El Fondo y la bomba H de Cristina, claves del día después

El Fondo y la bomba H de Cristina, claves del día después

Por: Alejandro Bercovich. El establishment contiene la respiración, como si no importara tanto el resultado en sí sino lo que vaya a ocurrir inmediatamente después. Sin el pasillo VIP hacia el peronismo que suele representar para los dueños del país Sergio Massa, por estos días recluido y taciturno, los más interesados en la política se entretienen especulando con el relanzamiento oficial que todos imaginan para dentro de diez días. 

La gran incógnita es qué piezas moverá Cristina Fernández de Kirchner, que pateó el tablero la semana posterior a las PASO pero que ahora es consciente de que tantos propio como extraños esperan de ella algo más que una carta abierta.

La relación entre el Presidente y la Vice atraviesa uno de los peores momentos desde que ambos asumieron. “Lo vi feliz como hacía tiempo que no lo veía. Cristina le saca las ganas de vivir”, comentó sobre su jefe a BAE Negocios uno de los miembros de la delegación que lo acompañó a Roma y a Glasgow. “Estaba tranquilo, en su salsa, con los suyos, y encima metió dos goles. ¡Y ninguno en contra!”, agregó entre risas. Se refería a la inclusión del reclamo para que el Fondo Monetario elimine las sobretasas para países hiperendeudados en el comunicado final del G-20 y a la inversión millonaria que anunció la australiana Fortescue Future en hidrógeno verde. Dos novedades que le permitieron al Gobierno retomar el control de la agenda, aun cuando la negociación con el FMI para refinanciar el calendario imposible de pagos de deuda que dejó como herencia envenenada Mauricio Macri parece haber entrado en un pantano.

Ayer, en el cóctel que organizó la Fundación de la Policía Federal para agasajar a la fuerza por sus 200 años, fueron más quienes le preguntaron a Martín Redrado si tenía alguna pista sobre ese relanzamiento que quienes lo consultaron por el nuevo récord del dólar paralelo. Otros se acercaban a Marcelo Figueiras, que fue con la exsenadora María Laura Leguizamón justo en medio del tironeo entre los laboratorios y la Secretaría de Comercio por el precio de los medicamentos. Entre los benefactores policiales estaban Daniel Funes de RiojaNunzia BulgheroniAmalia Amoedo y el papelero José Urtubey. Pero más allá del tamaño de las fortunas atadas a esos apellidos, nadie contaba con información de primera mano.

Las especulaciones que tejen los intendentes del Conurbano, ahora con tres nombres propios en el gabinete de Axel Kicillof, incluyen a Massa como una especie de superministro y al propio Máximo Kirchner en el gabinete. Una especie de “todo o nada” para revertir la derrota, pero que requeriría que antes Cristina detone una bomba H y se deshaga de medio gabinete albertista, algo que consiguió solo parcialmente con los amagues de renuncia de los suyos y la asonada postal de aquel jueves post-PASO.

Los intendentes parten de lecturas que compartió con varios de ellos el propio Máximo: que el promocionado volumen político de Juan Manzur Juanchi Zabaleta se disipó antes de cumplir dos meses, que no es hiperactividad sino asertividad lo que necesita el gabinete y que la etapa que viene requerirá, ante todo, coordinación. Más allá del cisma que abrió en la Provincia la intervención del gabinete de Kicillof y la apertura a los caciques del Conurbano que ordenó Cristina, la experiencia con Martín Insaurralde parece darle la razón. El lomense se alineó con el gobernador y le deshizo nudos como el del directorio del Banco Provincia, que se había quedado en agosto sin quórum por el regreso de Juliana Di Tullio hacia el Senado y donde ahora consiguió que la oposición apruebe el pliego de Alejandro Formento, el nombre que había propuesto dos años atrás Juan Quattromo. “No pidió que fuera alguien suyo y tampoco pidió un mango del banco para nada”, le reconocen desde La Plata.

Perdones y atrasos

Martín Guzmán, mientras tanto, sigue abocado a cerrar un acuerdo con el Fondo antes de marzo. En sus reuniones de Roma con Kristalina Georgieva y Julie Kozack conversó sobre las exigencias de ajuste que plantea el staff del Fondo para refinanciar los pagos, pero no mencionó la posibilidad de aplazar el megavencimiento de marzo con un “waiver” (perdón), un mecanismo que al mismo tiempo dejaban trascender los argentinos en Glasgow. Debió salir a desmentirlo apenas aterrizó de regreso, de hecho, para contener el malestar que le transmitieron desde Washington. 

