Sin esperar las urnas, la política ingresó ya en un nuevo juego

Sin esperar las urnas, la política ingresó ya en un nuevo juego

Por: Carlos Pagni. Ramos Mejía: ¿zona liberada?; Milei, el puñal de Macri contra Larreta; la fórmula Morales-Bullrich; intendentes del PJ vs. La Cámpora; ¿alguien compensa la pérdida de poder de Cristina Kirchner?

Durante el año había tres temas que había señalado en su momento Sergio Massa, tres íes, que según él, el Gobierno tenía que resolver. Inmunidad (que se va logrando, después de muchas contradicciones y escándalos), inflación e inseguridad. La inseguridad estalló por un caso más, lamentablemente corriente. Dos jóvenes -uno de 28 años y una chica de 15 años- asesinan a un trabajador, un quiosquero, que estaba atendiendo un domingo, en su local de Ramos Mejía.

Estalla el problema de la inseguridad, con mucha inquietud para las autoridades, porque hay una especie de “que se vayan” todos en Ramos Mejía, que crece, con imputaciones a todo el oficialismo, con imputaciones al intendente, al gobernador, al Presidente. Y con una pregunta inquietante: si uno mira el mapa electoral de La Matanza, hace dos años, en 2019, va a ver una gran franja azul, del Frente de Todos, y un rectangulito muy chiquito arriba, lindero con la Capital Federal, que es Ramos Mejía, en amarillo.

Y cuando uno empieza a hablar con la gente de Ramos Mejía, con los políticos del lugar, de La Matanza, se desprende el interrogante entre ellos sobre si no tendrán menos seguridad porque votan distinto.

Esta es la sensación de muchos vecinos de Ramos Mejía, la sensación de una especie de zona liberada, como castigo o falta de cobertura a aquellos que no son “solidarios” con el gobierno nacional, local y provincial. Sería tremendo que fuera así. Esto, como dijimos, en medio de un escenario electoral que promete una pelea muy cerrada en la provincia de Buenos Aires y en el resto del país.

Todavía no sabemos qué consecuencias va a tener esta crisis. Ahora, hay que acordarse de que el reclamo por la seguridad, o la inseguridad es un tema de la agenda bonaerense desde hace muchos años. Es un tema para el kirchnerismo tan central que Cristina Kirchner concede que en la provincia de Buenos Aires lo maneje alguien tan disonante con el discurso oficial como Sergio Berni.

El mismo Berni que se ha burlado de las organizaciones de derechos humanos sin que nadie dentro del oficialismo dijera nada al respecto. Y que suele poner los puntos sobre las íes del Presidente y del ministro de Seguridad de la Nación. De hecho, tuvo una gran polémica con Aníbal Fernández.

Hubo una conciencia de que el problema de la inseguridad es un problema grave en la provincia, de manera tal que ahí hay un recorte ideológico y el kirchnerismo se encomienda a un militar, claramente de derecha, entendiendo que es un tema especial, para el cual el propio programa y la propia ideología del Frente de Todos no es suficiente o no tiene respuesta.

Ahora estalla el reclamo por la inseguridad, con una suerte de pueblada en La Matanza, en el peor momento en términos electorales, con una elección muy peleada.

Hay algunas provincias especialmente importantes, porque son las que eligen senadores. La Pampa, una de ellas, probablemente la más importante en términos de incógnita, que viene anticipando un empate, aunque hay pocas encuestas. Una sola encuestadora, Move, hizo trabajos en La Pampa hace por lo menos 10 días. La sensación que tiene el Gobierno es que podría dar vuelta la elección en La Pampa, con lo cual tampoco alcanzaría el quorum propio en el Senado, pero estaría cerca de alcanzarlo. Estaría en la mitad de senadores. Ahí el gran problema se llama Carlos Verna, que es el líder del peronismo local, que tiene una relación de tensión, de enfrentamiento, no sólo con Cristina Kirchner sino especialmente con La Cámpora, a la que no quiere dar protagonismo.

