El doble bautismo de fuego de Unión por la Patria

El doble bautismo de fuego de Unión por la Patria

El peronismo se ahoga en discusiones reglamentarias mientras debe afrontar desafíos políticos de magnitud.

Por: Nicolás Lantos.

El peronismo decidió resolver la dicotomía entre discutir ideas o discutir personas saliendo del laberinto por abajo. El motivo de debate, ahora, son minucias reglamentarias que no modificarán sustancialmente el resultado de una primaria que todavía ni siquiera se sabe que vaya a tener lugar, y mucho menos quiénes serán los protagonistas. Escarceos comunes en estas instancias definitorias previas a los cierres, el rostro más ingrato de la política, pero que en general sólo asoman por debajo de los bordes de la alfombra.

Entre los dirigentes que no dirigen y los funcionarios que no funcionan hicieron, durante tres años y medio, más bien poco para tener alguna chance de disputar con éxito la elección presidencial de este año. Las insolvencias ajenas, la memoria emotiva de una sociedad que se resiste a asumir el fracaso y algunos aciertos conjuraron una chance inesperada, casi providencial. Por supuesto, para aprovecharla es necesario evitar las recetas de probada ineficacia. No estaría pasando.

Tan lejos de la ciudad de Buenos Aires como de las cuestiones que monopolizan la agenda de lo más encumbrado de la política nacional, en Jujuy se acaba de aprobar una reforma constitucional que cristaliza y potencia las características autocráticas y violentas que desplegó el régimen de Gerardo Morales desde que se inauguró con la detención ilegal de su principal opositora, Milagro Sala, a quien hoy, a instancias del gobierno provincial, se le niega el derecho a un tratamiento médico urgente.

“Milagro está pidiendo ser trasladada a Buenos Aires para una intervención quirúrgica. El juez de ejecución de pena, a pesar de tener todos los estudios que fueron pedidos, lo rechaza. Incluso el departamento médico del Poder Judicial recomienda que ella sea operada por una trombosis venosa profunda, pero en Jujuy no solo los médicos no se animan a intervenir sino que dos clínicas consultadas fueron apretadas por el gobierno para que eso no ocurra”, denunció esta semana su abogado, Luis Paz, ante El Destape

La prisión de Milagro Sala, la represión violenta de la protesta social y la reforma del Poder Judicial jujeño, incluyendo una ampliación del Tribunal Superior para tener una mayoría automática, fueron los primeros actos de gobierno de Morales, que incluso ha dicho varias veces, con el micrófono encendido, que esa fue la forma que encontró de garantizar la gobernabilidad. Sus compañeros y aliados en el grupo de opositores que se autopercibe como “moderado” no solamente no lo cuestionan sino que lo ponen de ejemplo.

Según su nueva Carta Magna, en Jujuy quedará definitivamente prohibido el derecho a la protesta. Las marchas multitudinarias, de decenas de miles de personas, que se suceden a diario desde hace 10 días, son ilegales. Además, la eliminación de elecciones de medio término concentrará el poder en el gobernador, que va a contar siempre con una legislatura favorable, algo que choca de frente con el artículo 5to de la Constitución Nacional, que establece el requisito de que las provincias adopten un sistema de gobierno republicano.

Esa norma está de moda. En los argumentos de sus fallos recientes para suspender las elecciones en Tucumán y en San Juan y proscribir las candidaturas de Juan Manzur y Sergio Uñac, los supremos se apoyaron en ese artículo para cuestionar la legalidad de las reelecciones más allá de un segundo período, independientemente del texto de las constituciones provinciales. Semejante exceso de voluntad popular, según escribieron, va en contra del principio republicano. ¿Eliminar elecciones de medio término no lo hace?

Es probable que la Corte Suprema tenga que dirimir este asunto tarde o temprano (aunque eso también lo deciden ellos). En principio, dos de sus miembros, Carlos Rozenkrantz y Ricardo Lorenzetti, dieron un claro mensaje político al asistir, justo esta semana, los mismos días en los que se daba tratamiento exprés a la reforma constitucional, con decenas de miles de personas protestando en las calles, a un simposio nacional de jueces de tribunales orales encabezado por el delfín de Morales, el gobernador electo Carlos Sadir.

En su discurso, Lorenzetti celebró la persecución política a dirigentes opositores por medio de “los procesos de corrupción (sic) que se están llevando adelante en un nivel desconocido en la historia argentina” mientras que Rozenkrantz pidio preservar “los valores de nuestra Constitución Nacional”. Entre los anfitriones aplaudía el ministro de Gobierno y Justicia de la provincia, Normando Alvarez García, quien fuera embajador de Mauricio Macri en Bolivia durante el golpe de Estado contra Evo Morales, que tuvo apoyo del gobierno argentino.

