El impenetrable de Olivos, la gran Carlos Menem y viajes de primavera

El impenetrable de Olivos, la gran Carlos Menem y viajes de primavera

La agenda de Macri, entre el ajuste que le deja al PJ y los rezos en Salta. Gobernadores de gira en EE.UU.

 

El final de la incertidumbre: Macri hizo lo que algunos temían del peronismo

Mirar con atención los resultados aplaca el pánico y permite entender algunos diagnósticos. El más valioso lo aportó Daniel Fernández Canedo en su columna de este sábado, cuando pone en boca del economista Emmanuel Álvarez Agis, entornista de la fórmula presidencial opositora, la afirmación más importante de todas las que se hayan escuchado en la campaña: "Las medidas más temidas por los mercados sobre un gobierno peronista ya las tomó Macri: devaluó, puso control de capitales, reperfiló la deuda y congeló las tarifas". Eso cierra el ciclo de incertidumbre, porque el Gobierno socializa por adelantado las consecuencias del infierno tan temido por el mercado. Acaso vuelva el reloj a cero de nuevo. Pagó el costo de hacer lo que dijo que nunca haría, y libera también a la oposición. Los dos pueden soñar con aprovecharse de ese hecho en la campaña electoral.

El Gobierno les puede decir, a los mercados y al público, con señas más que palabras: no vamos a hacer más que esto. Déjennos a nosotros completar la tarea sucia. Elijan, les puede decir el oficialismo. La oposición puede, por su lado, festejar que está más cerca que nunca del paraíso soñado: recibir un país en default, con una ventana de tres años para no pagar deudas, pero con un ajuste del gasto ya hecho, superávit fiscal en la mayoría de las provincias, un consenso fiscal II que obliga a más ajustes, en provincias que controla el peronismo, y con el camino abierto para cerrar en la Corte, las grandes peleas entre las provincias y la Nación. Antes dijimos que la segunda vuelta era la primera. Ahora la campaña resolvió las dudas que planteaba la elección. Lo hizo el Macri que puede llegar, no el peronismo que todavía tiene que ganar una elección.

 

Climatologías para todos los gustos

Sin mirada realista hay más ánimo para la autopsia que para el análisis, de uno y del otro lado. Los humores se reparten según la competencia del analista. En el Gobierno y la oposición ese humor se identifica con una ola, o una climatología de derrota o de victoria. El Gobierno se pregunta, ante el espejo: "¿Qué nos pasó? Nos dejamos estar, no nos movilizamos, creíamos que ganábamos fácil". En la oposición el aire es igualmente irracional. "Es una ola imparable, se terminó el ciclo Macri, el público les dio vuelta la cara". Ninguno mira los números contantes y sonantes del 11 de agosto, que replican el respaldo al peronismo y al no peronismo, en los mismos porcentajes de 2015. En aquella fecha, el peronismo ganó en todos los distritos, salvo Capital y Mendoza; ese mapa se repite en 2019 con los mismos colores: Cambiemos Capital y Córdoba, y el resto todo PJ. Están para que los atienda Freud, más que Marx o Darwin.

Lo de Marx sirve cuando se miran los gastos que declaran ante la justicia, y lo que se gasta en negro, como el mega asado tucumano –nunca se vieron tantas colitas de cuadril juntas en el país atravesado por la comparación con Bangladesh, diría Pichetto–. La competencia política está más para Darwin, porque premia a la especie más resistente. El instinto de conservación llevó al peronismo a inventar la herramienta para sacar ventaja en este turno, que ha sido la unidad. Sólo con eso logró superar una década de derrotas encadenadas. Con ese único recurso se adapta a la nueva realidad de una economía turbulenta desde 2015, y que le metió miedo al mercado –los acreedores, los inversores, pero también el público, el lector diríamos por acá– por la incapacidad de oficialismo y oposición de mostrar algún futuro en el cual planificar la vida, no un pavimento ni una autopista, al menos una carpeta asfáltica, o un afirmado, cuanto más.

El Gobierno pagó esa incertidumbre con la retracción de los negocios, el riesgo país, la inflación, el desempleo y la caída de la actividad, porque no hizo política para hacerse dueño –como en 2015– del futuro por venir. No basta con decir que la responsabilidad fueran las ideas de la oposición que metían miedo. La tarea de anular la incertidumbre propia y la de sus adversarios es deber primario de quien gobierna.