Santa Fe, una provincia importantísima, diría que el Frente de Todos la da prácticamente por perdida. Es otra provincia que disputa senadores: ahí sí puede ser que el Frente de Todos obtenga un diputado, pero en el Senado se da de baja una banca.

Chubut también se da por perdida en el oficialismo. Allí estaría ganando Ignacio Torres, el candidato de Juntos por el Cambio, dirigente del Pro. Una derrota para el Frente de Todos en medio de una situación que tiene algún aire de familia con lo que está pasando en Ramos Mejía. ¿Por qué? Porque uno de los temas de seguridad que ha azotado a Chubut, igual que a Río Negro, es la cuestión de los mapuches, que el Gobierno declaró que no era una cuestión nacional, federal. Sin embargo, el ministro de Seguridad recibió la semana pasada al subsecretario de Seguridad Interior de Chile, Francisco Galli. Francisco Galli vino a hablar con Aníbal Fernández sobre el tema mapuche como un tema ya no federal sino internacional, en el supuesto de que hay violencia mapuche en ambos lados, que hay un mismo movimiento y que puede servirse -estoy pensando el parecido con países donde ha habido fenómenos terroristas como en España, con la ETA- del estado lindero como una especie de santuario. Un lugar donde los violentos, la fuerza armada de esas organizaciones violentas van a buscar o retiro, o descanso, o reciclaje, seguridad u hospitales, salud, medicina. Esta es la cuestión que le vino a plantear el gobierno chileno al argentino frente a un fenómeno novedoso, que nos cuesta imaginar, que es el separatismo.

14 de noviembre: elecciones cruciales. El editorial de Carlos Pagni.

Es la idea de un grupo que pretende desconocer al Estado nacional y armar otro estado, distinto. Otro país. El Gobierno lo entendió inicialmente como un problema de derechos humanos de los pueblos originarios. Acá hay otro problema, que va más allá de la agenda de derechos humanos. Es un problema extraordinariamente novedoso, con una minoría mapuche, que se manifiesta con violencia, como estamos viendo ahora en Chile. Eso se proyecta sobre la Argentina, y Aníbal Fernández, que le había dicho a la gobernadora de Río Negro cuando quemaron el club andino de El Bolsón que ese no era un problema nacional, debe reconocer que se trata de un tema internacional y compromete las relaciones con Chile.

Cuántos votos habrá perdido el Gobierno por este desmanejo de la cuestión mapuche es algo que nos enteraremos el domingo a la noche.

Las declaraciones de Fernández sobre Córdoba podrían tener que ver en la mentalidad de fondo con lo que está pasando en Ramos Mejía. Por qué. Porque Alberto Fernández dice que los cordobeses deben integrarse a la Argentina y lo que está suponiendo con esa frase es que el que no vota al Frente de Todos, al kirchnerismo no es argentino. Cuando uno les dice esto a dirigentes del oficialismo, como se comentó tanto durante todo el fin de semana, responden: “No estamos discriminando a nadie; el Presidente dijo que no discriminó a Córdoba”. En realidad dijo que no lo discriminó en términos materiales, fiscales.

Pero el Presidente afirmó que los cordobeses deberían, de una vez por todas incorporarse a la Argentina. Es decir, votar por el Gobierno. No votar ni por el peronismo de Córdoba, que está encarnado en la figura de Juan Schiaretti, ni tampoco por la oposición que es la que votan los cordobeses. La pregunta que yo me hago, pensando en lo que viene, pensando en el horizonte poselectoral es qué respuesta dará Schiaretti frente a este desafío que le formula Alberto Fernández, porque muy probablemente después de la elección haya una discusión en el seno del oficialismo y del peronismo acerca del rumbo del país y sobre todo respecto del rumbo económico, de la institucionalidad económica.

Alberto Fernández pide que Córdoba se integre al país

Todo eso se sintetiza metafóricamente en si va a haber o no un acuerdo con el Fondo, pero es mucho más amplio: es si va a haber o no un programa económico. En este desafío que le están haciendo a Schiaretti vamos a tener una pista de si va a tener un rol o no en esa discusión o se va a mantener como un líder local de los cordobeses. Él comenzó a hablar en las últimas horas, diciendo que se propone pelear para 2023 por un país federal.