Un verdadero mandala de mensajes mafiosos emitidos desde el lugar que, en los últimos ocho años se convirtió en un laboratorio de políticas represivas que luego pueden aplicarse en todo el país. Si la piedra fundamental del gobierno de Morales fue el encarcelamiento de Sala, y tuvo éxito, ¿por qué no haría lo mismo con Cristina Fernández de Kirchner cualquier dirigente opositor que llegue en diciembre a la Casa Rosada? Y si así lo hicieran, ¿qué mecanismos quedarían para evitar que se consume esa injusticia o cualquier otra?

A esta altura del partido nadie podrá fingir sorpresa por la complicidad de los jueces de esta Corte Suprema con las peores prácticas ni por el desapego de dirigentes que se presentan como palomas pero no son otra cosa que aves de rapiña mal disfrazadas. No puede esperarse, a esta altura, otra cosa de ellos. Pero sí resulta terroríficamente incorrecta la falta de reacción de la dirigencia peronista ante esta amenaza que se cierne primero sobre los jujeños y, si tiene éxito, sobre el resto de los argentinos.

Jujuy se desliza por la pendiente de la democracia y no hacen nada. Ni siquiera el simulacro de que quieren ganar las elecciones. Ni siquiera para ahorrarle a CFK el oprobioso destino que le tienen reservado sus verdugos si conquistan nuevamente el gobierno. Ni por la patria, ni por el movimiento ni por las personas. No hablo de los legisladores y legisladoras que con el sello del Partido Justicialista desde hace demasiado tiempo son solamente una rama más del régimen de Morales. Nada se esperaba de ellos.

Pero ¿dónde están los diputados y senadores de la Nación? ¿Qué cosa tienen mejor que hacer que ir a San Salvador, a La Quiaca, a Purmamarca a defender a la democracia, a ponerle el hombro a los palos y respirar los gases de la policía de Morales? ¿Dónde están los que llegaron a sus cargos prometiendo defender al pueblo de los abusos y van a prometer lo mismo en pocas semanas para que vuelvan a elegirlos? ¿Discutiendo la cantidad de avales necesarios para presentar una lista? ¿En serio?

¿Por qué el Partido Justicialista de la Nación, que encabeza el presidente Alberto Fernández, no interviene el PJ de Jujuy, cuyos legisladores y legisladoras levantaron sus manos para aprobar esta constitución? ¿Qué esperan las centrales de trabajadores para plantarse cuando una provincia habilita el despido como herramienta para castigar el derecho a huelga? ¿Se creen, acaso, que ellos están a salvo? ¿No se dan cuenta de que le están haciendo la tarea a la antipolítica?

A menos de una semana del cierre de listas, esas dudas parecen secundarias al lado de la rosca fina, que entra, por estas horas, en temporada altísima. Apenas un par de horas después de la presentación en sociedad de la Unión por la Patria, la esperanza de una primaria ordenada, administrada, civilizada y/o gentil quedó hecha trizas. Descartada por todos los protagonistas la chance de una ruptura, solamente quedan dos opciones en el horizonte que culmina el 24, con el cierre de listas: unidad o compulsa sin cuartel.

CFK, en su última aparición pública, el jueves en Río Gallegos, dejó en claro que prefiere evitar las PASO pero que también está dispuesta a ir a fondo si se resuelve seguir ese camino. Pasará este fin de semana largo en Santa Cruz, estudiando las permutaciones de nombres y cargos que le permitan presentar una apuesta ganadora, con o sin primarias. Aunque no está confirmado, hay dirigentes que esperan otro mensaje suyo el 20 de junio, día de la Bandera, cuando se conmemora a su prócer favorito, Manuel Belgrano.

La formidable demostración de fuerza política que hizo la Vicepresidenta el 25 de mayo y las alianzas que reconstituyó con sectores amplios del universo peronista no le alcanzaron para ordenar electoralmente a todo el peronismo. Ni siquiera pudo consolidar los “tres o cuatro puntos de acuerdo” básicos que planteó como base de la identidad política del espacio: el rechazo al acuerdo con el FMI, la reconstrucción del consenso democrático, la búsqueda de acuerdos amplios y la renovación de la justicia.

El primer punto parece demolido desde que Scioli empezó a hablar de Martín Guzmán como su hombre en materia económica. El segundo naufraga en Jujuy. El tercero es bombardeado desde su propia trinchera, donde a falta de novedades en materia de listas se mata el tiempo señalando traidores. Si hasta el propio candidato in péctore de esa banda, Wado De Pedro, tuvo que dar explicaciones por fotos de un almuerzo con directivos de Clarín hace apenas tres meses. Lo pasado, pisado.

