Primeros trazos de un nuevo mapa de poder

Primeros trazos de un nuevo mapa de poder

Por: Carlos Pagni. El Gobierno festeja por no haber sufrido una catástrofe; Milei y Espert son al Pro, lo que Carrió fue por años a la UCR; las elecciones instalan un clima que favorecería un acuerdo con el Fondo; ¿Cristina Kirchner aprobará esos ajustes?

Estamos frente a un cuadro político distinto, que se está configurando desde septiembre hasta ahora. Lo podemos mirar con distinta amplitud. Me gustaría empezar observando algunos datos en los que venimos insistiendo en Odisea Argentina desde hace tiempo, que son los que componen un telón de fondo sobre el que se libra la lucha política y se producen victorias -como la que el domingo tuvo la oposición-, derrotas -como la que tuvo el Gobierno- y movimientos en fuerzas políticas nuevas. Es un panorama peculiar que tiene algunos rasgos de desencanto, desapego y crítica a la política general y, sobre todo, a las fuerzas mayoritarias. ¿Por qué es importante tener en cuenta estos datos? No solamente porque explican algunas características de la elección legislativa y de todo el proceso electoral, sino porque estos datos indican el terreno sobre el que el Gobierno tiene que llevar adelante un ajuste.

Al Presidente no le gusta la palabra “ajuste”, la quiere evitar, como cualquier dirigente político, más en este caso por venir de una fuerza con un componente demagógico distribucionista muy importante. Pero si es que van, como promete Alberto Fernández, a un acuerdo con el Fondo, " class="com-link" data-reactroot="" style="box-sizing: border-box; margin: 0px; padding: 0px; border: 0px; font: inherit; vertical-align: baseline; outline: none; text-decoration-line: none; color: rgb(2, 80, 201); transition: all 0.2s ease-in-out 0s;">acuerdo con el Fondo, a ese acuerdo sólo se puede llegar con un ajuste. Con medidas antipáticas. Esas medidas antipáticas, ese ajuste, se va a realizar sobre una sociedad que dijo lo siguiente: el Frente de Todos perdió el domingo, en relación con la elección presidencial de 2019, 5,2 millones de votos. No son, obviamente, elecciones comparables, pero lo tomamos como un indicio. Es decir, entre la elección de Alberto Fernández para la presidencia y la elección legislativa, hubo una pérdida, una fuga, para el oficialismo de 5,2 millones de voluntades, que estaban alineadas detrás del Gobierno y hoy no.

Estamos hablando de que el Gobierno perdió el 40 por ciento de los votos en dos años. Este dato, que si lo sitúo en la provincia de Buenos Aires, me da una pérdida del 41 por ciento [2 millones de votos se perdieron allí, en el territorio de Cristina Kirchner], materializa la gran tensión interna, la gran discusión respecto de quién es el responsable de esta deriva que tomó el oficialismo.

¿Por qué? Porque esta dinámica de derrota -que encarna Alberto Fernández desde la Casa Rosada- es la que están mirando desde el oficialismo gobernadores, intendentes, Cristina Kirchner y La Cámpora, y la ponen en perspectiva hacia 2023. Imaginan: “Si perdimos 5 millones de votos en dos años y volvemos a perder lo mismo en dos años más, nuestra perspectiva de supervivencia está muy puesta en peligro por la gestión de este gobierno”. Este es el centro del problema en el oficialismo y, a la luz de estos números y de este drama, se mira la viabilidad o no del ajuste que implica un acuerdo con el Fondo.

Búnker del Frente de Todos en ChacaritaSantiago Filipuzzi

Ahora, cuidado, Juntos por el Cambio, que tuvo una victoria muy importante, perdió entre la elección de 2019 y la del domingo 1,7 millones de votos. Este es un dato que tiene anotado en su libretita negra Mauricio Macri. Es decir, está pensando, para sí y para su entorno: “Tan mal no me fue”. En alguna medida, en estos números también está pensando Miguel Pichetto, a quien le hubiera gustado que Macri hablara en el acto de la victoria electoral. Porque si comparamos los números de Macri en 2019, con los números de estos comicios, sacó 1,7 millones de votos más. Lo que Juntos por el Cambio sacó este domingo es 10 por ciento menos; y en la provincia de Buenos Aires, esa pérdida fue de 500 mil votos.

