Larreta y Bullrich prestan atención: España le dijo no a la confrontación extrema

Larreta y Bullrich prestan atención: España le dijo no a la confrontación extrema

En la elección del 28-M, la sociedad española también castigó la interna salvaje del gobierno de Pedro Sánchez. En Juntos por el Cambio saludan al Partido Popular pero toman nota del mensaje

Por Fernando González

“Venimos del futuro”. Es una de las frases más escuchadas en estos días en la ciudad de Madrid. La pronuncian argentinos, pero también venezolanos y ahora colombianos. Los inmigrantes les advierten así a los españoles sobre los peligros del populismo: la inflación, la inseguridad en las calles y la intolerancia política. Sobre todo la inflación y, con ella, la incertidumbre financiera.

Suman unos setecientos mil los sudamericanos que viven en la capital española. Y muchos fueron a votar el domingo. Algunos porque también son ciudadanos españoles y otros porque, siendo residentes, pueden votar en las elecciones municipales.

Es el Partido Popular, sostenido en el carisma de Isabel Díaz Ayuso, el que más ha trabajado el voto de los latinos que cada día llegan a Madrid. Por primera vez, estas elecciones han permitido que un venezolano (Gustavo Eustache) llegue la Asamblea de la Comunidad Madrileña y un colombiano arribe como concejal al Ayuntamiento de la Ciudad. Un grupo de argentinos, la mayoría de ellos trabajaron en el PRO, se sumaron políticamente a la oleada que tanto favoreció a los populares.

Pero el dato que asoma de las elecciones regionales y municipales españolas, además de la derrota catastrófica del Socialismo que llevó a Pedro Sánchez a adelantar los comicios presidenciales de fin de año para el cercano 23 de julio, es el voto castigo que se registró contra la confrontación extrema que mostró a cielo abierto la coalición de gobierno. El país que sufrió tres años de guerra civil entre el franquismo y los republicanos reniega ahora de las batallas internas que no permiten gobernar.

Hay que anotar tres argumentos fundamentales de la elección del 28-M que determinaron el triunfo del Partido Popular, la derrota del Gobierno, y que los equipos de campaña del Frente de Todos, de Juntos por el Cambio y hasta los del populismo libertario de Javier Milei están evaluando con profundidad.

1.- La mayoría de los españoles rechazaron las posiciones de feminismo extremo que Podemos, el socio chavista del PSOE, le impuso a Pedro Sánchez. El mejor ejemplo fue la ley del “solo sí es sí”, con la que la ministra de Igualdad, Irene Montero, pretendió mejorar la legislación para proteger a las mujeres de los abusos machistas. La funcionaria no escuchó siquiera a los propios juristas de la coalición gobernantes y pergeñó un mamarracho jurídico que, en apenas tres meses, provocó la reducción de penas a más de mil agresores sexuales y hasta la liberación lisa y llana de un centenar de esos abusadores.

2.- La mayoría de los españoles rechazaron las concesiones que el gobierno de Sánchez le concedió a integrantes de la organización terrorista ETA. Sobre todo las indemnizaciones a quienes cometieron crímenes cuando la dictadura franquista ya había terminado. Días antes de las elecciones, se reveló que siete candidatos a concejales del partido pro etarra EH Bildu habían cometido delitos de sangre. Todos debieron prometer que, de ser elegidos, renunciarían a sus bancas. El escándalo, de todos modos, hizo retroceder aún más al Socialismo en las encuestas.

3.- Pero la sorpresa mayor entre los analistas españoles es el rechazo de una parte decisiva de los votantes a la política de confrontación permanente que exhibió la coalición de gobierno. Las ministras de Podemos, Irene Montero y Ione Belarra, se enfrentaron salvajemente con la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, una dirigente surgida del Partido Comunista que armó un nuevo partido de izquierda (Sumar), para restarle votos a sus compañeras de gabinete. Los esfuerzos de último momento de Sánchez para recomponer la alianza de la izquierda no alcanzaron a disimular la erupción interna del gobierno socialista. Los españoles, está claro, no lo perdonaron.

