La sesión del Senado exhibió una fuerte descoordinación libertaria y forzó a un operativo de control de daños; la expectativa de Milei de que un triunfo electoral cambie la ecuación y le facilite adhesiones hoy esquivas.
Por: Jorge Liotti.
Nunca como en la sesión del Senado del último jueves el Gobierno había evidenciado tanta orfandad. Fue el corolario de un proceso de tres semanas, que se había iniciado con la reunión de los gobernadores en el CFI y con la ofensiva legislativa de los días previos, cuando le habían tomado el control de las comisiones. Estaba en preaviso de que se avecinaba una jornada catastrófica, pero no hubo capacidad de maniobra ni recursos para torcer el rumbo. Los mecanismos que en el pasado le habían permitido obtener sorprendentes victorias en el Congreso, o que le habían evitado sonoras derrotas, estaban desactivados.
En la desesperación de último momento se multiplicaron los llamados de distintos funcionarios a los gobernadores, todos con pedidos distintos. La descoordinación fue completa. El viceministro del Interior, Lisandro Catalán y Lule Menem fatigaron los teléfonos con reclamos de moderación en el temario. Al final apareció también Guillermo Francos. Por otro lado Luis Caputo y su secretario de Hacienda, Carlos Guberman, encarnaron las posturas de máxima.
La vicepresidenta Victoria Villarruel participa de la misa en la Basílica de San José de FloresRODRIGO NESPOLO - LA NACION
Los gobernadores escuchaban las demandas cruzadas sin entender cuál era la línea oficial. Santiago Caputo, el interlocutor habitual de los mandatarios, estuvo de teléfono caído. A diferencia de lo que siempre hizo, esta vez no llamó a nadie, en el entendimiento de que ya era tarde para reacciones de último momento. Sin embargo, se reunió en secreto con algunos de ellos para mantener abierto el puente, pensando en sostener los eventuales vetos presidenciales.
Con la sesión a punto de comenzar hubo dos gestiones más desde la Casa Rosada, ambas frustradas. Francos llamó a Victoria Villarruel para pedirle que no bajara el recinto y así quitarle legitimidad a la convocatoria, un reclamo que la vicepresidenta desoyó en el entendimiento de que no podía hacerlo por razones reglamentarias y de que en el fondo era irrelevante.
Los senadores Juliana Di Tulli, Anabel Sagasti y José MayansHernán Zenteno
La segunda fue el intento por imponer un plan de sesión en el cual se trataran primero los dos proyectos impulsados por los gobernadores (ATN e impuesto a los combustibles) y después las iniciativas sobre jubilación y discapacidad, que ya tenían media sanción de Diputados. Supuestamente así, había una instancia para dejar sin quórum el tramo de las normas que se convertirían en ley.
En el Gobierno le apuntan otra vez a Villarruel por este tema, porque de entrada en vez de darle la palabra al jefe oficialista, Ezequiel Atauche, le cedió la palabra a José Mayans y así le habilitó el plan de sesión que había diseñado el kirchnerismo (los gobernadores estaban divididos con esta agenda) y le facilitó la aceptación de los dictámenes de los proyectos previsionales por mayoría simple. Tecnicismos mínimos para frenar una enorme embestida que ya estaba en marcha.
Bartolomé Abdala y Ezequiel AtaucheHernan Zenteno - La Nacion
Todo lo que vino después fue pornografía política. La sesión se transformó en un paseo rampante, con Mayans como mariscal de la ofensiva ante la absoluta ausencia de La Libertad Avanza (dejaron el recinto y se fueron a un bar de los alrededores), con aliados cercanos al Gobierno aprobando propuestas con la oposición y con votaciones abrumadoras para todos los proyectos.
Incluso el proyecto de emergencia para Bahía Blanca quedó cerca de transformarse en la primera insistencia a un veto presidencial en al menos veinte años. El Gobierno había perdido completamente el control de una de las cámaras legislativas y el Senado se había transformado en el escenario de una avanzada que ponía en jaque el corazón del programa económico de Javier Milei.
El presidente Javier Milei participó junto a los ministros de un acto por el 9 de julio en la Casa RosadaPresidencia
Hacia el interior del Ejecutivo se produjo una revisión introspectiva que cada actor del poder procesó en soledad. No hay en el Gobierno una verdadera mesa de discusión estratégica, y esa falencia se siente ante las situaciones más críticas. Todo queda reducido al contraste entre la postura acuerdista de Santiago Caputo, que prioriza la gobernabilidad a través de ciertos entendimientos, y la posición partidista de Karina Milei y los Menem, que enfatizan la construcción política de LLA.
“Necesitamos articular mejor esas dos vertientes, pero no hay un ámbito de debate. Hoy tenemos desordenada la interlocución política, y eso se está notando”, sintetiza una figura del poder que busca hacer equilibrio interno. Milei sólo intervino para pedir que trabajen en forma coordinada su hermana, el asesor y Francos, a quien le delegó implícitamente la tarea de amortiguación. “Les pidió que trabajen alineados, que vayan a las reuniones juntos y que resuelvan ellos. Y que si hay problemas mayores, le avisen”, explicaron en la cúspide del poder. Saben que al Presidente estas cuestiones le retumban como minucias.
