El nuevo Congreso: el Gobierno sale a la caza de aliados en ambas cámaras y busca quebrar las filas kirchneristas

El nuevo Congreso: el Gobierno sale a la caza de aliados en ambas cámaras y busca quebrar las filas kirchneristas

Montado en el malestar creciente con Cristina Kirchner y sus seguidores, esa es la intención del oficialismo, al menos en la Cámara baja; en el Senado buscan a radicales y provinciales

 

Por Gustavo Ybarra y Laura Serra

Una nueva dinámica legislativa se inaugurará a partir del 10 de diciembre. Robustecida en ambas cámaras tras la elección de medio término, La Libertad Avanza (LLA) aprovechará, antes que se extinga, el halo de su triunfo para acelerar en los próximos 90 días las reformas estructurales pendientes.

A diferencia de la primera etapa, prescindirá de Pro como su rueda de auxilio y, para conseguir los votos que necesita, comenzó a meter cuña entre los diputados del peronismo no kirchnerista, donde anidan legisladores ávidos de romper con Cristina Kirchner y La Cámpora.

La estrategia, en resumidas cuentas, es aislar al kirchnerismo duro –con el que busca polarizar– y trazar acuerdos puntuales con distintos bloques para alcanzar las mayorías que necesita. No prevé alianzas estables como hasta ahora las tuvo con Pro y con un sector de la UCR, que a su vez amagan con recuperar su autonomía y resisten como pueden –los amarillos– la sangría de legisladores a las filas violetas.

Hasta el 10 de diciembre serán tiempos de reacomodamientos en las dos alas del Congreso. Nada sería como antes. En esta metamorfosis, Unión por la Patria –que se rebautizará Fuerza Patria– y Pro ya sufren el impacto del triunfo libertario con desgajamientos en sus bloques. La UCR pugna por rearmarse y sobrevivir, mientras que Provincias Unidas, tras su fallido debut electoral, intenta contener sus pocas huestes.

Un escenario balcanizado que solo favorece al oficialismo, que buscará al postor que le cueste “más barato” a la hora de sacar sus leyes.

En el bloque de diputados de Fuerza Patria, su conductor Germán Martínez hace esfuerzos ingentes por contener a su tropa que, tras la elección, está sacudida por fuertes tensiones como reflejo de las peleas intestinas entre Cristina Kirchner, Axel Kicillof y los gobernadores peronistas, estos últimos hastiados de girar en torno a un kirchnerismo al que no le ven futuro. Catamarca, con el gobernador Raúl Jalil a la cabeza, pregona el diálogo con el Gobierno y amaga con retirar a sus cuatro diputados del bloque.

“No queremos que la agenda política la maneje ‘el conurbano’. Probablemente tomaremos otras decisiones con dirigentes y otros colegas como [Osvaldo] Jaldo. Tienen que permitir que negociemos”, planteó Jalil en una entrevista a LN+, quien estaría en tratativas para un armado más amplio con su colega de Salta, Gustavo Sáenz, que hace tiempo se abrió del kirchnerismo y mandó a sus diputados a armar rancho aparte con los diputados de Misiones que responden a Carlos Rovira. A ellos podrían sumarse el gobernador tucumano Jaldo, quien ya tiene bloque propio –Independencia– y acaba de anunciar que el kirchnerista Javier Noguera lo integrará.

Hay otros casos que amagan con no incorporarse al bloque, como el puntano Jorge “Gato” Fernández, también reacio al kirchnerismo y que responde a Alberto Rodríguez Saá; y el diputado Ernesto “Pipi” Alí.

Pero la mayor incógnita es qué harán los seis diputados que responden al gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, quien el 10 de diciembre se instalará en el Senado. Su eventual salida del bloque sería un golpe muy duro para el Frente Patria, pues los libertarios ya lo sobrepasarían en número para convertirse en primera minoría.

“Todavía no se fue nadie”, desdramatiza Martínez para aventar los rumores. El santafesino se muestra activo con reuniones a toda hora para evitar fugas. Confía en que los santiagueños no sacarán los pies del plato y todavía cree tener una chance con Jalil.

“Si el kirchnerismo y La Cámpora siguen manejando el timón, la sangría puede ser peor”, advierten los díscolos. Algunos proponen la articulación de un interbloque: los massistas del Frente Renovador lo alientan. “Si no prospera un interbloque, debería cambiarse el esquema de conducción. Así no va más”, sentencian.

El oficialismo sigue de cerca los movimientos del peronismo y descuenta que, más temprano que tarde, la fractura será un hecho. Utiliza las negociaciones en torno a la ley de presupuesto 2026 para alentar esas fisuras. Por caso, sería un hecho que el Poder Ejecutivo envíe en breve un decreto o proyecto de ley para modificar la Ley de Glaciares, un reclamo compartido de los gobernadores de Cuyo, ansiosos para ampliar las inversiones mineras en su territorio.

Matices de diferencia

En el Senado el panorama es parecido, pero no el mismo. La “nueva administración” libertaria que comandará Patricia Bullrich no tiene entre sus prioridades romper el bloque kirchnerista de Unión por la Patria.

Si bien en la bancada que preside José Mayans (Formosa) los malestares internos con La Cámpora son crónicos, Cristina Kirchner sigue teniendo el control de la bancada, aún luego de la pérdida de ocho escaños en las últimas elecciones, lo que hará que el peronismo perfore, por primera vez desde 2001, el piso de 30 senadores propios (tendrá 28 a partir del 10 de diciembre). Además, en el Senado la ruptura del bloque peronista siempre se paga caro. Como botón de muestra alcanza con recordar al entrerriano Edgardo Kueider, destituido el año pasado.

Por el momento, Bullrich y la Casa Rosada apuestan a construir una mayoría con la “ancha avenida del medio” que corre entre las dos trincheras que polarizan la política actual. Allí se ubican una decena de radicales y otros tantos representantes de partidos provinciales y otras fuerzas que podrían permitirle al oficialismo, si sabe negociar, duplicar sus 20 senadores y reunir unos 40 votos. Son tres más que el quorum y la mayoría absoluta del cuerpo.

Pro por ahora no entra en esta ecuación. Hoy quedan cinco senadores de la escudería amarilla, pero dos de ellos, Luis Juez (Córdoba) y Beatriz Ávila (Tucumán), son extrapartidarios que suelen ser aliados del Gobierno y una tercera, Andrea Cristina (Chubut), responde al gobernador Ignacio Torres más que a la conducción nacional del partido.

Proveniente de las provincias, y dependiendo mucho de la relación que mantengan con la Casa Rosada, hay una miríada de votos accesibles. Así, a los dos misioneros del Frente Renovador de la Concordia, en el oficialismo se entusiasman con sumar a los tres miembros de Provincias Unidas y a la salteña Flavia Royón, que entró por la lista del gobernador Sáenz y todavía no anunció si se sumará a algún conglomerado.

El caso de Provincias Unidas es, todavía, una incógnita a resolver. Aunque los libertarios son optimistas, en ese interbloque hay rivales del Gobierno en las últimas elecciones, como los peronistas Alejandra Vigo (Córdoba), esposa de Juan Schiaretti, y el correntino Carlos Espínola, aliado del gobernador Gustavo Valdés. La tercera es la radical Edith Terenzi (Chubut), alineada con Torres.

En esta lista de potenciales aliados se suma también a la senadora electa Julieta Corroza, que responde al gobernador de Neuquén, Rolando Figueroa. Diferente es el caso de los santacruceños José María Carambia y Natalia Gadano, a los que en el oficialismo consideran “impredecibles” y saben que no responden de manera automática al mandatario provincial, Claudio Vidal.

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