Tenemos una cantidad de situaciones locales con un sentido que va más allá de lo local. Y después, dos elecciones en las que se juegan cosas muy importantes, no solo del oficialismo sino también de la oposición: que son la Capital y la provincia de Buenos Aires. No podemos hablar de encuestas, porque hay una veda sobre encuestas. Pero, si no habláramos de encuestas pero habláramos de lo que piensan los dirigentes de la Capital sobre la elección, daría la impresión de que existe un consenso en que probablemente Vidal pierda unos puntos, y no alcance con su candidatura a sumar la totalidad de las fracciones que compitieron en la primaria de Juntos por el Cambio. Esto es muy importante. Santoro quedaría igual y Milei crecería. Con un voto que probablemente venga de distintos lugares: hasta hay un voto kirchnerista que vota a Milei.

Pero sobre todo hay un voto de los que eligieron a López Murphy en la primaria, muchos de los cuales se sienten más cerca de Milei que de Vidal. Y la pregunta es cuánto tienen que ver con este movimiento de votos de López Murphy a Milei las declaraciones de Macri y la novedad que conocemos ahora de que antes de las primarias estuvo reunido con Milei. Y esta idea de que Milei expresa lo que él siempre pensó.

Esas declaraciones habitualmente operan, no como un mandato a votar, pero en mucha gente que siente que traicionaría a Juntos por el Cambio si votara a Milei funcionan como una especie de autorización a dar ese paso: la verdad es que piensa Milei igual que yo, dice Macri.

Atención. Nada de lo que hace Macri no está pensado. Sería peyorativo hacia Macri sugerir que dice algo así sin saber lo que está diciendo. Macri es un profesional de la política: tan profesional que a veces logra que se vean como salidas descuidadas -o improvisadas- cosas que están muy pensadas.

Y no cabe duda de que es alguien que si algo conoce es de campañas electorales. No solo en la política, también en Boca. Tiene muchas campañas en su haber. Macri ha sido candidato 20 veces en su vida: a diputado, a presidente de Boca, a jefe de Gobierno, a presidente dos veces. Conoce la tecnología de campaña como nadie. Sabe lo que está diciendo cuando dice eso. Por lo tanto, estamos viendo una fractura importante en Juntos por el Cambio y es probable que haya provocado un gran malestar en María Eugenia Vidal y en Larreta porque a Macri no se le escapa que con lo que dice produce un daño en el liderazgo de Larreta en un territorio que está en disputa entre él y Larreta que es nada menos que la ciudad de Buenos Aires.

Diego Santilli, María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta, Jorge Macri y Graciela Ocaña se mostraron junto a Mauricio MacriTwitter

Entonces estamos ante un fenómeno muy interesante de lo que viene. Que lo podremos seguir viendo porque hay muchas novedades en Juntos por el Cambio. No solo esta.

Después tenemos la provincia de Buenos Aires, que es donde se libra la gran batalla porque este es un gobierno especialmente bonaerense, o si se quiere extender un poco más, metropolitano. Por lo menos, un gobierno donde el núcleo básico del poder, la mesa de poder, hasta ahora, era Cristina, senadora por la provincia varias veces -sus votos están ahí-; su hijo Máximo, que aspira a presidir el PJ bonaerense [va postergando la decisión, seguramente quiere ver la temperatura del lugar para realmente jugar esa ficha]; Axel Kicillof, gobernador de la provincia; Sergio Massa, dirigente de la provincia desde donde llegó a la Cámara de Diputados; y Alberto Fernández y su grupo, que son porteños, y como porteños peronistas, perdedores.