Ahora, la pérdida de votos en el oficialismo y la oposición hablan de cierta retirada de la voluntad popular respecto del plato principal que hay en la política argentina. Y la búsqueda de alternativas. Una de ellas es la abstención. El domingo hubo menos abstención que el 12 de septiembre. Pero fue alta. Fue el índice de asistencia más bajo, desde el ‘83 hasta la fecha, después del 12 de septiembre. En las PASO hubo una participación del 67 por ciento. Este domingo, del 72 por ciento. Sigue siendo una participación baja. Hace juego con lo otro: con ese repudio de la oferta que tienen el Frente de Todos y Juntos como fuerzas dominantes.

Hay una alternativa que no es no votar a esas fuerzas: irse por los bordes del sistema. Entonces, aparecieron dos fenómenos, que los venimos viendo evolucionar desde las Primarias. Uno es la expansión en términos relativos muy importante de algo que no se suele denominar así en la Argentina: la derecha. No el centro derecha, que es la versión culposa del término. La derecha. Javier Milei y José Luis Espert. Y por el otro lado, un ascenso de la izquierda trotskista, la izquierda más dura y antisistema, que quedó tercera a nivel nacional. Casi 6 puntos de la elección legislativa fueron para el trotskismo. 1.073.000 de votos, con algunas novedades locales interesantes. Una de ellas es que obtuvieron un diputado nacional en Jujuy. En esa provincia jugaron tres fuerzas que obtuvieron representación en el Congreso. El gobernador, Gerardo Morales, consiguió un solo diputado. El kirchnerismo también consiguió un diputado y el trotskismo, otro.

Y en la Capital Federal entra una diputada trotskista, Myriam Bregman, por primera vez desde el año 2001, cuando habían entrado cuatro diputados por distintas fracciones del trotskismo. ¿Nos dice algo el 2001? Hay una asociación entre un estado de ánimo de desacople de la política y la radicalización de una parte de la sociedad. Este es el panorama crítico e inquietante sobre la oferta política más importante. Abstención, pérdida de votos de las fuerzas mayoritarias y una fuga de votos hacia la derecha y la izquierda. Hacia una derecha que es aplaudida por núcleos bolsonaristas que viven en Buenos Aires (hay que mirar algunos canales de YouTube), los cuales ven en Milei un fenómeno similar al de Brasil, más allá de que las comparaciones son siempre muy imperfectas.

¿Qué pasó con el oficialismo? Salió a festejar. El Presidente habló. Convocó a festejar el triunfo este miércoles." class="com-link" data-reactroot="" style="box-sizing: border-box; margin: 0px; padding: 0px; border: 0px; font: inherit; vertical-align: baseline; outline: none; text-decoration-line: none; color: rgb(2, 80, 201); transition: all 0.2s ease-in-out 0s;">El Presidente habló. Convocó a festejar el triunfo este miércoles. Jorge Yoma, que tiene un gran sentido del humor, como todos sabemos, hablaba en la elección primaria de que uno conoce oficialismos que exageran las victorias. Es difícil encontrar uno que exagere las derrotas. Estaba hablando del gran lío que se generó dentro del Frente de Todos cuando perdieron las Primarias. Ahora el mismo Yoma dice que aparece otra modalidad del Gobierno: inventar victorias. Otra curiosidad. ¿De qué se trata? De una picardía, con patas cortísimas, porque el oficialismo estuvo 9 puntos detrás del ganador. ¿Nos quieren engañar? No: se quieren engañar. Y tiene que ver con una lógica, con una psicología, que nos afecta a todos los seres humanos. La felicidad o la desdicha, el triunfo o el fracaso, son un escalón de lo que imaginamos que va a pasar. ¿Por qué Alberto Fernández vio una victoria en la elección? Porque pensaba que iba a tener una catástrofe y que su gestión no iba a terminar. Es lo que hace que, con una derrota más aceptable para él, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, salga a festejar como un adolescente, sosteniendo de nuevo un diálogo enloquecedor con la sociedad. Para entender por qué festeja, cuando dice “hemos ganado” y en realidad perdió, hay que entender qué es lo que suponía que iba a pasar. Y esto le da aliento a un gobierno que tuvo una derrota muy importante como acabamos de decir. Perdió el 40 por ciento de los votos respecto del capital que tenía.