Santiago Caputo junto a Marcela Podestá Costa@rodstewstew
Ante la debacle legislativa, la Casa Rosada apeló a una estrategia a la que muchas veces recurrió: el caos. Buscó licuar la dura derrota con una discusión sobre la validez reglamentaria de la sesión (sobre la que tienen poca expectativa de éxito), la amenaza de judicialización (un último recurso basado en el principio de ausencia de financiamiento) y la acusación a Villarruel por “traidora”, un calificativo que ayer, después de la dura réplica de la vicepresidenta, quedó al nivel de un cumplido (Milei bajó la indicación de no escalar el cruce porque entiende que se perjudica sola y hay quejarla en evidencia).
En lo comunicacional volvió a activarse Santiago Caputo, con el objetivo de generar un marco de interpretación más confuso y no tan negativamente lineal de lo que ocurrió en la sesión. Apenas un paliativo frente a la magnitud del impacto.
Karina Milei y su perro Thor
De allí partió la idea, que expusieron Milei y el ministro de Economía, de que en realidad al oficialismo le venía bien el traspié porque le servía para revalorizar sus logros. Supuestamente al atacar el ordenamiento de la macroeconomía y el equilibrio fiscal, la oposición no hizo más que ponerlos en valor frente a la sociedad.
Como se jactó el propio presidente en la intimidad: “Marcó una línea divisoria; juntó del otro lado a los que son el partido del Estado, los que representan el riesgo país y la pobreza”. El principio de revelación que tantas veces les sirvió a los libertarios para amontonar al establishment y, simbólicamente, quedarse del lado de las demandas de la gente. También para disimular sus déficits.
El desafío de la segunda parte
Sin embargo, en esta semana de adversidad se aceleró en el Gobierno una definición mucho más profunda. Es la línea de razonamiento que encadena la transición de los próximos tres meses hasta las elecciones, con el futuro de Milei en la segunda mitad de su mandato. Un planteo que podría sintetizarse con una trilogía: resistir, ganar y alinear.
El primer término alude al difícil interregno que le espera hasta octubre, cuya mejor expresión se vio esta semana en tres episodios. El miércoles se produjo un inédito vacío de los gobernadores al acto de 9 de Julio en Tucumán, al que iba a ir el Presidente. No fue casualidad, hubo coordinación.
Sin Milei y con solo dos gobernadores: se celebró en Tucumán la vigilia por el Día de la Independencia
El fin de semana pasado ya había estallado el chat que comparten los mandatarios y se había impuesto la idea del boicot. Encima, a ninguno los llamaron para invitarlo, sino que simplemente les mandaron un mail de Ceremonial. Cuando se confirmó que Milei no iría, un irritado Osvaldo Jaldo clausuró definitivamente su adolescencia libertaria: “Podría haber venido igual, me dejó plantado con todo lo que habíamos preparado”.
El reclamo por fondos unifica a la totalidad de los gobernadores de un modo inusual, aunque haya una discordancia absoluta en los números: ellos plantean que por falta de caja hasta tuvieron que pagar el aguinaldo en cuotas, mientras que el Gobierno sostiene que sus ingresos crecieron el 8%. Hasta anoche, ninguno de ellos había recibido señales desde la Casa Rosada y persistían en la idea de avanzar con sus proyectos en Diputados.
Eduardo Vischi, senador por Corrientes, en la sesión del jueves pasadoPilar Camacho - LA NACION
A eso se suma la falta de incentivos electorales, porque incluso los exaliados perciben que no habrá coordinación posible. El caso de Corrientes fue determinante, porque Gustavo Valdés había sido el mejor alumno y al final la relación se rompió cuando no cedió a la demanda de correr a su hermano como candidato a sucederlo. De hecho ni siquiera participó del Zoom del miércoles a la noche que comunicó a todos los mandatarios de lo que en vida fuera Juntos por el Cambio, para coordinar la estrategia del día siguiente.
Ya tenía preparada su vendetta: los tres senadores de su provincia votaron en contra del oficialismo el jueves, en la sesión que terminó constituyendo el segundo episodio adverso de la semana. Este cuadro fue completado por un tercer factor, el económico, expresado en la inquietud latente de los mercados, con una suba del dólar y la caída de los bonos y acciones. El mundo financiero ya está en la actitud de esperar a las elecciones antes de tomar decisiones.
El presidente Javier Milei en la Bolsa de ComercioNicolás Suárez
Toda esta secuencia instaló definitivamente la idea de que el tránsito hasta octubre será pedregoso y no un camino pavimentado como se pensó tras la salida del cepo. Lo admitió el propio Milei, quien repitió que “era esperable” lo ocurrido. Por eso en su mensaje en la Bolsa de Comercio habló de “riesgo”, un factor que se puede medir, en contraposición con la “incertidumbre”, que no es mensurable. También uso la metáfora del “chaleco protector” que representa el ordenamiento de la macroeconomía. Es como el piloto del avión que anuncia con naturalidad que van a atravesar una zona de turbulencia para desdramatizar. Nunca los pasajeros sabrán cuántas certezas maneja en realidad.
