Alberto Fernández no se quiere bajar y ahora dice que Biden apoya su reelección

Alberto Fernández no se quiere bajar y ahora dice que Biden apoya su reelección

Por: Marcelo Bonelli. El Presidente interpretó su reunión en la Casa Blanca como un aval a su gestión. Se acrecientan los cortocircuitos con Massa y Cristina está inquieta por la situación en la Provincia.

Alberto Fernández no se baja y mantendrá su proyecto de ir por otro mandato. Lo ratificó esta semana frente a sus íntimos colaboradores en la intimidad de la Quinta de Olivos. Su equipo -un puñado de leales y el propio Presidente- está agrandado y dicen que ese plan tiene ahora el apoyo de la Casa Blanca. Alberto -creer o reventar- tradujo el encuentro con Joe Biden como un aval a su candidatura y continuidad.

Volvió de Washington con esa idea. Extrapoló señales, interpretó palabras y, en la soledad de la casona presidencial, saco esa conclusión: EE.UU. quiere que siga otro mandato.

El Presidente insistió con esa conclusión en varias reuniones. Sus ministros fieles, como Santiago Cafiero y Vicky Tolosa Paz, lo alientan y lo entusiasman. Máximo y La Cámpora acusan a Alberto de “loco y mitómano”. Cristina expresa su calificativo despectivo preferido: “nunca creí que fuera tan pelotudo”. Sergio Massa –el tercer socio– se ríe a carcajadas: “En la Casa Rosada están con ese delirio”.

El ministro exclamó frente a sus íntimos: “Fui yo quien le avisó que la Casa Blanca lo iba a recibir”. Las habladurías son festejadas en la oposición. Horacio Rodríguez Larreta se frota las manos y Patricia Bullrich se agranda: “Yo le gano a Cristina. Imaginate a Alberto”.

Pero el Presidente va en serio. No escucha las burlas y se concentra en su utopía de ir por la casi imposible reelección. Alberto expuso sus tesis en Olivos. “Biden me recibió sabiendo que estoy a ocho meses de terminar mi mandato para dejar una señal de confianza y el deseo de que siga”, explicó. Y remató: “no es una especulación mía. Es un claro gesto a favor de mi continuidad”. La teoría de Alberto involucra a Lula. Y que Washington prefiere su pésimo gobierno a los delirios de Cristina o a un salto ultraliberal.

Las especulaciones ocurren en el medio de una dramática realidad. Las cosas están muy mal. La economía -todos los días- se acerca al borde del precipicio. El taxi de las reservas no frena y la remarcación se acelera. El primer corte del INDEC -lo elaboró Marco Lavagna y es confidencial- dice que el índice de marzo se ubicaría en la cumbre del 6,6 y el 6,8 %.

Los inversores de Wall Street sostienen que las interpretaciones de Alberto forman parte de una ficción. Afirman que su proyecto es imposible porque nadie lo votará.

Los dueños del dinero lo escribieron en sus informes secretos: el apoyo de la Casa Blanca obedece al deseo de Biden de que Alberto solo llegue a terminar su mandato y que Argentina no caiga – antes de las elecciones - en el abismo. Exactamente: que no haya “nuevos sobresaltos”.

Esos trabajos de JP Morgan, UBS, Morgan Stanley y Chase insisten en la pesadilla que será “el puente” hasta las elecciones y en la demoledora herencia que recibirá el nuevo Presidente. En los centros financieros internacionales conocen que la relación entre Alberto y Massa se deterioró y pende de un hilo.

El último fin de semana volvieron a tener otro cruce, que frustró un encuentro previsto entre ambos. Ambos, inmediatamente luego de estar con Biden, mantuvieron una reunión a solas y pactaron verse el pasado sábado en Olivos.

En Washington, el dúo actuó en forma coordinada. Pero distante.

Luego del encuentro en la Casa Blanca, el ministro le advirtió a Alberto: “Hay que dejarse de joder. De hacerse la paja mental y trabajar y cumplir lo pactado”. Pero ya en Buenos Aires, Massa decidió no concurrir a Olivos el fin de semana, enojado por actitudes de la Casa Rosada.

Así, se suspendió el encuentro íntimo en Olivos y lo reemplazó una reunión formal el lunes en la Casa Rosada. Massa reaccionó molesto por nuevas operaciones políticas en su contra. El ministro desconfía de Alberto y confirmó, según sus voceros, que atrás de esas acciones hay tres vinculados al Presidente: el canciller Cafiero, la vocera Cerruti y el embajador Daniel Scioli.

Massa lo dijo en una reunión de su equipo -había cinco de sus colaboradores- para que se entere el planeta. El ministro afirmó: “Alberto me está haciendo la guerra y el boludo manda a Cafierito, Cerruti y Scioli a limarme”. Y amenazó: “Un día le voy a plantar bandera y dura una semana”.

A Massa lo irrita que sea la Casa Rosada -incluso más que la oposición- la que insista en que no puede dominar la inflación, como si Alberto no tuviera que ver con la gestión.