Le va bien en algunas provincias. Le va bien en Tierra del Fuego, porque logra darla vuelta y bien. Le va bien en Chaco, donde logra darla vuelta, empatado. Pierde Santa Fe, que gobierna. Pierde Chubut. Pierde La Pampa, provincia históricamente peronista [desde 1952 provincia Eva Perón], y pierde mal. Importante Chubut, importante La Pampa, importante Santa Fe, porque son provincias donde se eligen senadurías.

Pierde Misiones. Pierde muy mal Entre Ríos, donde emerge una figura conocida, pero ahora con un poder territorial importante, que es Rogelio Frigerio. Y hay otro dato para tener en cuenta que -si uno lo pone en la perspectiva de 2019- adquiere otro significado, que es que tiene triunfos muy ajustados en Salta, en San Juan y en San Luis. En Tucumán se pega un gran susto Juan Manzur. Quiere decir que, si uno mira el mapa federal, aparecen fenómenos muy interesantes. Hay dirigentes que, cuando miran la encuesta, ven que están muy bien en términos de imagen. Pero ven también que pierden votos. Esto va a regir la conducta de muchos líderes territoriales por los próximos dos años. Miran al Gobierno como un factor de su desgracia. Lo mismo pasa con varios intendentes del conurbano bonaerense.

El otro fenómeno es que, cuando uno mira el mapa, ve estas derrotas y estas victorias tan ajustadas, y ve que no aparece ningún ganador, nítido, contundente, se pregunta: ¿cómo van a ser las elecciones provinciales en 2023? Si empiezo a pensar en el poder territorial federal de Juntos por el Cambio y del Frente de Todos, si empiezo a pensar en las carreras nacionales que se habían imaginado algunos dirigentes provinciales como Bordet o como Uñac. Como el mismo Juan XXIII, es decir Manzur, quien ahora está buscando un número de Papa que ya no existe; porque después del 23, ya no viene ningún otro. ¿Será 27, 31, cuando le tocará a Manzur ser presidente?

En medio de todo esto hay una curiosidad: a Leandro Santoro le fue relativamente bien en la Capital, y esto lo puede alegrar a Alberto Fernández porque Santoro fue postulado por él. Santoro hizo la mejor elección del PJ en la Capital desde 1997. Una rareza, con Horacio Rodríguez Larreta enfrente, con María Eugenia Vidal enfrente, con la gran polémica por la educación. Se confirma lo que dice Mauricio Macri, muy en privado, ya que nunca lo dirá en público: “Santoro es el mejor candidato que tiene la Capital Federal”. Lo dice irónicamente: “Se anima a hablar de educación cuando cerraron los colegios y por ahí hasta te gana la discusión”.

El gran tema es la provincia de Buenos Aires. Es la sede central de este proyecto de poder encabezado hasta ahora por Cristina Kirchner. Ahí hubo una recuperación que, comparada con la catástrofe que estaban imaginando, se transforma para ellos (no para la realidad) en un triunfo extraordinario. Los invito a ver un cuadro, parecido a los que vimos hace dos o tres lunes, de Federico Aurelio. Es muy interesante para ver lo que pasó. Todos ganaron: crecieron 460 mil votos en el Frente de Todos, Victoria Tolosa Paz, a quien los malvados llaman ahora “derrota” Tolosa Paz. Juntos recuperó 218 mil votos. Y otras fuerzas, donde están Espert y la Izquierda, 589 mil votos. Entonces, si todos sacaron más votos, ¿quién perdió? Cayó el número de votos en blanco y anulados. Cayó mucho el número de ausentes. Y tampoco estuvieron los partidos que no alcanzaron el piso para entrar, que sumaron 768 mil votos en las elecciones del 12 de septiembre. Acá está la clave, todos los demás aumentaron. Por supuesto que la recuperación más grande la tuvo el Frente de Todos y ya habíamos hablado de esto, también con un gráfico de Aurelio.