Allí hay que buscar también los motivos del presidente de España para adelantar las elecciones generales. Con esa decisión, Sánchez logró que en las horas siguientes a la elección se hablara menos de la catástrofe socialista. Logró que una parte de la sociedad leyera el gesto como una respuesta rápida al mensaje de las urnas. Y logró, sobre todo, que sus aliadas-enemigas se quedaran con muy poco tiempo (menos de dos meses) para atacarlo y salieran a la búsqueda de un candidato alternativo.

El ex presidente ha puesto a todos sus antiguos colaboradores a trabajar para Bullrich, creyendo que en un gobierno de su ex ministra tendrá más chances de influir y mantener protagonismo

No es que el Partido Popular navegue entre las nubes de un paraíso de convivencia. Alberto Núñez Feijóo llegó a la presidencia del partido porque el líder anterior (el hoy cancelado Pablo Casado) cometió la herejía de conspirar contra la princesa de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, usando al submundo del espionaje para tratar de complicar al hermano de la presidenta comunitaria con contratos supuestamente oscuros durante la pandemia.

De ese escándalo, por el que Casado, el segundo y el tercero debieron renunciar a las veinticuatro horas, surgió un acuerdo entre el líder gallego y la madrileña. Núñez Feijóo sería el candidato a presidente pero, si se caía en las encuestas, Díaz Ayuso pasaría a reemplazarlo. A cambio, esto es política y ningún pacto es gratuito, Isabel se quedó con la presidencia del PP de Madrid. Una medalla de broce que Casado siempre le quiso negar para que finalmente lo perdiera todo por egoísmo. Lo cierto es que ese epílogo terminó salvando al Partido Popular.

Como bajar un cambio en el fragor de la batalla

Apenas transcurridas las primeras horas de la elección española del 28-M, los dirigentes argentinos comenzaron a efectuar movimiento para aprovechar algunas conexidades entre ese comicio y los que se aproximan en el país de la incertidumbre.

Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich saltaron a las redes sociales para saludar a los ganadores del Partido Popular. El jefe del gobierno porteño los nombró a los tres (Núñez Feijóo, Díaz Ayuso y José Luis Martínez Almeida), pero la ex ministra de Mauricio Macri prefirió concentrar la felicitación solo en la gran triunfadora de Madrid. Así intenta trazar paralelismos de mujer a mujer, destacando el atributo combativo como semejanza.

De todos modos, Díaz Ayuso ha preferido desmarcarse de la competencia entre sus admiradores argentinos. Recibió a Rodríguez Larreta en dos ocasiones (una en su despacho de la Comunidad de Madrid, y hace dos meses lo fue a ver junto a su pareja en el hotel donde el jefe porteño paraba junto a la suya). Y compartió gustosa el intercambio de tuits con Bullrich. En abril pasado podría haberse encontrado con todos los dirigentes importantes de Juntos por el Cambio en la cena de la Fundación Libertad, incluyendo a Mauricio Macri, pero postergó aquella visita a Buenos Aires por la velocidad que adquirió la campaña.

El impacto de los resultados en España acentuó la preocupación de la mayoría de los dirigentes de Juntos por el Cambio. “Tenemos que dejarnos de joder porque la marca de la coalición sigue perdiendo puntos en las encuestas y nos arriesgamos a quedar afuera del ballotage”, advierte un legislador al que escuchan todos. El clima de beligerancia ha bajado un poco pero sigue en marcha la que es quizás la más autodestructiva de las maniobras. Salir a pedirle a Rodríguez Larreta que se baje de la candidatura presidencial con el argumento de que hay encuestas que lo muestran debajo de Bullrich. Hay tantas de esas como hay otras que lo muestran por arriba de la ex ministra. Los larretistas no tienen dudas al asignarle autor intelectual a la campaña.