Una posibilidad que sí barajan en Economía en caso de que la tecnocracia fondomonetarista se mantenga firme en sus exigencias de profundizar el ajuste fiscal desde 2022 es entrar en “arrears” (atrasos), algo que no conllevaría las mismos consecuencias que declarar abiertamente una cesación de pagos y que Argentina ya hizo durante el gobierno de Néstor Kirchner, pero que bloquearía cualquier nuevo financiamiento. Sería ganar tiempo para crecer y acumular reservas, lo mismo que se proponen con el pacto, pero sin el aval del Fondo al plan económico. Un “vivir con lo nuestro” al que podría aventurarse, quizás con más chances de éxito, un gobierno con más consenso que éste.

El problema del default abierto, dicen en Economía, es que se interrumpirían los flujos de fondos de otros multilaterales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Mundial o la Corporación Andina de Fomento (CAF). Esta semana, por ejemplo, salieron U$S 388 millones de intereses para el Fondo pero ayer entraron U$S 201 millones del BID y U$S 77 millones de la CAF.

Cerca del Presidente consideran que tanto obtener fondos frescos (sea vía refuerzo de las reservas o vía financiamiento de otros multilaterales) como aplazar la exigencia de superávit fiscal primario serían formas de hacerle pagar al Fondo el costo político por haber violado su propio convenio constitutivo al desembolsar los tramos más cuantiosos del crédito que concedió a Macri mientras la fuga de capitales se aceleraba. Si consiguieran este objetivo, creen, el pacto podría presentarse como algo firmado “en los términos que nos proponemos”, como dijo Jorge Argüello.

Es una visión algo autocomplaciente, que solo toma en cuenta la relación de fuerzas adversa que enfrenta hoy el Frente de Todos tras la derrota en las PASO. El camino político para construir una relación de fuerzas más favorable parecía insinuarse en marzo con la “querella criminal” que anunció pomposamente Fernández contra los responsables del endeudamiento, pero se abandonó con el tiempo y no solo por decisión suya. De hecho, la abogada Betina Stein, directora del Banco Central, redactó esa querella y la empujó hasta que naufragó en los cajones de la Procuración General del Tesoro. Esa oficina de Recoleta es parte de las heredades del cristinismo, con Carlos Zannini al frente.

Let’s go Brandon

Todo está sujeto a que el oficialismo no empeore su performance de las PASO, algo que todavía nadie sabe cómo se procesaría internamente. Pero hay un paralelo entre el deterioro de la imagen de Fernández y el descontento que empieza a expresarse contra Joe Biden en Estados Unidos que podría servirle como consuelo al argentino, aun cuando el macrismo consiga ampliar su diferencia incluso cruzado por las internas salvajes que la victoria pospuso.

Apenas a un año de su aplastante triunfo frente a Donald Trump, y recién llegado de Glasgow, Biden recibió como un cachetazo la derrota de Terry McAuliffe, el candidato demócrata a senador por Virginia, donde él mismo lo había acompañado a hacer campaña y donde el año pasado había ganado por 10 puntos. No es algo aislado: en las redes sociales se multiplican las filmaciones de multitudes coreando “fuck Joe Biden” en conciertos y canchas de básquet o fútbol americano.

Para peor, la derecha republicana logró viralizar un código secreto para esa frase, que involuntariamente acuñó una cronista de la cadena NBC en una carrera de la categoría Nascar. Como el canto de las tribunas contra Biden se escuchaba mientras reporteaba al piloto ganador, llamado Brandon, la cronista lo felicitó porque la gente cantaba “let’s go Brandon”. Desde entonces, cada vez que alguien quiere decir “fuck Joe Biden” en un contexto que no lo permite, dice “let’s go Brandon”. Lo hizo hasta un piloto de Southwest Airlines por los parlantes de la aeronave.

La gente no lo eligió a Biden por sus méritos sino básicamente porque no era Trump. Tuvo éxito en revertir la catástrofe sanitaria del coronavirus pero no pudo sostener los estímulos para la economía que había dispuesto su antecesor. Pese a su prédica verde, se tuvo que arrodillar de nuevo ante los frackers por la disparada del petróleo y el gas. Y terminó dando marcha atrás con sus planteos más audaces.

Los parecidos con el hombre que le sonrió embelesado en un pasillo de la cumbre de Glasgow no son ninguna coincidencia.

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