Massa aspira a desembarcar en La Rioja de la mano del quintelismo

Massa aspira a desembarcar en La Rioja de la mano del quintelismo
Así lo manifiesta la prensa porteña, al señalar el referente bonaerense anti K, que es candidato a diputado nacional y firme aspirante a la presidencia en 2015, busca armar una liga de intendentes en todo el país convencido de que la gente aprecia la gran inmediatez que brinda la política municipal.

En La Rioja ya entró en contacto con el capitalino Ricardo Quintela y habría hecho lo propio con Ismael Bordagaray de Famatina. Estos últimos mantienen diferencias con el gobierno provincial y nacional.

El quintelismo está preparando todo para jugar fuerte en el 2015 para quedarse con la provincia y llevar a su máximo referente a la ‘Casa de las Tejas’, mientras hay versiones encontradas sobre la posibilidad de que el gobernador Luis Beder Herrera intente buscar su re-reelección, para lo que necesitará un modificación de la Constitución Provincial.

Es obvia que Ricardo Quintela necesitará como aliado algún peso pesado del ámbito político nacional y todo parece indicar que éste podría ser el el referente bonaerense anti K Sergio Massa, que es candidato a diputado nacional y firme aspirante a la presidencia cuando culmine el mandato de Cristina Kirchner. Al menos así lo dejó trascender la prensa nacional.

Es que Massa es quien seguramente el próximo 27 de octubre vencerá al kirchnerismo en el principal distrito del país, y el próximo paso será armar una liga de intendentes para expandir su partido en las provincias argentinas, incluido La Rioja, cuyo gobernadores responden a CFK.

Es por ello que el bonaerense, a sabiendas de que Quintela es uno de los dos máximos referentes del justicialismo riojano, apuesta sus fichas a captar el apoyo del mandamás del Palacio Ramírez de Velazco, con lo que ello implica para desembarcar en La Rioja.

Ismael Bordagaray es otro de los intendentes que busca sumar Sergio Massa. El intendente antiminero de Famatina también tuvo una exposición pública notoria en los últimos tiempos por su frontal enfrentamiento con el gobierno de Beder Herrera, y hoy es uno de los candidatos suplentes de Fuerza Cívica Riojana que ganó las PASO y apuesta a repetirlo esta semana en las generales.

Por ahora son solo negociaciones de las segundas lineas de estos sectores políticos, y todo dependerá del resultado que obtenga en las elecciones del domingo el referente bonaerense, para ver si llegan a buen puerto. Si Massa logra vencer al kirchnerismo se potenciará su figura y definitivamente será un firme aspirante presidencial y es posible que de ello resulte una alianza con el quintelismo.

Dice textualmente parte de la editorial de Carlos Pagni en el diario La Nación:

Sergio Massa, el protagonista de la gran batalla política bonaerense, tensa la cuerda. En los últimos días buscó reanimar una contradicción que se había relajado, sobre todo desde que Cristina Kirchner salió de escena. Advirtió que si el domingo próximo no sale derrotado por una gran diferencia, el Gobierno intentará reponer el proyecto de reelección y la reforma judicial. Y agitó los fantasmas del electorado opositor mencionando a los villanos del modelo: “Aunque los hayan escondido, Guillermo Moreno y Luis D’Elía siguen allí”.

La deriva de la campaña de Massa fue curiosa. Lanzó su candidatura con una apuesta tan rotunda a favor de la ambigüedad que Francisco de Narváez lo acusó de mantener un pacto secreto con la Presidenta.

Massa tuvo que jurar ante un escribano que no estaba a favor de la reelección presidencial. Al cabo de cuatro meses, él ocupó el lugar de De Narváez y, tratando de que los vecinos no olviden que Daniel Scioli y Martín Insaurralde son el kirchnerismo, sugiere: ella o vos.

La metamorfosis de Massa excede los límites del marketing electoral. Es el resultado de dos observaciones políticas.

La primera, que para llegar al poder en 2015 es mejor enfrentar al Gobierno que tratar de heredarlo. Es la divergencia central entre Massa y Scioli. La segunda, que la señora de Kirchner está en condiciones de retener un porcentaje nada despreciable del voto peronista. Estas constataciones plantean los desafíos más exigentes de la carrera de Massa.

Massa cree -Hugo Haime, su sociólogo de cabecera, se lo ha dicho- que el domingo que viene obtendrá entre el 42 y el 45% de los votos. Y que Insaurralde fluctuará entre 30 y 33%. Son mediciones provisorias, realizadas durante la última semana, cuando todavía se registraban un 6% de indecisos y un 2% de voto en blanco.

Una precisión: esos porcentajes se calculan sobre el total de votos afirmativos, que es el que se considera en las elecciones generales. Es decir, no toman en cuenta los votos en blanco. En las primarias, en cambio, los porcentajes se computan sobre el total de votos válidos, que incluye los votos en blanco. Es un detalle que algunos encuestadores están olvidando al comparar los resultados del 11 de agosto con los del próximo domingo. Si en las primarias se hubiera adoptado el criterio de la elección definitiva, Massa no habría sacado 34,95, sino 36,75%. E Insaurralde, en vez de 29,60%, habría obtenido 31,12%.

Hay que prestar atención al deseo de Massa de aventajar al kirchnerismo en 12 puntos. El intendente de Tigre necesita aparecer el próximo domingo como algo más que el instrumento del que se sirvió la ciudadanía para cancelar la reelección. Massa aspira a salir de las urnas como un nuevo líder, capaz de atraer por sus propias condiciones y no sólo por el lugar que le tocó en el ajedrez del antikirchnerismo.

Ese reto viene impuesto por el problema más complejo de la candidatura presidencial de Massa. Que el oficialismo retenga el 30% del electorado bonaerense significa que él se asienta sobre una base que incluye franjas muy amplias de voto no peronista. En consecuencia, Massa deberá conseguir que en 2015 sigan votando a favor suyo muchos de los que en esta elección sólo lo harán para oponerse a la Presidenta. Para que esa operación sea exitosa, tendrá que representar ideas y valores ajenos a la tradición de su partido. A partir del próximo domingo Massa cultivará un electorado sobre el que también trabajan Julio Cobos, Ernesto Sanz, Hermes Binner o Mauricio Macri. ¿Alcanzará para seducirlo la exhibición de peronistas que, en vez de comer con las manos, utilizan los cubiertos? Massa deberá imaginar un producto más elaborado.

La pretensión de aplastar a Scioli e Insaurralde tiene que ver con otro objetivo de Massa: fisurar más la estructura del oficialismo. El pacto de vasallaje entre los gobernadores y la Casa Rosada será difícil de romper. Para perforar ese blindaje y federalizar su figura, Massa apostará a un plan audaz: extender su liga de intendentes a todo el país. El método, al que él apeló desde el año 2010, ha ofrecido resultados aceptables en la provincia de Buenos Aires. Lo utilizaron Carlos Menem, Carlos Ruckauf y Néstor Kirchner cuando, cada uno en su momento, quisieron horadar el poder de Eduardo Duhalde sobre el conurbano bonaerense. Todavía no se sabe si este camino es transitable a escala nacional.

Massa urde su red obligado por su separación del PJ y convencido de que el público aprecia la inmediatez de la política municipal. Ya entró en contacto, entre otros, con Ricardo Quintela (La Rioja), Ismael Bordagaray (Famatina) y Ramón Mestre (radical, de Córdoba). Prepara, en cámara lenta, una “rebelión de los coroneles”. A su modo, reproduce un sueño de Cristina Kirchner. Para el establishment peronista es una avanzada mucho más irreverente que la que insinuó la Presidenta con La Cámpora.

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