Por: Joaquín Morales Solá. Aveces, en su despacho de la Casa de Gobierno, Karina Milei suele invitar con helados a sus interlocutores. La sorpresa ocurre entre esos parroquianos cuando ven que ella misma llama a la heladería desde su celular, y que es también ella quien luego sirve los helados.
Sucede lo mismo cuando alguien acepta un vaso de agua; es ella quien se levanta y se lo trae. Si en esas reuniones surge la necesidad de llamar por teléfono a algún funcionario o dirigente político, ella misma lo hace desde su teléfono. Nunca la rodean secretarias ni ayudantes ni colaboradores. “Es una persona sencilla”, resume un funcionario que la frecuenta. Solo existen dos límites para su cordialidad. Uno: lo fija claramente cuando se pone en duda su proyecto de convertir a La Libertad Avanza, el partido que fundó su hermano, en una organización nacional en condiciones de absorber a toda la derecha que existe y que podría existir si el profeta pagano propagara la nueva fe. El otro: la secretaria general de la Presidencia lo establece, no con menos claridad, cuando alguien cuestiona indirectamente el liderazgo político de su hermano o sus ideas. En momentos como estos, ella se mueve hasta físicamente como si colocara su cuerpo en defensa de Javier Milei. La relación de los hermanos Milei es lo único permanente y previsible del gobierno de Javier Milei. Los que no advierten esa alianza definitiva son abandonados en las orillas del poder. Sucedió ya con Victoria Villarruel, la vicepresidenta de la Nación, luego de que esta llamara “jamoncito” al Presidente porque este había quedado entre los desacuerdos de la vice con Karina Milei. A la secretaria general de la Presidencia le llegó luego la información de que la vicepresidenta decía, según rumores nunca confirmados, que estaba dispuesta a asumir el poder si Milei se veía obligado a dar un paso al costado. La suposición de una traición no es nueva. Los Milei la fueron relegando a Villarruel hasta que el martes pasado, en la bizarra reunión en Córdoba de una derecha tosca, el jefe del Estado la calificó a su antigua compañera de fórmula como “bruta traidora”. Ayer redobló los ataques a la vice y la condenó al “destierro”. Fin. Se terminó esa relación, a pesar de los esfuerzos de Villarruel para guardar, al menos, las apariencias. Por eso, resulta extraño imaginar a Santiago Caputo, el asesor todoterreno, enfrentándose con la hermanísima por cargos de legisladores en las próximas elecciones bonaerenses. El viejo consejero de Milei sabe dónde están los cables que no se pueden pisar dentro de la administración; eso es lo que puede deducirse de su fama de político perspicaz. El triángulo de hierro ya no existe, es cierto, pero resulta una consecuencia de peleas que protagonizan las segundas líneas de la hermana y el asesor. La diarquía se impuso al triángulo, como era inevitable.
Los encontronazos de las segundas líneas son, en el fondo, una pelea entre los Menem (Lule y Martín), quienes, pícaros, se pegaron como cinta adhesiva a Karina Milei, y los tuiteros y streamings mileístas que responden a Santiago Caputo; son estos los casos de Agustín Romo, diputado provincial bonaerense, y de Daniel Parisini (Gordo Dan en X), un médico pediatra que trabajó en el Hospital Garrahan y que ahora dice liderar el “brazo armado de Javier Milei”. Su vida oscila entre la curación y la guerra. Eduardo “Lule” Menem está en el presupuesto del Estado desde 1984 porque fue el eterno secretario de su tío, Eduardo Menem, con quien comparte el nombre. Y en el Senado se quedó hasta que Milei lo llevó a la Casa de Gobierno con un cargo menor, pero con misiones mayores. Los nuevos Menem metieron bajo el ala de Karina Milei al polémico Sebastián Pareja, que se cansó de trabajar para la vieja generación de los Menem; fue asesor del expresidente Carlos Menem en el Senado, hasta su muerte, y de su hermano Eduardo, cuando este era senador. Luego, Pareja se sintió cómodo con el kirchnerismo, pero más tarde prefirió el massismo. Está en el oficialismo porque nunca en su vida estuvo en otro lugar. Los santos no hacen política. Por eso, Pareja construye política con algunos de sus militantes cobrando sueldos en el PAMI o en la Anses. La escuela política del kirchnerismo se quedó para siempre. Es verdad que Karina Milei desconoce, como desconoce la mayoría de la política y la gente común, los antecedentes de algunos punteros del arqueológico peronismo bonaerense, que se insertaron en las listas libertarias de la mano de Pareja. Algunos de esos candidatos tienen más prontuario que currículum. Es la consecuencia de querer conquistar territorios a cualquier precio; por eso, les llaman los “territoriales”. Karina Milei lo mira de otro modo. Para ella, es la causa contra la casta, como deslizó en su tuit, remedando la vieja consigna de Hipólito Yrigoyen: “La causa contra el régimen”. Su problema es que antiguas mañas y oscuros personajes se le mezclan con la causa.