Ahí está el núcleo de la elección, donde hay una competencia entre los intendentes, y sobre todo entre los intendentes y La Cámpora, para ver con qué cantidad de votos queda cada uno a nivel local. Ahí lo que hay que mirar es Quilmes. La Cámpora perdió en Quilmes donde gobierna Mayra Mendoza. Hay un ministro de la Nación que dice que llegabas a Quilmes y había un escalón hacia abajo, porque se había hundido Quilmes, de tanto cemento que pusieron, de tanto hormigón por obra pública. Parece que sobró hormigón y faltó política.

Ante la perspectiva de una derrota, cada intendente quiere quedar en el cuadro de honor de los que se sustrajeron a la derrota. Porque eso es lo que los habilita para la discusión de poder posterior. Por lo menos tienen que salvar su territorio y mostrar un “yo gané”. Tienen que poder decir “no tengo que ver con esa derrota”. Un ejemplo: Fernando Gray distribuyó boletas incentivando el corte. Reparte la boleta de Juntos -la de la oposición- y la suya. El intendente, el de Esteban Echeverría en este caso, invita a votar a cualquier opción, pero en el distrito a acompañar a sus candidatos. Hay que acordarse que Gray es el que desafiaba a Máximo Kirchner porque quería ser presidente del PJ antes de tiempo. Y subió con la bandera a la terraza del ministerio de Acción Social. Ahora planta otra bandera y se pregunta: “¿Qué quiere votar la gente en mi distrito? ¿Les gusta Santilli? ¿Les gustan los candidatos a diputados de Juntos, como Martiniano Molina -que es el candidato de esta sección-, voten a los que les gusten. Pero acá voten a mi concejal. Porque quiero ganar yo”. Y esto se repite en todos lados.

El ímpetu no está en ganar, sino en salvarse.

Boletas de Fernando Grey en Esteban EcheverríaUn intendente incentiva el corte de boleta.

Por otro lado, hay muchas medidas del Gobierno para dar vuelta la elección. Algunas infructuosas. Hoy es el día del municipal bonaerense. La Anses había dispuesto un aumento en las asignaciones familiares. En muchísimos municipios bonaerenses ese aumento no se va a pagar: ¿Por qué? Porque no tienen el dinero. Es decir: el gobierno nacional dispuso un aumento y no les preguntó a sus propios intendentes si podían pagarlo. Entonces hoy está el gobierno de la provincia y, sobre todo, los municipales, tratando de contener al sindicato de trabajadores para que no estalle un conflicto en medio de la última semana de campaña porque muchos empleados municipales no cobran eso que leyeron en el diario que les habían anunciado. La “platita” que se anunció, pero a muchos trabajadores municipales de la provincia de Buenos Aires no llegó.

Sigue siendo una incógnita el resultado de la elección porque hay quienes piensan, sobre todo en el oficialismo, que hay factores que juegan en contra a Juntos por el Cambio y a favor del Gobierno. El primero de esos factores se puede encontrar en cuántos votos perdió el Frente de Todos desde la elección general de 2019 hasta las primarias de septiembre pasado en la provincia de Buenos Aires: perdió prácticamente la mitad de los votos que había sacado. Son casi 2,5 millones de votos. Si uno mira la dimensión de lo que perdió se entiende todo: la fractura interna, los reproches cruzados, la idea de Cristina Kirchner de que ese partido no se jugó, y de que la culpa es de Alberto Fernández. Muchos oficialistas dicen: perdimos tanto, hay 2,5 millones de personas que nos votaron en 2019 y no nos votaron en septiembre, que no sería tan difícil de conseguir que muchas de ellas nos vayan a votar, y dar vuelta un resultado que fue ajustado.

El otro argumento que usan también es de, diríamos, física electoral. Juntos por el Cambio tenía dos boletas en las primarias, la de Santilli y la de Manes. Había una legión de gente movilizándose por Manes ¿Se movilizará ahora? Así piensa el kirchnerismo. Ahora, cuando ves o te informás respecto del conocimiento que tienen los que están en el terreno y mirás algunas encuestas daría la impresión de que Santilli retiene el voto de Manes. Y aparece un dato que habrá que verificar, y es que los nuevos votantes, la mayor parte, más del 30 por ciento, irían a votar por Juntos por el Cambio. ¿Puede pasar que el intendente del kirchnerismo ponga los remises para que vayan a votar y en el cuarto oscuro le voten en contra? ¿Están seguros en el Gobierno de que llevando más gente a votar dan vuelta la elección? Gran signo de pregunta. Porque hay encuestas que indican que esto es lo que podría llegar a pasar.