El riesgo de repetir el 2011, año de triunfos y antesala de derrotas

El resto es literatura, o contabilidad para aferrar el proyecto de representar al voto mayoritario, y no regalarle al peronismo la dispersión de sus adversarios. Algunos evocan el ejemplo de las elecciones de 2011, en las que Cristina de Kirchner ganó la reelección por el 54% de los votos. Ocurrió porque un votante moderado, que no hubiera querido votarla a ella debía remitirse, si era moderado, a un Hermes Binner o a Ricardo Alfonsín –segundo y terceros con el 17% y el 11% de los votos respectivamente– para no ir a las posiciones maximalistas y minoritarias de Rodríguez Saá, Duhalde, Altamira o Carrió.

Cristina apabulló, porque el resto de los votantes se quedó sin representación. Sirvió para reelegirse, pero en pocos meses aparecía como factor de incertidumbre, en un mundo con una crisis financiera descomunal. Entraba en un mandato final y no tenía oposición. Ganó esas elecciones el 23 de octubre y a los cinco días debió imponer el cepo. Siguió a los pocos meses la estatización de las acciones de Repsol en YPF, un trámite que terminó de enloquecer las expectativas, como le ocurrió al actual Gobierno en este último año. En las elecciones de 2013 el peronismo de Cristina inició su serie derrotas electorales hasta 2017. ¿La explicación? La crisis de representación, en un país en el cual los políticos saben qué representan pero no a quién representan.

Devociones contradictorias: de la Pachamama al Milagro

Es difícil encontrarles alguna lógica a los tanteos de campaña de los protagonistas. Muchos creen que el Impenetrable está en el Chaco, cuando en realidad está en Olivos. Es Macri, que se salió de la caja (out of the box, dice la frase americana para describir acciones poco previsibles y novedosas) y apareció en Salta para honrar una de las devociones más populares de la Argentina. Se brotó de piedad en la semana del encuentro con los dirigentes de las iglesias evangélicas, importantes para agitarles en la cara los pañuelos celestes. Pero también para afirmar la eficacia de medidas de ayuda a sectores de difícil llegada desde la política, como son los que se alimentan en comedores.

Los evangélicos compiten con los católicos en la dimensión y la eficacia de la capilaridad social. De eso trató hace diez días la reunión con el Episcopado católico, como después con los evangélicos. Los sellos formales de la Iglesia de Roma le son adversos, como ocurrió el sábado en la sesión de la Pastoral Social de la Capital. Este pergeño tiene relación directa con Roma a través del cura Carlos Accaputo y del obispo Mario Poli. Se notó en el menú de invitados a la jornada, la mayoría identificados con el peronismo, el que fue y que quiere volver a ser. Al candidato cualquier colectivo le va bien; quizá pasa lo mismo con las creencias, respetables todas.

Como Menem, lo llevó al obispo a rezar

Cuando le explicaron a Macri lo que era la devoción del Milagro, pidió viajar, en respuesta a una invitación que llega todos años a la presidencia del arzobispado de Salta. Alfredo Abriani, discreto secretario de Culto, hizo el enlace con el embajador de Juan Manuel Urtubey en Buenos Aires, el dirigente Guillermo Piuma. Macri es impenetrable sobre su fe individual. En particular con las mancias del Norte extremo, en donde se ha identificado siempre más con el culto pagano de la Pachamama, según cuyo ritual se casó su socio principal en el radicalismo, Gerardo Morales. Mantiene algún olfato táctico, como éste de aparecer en Salta junto a su adversario Urtubey, a la misma hora cuando se jugaba el destino patrio en China, en la final del mundial de básquet, y en La Plata, con la rentreé de Maradona en Gimnasia de La Plata, señal a neutralizar, porque está cargada de pólvora proselitista. Es decir peronista.

Quiero ir a orar, le dijo Macri a monseñor Mario Cargnello cuando había terminado la misa de la mañana. Se hizo conducir hacia la Catedral, ya vacía, y rezó un avemaría junto a Urtubey y sus esposas y acompañantes, Abriani y el senador Esteban Bullrich, uno de los contactos más abulonados que tiene el gobierno con el papa Francisco. Con este gesto, Macri replicó una de las grandes sagas que se recuerden de Carlos Menem. En una de sus visitas a Juan Pablo II agotó todos los protocolos de rutina –frac, besamanos, cruce de regalos, charla a solas–. Antes de retirarse del Palacio Vaticano preguntó ante la sorpresa de todos: ¿Puedo pedirle algo, Su Santidad? Sí, hijo mío. ¿Podemos orar? Y lo llevó al Papa a una capillita; supone el Altísimo que oraron a solas. Difícil llevarlo a un Papa a rezar, es como cantarle a Gardel. Menem lo hizo. Ahora Macri hizo lo mismo con el obispo Cargnello, que le propinó un sermón pobrista especialmente dedicado. No se la iba a llevar gratis.