Están seguros de que forma parte de la estrategia de Macri para evitar que Rodríguez Larreta pueda quedarse con la candidatura presidencial. El ex presidente ha puesto a todos sus antiguos colaboradores a trabajar para Bullrich, creyendo que en un gobierno de su ex ministra tendrá más chances de influir y mantener protagonismo. “Si cree eso es porque no la conoce a Patricia”, sonríen en el equipo que trabaja en las oficinas de campaña sobre Plaza de Mayo. Despachos amplios con ventanas desde las que se puede observar la Casa Rosada. Todo suma.

Pese a que internamente es un volcán, Juntos por el Cambio ha decidido hacer algunos gestos de unidad para reducir las pérdidas en las encuestas. Comenzó por Córdoba, donde armaron encuestas para que Luis Juez sea el candidato único a gobernador y Rodrigo De Loredo sea el candidato único a intendente de la capital cordobesa. Y alumbrará el mismo método en estas horas para que Jorge Macri termine aventajando a Fernán Quirós y convirtiéndose en el candidato a jefe de gobierno porteño, probablemente acompañado por Soledad Acuña. Una fórmula que cuente con la aprobación de Rodríguez Larreta, de Bullrich, Macri y la de María Eugenia Vidal.

La competencia por la candidatura presidencial de JxC entonces se definirá en la decisiva provincia de Buenos Aires. Rodríguez Larreta irá junto a Diego Santilli como candidato a gobernador, y Bullrich lo hará junto a Néstor Grindetti. La batalla está desatada para conseguir los mejores aliados en el conurbano bonaerense y entre los dirigentes de la UCR, que mantiene a dos precandidatos presidenciales (Gerardo Morales y Facundo Manes). Cada uno extrema sus apuestas territoriales y las PASO dirán como se conforma la nueva estructura de poder de la era post macrista.

A quien le devolvió una imagen incómoda el espejo español es al Frente de Todos. El derrotado Pedro Sánchez es quizás el aliado más frecuente que tuvo Alberto Fernández, aunque aquella frase sobre “los brasileños que venían de la selva y los argentinos que bajaban de los barcos” improvisada delante del presidente de España instaló en La Moncloa la sensación de que no podían esperar demasiado de ese presidente sin volumen político.

La última apuesta que hizo fue Sánchez con Alberto fue pedirle que mantuviera por un año más la presidencia de la Celac (la organización de países latinoamericanos y el Caribe con la que los gobiernos de izquierda pretenden quitarle protagonismo a la OEA) para aprovechar que España ocupará entre el 1º de julio próximo y el final del año la presidencia de la Unión Europea.

“Nos venía bien que Argentina fuera nuestro aliado en América Latina para impulsar la integración con Europa porque ni el mexicano López Obrador ni el colombiano Gustavo Petro nos resultaban confiables”, confirma un funcionario español al tanto de las negociaciones. Hubo incluso una sugerencia del propio Rey Felipe VI durante un evento diplomático. “Hagan lo posible por quedarse; y si no pueden, avisen antes de que se elija al sucesor”, fue el mensaje del monarca, atento como pocos a la política.

El final es como de una novela de García Márquez. Tal vez la “Crónica de una muerte anunciada”. A Alberto le fallaron sus aliados que tanto elogia (Lula Da Silva y López Obrador) y la presidencia de la Celac quedó finalmente en manos de Ralph Gonsalves, el jefe de estado de San Vicente y las Granadinas, un archipiélago de las Antillas menores, una colonia británica con 389 kilómetros cuadrados y poco más de 100.000 habitantes.

“Ni siquiera nos avisaron que habían perdido contra los ingleses…”, se ríe el diplomático español. Se toma el trago del atardecer en Madrid y se encoge de hombros. “Igual ahora importa muy poco; lo más probable es que nosotros también quedemos afuera del juego el 23 de julio”. Quedan pocos socialistas optimistas después del terremoto del domingo. La Argentina es campeón mundial de fútbol e imbatible cuando el premio es para aquel que pierde todas las oportunidades.

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