Votos obtenidos según partido político.

El Frente de Todos perdió 2,5 millones de votos desde 2019. Ahora recuperó 500. Recuperó la quinta parte de lo que había perdido. Poquito, pero esa fracción es tanto que le permite casi revertir la derrota, y vivir esa reversión como un triunfo.

Vamos a mirar algunas hipótesis de por qué pasó esto. Miremos un cuadro de Carolina Yellati, de Wonder. Son encuestas de los días previos a la elección. Se pregunta qué ayuda recibió el encuestado en 2020. ¿Más de una? Entre los que respondieron que sí, el 55 por ciento votan por Tolosa Paz. Solo 18 por ciento vota por Juntos. Hay una relación entre ayuda y votos. Entre los que recibieron una sola ayuda, cae Tolosa Paz a 43 por ciento. Los que no recibieron ayuda son los que votaron a Santilli. Esto es clarísimo. Es “platita”. En los últimos tres meses, entre los que recibieron más de una ayuda, se va a 61 por ciento el 55 por ciento original. Y el 43 se va al 52 por ciento. Santilli tiene muy poco entre los que recibieron ayuda en los últimos tres meses y 44 por ciento entre los que no recibieron nada.

Voto según ayuda recibida por el Gobierno.

Hay otro soporte visual para entender qué pasó y está vinculado a la retención de voto. Hay que mirar que Santilli retiene el 71 por ciento del voto de Manes, no lo retiene todo. Quiere decir que hay voto de Facundo Manes que se ha ido de Juntos por el Cambio. Había una desventaja para Santilli: el 12 de septiembre, a diferencia de lo que sucedía con Tolosa Paz, en Juntos había dos ejércitos en movimiento, el de Santilli y el de Manes. La campaña de Manes no existió más. Es otra explicación de por qué Santilli no tuvo la recuperación que tuvo Tolosa Paz.

Retención del voto obtenido en las PASO.

Otro gráfico. El Ministerio del Interior tiene desde hace décadas un instrumento de reparto de dinero bastante arbitrario, que se llama Aportes del Tesoro Nacional, los famosos ATN, que van por fuera de la coparticipación. Se trata del reparto de dinero discrecional. Así se repartieron a partir del 12 de septiembre: a provincias como Formosa, Santiago del Estero, Catamarca, 7 por ciento de los recursos. A Salta, Jujuy, Tucumán, San Juan, 3 por ciento. 4 por ciento a Entre Ríos, tratando de darle a Bordet algo para que le gane a Frigerio. Fue 3 por ciento a Misiones, que se perdió también. Y nada menos que el 31 por ciento fue para la provincia de Buenos Aires. Es lo que se llevan Cristina, Kicillof, La Cámpora. Acá se nota dónde está el oficialismo de este gobierno federal. ¿Y quiénes son las que no recibieron nada? Corrientes, Córdoba, Capital Federal. Para ellas, cero. Sería bueno que los cordobeses se hagan argentinos de una vez por todas, ¿no? A pesar de que no se los discrimina como dice el Presidente. Recibieron cero. Esa plata también explica la recuperación.

Distribución de ATN post PASO

Si miramos más de cerca a la provincia de Buenos Aires, vamos a entender y corroborar ideas, presunciones, que tenemos sobre el oficialismo. Me estoy basando en un trabajo que hizo Rodrigo Zarazaga, un jesuita que está especializado en estudiar redes clientelares y políticas en el conurbano. Como se acuesta tarde, o se levanta muy temprano, este lunes a la mañana ya tenía un análisis sobre el comportamiento del voto en el conurbano. El Gobierno sacó en la provincia de Buenos Aires 577 mil votos respecto de las Primarias. Lo importante es que 455 mil, es decir, el 80 por ciento de la recuperación de Tolosa Paz, se registraron en el conurbano. Eso es Cristina. Eso es lo que cuidan. Desde ahí se gobierna. Eso es lo que quiere heredar Máximo Kirchner. Eso es lo que conquistaron desde aquella noche del 25 de mayo de 2003. Cuando había terminado el día de la asunción del poder, Julio de Vido lo fue a ver a Néstor Kirchner. Néstor le preguntó a De Vido: ¿qué vas a hacer mañana? De Vido le contestó: “Voy a ir a ver a Balestrini y a Curto, ¿por qué?” “Porque tenemos que empezar a conquistar el conurbano”. Desde entonces hasta ahora hay una línea de acción.