El modo de seducir de los Menem es describirle a Karina Milei una Libertad Avanza decidida a colonizar territorios que eran de Pro y del radicalismo. El mayor gusto que los Milei se quieren dar es volver a ganarle a Macri en octubre en el bastión de la Capital, el lugar donde nació el liderazgo nacional del expresidente. Es probable que los Milei lo logren. Ese ambicioso proyecto explica por qué la cordial funcionaria que recibe a aliados, actuales o probables, en la Casa de Gobierno se convierte en una mujer dura e intransigente cuando se trata de aprobar las listas de candidatos que pastelea Pareja más que ella; Karina Milei es, sí, la que concede o niega la autorización final. Muchas negociaciones por listas comunes que se creían seguras terminaron en el fracaso porque los eventuales aliados no aceptaron las condiciones que les imponían la secretaria general, los Menem y Pareja. El caso más emblemático fue el de Corrientes, porque su gobernador, el radical Gustavo Valdés, avanzó más allá de lo explicable para alcanzar una alianza con los Milei, pero le quisieron cambiar hasta el candidato a gobernador (esa provincia elegirá también el último domingo de agosto a un gobernador nuevo); el candidato a gobernador que querían cambiar, para colmo, es el hermano de Valdés. El caso contrario es el de Mendoza porque ahí los Milei alcanzaron un acuerdo electoral con el gobernador radical, Alfredo Cornejo; antes, tanto los libertarios como Cornejo llegaron a la conclusión de que si se dividían el peronismo ganaría en esa importante provincia cuyana, que es el quinto mayor distrito electoral del país. Detrás de los Menem, está el menemismo, el kirchnerismo y el massismo, según la atávica costumbre del acomodadizo peronismo. Aunque Karina Milei protege a los vástagos de la influyente familia política riojana, nada puede explicar por qué a la hermana le va tan mal en las encuestas. Ella se dedica a la construcción de la fuerza política de su hermano, pero no intenta influir en las decisiones políticas o económicas de la administración. Los funcionarios solo saben que más les vale contar con la simpatía de ella. Karina Milei ni siquiera cultiva un perfil político alto. Alguna vez dio un reportaje que ya todos olvidaron; en algún lugar pronunció un discurso, aunque ya nadie recuerda dónde, y se movió solo institucionalmente en las redes sociales. Hasta que el miércoles estalló con un furioso tuit contra, al parecer, Santiago Caputo y su ejército de valientes soldados escribiendo en la computadora o en el celular. Quizás por ese lugar incomprensiblemente bajo de su hermana en las encuestas, el Presidente decidió mostrarse en público en los últimos tiempos junto a ella. En efecto, la hermana está ahora siempre al lado de Javier Milei cada vez que este sale de su madriguera en Olivos. El Presidente conserva buenos índices de simpatía social y supone, tal vez, que podrá trasladárselos a su hermana. No todo es extrapolable en la vida política.
