El peronismo bonaerense se prepara para octubre, sin fisuras visibles

El peronismo bonaerense se prepara para octubre, sin fisuras visibles

La lapicera ya tiene dueño, pero la negociación será ríspida. Unidad no quiere decir uniformidad. Si hay éxito, 2023 está cerca. Sino, Devoto.

El peronismo jugará en octubre, no sólo la tranquilidad en los dos últimos años de mandato de Alberto Fernández, sino su suerte en 2023. Antes, en los doce años de kirchnerismo, el PJ perdió las legislativas de 2009, 2013 y luego, ya estando Mauricio Macri en el poder, las de 2017.

No es, por lo tanto, sólo una elección, sino la continuidad de un proyecto político. Ocurre que el optimismo de 2019, cuando todos esperaban que 2020 fuera un año de despegue tras el desastre económico que legó Macri a la Argentina, se disipó al comenzar una pandemia que se convirtió en el cementerio de los sueños de una Argentina mejor para muchos.

De todos modos, sueño o realidad, la elección se define, como siempre, en la Provincia de Buenos Aires, adonde viven 17 millones de argentinos y el Partido Justicialista tiene un padrón de 1.300.000 afiliados.

La apuesta fuerte fue en este caso, el lanzamiento de Máximo Kirchner para presidir el PJ bonaerense, la máquina electoral que no está invicta, pero que siempre impone respeto.

El proyecto no tiene que ver, como erróneamente publicaron distintos analistas políticos, con un salto hacia el poder por parte del presidente del bloque de diputados nacionales del Frente de Todos. Más bien está relacionado con preservar el poder del peronismo en el distrito más poblado del país, buscando la homogeneización de todos los sectores, que se mantenían juntos pero no unidos.

El único disidente en este proceso fue el intendente de Esteban Echeverría, Fernando Gray, al que le tocaba la presidencia rotativa del PJ durante este año, cuyo mandato vencía, en principio, en diciembre. Rechazadas todas sus apelaciones ante la Justicia, sólo le queda la bala de plata de la Justicia Nacional Electoral, pero allí domina el peronismo. De sus tres jueces, Alberto Dallavía es radical y Santiago Corcuera y Raúl Bejas son peronistas. Allí no habrá agua para su sed de justicia.

De todos modos, a pesar de que sus compañeros intentaron convencerlo para que desistiera de su actitud, Gray se mantuvo en sus trece. De todos modos, recibió un guiño que grafica la actitud unitaria que predomina en la composición de la nueva conducción. Fueron incluidas en la lista la diputada Fabiana Bertino, que llegó a la Legislatura provincial de la mano de Gray y la coordinadora de Políticas de Género de Echeverría, Gisela Centomo.

El lunes último –cinco de abril- la Junta Electoral partidaria que conforman, entre otros Leonardo Nardini, Cristina Álvarez Rodríguez, “Juanchi” Zabaleta, Verónica Magario y Mariano Cascallares, declaró la victoria de la lista que encabeza el hijo del expresidente Néstor Kirchner al rechazar la que presentó el inefable Alberto Samid.

De esta manera, el PJ se encuentra en estos momentos gestionando la reunión del Congreso provincial, que aglutina a más de 500 personas. El método debería ser por vía digital, en sintonía con las restricciones que termina de dictar el presidente de la Nación y del Partido Justicialista nacional, Alberto Fernández.

Resuelto este tema –por ahora- la tónica de la campaña estará dada por las pujas de los candidatos distritales. La lapicera está en manos de Máximo, pero los caudillos zonales poseen tradicionalmente mucho peso en el peronismo, que tiene una impronta netamente territorial.

Allí tallarán Gabriel Katopodis, Martín Insaurralde, Fernando Espinoza, Mariano Cascallares, Juan Zabaleta y Gustavo Menéndez. Éstos tienen diálogo con todos los sectores, inclusive con el rebelde Gray.

Es necesario recordar que el 2015, cuando se perdieron las elecciones nacionales y también la provincial, los intendentes peronistas conformaron un primer agrupamiento que fue efímero, pero que sirvió para comenzar a hacer política y construir hacia 2019. Éste fue el Pacto de San Antonio de Padua, que reunió a doce intendentes que se apretaban a enfrentar el proyecto de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires, que les permitió capear con relativo éxito el sablazo a la coparticipación que intentó –recién asumida- María Eugenia Vidal.

En el documento fundacional de la agrupación de intendentes, éstos le reprocharon tanto al exgobernador Daniel Scioli como a la presidenta saliente, Cristina Fernández de Kirchner, la madre del que sería el presidente entrante del PJ, que hubieran llenado las listas de candidatos que no respondían a los territorios, que votaban según su conveniencia los proyectos legislativos del Gobierno provincial.

 

El único disidente en este proceso fue el intendente de Esteban Echeverría, Fernando Gray, al que le tocaba la presidencia rotativa del PJ durante este año, cuyo mandato vencía, en principio, en diciembre. Rechazadas todas sus apelaciones ante la Justicia, sólo le queda la bala de plata de la Justicia Nacional Electoral, pero allí domina el peronismo.

Esto es sólo historia, pero resultó aleccionador en cuanto a la conformación de la lista que encabeza Máximo Kirchner, en la que están representados prácticamente todos los sectores que integran el universo provincial bonaerense.

La elección se presenta complicada en las estepas rusas, pero será difícil que los problemas que arrastra el Gobierno sean capitalizados por Juntos por el Cambio. Los bonaerenses habitan el territorio en el que las políticas duramente liberales que aplicó Mauricio Macri dejaron una huella de devastación que no será olvidada prontamente.

Paralelamente, en Juntos por el Cambio predominan los “halcones” macristas, que enarbolan un discurso tan duramente binario que pareciera que renunciaron anticipadamente a sus votantes “no duros”, que en 2015 eligieron a Mauricio Macri y que en 2019 migraron al Frente de Todos y a la dupla de los Fernández.

Además, la interna aún no saldada del radicalismo dejará huellas en la coalición hoy opositora. El empate técnico y las posteriores presentaciones judiciales generaron un clima de efervescencia que no favorecerá los acuerdos internos.

Tal situación en el principal partido opositor licuaría la fuga de votos que padecería el peronismo a manos de los grupos que se unieron en 2019 a Consenso Federal, que esta vez –si todo marchara sobre ruedas- aglutinará nuevamente a Roberto Lavagna, que no será candidato, Juan Manuel Urtubey y Graciela Camaño, con un agregado de otro experto en disidencias, Florencio Randazzo. Éstos aseguran que su capital electoral ronda los cinco puntos.

Finalmente, no habrá elecciones formales en el peronismo bonaerense, ante la presentación de la lista única que encabeza Máximo Kirchner. La única formalidad que aún resta es la reunión del Congreso provincial, que debería consagrar la nómina.

Luego será el momento de la rispidez, cuando se elaboren las otras listas, las de candidatos. La pelea por los porotos es un deporte rudo, que pocas veces produce rupturas, aunque a veces, cuando las listas no son lo suficientemente representativas, han sido el caldo de futuras derrotas, tal como pasó hace unos pocos años atrás.

Comentá la nota