Los huérfanos del peronismo

Los huérfanos del peronismo

Los resultados de las elecciones provinciales son los peores en mucho tiempo para el PJ no mileista. Dividido y connfundido, un partido de poder corre riesgo de volverse testimonial. Apuntes sobre la doble orfandad de los convencidos y los indiferentes.

Por: Diego Genoud.

Después de perder las presidenciales ante un marginal de la política que le arrebató el poder en un abrir y cerrar de ojos, el peronismo no reacciona ni sale de su aturdimiento. Las elecciones legislativas en Jujuy, Salta, San Luis y Chaco confirmaron lo que ya había sugerido Santa Fe. Dividido y confundido, el peronismo no convoca ni a sus propios votantes. Es lo que se desprende del dato más importante que ofrece hasta ahora la temporada de comicios: la bajísima participación electoral. Lo que arrojó el escrutinio provisorio de Santa Fé en la elección para la convención constituyentes (votó el 55% del padrón) se confirmó en Jujuy (63%), Salta (58,8%), San Luis (60 %) y, sobre todo, Chaco (52,1%).

Ya la elección presidencial de 2023 -donde votó el 76,37% del padrón- había generado el menor entusiasmo de los últimos 20 años. Milei fue el emergente que surgió y se benefició de la descomposición del sistema político. Ahora, después del ajuste más grande de la historia, el peronismo no renace sino que profundiza su propia crisis. Para el politólogo y analista político Pablo Salinas, hay un contraste con el 2001, que estuvo marcado por la crisis de representación y apatía que se expresaba en las mil formas del llamado “voto bronca”. Ahora, dice, es un paso más hacia la indiferencia, lo que expresa la escasa o nula confianza en el sistema político. “Tarea para los líderes de todos los partidos y su afán de hacer obras de teatro sin público: tienen el libreto, tienen los actores (gastados y mañosos), pero no los ve nadie”, escribió Salinas. ¿Quiénes son los que abandonaron el teatro y prefieren quedarse en su casa? ¿A quién votaban? ¿Por qué sienten que no tiene sentido ir a elegir candidatos? 

Con pasado en la función pública y filiación en el peronismo, Salinas dice que el resultado del peronismo el domingo pasado es catastrófico y advierte que, si no hay cambio de lógica, el espacio enfrentará un escenario inédito, con enormes interrogantes sobre su futuro. 

Cada una de las provincias que votó el domingo 11 muestra una cara posible de la crisis del peronismo y potencia el cruce de acusaciones, en especial las críticas a la conducción de Cristina Fernández de Kirchner en el PJ nacional. Salta y Jujuy son los dos casos donde los cuestionamientos son más fuertes. Dos provincias con el PJ intervenido, en especial Salta, con una intervención tardía que sólo aceleró la huida de los dirigentes del peronismo hacia los brazos del colaboracionista Gustavo Saénz. Volvió a imponerse la frase del legendario Juan Carlos “Chueco” Mazzón: “hay algo peor que la traición: el llano”. Por alguna razón, CFK intervino con Sergio Berni y María Laura Alonso sin que Sergio Massa, el aliado histórico de Saenz -que fue su candidato a vicepresidente en 2015- lograra plantear o diseñar algún esquema de alianza con el gobernador. Si el objetivo era ganar o conservar algo de poder, la política de máxima pureza fracasó y dejó libre a Saenz para que le mendigue en público a Milei un apoyo mayor al que le da desde Casa Rosada. 

En Jujuy, el fracaso fue igual de estruendoso, pero lo que no se dice es que la política fue exactamente la opuesta. Ahí, la decisión no fue perder con los propios sino recibir al rey del colaboracionismo Rubén Rivarola, el poderoso jefe del PJ jujeño que fue indultado por Cristina en el Instituto Patria y conformó una lista común con La Cámpora y Juan Grabois. El agua y el aceite. Dueño de medios y de un entramado de empresas que lo convierten en concesionario y socio del Estado, el peronista Rivarola fue el principal sostén de Gerardo Morales durante sus 8 años como gobernador y le dio el apoyo decisivo para la reforma constitucional que tuvo un alto rechazo. Como opositor, el último domingo su aporte fue módico.

La candidata de unidad, Noemi Isasmendi, salió tercera con menos del 11% de los votos, muy lejos de la UCR y La Libertad Avanza. A la otra lista del peronismo, que respondía a la senadora Carolina Moises le fue todavía peor: Carlos de Aparici no llegó siquiera al 4% de los votos. Enojada con el indulto a Rivarola y la postergación de sus aspiraciones, Moises rompió con Cristina y se acercó a Milei a través de los oficios de Raúl Jalil, el gobernador que la convenció de que apoyara el RIGI libertario. Aliarse a los libertarios tampoco le sirvió.

En San Luis, el fugaz macrista Claudio Poggi se llevó los votos de un sector del peronismo que, como él, se educó en la escuela de los Rodriguez Saá. Moraleja: un peronista como Poggi puede tener vida al frente de una alianza con mucho antiperonismo adentro y le rinde estar lejos del partido. 

