, quien optó en 2019 por un candidato al que conocía como nadie para que llevara a cabo un proyecto reformista en el marco de lo posible y, de buenas a primeras, mandó a los suyos al monte y emprendió un bullying implacable contra el Gobierno que ella misma diseñó. Cuando logró su cometido de desplazar a Martín Guzmán, la vicepresidenta se transformó en aliada clave de las políticas ortodoxas llevadas a cabo por Sergio Massa para sobrecumplir, mientras pudo, las metas fijadas por el FMI.

La última versión conocida de Cristina dice que hay que priorizar un “programa”. No cree necesario explicar por qué omitió el paso tan elemental de establecer una mínima hoja de ruta hace cuatro años.

Ahora, Cristina dice que hay que priorizar un “programa”. No cree necesario explicar por qué omitió el paso tan elemental de negociar y exponer una mínima hoja de ruta hace cuatro años

Otro shot de estoicismo para el frentetodista potencial le cabe a Alberto Fernández. El Presidente demoró tres cuartos de su mandato para constituir un gabinete apto para repartirse la coordinación política y la discusión pública. El elenco Agustín Rossi, Aníbal Fernández, Santiago Cafiero, Gabriela Cerruti, Victoria Tolosa Paz, Gabriel Katopodis y Juan Manuel Olmos ofrece perfiles para dar pelea en diferentes territorios, pero llegó extremadamente tarde. Muchos argentinos ya cambiaron de canal.

Sergio Massa canta el himno frente a sus seguidores en el estadio Arena de Malvinas Argentinas, el 10 de junio de 2023 Frente Renovador

El objetivo de la candidatura única o, dicho de otro modo, la lapicera única en manos del Instituto Patria ahora está abierta a interpretaciones dentro del cristinismo, por una razón fundamental: si no aparece un postulante potente, la tentación de desobedecer al dedazo crece entre quienes se dan por excluidos o postergados.

Por lo pronto, los encuestadores que decían hasta marzo que la transferencia de votos de Cristina a cualquier postulante que ella designara con su dedo viraron de pronóstico. Puestos a medir la primaria, los números indican que Eduardo de Pedro, alimentado por un arco que va de varios gobernadores a varios multimedios, de la izquierda kirchnerista a Luis Barrionuevo, no tiene garantizada ni una victoria holgada, ni siquiera una victoria a secas.

El espejo Moreau-Larroque

Cristina y Máximo se dieron la oportunidad del silencio en estos días. Massa ocupó el espacio.

Ayer por la tarde, reunido en el Congreso del Frente Renovador realizado en el municipio de Malvinas Argentinas, el ministro de Economía frenó a tiempo con la consigna “candidatura única o muerte”. Massa sugirió —no anunció— como nunca antes que será candidato y que, llegado el caso, aceptará ir a primarias en el Frente de Todos.

En los días previos, como un espejo de la función cumplida por Andrés “el Cuervo” Larroque para el mundo vicepresidencial, Cecilia Moreau, presidenta de la Cámara de Diputados, tomó la palabra. Larroque y Moreau coinciden en hablar sin filtro con un vocabulario capaz de dinamitar relaciones políticas y personales, en nombre de un capital electoral de terceros, sin un voto propio.

El cuadro pintado por Moreau en cuanto a un ministro “harto” del chiquitaje, “cansado de tanta presión e incomprensión” (de Alberto) mientras se esfuerza por sacar al país adelante requiere una dosis extra de violencia intelectual o, en castellano, demencia fingida.

Juan Grabois utilizó un término duro para describir el intento. La sugerencia de que el ministro de Economía estaba dispuesto a dejar su puesto si no le daban la candidatura era, para Grabois, una “extorsión” montada sobre la inestabilidad económica y el colapso social en un contexto de inflación mensual superior al 7% y reservas extenuadas en el Banco Central.

La patada en el tablero hoy puede transformarse en el ostracismo mañana para un dirigente que ejerció una presión indisimulada para asumir en Economía y exigió el control total de la botonera, al punto de asumir funciones propias del Presidente. 

Massa había hecho un esfuerzo por dejar atrás errores de contenido y estratégicos durante el camino recorrido entre 2013, su cúspide, y 2017, último ensayo del Frente Renovador en solitario. Con una autocrítica inusual para un político de su nivel, se incorporó al Frente de Todos, con la meta de parar la pelota, sosegar los bandazos y dotarse de gestión.

Probablemente Massa haya evaluado las consecuencias para su futuro si insistía con la amenaza solapada de una salida desordenada del Palacio de Hacienda. La patada en el tablero hoy puede transformarse en el ostracismo mañana para un dirigente que ejerció una presión indisimulada para asumir el Ministerio y exigió el control pleno de la botonera, hasta con tareas propias del Presidente.  

“Orden político para que haya orden económico” es el lema del ministro y sus allegados. En estas semanas, nadie en lo que queda del Frente de Todos manejó los decibeles y la agresividad que surgieron del massismo, como quien busca desorden. El destinatario explícito fue Alberto Fernández; el implícito, la porción del cristinismo que le sigue desconfiando.

Scioli vio luz

Si la inflación de abril hubiera comenzado con un 3, objetivo que se había fijado Massa, hasta el Instituto Patria habría quedado con poco margen para desafiar la candidatura del ministro. No ocurrió, fue el triple. Las causas no son enteramente atribuibles a la gestión del titular del Frente Renovador en Hacienda. Massa puede exhibir logros, como la postergación y diseminación de la montaña de vencimientos en pesos, definida como el mayor riesgo de hecatombe a principios de año. El exintendente de Tigre caminó por el sendero acechado por los errores propios, la mayor sequía en 90 años, una oposición irresponsable y el papel siempre lacerante del FMI, que llega tarde a tratar los problemas creados por él mismo.

Massa dijo ayer por la tarde en el estadio Arena, ante unos 15.000 militantes renovadores, que su fracción se anotará en las primarias. No es seguro que el nombre del propio Massa aparezca en la boleta. En cambio, de lo que no hay dudas es de que el ministro detesta a Daniel Scioli.

El motonauta, embajador, jugador de Villa La Ñata, exgobernador, ambiguo inoxidable y contendiente eficaz de Macri en 2015 miró el limbo que es el Frente de Todos y se anotó. Scioli desafía el apotegma más inútil y contraproducente que el cristinismo y, ahora, el massismo sostienen en cuanto a la inconveniencia de dirimir candidaturas en las PASO, como si le tuvieran miedo a contar los votos.

Bien conducida, sin invalidaciones imposibles de remontar, sin alusiones a que los rivales internos “se escondían debajo de la mesa” en agosto pasado, como reiteró Massa en varias oportunidades, una disputa interna podría darle fuerza al espacio. La pelea descarnada por la sucesión del liderazgo de Macri en JxC brinda una oportunidad única para el contraste.

Si la alianza gobernante termina su período de Gobierno generando el enésimo conflicto estéril y acelerando una crisis económica, sería un final a toda orquesta acorde a su trayectoria.

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