Si miramos el clima electoral general, muy determinado por la economía, y la economía por el salario real, es decir por el poder adquisitivo del salario, las cosas están igual o peor. Si miramos el salario medido en dólares, tomando el dólar con el que se fijan los precios de las cosas.

Ese poder adquisitivo entre 2015 y ahora llega a su punto máximo en 2018, pero vuelve a caer después de las PASO. El cuadro es de Fernando Marull. Si el salario real sigue siendo un gran predictor electoral, todo lo que dije antes de las ventajas que tiene el Frente de Todos para dar vuelta la elección hay que revisarlo o ponerlo muy entre paréntesis. Y el Gobierno volvería a estar frente a una derrota.

Salario en dólares y resultado electoral del oficialismo - Cuadro de Fernando Marull.

Todo esto abre una cantidad de escenarios, de problemas, de cuestiones a observar en ambas fuerzas dominantes. Inclusive cualquiera sea el resultado, porque cualquiera sea el Gobierno no sale con un gran triunfo. Sale con muy pocos votos para la agenda que tiene que afrontar después de la elección. Supongamos que gana por muy poquito la elección, que no es el más probable, aún así son pocos votos. Es un monto de poder escaso para abordar los enormes problemas que tiene que abordar después de la elección y que ha venido postergando en materia económica.

El nuevo Juntos por el Cambio

Hay, en el otro lado, una fractura importante, no dentro de Juntos por el Cambio sino dentro del Pro. Macri versus Larreta, división derivada de la jugada que hace Macri a favor de Milei en la Capital Federal. No me cabe ninguna duda de que Macri es candidato a presidente y que es un candidato muy obsesivo para llegar a la presidencia.

El cartel que mostramos el lunes pasado, el de Dolores, en el que se ve la leyenda “Macri Presidente, Camilo gobernador” es un indicador de eso. Esto es una picardía del intendente, dijo Macri, pero es la primera vez que vemos la leyenda luego de mucho tiempo. Estamos hablando de un cartel que se puso cuando Macri viajó a Dolores para declarar en la causa del ARA San Juan -declaración que no se realizó porque el juez había cometido errores, entre ellos, no remover el secreto que pesa sobre la información que tenía que ventilar Macri-. Tiene que haber hablado Macri, el entorno de Macri, muchas veces con el señor Camilo Etchevarren, candidato a gobernador.

Macri candidato, foto de Dolores.

Es mucho más que una picardía del intendente de Dolores que no va a poner ese cartel ahí sin pedir permiso. ¿Es otro descuido como el de Milei? No. Es evidente que ese fue un lanzamiento de Macri. Cuando uno habla con el entorno de Macri, con quienes lo acompañaron -entre los cuales no estuvieron ni Santilli, ni Larreta, ni Vidal: ahora podemos ir atando cabos de este enfrentamiento- de lo primero que te hablan es de que pasaron lista, sobre todo, de los intendentes de la provincia. El discurso de Macri fue un discurso de lanzamiento. Y ahí tenemos un dato. Macri candidato peleando contra Larreta y Vidal.

Tenemos un segundo dato que nos llega de Jujuy, muy relevante. Con Gerardo Morales elogiando a Bullrich y viceversa.

