Alberto Rodríguez Saá, el kirchnerista menos pensado

Alberto Rodríguez Saá, el kirchnerista menos pensado

El gobernador puntano denostaba a Néstor y Cristina asegurando que eran "gorilas, tilingos y bizarros de derecha que usurparon el poder". Acaba de ser el anfitrión de una doble jornada que reunió a lo más granado del peronismo K.

"Así como te digo una cosa te digo otra", solía alardear La Chimoltrufia.

La Chimoltrufia es el apodo de María Expropiación Petronila Lascuráin y Torquemada de Botija.

Y María Expropiación Petronila Lascuráin y Torquemada de Botija es un personaje ficticio que Florinda Meza interpretó para la serie televisiva Chespirito.

Hasta aquí nada extraño, y menos tratándose del humor rimbombante de Roberto Gómez Bolaños, salvo por la curiosa capacidad de Alberto Rodríguez Saá de convertir esa frase en una doctrina.

El gobernador que hoy se abraza fervorosamente al peronismo K nunca tuvo reparos para defenestrar a la pareja presidencial. "Kirchner es la inquisición y Cristina es una tilinga", llegó a decir, habano en mano, en los momentos más álgidos de la confrontación.

Alberto Rodríguez Saá y Cristina Kirchner, en épocas de menos cercanía

En ese tormentoso 2007 organizaba congresos antikirchneristas en San Luis y se regodeaba de su sintonía con el PRO. Ya entonces quería lo que su hermano Adolfo pudo de manera fugaz: ser presidente de los argentinos.

Confrontó abiertamente con un proyecto que se iba consolidando en el poder y que tenía la anuencia de un sector de la UCR. A esos radicales K los llamó "radicales cash", un mote peyorativo cuyo copyright pertenece el escritor Jorge Asís.

Alberto siempre dijo ser amante de las óperas de Giuseppe Verdi, del rock de Elvis Presley y del folklore cuyano. Pero lo que realmente le resulta música para sus oídos son las gritos de rebeldía del esclavo tracio Espartaco, a quien erige de modelo a imitar.

Su República Romana, la que pretendía sublevar, era la provincia de Buenos Aires, sobre al cual el kirchnerismo acumuló masa crítica en alianza con la liga de intendentes del PJ. No por nada en el 2011 Alberto alentó a su hermano Adolfo a presentarse como candidato a gobernador bonaerense.

La movida fracasó: la lista fue impugnada y los Saá se quedaron con las ganas de enfrentar al kirchnerista Daniel Scioli, quien finalmente logró su reelección.

Alberto responsabilizó a Néstor por el mal trago. Concretamente lo acusó de apretar a la justicia electoral para frenar su desembarco en un distrito que desde la supresión del Colegio Electoral —reforma constitucional mediante— decide el futuro del país.

"Fue el peor presidente de la historia argentina", no dudó en aguijonear a Kirchner cuando todos lo ensalzaban.

Se asume como distinto y lo tachan de extravagante, una etiqueta ligada a su afición por la astrología. Su convivencia con la actriz Esther Goris y, sobre todo, la leyenda de sus contactos con los OVNI le garantizaron centimetraje en los medios gráficos, más allá del que tiene asegurado en El Diario de La República, de su propiedad.

El pasaje de su antikirchnerismo furioso a un kirchnerismo moderado fue madurando en los últimos años. Acaso la mala experiencia con Claudio Poggi, a quien los Saá le dejaron el control de San Luis y terminó abandonándolos para hacer un acuerdo con el PRO, haya contribuido al viraje.

Finalmente el cambio se blanqueó el año pasado, cuando el gobernador puntano se juntó con Cristina en el Instituto Patria. "Si tenés enfrente a Macri es más fácil que dos personas que tienen una matriz de pensamiento parecida se unan", justificó.

Ya no consideraba "superficial" a la ex presidenta ni le quitaba pertenencia peronista a Kirchner, a quien llegó a catalogar como "un bizarro de derecha que usurpó el poder".

¿Qué fue de aquel grito de guerra: "¡¡¡Los Kirchner son gorilas y tilingos!!!!"? Pasó al olvido. Alberto enmendó sus palabras y en 2015 alentó una candidatura bonaerense de su primo Nicolás bajó el paraguas de Unidad Ciudadana.

La gestualidad se incrementó con el correr de los meses e incluyó pedidos por la liberación de Milagro Sala y Luis D Elía, además de encuentros con Guillermo Moreno y Hugo Moyano.

¿Qué decía años atrás del ex secretario de Comercio y del camionero? A uno lo zarandeaba por no mandar las "chicas coquetas del Indec" a visitar las "cloacas de cielo abierto y las villas de emergencia" del Conurbano. Al otro le reprochaba su indiferencia después de haber compartido campañas juntos. "Me decepcionó", cacheteó.

Aquella inquina con el kirchnerismo se originó en 2001, cuando Néstor participó del vacío que los gobernadores le hicieron a su hermano Adolfo, obligándolo a abandonar la Casa Rosada una semana después de haber asumido como presidente interino.

La relación ahora mutó a una conveniente luna de miel, tal como se vislumbró en el encuentro de unidad que se inició el viernes y finalizó ayer en La Pedrera, y que tuvo a Alberto en el rol de anfitrión.

Bajó el lema "Hay 2019", y con la presencia de lo más granado del peronismo K (desde Agustín Rossi hasta Axel Kicillof, pasando por Amado Boudou, Andrés Larroque, Gabriel Mariotto, Jorge Taiana, Daniel Filmus y Martín Sabbatella), la cumbre desnudó al gobernador puntano tal como es: ubicuo, oportunista, contradictorio y ambiguo.

A lo largo de su historia admiró al "Che" y votó a Carlos Menem; aplaudió a las Madres de Plaza de Mayo y tejió acuerdos con el represor Luis Patti; ensalzó a Raúl Alfonsín y sumó como aliado al carapintada Aldo Rico.

¿Cómo se explica ese zigzagueo?

Del mismo modo que su acercamiento al kirchnerismo: con la doctrina Chimoltrufia, esa que asegura que "así como te digo una cosa te digo otra".

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