El cuarto esconde una trampa. Quizás pronto se descubra hasta dónde pueden tensarse las diferencias al interior del peronismo sin que eso empiece a afectar el funcionamiento de ámbitos que hasta ahora se mantuvieron en marcha gracias a un esforzado ejercicio de unidad. Uno de ellos es la comisión de juicio político de la cámara de diputados, donde se tramita abundante evidencia sobre la comisión de diversos delitos por parte de los miembros de la Corte Suprema. Al oficialismo no le sobra ni un voto.

Sin acuerdo en esos puntos, el peronismo se dirige hacia una una primaria que, de repente, adquiere visos inesperados de competitividad. La ausencia de CFK en la boleta hará cada vez más difícil mantener en pie la idea de que se plebiscita su conducción frente a lo que proponen en la otra vereda: un referéndum a favor o en contra de La Cámpora. La diferencia entre ambos enunciados, políticamente hablando, no es para nada menor. La transferencia de votos, por ahora, solamente una hipótesis que nunca se puso a prueba.

Es un escenario novedoso que por estas horas trae dolores de cabeza a Horacio Rodríguez Larreta y hace subir las acciones de Juan Schiaretti. Si Scioli logra montar una candidatura capaz de disputar mano a mano la primacía de la Unidad por la Patria, generará una atracción gravitatoria irresistible para todos esos votantes de opciones peronistas, antikirchneristas que históricamente se mantuvieron al margen del Frente para la Victoria y del Frente de Todos.

- En 2005, Hilda “Chiche” Duhalde obtuvo, en la provincia de Buenos Aires, 1.346.357 votos.

- En las presidenciales de 2007, la boleta de Alberto Rodríguez Saá cosechó, a nivel nacional, 1.459.174 votos.

- En 2009, Francisco De Narváez derrotó a Nestor Kirchner en las elecciones para diputados en la provincia de Buenos Aires con 2.606.632 votos.

- En 2011, elecciones presidenciales, entre Alberto Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde, que fueron separados, sumaron 3.031.184 votos.

- En 2013, diputados, provincia de Buenos Aires. Sergio Massa, por afuera del Frente para la Victoria, quedó primero con 3.943.056 votos.

- En 2015, para presidente, Massa consiguió 5.386.977 votos.

- En las elecciones para el senado nacional de 2017, los 500.945 votos que obtuvo Florencio Randazzo significaron la derrota de la candidatura de CFK. Massa, por su parte, sumó otros 1.069.747 votos.

- En 2019, Roberto Lavagna obtuvo 1.649.322 en las presidenciales. 

Se trata, en resumen, de un piso de un millón y medio de votos, alrededor de cinco puntos en una elección nacional, que si Scioli encauza hacia Unión por la Patria pueden causar un terremoto en todos los escenarios electorales. Simultáneamente mejoraría la performance del oficialismo en general, dejaría abierto el resultado de esa interna y, al mismo tiempo, metería la cola en Juntos por el Cambio, angostando las chances de Horacio Rodríguez Larreta, receptor natural de ese voto en este ciclo.

La pregunta que cabe hacerse ante esa situación (la pregunta que debe estar haciéndose por estas horas la Vicepresidenta en Santa Cruz) es si hay alguna forma de retener esos votos después de agosto. Es decir, de evitar que el peronismo quede entrampado en el mismo problema que tiene hoy la oposición, que es que los votantes del candidato perdedor en las PASO huyan hacia otras opciones en la general. Cuanto más pareja la elección, más virulenta será la campaña y, luego, más difícil resultará retener el volumen en octubre.

En ese contexto, y en medio de los rumores y la ansiedad propia de este momento del calendario electoral, se comienzan a escuchar algunas voces que ponen en duda que Wado sea el mejor candidato para hacer frente a esa interna. Los nombres de Massa (que hasta hace poco parecía completamente descartado) y de Axel Kicillof (que cada vez resiste con menos énfasis la posibilidad de dejar la provincia para saltar a la nacional) volvieron a tomar fuerza, igual que la idea de incorporar a Juan Manzur en la fórmula.

El próximo domingo a esta hora las cartas van a estar sobre la mesa. Con PASO o en una lista de unidad, todos los dirigentes peronistas, del primero al último, del más moderado al más extremista, del más conservador al más revolucionario, si se proponen torcer la historia, si no se resignan a la decadencia que te arroja por los márgenes de la historia, si están, en verdad, comprometidos con un país mejor y una vida mejor para quienes eligen vivir aquí, deberían trabajar con un solo objetivo: que la Argentina, después de diciembre, no sea Jujuy.

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