En Chaco, Jorge Capitanich consiguió 173 mil votos y quedó lejos de los 232 mil que obtuvo el oficialismo del radical Leandro Zdero. Si hubiera hecho una alianza con Magda Ayala, la peronista disidente del Frente Primero Chaco que tiene buena sintonía con Ricardo Quintela, hubiera logrado un empate técnico. Ayala obtuvo casi 58 mil votos. Capitanich lleva más de 25 años en los primeros planos de la política: después de ser tres veces gobernador, intendente, jefe de gabinete y senador, no puede ganar una elección para legislador. Cercano a CFK pero también a Axel Kicillof, asiste al desgaste de su propio proyecto. 

Junto con la baja participación electoral, el dato más saliente es que el peronismo se consolida en la oposición y cae como nunca en el apoyo a sus candidatos. Un partido de poder con riesgo de volverse testimonial. En ese marco y con el PRO en extinción, a Milei le alcanza para ser el eje de la disputa política con una potencia electoral que es propia de una tercera fuerza. En Jujuy obtuvo el 20% de los votos y en Salta ganó solo en la capital. Sin embargo, con eso le sobra para tener a los gobernadores como aliados, rendidos y disciplinados ante su liderazgo. El presidente es la única referencia nacional entre las ruinas del sistema político y sabe que los caudillos provinciales funcionan como rueda de auxilio de su estrategia en el Congreso. La derecha y el bloque antiperonista, que se reunificaron en 2015 para ganar las elecciones, hoy están fracturados y debilitados. Milei tiene un peronismo oficialista, que va desde Daniel Scioli hasta los gobernadores que rompieron con UP. Pero el peronismo opositor aparece directamente sin norte. 

En agosto de 2017, cuando el peronismo llevaba dos años como opositor a Macri, el sociólogo Juan Carlos Torre dio una conferencia en el Congreso de Ciencia Política en la que volvió sobre los huérfanos del sistema político, la categoría que él mismo había inaugurado, después del estallido de 2001. Ahí, retomó el analisis sobre la gran crisis que había dejado desamparados a los partidarios históricos de la UCR pero también a los votantes del Frepaso y de Acción por la República. Pero además, afirmó que la suerte de Cambiemos dependía de que aquellos huérfanos permanecieran fieles a la coalición que lideró Macri: se trataba de un apoyo condicional. Para Torre, en cambio, los votantes del peronismo siempre habían tenido una adhesión menos contingente y el peronismo había salido casi indemne del que se vayan todos. 

“¿Le llegó al peronismo su 2001?”, la pregunta que Torre se hizo durante el macrismo vuelve otra vez a cobrar vigencia cuando los resultados le dan la espalda al principal partido de oposición. Por alguna razón, al menos en las provincias donde se votó hasta ahora, los opositores a Milei no encuentran cómo expresar su descontento o deciden directamente no ir a votar. En diálogo con una idea que había planteado antes el sacerdote jesuita Rodrigo Zarazaga, Torre decía que detrás de la ruptura de Massa con Cristina -2013-2019- existía un divorcio en la base social del peronismo: entre los trabajadores registrados y sindicalizados con los trabajadores informales. 2019 marcó la reunificación de la dirigencia bajo el lema unidad hasta que duela, pero no alcanzó para resolver los problemas. Al contrario, los agravó como nunca y el peronismo volvió a la oposición más rápido que nunca en 40 años de democracia. 

Después de un gobierno que fue un fraude a las expectativas de 12.942.183 de personas que votaron a Alberto y Cristina, Milei aterrizó en la presidencia. El panorama no es alentador. El PJ no mileista gobierna apenas 5 de las 24 provincias, la ex presidenta es la titular de un PJ astillado en mil pedazos, Massa sostiene un silencio que está a punto de cumplir 18 meses y CFK entró en una disputa con su más destacado hijo político que tiene tanto de incomprensible como de ambacentrica. Un triunfo de Leandro Santoro el próximo domingo en la ciudad y sobre todo una victoria del peronismo en la provincia de Buenos Aires pueden diluir, opacar o postergar los síntomas de agotamiento que surgen de las primeras cinco elecciones del año. Sin embargo, los datos están a la vista, como tantas veces.

Aunque su escala y su misión eran otras, la muerte del Papa Francisco tuvo réplicas de todo tipo en su país: entre sectores de la dirigencia, profundizó una sensación de vacío que lleva bastante tiempo. Ese sentimiento de orfandad puede tener una doble cara y excede por mucho a las segundas líneas dirigenciales. Afecta a los votantes del peronismo que hoy se perciben huérfanos de líderes que estén a la altura, con la claridad, las propuestas, el programa, el coraje y la generosidad suficientes que demanda el nuevo tiempo. Pero también golpea a los que, por sus características y condición, son votantes naturales del peronismo pero hoy se sienten huérfanos de una representación política que se ocupe de sus problemas cotidianos, en un contexto de ajuste, destrucción de empleo y plata que no alcanza. Una porción de ese electorado creyó ver en Milei la salvación y hoy en muchos casos duda. pero no sabe hacia dónde ir. Otra parte decide directamente no ir a votar. Se desengancha del sistema y se desconecta de la política. Tal vez sea una respuesta a un sistema que, ya hace mucho tiempo, se desconectó de sus necesidades más elementales, entregado a una endogamia suicida.

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