Morales afirma que podría compartir una fórmula con Bullrich

Acá hay una fórmula. Lo que acaba de decir Gerardo Morales [que también dice “me lanzaron”, cómo que él no tenía previsto ser candidato a presidente, y que lo lanzaron esa tarde ahí] es la muestra de un alineamiento de dos personas importantes desde el punto de vista institucional. Los dos fueron ministros de De la Rúa. Bullrich, de Trabajo, y Morales, de Acción Social. Tienen un recorrido largo Morales y Bullrich y hay otro tema que los une: la militancia enfática, sistemática, de Patricia Bullrich a favor de que se mantenga en prisión a Milagro Sala. Es un tema que como se ve el gobierno nacional ha dejado un poco de lado, porque hay una relación muy estrecha entre el gobierno nacional y Morales -se comprobó sobre todo en la Cámara de Diputados, donde Morales es un aliado de Massa, con quien cogobierna en Jujuy.

Pero, además, hay un rasgo institucional. Patricia Bullrich no es una dirigente cualquiera, es la presidenta del Pro. Y Gerardo Morales aspira a ser, a fin de año o principios del que viene, presidente del radicalismo. Estamos hablando de un eje entre dos personas con peso específico en su agrupación. La pregunta que me hago es de quién son los votos de Bullrich. ¿Son de ella? ¿Son de Macri? ¿Cómo le cae a Macri la postulación de Bullrich como candidata a presidenta? Porque si son candidatos los dos, dividen al mismo electorado, que es el más duro, el más antikirchnerista. ¿Qué opinará Manes, que también quiere ser candidato a presidente y hasta ahora tuvo el apoyo de Morales, que fue clave en la provincia de Buenos Aires, dicen que también para financiar la campaña?

A dónde estoy yendo: todo el tiempo nos estamos preguntando por la cohesión del Frente de Todos, del Gobierno. Por las fracturas tan visibles, inocultables del Frente de Todos. Las peleas entre Cristina Kirchner, y por lo menos, Alberto Fernández -no sabemos si de otros actores también-. Pero la unidad de Juntos por el Cambio ¿está tan garantizada? ¿Qué opinan los radicales cuando Macri dice que le gustaría una alianza con Milei? El mismo Milei que dice haberse comprado un muñeco de Alfonsín para tirarle dardos.

Después de las elecciones, dentro de la oposición habría que hacerse la pregunta de cuál es el líder. Y la respuesta es: “Ninguno”. O cuáles son las reglas que puedan garantizar a estos actores que no van a ponerse al borde de la ruptura. Entre otras cosas, porque si hay un deterioro en la figura de Cristina Kirchner por el resultado electoral, no hay que olvidar que fue el espanto, el miedo, o la animadversión frente a Cristina el gran pegamento de Cambiemos. Si Cristina deja de ser un factor tan importante en la política, esa motivación para el affectio societatis tal vez se debilite en Juntos por el Cambio.

Entonces, ¿está tan garantizada la unidad de esa fuerza política cuando vemos que antes de las elecciones Macri le tiende un puente al principal adversario de su propia fuerza política en el distrito propio, que es la Capital Federal?

Fernández, más lejos del Fondo

Las mismas preguntas valen para el Frente de Todos, con la diferencia de que es gobierno. Es decir: la crisis interna del oficialismo es una crisis de gestión. Y ahí sí hay un problema serio, por la relación con el Fondo Monetario Internacional. El Presidente se reunió con nueve empresarios a los que les dijo que el acuerdo estaba cerrado. Hace 48 horas dijo que no quiere cerrar un acuerdo con el Fondo porque quiere preservar los intereses de los argentinos, que el Fondo agrede. Son dos cosas diametralmente opuestas. Él ya sabe, que lo que pedía no se lo van a dar. El reclamo para devolver la plata en 20 años no va a estar, no se habla más de eso. Estaba en una instrucción que le dio el Senado de Cristina. Pero ese reclamo fue dado de baja Lo otro que no va a estar es la disminución de las sobretasas. Ahí el Gobierno hizo una especie de engaño porque es cierto que en el documento del G20 se habla de las sobretasas. Pero el documento dice que les van a pedir a los ministros de Economía que sigan discutiendo. En su momento, Eric Martin y Jorgelina do Rosario habían publicado en Bloomberg que esto ya se había denegado. Ya es casi seguro que se denegó. Quiere decir que las dos banderas políticas elegidas por Guzmán para mostrarle a Cristina ya no están.