Lo curioso es que esa recuperación del 80 por ciento en el conurbano, según Zarazaga y los números que él analizó, se explica por diez municipios, de los cuales la mayoría no son del kirchnerismo: La Matanza, Lomas de Zamora, Quilmes --que es de La Cámpora, que se logró dar vuelta, algo muy importante para Máximo Kirchner--, Moreno, Merlo, Florencio Varela, Almirante Brown, Malvinas Argentinas, San Martín y Pilar. Ese es el núcleo de los intendentes que forman el cuadro de honor y que tienen derecho a levantar la voz. Hay gobernadores que se destacaron también que hay que mirarlos, porque van a tener incidencia en la cuestión fiscal que se viene: Insfrán en Formosa, Quintela en La Rioja, Jalil en Catamarca, están un poco por arriba del resto porque tuvieron victorias nítidas, igual que Zamora, en Santiago del Estero.

Vamos a poner el foco ahora en la oposición. Me interesa destacar algo central, muy obvio, pero importantísimo. Si tuviera que determinar cuál es el mensaje más importante de la elección, si mirara el país con categorías institucionales y políticas, o como las mira un inversor, diría que acá hay una fuerza política competitiva, que es la oposición, que ganó en Santa Fe muy bien, arrasó en Córdoba, hizo una muy buena elección en Capital Federal y ganó por poco, pero ganó, en la provincia de Buenos Aires. Hay alternativas de poder. Hay un diseño político equilibrado, no hay lugar para una hegemonía. Las hegemonías anidan en las grandes brechas entre los que ganan y los que tendrían que controlarlo. Por ejemplo en 2011, Cristina saca 54% y Binner, 17%. Fueron 37 puntos de diferencia. Ahora no: hay un juego de Gobierno y oposición como alternativa. Pero más todavía. Si miro estos datos a la luz de 2023, puedo pensar que la Argentina se dirige más probablemente a un cambio político que a mantener este esquema de poder. ¿Por qué? Sobre todo por la elección en la provincia de Buenos Aires, donde la oposición queda con un piso muy alto. Es una oposición que está muy bien en el terreno donde está Cristina. En la sede central de este oficialismo, del populismo, la oposición ganó. Hay, entonces, mercado político. Hay competencia. Y eso es muy importante desde el punto de vista institucional y político.

Facundo Manes y Diego Santilli en el búnker de Juntos por el CambioSantiago Hafford - LA NACION

Le pasa lo mismo a la oposición que al Gobierno. Compite contra sus propias expectativas. Por eso, era “tristón” el triunfo de este domingo. Porque pensaban arrasar en la provincia de Buenos Aires. Pensaban, igual que Alberto, que el oficialismo iba a sufrir una catástrofe. Y se produjo esto otro, una recuperación menor. Si no hubiéramos tenido PASO, hubieran salido a dar la vuelta olímpica. Porque ganaron una cantidad de provincias importantes, pusieron en escena una cantidad de figuras nuevas y, además, le ganaron al Gobierno en la provincia de Buenos Aires. Era para un acto más feliz el de este domingo.

Qué hay que mirar en esa oposición: algo que viene sobre todo del radicalismo. El radicalismo ha sido más novedoso que el Pro en la presentación de nuevas figuras. Estamos hablando de Carolina Losada en Santa Fe: Manes -que sacó 40 por ciento en la interna de Juntos en la provincia-; Martín Tetaz; Rodrigo de Loredo, que hizo una gran elección en Córdoba con Juez; Pablo Cervi, el segundo en Neuquén, en una elección que casi le empata al MPN. Esto se suma a una cantidad de figuras conocidas: Prat-Gay, Cornejo, Lousteu, Gerardo Morales, Ernesto Sanz, Gustavo Valdes, que viene ganando sistemáticamente en Corrientes. Entonces, aparece un partido que quiere tener otro lugar en la mesa de Juntos por el Cambio, que es el radicalismo. Es un dato para que atiendan los del Pro.