También lo irritó que el Presidente dejara trascender que consultó a Martín Guzmán para armar su viaje a Washington. En la reunión bilateral ampliada en la Casa Blanca, Janet Yellen sorprendió porque cuestionó la gestión del ex ministro. Reconoció los esfuerzos de Massa y afirmó que con el ministro el Tesoro podía hablar más claro.

En dos semanas Massa va a iniciar una nueva misión a Washington. Buscará una reestructuración general de las metas del acuerdo con el FMI hasta diciembre.

La instrumentación del “acuerdo puente” bendecido por Biden, de todos modos, no será fácil: requiere decisiones políticas y medidas fuertes.

Otra vez, Máximo se tuvo que “tragar el sapo” del dólar agro: implica una monumental transferencia fiscal para los “enemigos” del campo. La excepcional medida se adopta por una cuestión: las reservas de disponibilidad del BCRA solo son de U$S 2.000 millones.

El paquete incluye otras decisiones para afrontar la escasez de billetes: un recorte adicional a las importaciones del 30% y los préstamos prometidos por EE.UU.

El plan “Semana Santa” no provocará nunca holgadez de verdes. Su instrumentación tiene un mensaje implícito: Massa no va hacer una devaluación general.

Pero la medida solo posterga la tensión al segundo semestre. En elecciones presidenciales -siempre- el dólar se complica. Es un atajo que cuenta con un apoyo clave de las cerealeras, los bancos, las cámaras de exportadores y los propios gobernadores.

Miguel Pesce tuvo cortocircuitos con Massa y el ministro le respondió con indiferencia. La relación esta muy deteriorada. Los planes de Alberto sobre su reelección tienen una ventaja. Es verdad que su utopía choca contra sus paupérrimas encuestas. Pero especula con la orfandad de candidatos del oficialismo. Esa cuestión la abordó el influyente Grupo de los 6. Fue una reunión atípica: los capos de las finanzas, el campo, el comercio y la industria se trasladaron a Tucumán para hablar y darle un respaldo a Juan Manzur. Muchos sueñan con reflotar la propuesta “Juan XXII”.

En la misión estuvieron Adelmo Gabbi, Eduardo Eurnekian, Javier Bolzico, Nicolás Pino, Carlos Weiss y participó – vía zoom – Daniel Funes del Rioja.

Los hombres de negocios están inquietos por el futuro. AEA y La UIA ven auspiciosa la candidatura de Juan Schiaretti y tambien todos los capos siguen la interna en Juntos.

Miguel Pichetto incorporó a sus equipos a Roberto Dromi. El juez Julián Ercolini sobreseyó en forma definitiva al ex ministro en la causa de la importación de un barco de gas. Ahora Dromi se integró activamente a la política. También lo consultan el senador Alfredo Cornejo, María Eugenia Vidal y Rodríguez Larreta.

Ya la propia Cámpora está dividida. Máximo y Larroque tiene fuertes diferencias. Algunos siguen aferrados a la pollera de Cristina y otros rechazan el “operativo clamor”. La Vice se enfrenta -como la Maléfica de Disney- a un espejo que no le devuelve la imagen que ella idealiza en sus relatos.

La versión de que evalúa múltiples candidatos alternativos confirma una cuestión central: Cristina no tiene ni una figura competitiva, aun para perder.

Miguel Galuccio está concentrado en la expansión de Vista, y Pablo González tendría -primero- que justificar su mediocre gestión en YPF. Como petrolero, su único acierto fue el millonario contrato publicitario con Leo Messi. Dicen que incluye el abastecimiento gratuito de combustibles para sus vuelos trans-oceánicos.

Maximo es “piantavotos” y Axel no quiere inmolarse por “el proyecto”. El jefe de La Cámpora lo acusa de egoísta a Kicillof: “No piensa en la propuesta”.

Las últimas decisiones judiciales, además, desnudan la pésima gestión que Kicillof hizo como ministro de Cristina.

Axel cometió groseros errores técnicos en la forma como estatizó YPF. Tambien fue experto en manipular el INDEC para ocultar su colección de fracasos con el crecimiento, la pobreza y la inflación.

Esa “mala praxis” la va a pagar la sociedad en su conjunto: parecen ilevantables los fallos externos contra el Estado argentino. Ya la negociación del Club de París fue ruinosa: en el 2014, Axel aceptó clausulas lesivas e incrementó las deudas en un 50 %. En un día la deuda con el Club de París pasó de U$S6000 a 9000 millones.

En la YPF de La Cámpora consideran insólitamente positivo el fallo de Loretta Preska porque no va contra los activos de la petrolera, sino que responsabiliza directamente al propio Tesoro argentino.

Axel está desorientado y golpeado políticamente. Fue penosa su reacción -y la de Berni- frente al asesinato del colectivero. En el conurbano hay una “pandemia de inseguridad” y a la dupla solo se le ocurre lanzar una teoría conspirativa y un relato que nadie cree.

Cristina está inquieta. Al Senado llegó un documento que circula entre poderosos.

Contiene información inquietante: insiste en que la inseguridad le puede hacer perder la reelección a Axel y el bastión bonaerense a Cristina.

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