Y sigue faltando un programa económico. Es una pregunta fundamental: ¿Se puede gobernar sin programa económico? Es eso lo que le está pidiendo el Fondo al Gobierno. No hay programa porque probablemente no es que Alberto Fernández no quiera, sino que no puede tener un programa. Porque el día que cifre sus ideas en un programa concreto con una orientación concreta, un plan, su relación con Cristina termina de estallar. Para que haya un acuerdo con el Fondo tendría que haber un acuerdo político que no hay entre ellos. La apelación a que haya un acuerdo con la oposición oculta la necesidad de que haya un acuerdo dentro del propio oficialismo. Guzmán hizo la picardía de promover una ley en el Congreso, que todo el oficialismo aprobó, para que el acuerdo deba ser aprobado por las Cámaras. Ahora le juega en contra, se le convierte en un boomerang. Por eso Alberto Fernández está pensando en un DNU. No porque no consiga el aval de la oposición, sino porque no pasa por las bancadas del Gobierno.

Martín Guzmán y Alberto Fernández, en agosto del año pasadoFABIAN MARELLI

Hay además un malentendido en la relación con el Fondo. El Fondo son los países. No es un fondo de inversión. No es un banco. Tanto que el efecto de no pagar no es el de no pagarle a un banco. Kristalina Georgieva llegó al Fondo con dos preocupaciones: hizo dos consultas. Quiénes iban a ser sus colaboradores y qué pasaba si la Argentina no pagaba. Hizo una consulta formal al departamento de legales. Le dijeron que no pasaba nada. Computaremos esa deuda, que la pagarán en algún momento. Pero no es que deteriora la calidad de prestadores porque no somos un banco. “Puede haber default, pero no nos afecta institucionalmente”, le dijeron a Georgieva. No es lo mismo que si fuera el Banco Mundial, o el BID, ya que sus carteras y su prestigio se ven afectados porque hay un moroso importante.

En el Fondo Monetario estamos hablando con potencias, países, presidentes a los que la gente vota. Entonces, ir a decirles: “Yo quiero que me bajes las sobretasas, porque no quiero hacer ajustes”, genera la pregunta, que se hacen ellos: “¿Por qué tengo que explicarles a mis contribuyentes y a mis votantes que voy a regalar plata para que gane votos Cristina Kirchner o Alberto Fernández en la Argentina, un país que quiere seguir regalando la energía que se paga con subsidios de los contribuyentes que generan más y más déficit fiscal?”. A ellos también les gustaría regalar la energía. Biden está desesperado por los precios de la energía.

Estamos frente a la incógnita de si después de la elección el Gobierno va a asumir esta agenda de problemas. Y si hay algún programa, teniendo en cuenta la actualización del tipo de cambio y un aumento de tarifas, que le pueda garantizar a Cristina una recuperación del salario real de acá a 2023. Porque sino va a estar tentada de ponerse en contra del Gobierno, si se hace un acuerdo con el Fondo.

Frente a las elecciones, entonces, hay que preguntarse dos cosas. La primera es qué poder va a tener Cristina. Si va a seguir siendo inapelable. ¿O va a haber algún peronista que se le plante, que le diga que es “la mariscala de la derrota”'? Ella, que inventó esa forma de gobierno disparatada, donde es imposible que haya certidumbre porque no se sabe quién manda. Donde el segundo le da órdenes al primero y después dice que no se las dio. La segunda pregunta es: si Cristina no conserva ese poder, ¿va a surgir otro sujeto capaz de fijar ese rumbo? Seguro no es Alberto, quien ya demostró que no tiene la vocación de hacerlo. ¿Habrá una mesa peronista que quiera fijar ese rumbo? Esa es la pregunta que me hacía al comienzo de otra manera por Schiaretti y las declaraciones de Fernández. Por eso hay que mirar cómo queda parado cada líder local y, sobre todo, cada gobernador.

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