Al Pro le sucede que tiene el desafío interno del radicalismo y la amenaza de la derecha de Milei y Espert. El ascenso de Milei y Espert, con un discurso, pro libertades, fiscalista. En el caso de Milei, más que de Espert, antipolítico. Tiene un aire de familia con lo que a Macri le hubiera gustado decir y hacer durante su período de gobierno. Y se parece a lo que dice y hace ahora. Macri, Patricia Bullrich y Miguel Pichetto deben ser los más preocupados por esta fuga a la derecha. Porque el día que se celebre una interna en Juntos por el Cambio, esos votos serían parte de su capital. Podrían pensar en incorporar a Milei y a Espert. Larreta todavía se arrepiente de no haber sido lo suficientemente tenaz para incorporar a Espert en la interna de Juntos en Provincia. Claro, hay que ver si los radicales quieren incorporar a alguien como Milei, que se compró un muñeco de Alfonsín para tirarle dardos.

Siempre las analogías son imperfectas, pero le aparece al Pro algo parecido a lo que le sucedió al radicalismo con Lilita Carrió. Alguien que habla su lenguaje, que expresa sus valores, que lo hace más nítidamente, con menos ataduras, y tracciona desde afuera. Los radicales están felices de que ahora ese problema lo tenga el Pro con Milei y Espert.

Desde el punto de vista de la física electoral, este es el fenómeno. Desde el punto de vista de los valores y del discurso, se descongelan las palabras y los argumentos. Palabras que eran tabú hace cuatro o cinco años, ahora se ponen de moda: por ejemplo, equilibrio fiscal, ajuste fiscal, reducción de impuestos y de la presión tributaria, restricción presupuestaria. Todo esto podría eventualmente inducir a una lectura distinta del pasado.

¿Cuánto el presente ilumina el pasado y, en alguna medida, lo recrea? Vamos a ver cuadros que ahora se pondrían de moda. Macri, Nicolás Dujovne, el ministro más ortodoxo de Cambiemos, van a desempolvar estos números que muestran la presión tributaria en esa gestión. Esa presión se redujo en 2,7% del Producto: la Nación redujo 2,3%. Con esa lógica, dicen “queremos ponernos de moda frente a la amenaza de Espert y Milei”.

Presión Tributaria.

El gasto primario, en la gestión de Macri, tuvo una baja desde el 24 por ciento, que hereda del kirchnerismo, al 18,6 por ciento. Macri dejó un déficit de 3 décimas del PBI contra lo heredado, que fue del 3,8 por ciento. Esto probablemente empiece a ser parte dentro de 6 meses, un año, de la campaña de Larreta, no solo de Macri. Va a ser parte de la discusión interna que va a tener el Pro frente al desafío de la derecha, o de la extrema derecha.

Gasto primarioDéficit primario nacional.

¿Cuál es la clave? Lo que hay que mirar en Juntos por el Cambio es algo que preocupa a alguien que está en la penumbra por decisión propia: Marcos Peña, quien también estuvo en el búnker del domingo. Si se puede encontrar una regla que organice a este nuevo Juntos por el Cambio, que es distinto al de 2019 y al de 2015, va a haber mucha disputa de poder. Ese es el gran desafío de esta organización a partir de este éxito.

Sobre el resultado electoral se lanza Alberto Fernández, proponiéndose como un nuevo Alberto, como tantas veces. Convoca a un acto con la CGT y los movimientos sociales. A La Cámpora la invitan, como algo ajeno. Es un Fernández que dice: “yo convoco ahora, con esta gente, que está detrás mío, no de Cristina”. Lo dice envalentonado porque hay gobernadores, sindicalistas e intendentes que dicen “tomá la rienda vos, ordená lo fiscal, ordená la economía”. En este contexto es que el Presidente promete definir, si no el acuerdo con el Fondo, la carta de intención, que es más o menos lo mismo. Sobre todo, para evitar un pago de 1800 millones de dólares que tiene en diciembre.