Del lado de Santiago Caputo están los que militan en Las Fuerzas del Cielo; por eso, en la jerga interna les llaman los “celestiales”. Todos son tuiteros que se enojaron porque ninguno entró en las listas de candidatos bonaerenses. Ni los dueños del territorio ni los dueños del cielo merecían, en rigor, ingresar al Estado. Javier Milei decidió no incursionar personalmente en esa gresca y envió –cuándo no– a Guillermo Francos, su jefe de Gabinete, a arreglar lo que otros desarreglan. Siempre aparece Francos cuando Milei o su entorno más cercano se cansan de abrir nuevas grietas. Tampoco el Presidente se puede dar el lujo político de debilitar a su asesor Caputo. Este tiene una influencia decisiva en el manejo de los servicios de inteligencia; conoce cómo gasta el dinero cada argentino por su relación con el director de la DGI, el polémico Andrés Vázquez; tiene ascendiente en el Ministerio de Justicia y en la agencia que combate el lavado de dinero, y colocó a importantes directivos en la petrolera YPF. Ese poder le permite al Caputo asesor ser un interlocutor mucho más seguro para los gobernadores amigos y para la oposición colaboracionista que, inclusive, Martín Menem, presidente de la Cámara de Diputados. “Martín no puede manejar la Cámara y tampoco puede cumplir con sus promesas políticas”, dice un opositor que solía frecuentarlo al Menem diputado. Tales relaciones lo llevaron a Caputo a imaginar un mileísmo más abierto a amplias alianzas con propios y ajenos, posición que comparte razonablemente con Guillermo Francos. La diferencia entre ellos consiste en que Francos no aspira a colocar gente propia en las listas de candidatos, mientras que Caputo quería convertir a sus tuiteros en legisladores bonaerenses. Con sus luces y sombras, sigue siendo inexplicable que un monotributista contratado por el Estado, como lo es el Caputo asesor, cuente con tanto poder cuando ni siquiera tiene el deber de firmar nada.
Tanto parloteo político se produce frente a una sociedad que mira con indiferencia a sus dirigentes y que, en gran parte, decidió ausentarse de las elecciones que ya se realizaron. Los problemas de la gente común están muy lejos de las candidaturas o de los tuits. La decisión del Fondo Monetario de aprobar la primera revisión del acuerdo con el gobierno de Milei –indispensable para entregarle 2000 millones de dólares– fue una noticia muy oportuna, a pesar de que el organismo no rectificó una declaración anterior en la que había subrayado que “las reservas (de dólares del Banco Central) siguen siendo críticamente bajas”. En esa misma declaración, anterior a la aprobación del jueves último, el organismo multilateral ponderó que “los fundamentos económicos han mejorado sustancialmente desde fines de 2023”; es decir, desde que Alberto Fernández y Sergio Massa dejaron de manejar la economía.
Los argentinos tocan la realidad tal como es, más allá de las cuestiones teóricas del Fondo Monetario y del exitismo del Gobierno. La actividad económica se desaceleró en el segundo trimestre del año, sostiene el economista Fausto Spotorno, aunque subraya también que el país no está en recesión. A su vez, la Fundación FIEL señaló en un informe público que la actividad industrial del país mejoró el 3 por ciento en el primer semestre del año, aunque agrega, en coincidencia con Spotorno, que en el segundo trimestre (abril, mayo y junio) la industria se contrajo 0,8 por ciento. Las pruebas de esas conclusiones de los economistas independientes pueden encontrarse en el aumento de la morosidad que registran los bancos y las tarjetas de crédito. Las actividades de la economía que mantienen su vitalidad son el campo, el petróleo y la minería. Sin embargo, también deben consignarse ciertas restricciones. Ejemplo: las retenciones a las exportaciones del campo son ahora un problema real, más allá de quienes se oponen históricamente a esa confiscación. Un dólar atrasado, según la estimación de casi todos los economistas serios, y la baja del precio internacional de las materias primas están dejando pequeñas franjas de ganancias para los productores rurales de la zona núcleo del país. En las regiones más alejadas de la zona núcleo, las ganancias del campo no existen. Milei reconoció ese problema en su discurso de ayer en la Rural y anunció una reducción de las retenciones en varios productos agropecuarios; una de las bajas más fuertes fue la de la crucial soja, cuyo precio en Chicago se derrumbó en días recientes hasta debajo de los 400 dólares la tonelada. Si la industria tuvo una leve caída en los últimos tres meses y el campo oscila entre el equilibrio y escasas ganancias, las secuelas tienen que afectar la actividad económica. Mal momento para paralizar la administración porque muy pocos se pelean por muy poco.
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