Tactiquismo: recortar el voto peronista en el NOA

En lo táctico fue atinado ir a Salta, en donde su adversario Urtubey está débil, porque juega a varios candidatos para la sucesión. Pone fichas en varias fórmulas en las que tiene referentes propios. Aunque muerde el freno, no le gustó que Macri apareciese este domingo en Salta, en busca de una identificación con sectores religiosos, que necesita tener cerca para confrontar con la apuesta de la Iglesia institucional hacia el peronismo. En las reuniones con obispos y con evangelistas recordó que está en favor de la vida, es decir contra el aborto, pese a que lleva en la fórmula a un "verde" silente como Miguel Pichetto, y en la Capital, en donde hizo y hará su mejor elección, a candidatos verdes a la senaduría (Martín Lousteau y su segunda).

Con esa decisión le quitó espacio a Roberto Lavagna, compañero de Urtubey en la fórmula presidencial. Existió la idea de que el candidato estuviera en la fiesta del Milagro. Lo pensaron dos veces, pero hubiera convertido un acto religioso en un multimarca preelectoral. Tampoco Lavagna es un hombre de la Iglesia, aunque tuvo siempre una línea abierta con el Papa Francisco, con quien interactuó políticamente durante el arzobispado porteño de Bergoglio. En especial cuando se divorciaba de Néstor Kirchner en 2005, y denunciaba la cartelización de la obra pública. Para Macri es importante estar en el Norte, porque el peronismo es fuerte en toda la región por su gravitación en Tucumán, que es la séptima provincia en cantidad de votos, y la única que resistió el dominio territorial de Cambiemos en todos los distritos grandes. Es la intención de Elisa Carrió en el viaje al NOA para presentación de su libro. Es lo mismo que hizo este domingo Fernández yendo a una misa por José Manuel de la Sota en Córdoba. El propósito es recortar el peso del macrismo en ese distrito, el segundo en cantidad de votos.

Se dispara la primavera viajera de los políticos criollos

Estos escenarios multipartidarios confunden, pero los políticos los favorecen. Mario Negri, por ejemplo, recibió una invitación de la familia de De la Sota para ir a la misa por el “Gallego”. Para estas decisiones no es lo mismo ser punto que banca. El diputado es banca en su provincia. Por eso se animó a estar en un acto opositor. Alberto, que juega de punto, se refugió en Madrid, en la embajada del Uruguay. Omar Perotti, que es banca, no tuvo reparos en pasar su estadía madrileña en la residencia del embajador Ramón Puerta. Desde el martes Urtubey se sacará fotos con Juan Manzur en Washington. Viajan con otros gobernadores del Zicosur (Zona de Integración del Centro Oeste de América del Sur), una liga de mandatarios provinciales de la región, que incluye a países limítrofes. Están comprometidos a viajar Lucía Corpacci y el electo misionero Oscar Herrera Aguad.

Tienen agenda con el gobierno de Donald Trump –los recibe Bruce W. Friedman, subsecretario para el Cono Sur–, harán un paseo por embajadas, incluyendo la de la Argentina, que maneja el ex limonero real Fernando Oris de Roa. Éste fue directivo de una multinacional del limón con negocios en Tucumán, en donde trabajó en su momento Esteban Bullrich, que lo acercó a la política. Estarán también con Luis Almagro en la OEA, y explicarán lo inexplicable para afuera –la Argentina– en el Wilson Center y en el City College de Nueva York. Esta casa tiene un lema en su escudo, de compromiso con la América Morena, como decía el (ex embajador) "Buscapié" Cardozo: From Harlem To The World. Allí funciona el Colin Powell School for Civic and Global Leadership, en homenaje al canciller de George Bush, y que convivió con el mandato de Néstor Kirchner como presidente.

Estas singladuras son parte de la fiebre primaveral de los políticos criollos por los viajes. Ocurre todos los setiembres. Esta semana tiene agendada Alberto una vista a México, en donde se verá con Andrés Manuel López Obrador, un tercerista que podía irse al chavismo, pero al que ahora se ve como modelo para el pos-chavismo. Algo que quiere ser Alberto aunque no lo diga, si llega a presidente. La semana que viene será el viaje de un día de Macri a Washington (ONU) y el de Pichetto a San Pablo, invitado por Fernando Henrique Cardoso el 24 de septiembre. Un adelantado de esa fiebre viajera es Carlos Rosenkrantz, presidente de la Suprema Corte, que participa en estas horas de una cumbre mundial de jueces de cortes supremas que han estudiado en la Universidad de Yale.

 

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