El carro con los melones amarillos

El carro con los melones amarillos

Macri se corrió y el PRO empieza a acomodar su marcha. Buenos Aires, un juego de encastre en construcción. Terceros afuera.

Por Pablo Lapuente

Tan sólo unas horas después del cimbronazo político que provocó Mauricio Macri con su renuncia a una candidatura presidencial, dos de los tres principales líderes del PRO que desean disputar el sillón de la Casa Rosada, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, acomodaron distintas piezas en la provincia de Buenos Aires para darle volumen a sus proyectos personales y, al mismo tiempo, perjudicar a su adversario. Los movimientos tributan a la idea de que el partido amarillo camina rumbo a una interna inevitable de dos boletas para la disputa nacional y otras dos para la bonaerense; la jugada –admiten– podría acarrear el enorme costo de mostrar a Javier Milei muy cerca del oficialismo en las primarias.

El primero en mover fue el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que alentó desde las sombras una candidatura presidencial de José Luis Espert para diluir el voto duro del PRO, tanto de su principal competidora interna –la titular del partido– como del que atrae el diputado ultraliberal de pelos revueltos. La maniobra ya había sido advertida por los dirigentes que accedieron a distintos cargos legislativos gracias al economista con calvicie, que anotaron los coqueteos previos con Larreta y decidieron irse con Milei.

Se anotan en última lista la diputada nacional Carolina Piparo y el legislador provincial Nahuel Sotelo. Ambos, cada uno con su estilo, apuesta todo a una candidatura presidencial del líder ultraliberal que continúa ascendiendo en las encuestas. De todos modos, si bien sus fugas se dieron también con la de otros nombres menos relevantes, no le hacen perder a Espert su principal cotización: su marca política personal, la misma con la que Larreta busca posicionarlo para sacarle a Bullrich los cuatro o cinco puntos que la mantienen en el podio de Juntos por el Cambio.

Audaz, mientras María Eugenia Vidal se encontraba de luna de miel junto a su esposo Enrique Sacco en Mendoza, la jefa de los halcones se reunió con el que todavía es su candidato a gobernador, Cristian Ritondo. El café que compartieron este martes horas antes de la cena anual de la Fundación Libertad generó ruidos internos, pero no sorprendió a nadie, quizá porque ambos ya habían dado muestras de querer amalgamar una propuesta electoral en la reunión que mantuvieron en la casa de Alejandro Finocchiaro a fines del año pasado, pero también porque, mucho más acá en el tiempo, se los vio muy activos –y juntos– en los últimos días a Hernán Lombardi y Martín Yeza, operadores políticos de la candidata a presidenta y del candidato a gobernador, respectivamente.

Aunque la bilateral Bullrich - Ritondo quedó expuesta recién con una nota de Letra P, la incomodidad de quienes siguen a la presidenta del PRO en territorio bonaerense es evidente. No porque Néstor Grindetti, Joaquín de la Torre y Javier Iguacel se lleven mal, de hecho, mantienen una buena cohesión política pese a que tienen orígenes y trayectorias muy disímiles, sino porque algunos de ellos advierten que al no reunir fuerzas detrás de un solo hombre no se puede armar en la mayoría de los distritos.

El argumento que emerge de las usinas de campaña de los candidatos del bullrichsismo es concreto: pocos postulantes a la intendencia van a querer armar para ellos en el territorio si no tienen la certeza de que van a llegar con una boleta en las primarias, ni hablar de financiar algo que no saben si llegará al cierre de listas. De ahí que algunos duros especulen con que Bullrich y Ritondo blanqueen lo que hablaron el martes recién a fines de este mes o la primera semana de mayo, atentos a que, del otro lado, el jefe de Gobierno porteño viene dándole respaldo y amplios recursos a Diego Santilli.

Aún resta ver qué hará Vidal, la diputada de la Ciudad de Buenos Aires que mira la imagen positiva que le devuelven las encuestas en las principales provincias del interior y todavía no piensa bajarse de la carrera presidencial, convencida de que reúne los méritos de gestión de Larreta y la dureza de Bullrich, un poco por el respaldo que le dio en los últimos meses el fundador del PRO. De ahí que muchos especulen con que su camino en la campaña no tiene por objetivo el sillón de Rivadavia sino el sillón de la presidencia del Senado de la nación.

¿Cómo sería posible que la exgobernadora llegara a sentarse en la silla en la que hoy se sienta Cristina Fernández de Kirchner? Tal vez, siendo compañera de fórmula de Larreta –y, lógicamente, ganando este la interna de Juntos por el Cambio primero y la elección general después–. La especulación obliga a pensar quién podría hilvanar esa eventual jugada y el nombre cae como fruta madura: Mauricio.

El PRO, la fuerza donde en el amanecer del año electoral florecieron las candidaturas a la gobernación de manera casi desmedida, empieza a encontrar un rumbo en su estrategia con el paso al costado de Macri. Las candidaturas de Grindetti, Iguacel y De la Torre se desvanecen al calor del acercamiento Bullrich – Ritondo, que al mismo tiempo trasunta la reconverción de Vidal. Esto, pese a que el de Lanús está en buena sintonía con el diputado y le podría aportar a su acuerdo una línea directa con Macri y una estructura amplia en la poderosa Tercera sección electoral.

Los melones amarillos parecen empezar a acomodarse: son menos y el carro se mueve. Lo puso en marcha Macri, quien camina a la par con traje de gran elector.

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