En las próximas horas va a viajar Guzmán a Estados Unidos y se va a reanimar dentro del oficialismo un debate. Una visión es la de los que creen que faltan dólares y apelan al cepo, hasta que un día no haya más dólares, la brecha esté cada vez más amplia, no se puedan insumos para producir y, el gran tema, se produzca la disparada de las importaciones de energía. La otra visión, como decía Guzmán en otra época, no es que faltan dólares: sobran pesos. Sobran pesos porque hay déficit: por lo tanto, hay que emitir, y eso degrada al peso y hace que se busque refugio en el dólar. Pero no es que faltan dólares sino que sobran pesos. Esta es la discusión que asoma en el oficialismo, con una clave: para acordar con el Fondo, tienen que convencer al Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Ya intentaron aproximarse con presiones del departamento de Estado, de los amigos de Massa, de los de Manzur, y de la gente con la que habla Guzmán en el mundo académico. Allí está la imperturbable Janet Yellen y, sobre todo, David Lipton: un ortodoxo que es el que pactó con el gobierno de Macri el programa de ajuste que era la contracara de los 57 mil millones de dólares del crédito.

¿Qué le pide el Departamento del Tesoro al Gobierno? Lo que Alberto dijo que nunca iba a tener: un programa. Ahora dice que sí lo va a tener. Alberto Fernández cree que va a llegar a un acuerdo antes de fin de año. Y cree que tiene a Cristina y a La Cámpora alineados detrás del acuerdo. Claro, también creía que el domingo había ganado. Hay que ver si ve lo que ese acuerdo es. Porque cuando llegue con sus papeles al Fondo Monetario, es muy probable que le digan que tiene que emitir menos y que, para emitir menos, tiene que reducir el déficit fiscal de 5 puntos del PBI a 2,5. Eso significa, licuar jubilaciones con una devaluación; subir tarifas, no al 9 por ciento como dice Cristina, no al 12, sino al 30 o 40 por ciento, para no aumentar los subsidios. Y basta de obra pública. Cuando le lleven a Cristina eso, que “eso” es el acuerdo con el Fondo, ¿va a seguir diciendo que sí? No sabemos si Alberto Fernández lo tiene claro, ni siquiera si Guzmán lo tiene claro. Cuando dicen acuerdo con el Fondo, ¿están verdaderamente hablando de lo que es en realidad?

Hay un gráfico del Gobierno. ¿Qué es este gráfico? La contracara del déficit. El endeudamiento del gobierno del Frente de Todos. Es un proceso que, si tomamos desde noviembre de 2019 hasta hoy, aumentó la deuda total del Estado nacional en 35 mil millones de dólares. Es un ritmo de endeudamiento que va al doble del que llevó adelante Macri en los 4 años de gobierno. Es otra señal de alguien que confunde una victoria con una derrota. Alberto Fernández critica a Macri por el nivel de endeudamiento, cuando él se está endeudando al doble. Y esto sin considerar la deuda del Banco Central, que es la que asume para poder emitir y reabsorber lo que emite: si tomamos esa deuda, llegamos a un total de 65 mil millones de dólares. Macri dejó en el Central 10 mil millones de deuda, contra 30 mil millones de dólares del gobierno actual. Este es el gobierno del desendeudamiento, que confunde derrotas con victorias.

Saldo de la deuda bruta de la administración central.

En el fondo, debería festejar Alberto. Tiene motivos para festejar la derrota; justamente por haber sido una derrota, y no una victoria. Gana una oposición que tiene el discurso de la racionalidad fiscal, avanza una derecha que pide menos emisión, menos gasto, menos presión tributaria, y empieza a haber una mayor presión de intendentes y gobernadores fóbicos al caos. Gracias a que perdió, se le instaló un clima público mucho más favorable a un acuerdo con el Fondo que el que hubiera tenido si, en otro mundo, en una realidad paralela, se hubiera producido un gran triunfo de Cristina Kirchner y de sus ideas.

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