La consigna en este período es resistir, intentar recomponer vínculos para sostener los vetos a los proyectos jubilatorios y dar señales de previsibilidad a los mercados (hacia adentro del oficialismo algunos admitieron como un error la extraña operación “Apocalipsis Now” de Luis Caputo vía Fantino).
El ministro Luis Caputo debió salir a explicar lo que había transmitido Fantino
Pero en la ilusión del Gobierno, esa resistencia tendría un carácter temporal porque después sería reemplazada por una amplia victoria electoral, que abriría las puertas a una fase expansiva. No hay rastros en la Casa Rosada de otro cálculo que no sea el que prevé un triunfo arrollador en octubre.
A partir de entonces, operaría lo que Milei suele definir como “efecto alineamiento”, es decir, el natural incentivo que tras una victoria libertaria sentirían los posibles aliados para acompañar la futura etapa reformista, que se iniciaría con los cambios laborales y seguiría con los impositivos (la ley jubilatoria quedaría para un eventual segundo mandato, porque admiten que no darán los tiempos).
“Voy a tener más volumen y mayor alineamiento. Va a ser más fácil que hasta ahora, cuando ya logramos sacar leyes muy importantes. Es el efecto ganador, porque saben cómo viene el panorama para 2027”, se entusiasmó el Presidente en charlas reservadas. De allí parte el mensaje, con aroma a revancha, que les pasó esta semana a los gobernadores: “Los espero el 11 de diciembre”.
Los gobernadores Ignacio Torres (Chubut), Rolando Figueroa (Neuquén) y Alberto Weretilneck (Rio Negro) se unieron en un mismo reclamo a Nación en la localidad de Rawson.
Y en este punto reside el interrogante principal de la etapa que se abre a partir de octubre: ¿tendrá la victoria electoral la contundencia suficiente como para convencer al sistema político y a los mercados de que el proyecto de Milei es sustentable en el tiempo? ¿No va a requerir, además, de un ajuste en la estrategia oficial y de una recomposición del equipo ministerial? ¿El Gobierno contará con la sabiduría suficiente como para hacer una administración eficaz de un eventual triunfo y entender que tiene que fortalecer su estructura de poder para no dilapidar el capital político que obtenga en las urnas?
En un escenario favorable, LLA podría llegar a sumar alrededor de 80 diputados y a lo sumo una quincena de senadores. Parte de ese crecimiento será a expensas de sus aliados/nuevos rivales de Pro y la UCR, así que no le quedarán bloques tan grandes para seducir. Es decir que seguirá requiriendo de consensos, aunque con la necesidad de articular un mecanismo más estable que el que utilizó hasta acá.
¿Está en el ADN de Milei, un líder unipersonal que moldeó su fuerza política sobre su figura, la disposición para pasar a una fase más aperturista después de un eventual triunfo electoral? ¿O como sostiene el espíritu libertario, los acuerdos políticos entrañan siempre concesiones que desvían los objetivos trazados?
Fernando de la Rúa presenta oficialmente a Carlos "Chacho"Alvarez como su compañero en la fórmula presidencial que representa a la Alianza
La Argentina ha ingresado a una nueva fase de construcción política. En la restitución democrática prevalecían los partidos, en particular el PJ y la UCR, que se alternaron entre los 80 y los 90. Después el desgaste de los aparatos clásicos que se evidenció a nivel mundial derivó en una segunda etapa más frentista, que fue inaugurada por la Alianza de Fernando de la Rúa y Chacho Álvarez, y retomada por la transversalidad de Néstor Kirchner, aunque se potenció sobre todo con el bicoalicionismo del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio.
Las bajas prestaciones de este esquema, con internas imposibles y falta de gimnasia consensual, abrieron las compuertas para este período de liderazgos personalistas, que tiene en Milei un exponente claro.
Alberto Fernández y Cristina KirchnerNatacha Pisarenko - AP
Este cambio de ciclo libera al mandatario del peso de la estructura partidaria y de las concesiones a los aliados, porque no debe responder más que a sus convicciones, a sus intereses o sus caprichos. Pero al mismo tiempo, diluye la vía de la ampliación de su poder a través de acuerdos o pactos propios de la política. Todo el respaldo lo debe conseguir en las urnas. Por eso es tan decisivo para la construcción de Milei el apoyo electoral, mantener la expectativa social de mejora.
El problema para este modelo reside en que en un período de la historia en el que prevalecen una mayor fragmentación, demandas cambiantes e interacciones fugaces, es cada vez más difícil lograr mayorías propias. Les pasa a muchos gobiernos democráticos en el mundo.
Entonces, ¿cómo se completa esa brecha entre el apoyo electoral y las mayorías necesarias para gobernar? Hasta ahora la respuesta de Milei fue establecer una hegemonía minoritaria, que sostuvo con baja inflacionaria, equilibrio fiscal, pragmatismo y disrupciones propias de un outsider agresivo y contestatario. Quizás a la receta haya que agregarle otros ingredientes para la nueva época que se avecina.
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