Los cuatro peronismos que conviven en Córdoba

Los cuatro peronismos que conviven en Córdoba

Llaryora aspira a un gran partido cordobés. Gill busca romper desde adentro el aislamiento que Schiaretti le impuso al kirchnerismo. Alesandri apuesta a lo auténtico. El ensamblaje que aguarda la renovación.

Por Yanina Passero

“Hay que sacarse la camiseta partidaria y ponerse la de Córdoba”. La frase es del candidato a gobernador de Hacemos Unidos por Córdoba, Martín Llaryora. Lanzada en un acto de campaña, junto a su compañera de fórmula, la radical Myrian Prunotto, es el guiño a la transversalidad que propone el peronismo cordobés para la siguiente etapa de la política provincial y que sintetizó en su binomio electoral.

El gran partido cordobés que propone el delfín de Juan Schiaretti y que irrita a los aliados en Juntos por el Cambio (JxC) es parte de una lógica de supervivencia que empezó con José Manuel de la Sota en 1999, cuando se unió a la Ucedé; continuó con el actual gobernador tiempo después y hoy retoma Llaryora para enfrentar la renovación generacional peronista y a una oposición unida detrás de Luis Juez.

La diferencia con sus antecesores es que Llaryora propone superar los frentes electorales hasta ahora conocidos para avanzar hacia un gobierno de coalición; supone borrar los límites ideológicos entre partidos para pensar en el bien común con una gestión integrada, aunque esto encierra algunas trampas para la democracia. Sin oposición real, sino como una parte activa del poder de turno, ¿quién garantiza el control de los actos de gobierno?

 

 

Allí radica la resistencia de JxC, que entiende que el poder exige puntos de contacto sin llegar al extremo de un borramiento de sus roles definidos en el sistema.

En este sentido, hay quienes hablarán de pacto entre el peronismo y el radicalismo para enfrentar a un enemigo común como Juez. En otros casos, del clásico reparto de jurisdicciones que supondría “la Provincia para el PJ; la Municipalidad, para el radicalismo”, siempre vigente en el imaginario de la política cordobesa y que encuentra en la candidatura municipal de Rodrigo de Loredo similitudes a las de aquella elección en las que De La Sota volvió a la gobernación en 2011 y la UCR sentaba a su nueva promesa generacional en el Palacio 6 de Julio, Ramón Mestre. Los límites eran definidos, aunque esta vez está más claro que nunca que JxC quiere terminar con 25 años de oficialismo en el Panal.

Las tensiones con el peronismo cordobesista no son exclusivas de la oposición, que se siente amenazada por la ambulancia que intenta alzar a su dirigencia herida. Los puentes de diálogo que Llaryora abrió, incluso, a otros sectores del justicialismo, ya dejan planteada la discusión que seguirá inmediatamente después del maratónico año electoral.

Peronismo paciente

El intendente de Villa María, Martín Gill, integra el Frente de Todos; fue funcionario nacional en la cartera de Obras Públicas y desde allí construyó músculo para tejer una red de más de 50 intendencias que trabajarán para el oficialismo provincial el domingo 25 de junio.

En el plenario que organizó esta semana para mostrar uno por uno los aportes a un Llaryora necesitado de asegurarse cada tanto, Gill deslizó parte del plan de “regresar” al peronismo, pero desde adentro.

Con un discurso moderado, logró tabicar el antikirchnerismo rábico que exhibe Schiaretti a medida que se aproximan los turnos electorales. El exrector universitario fue clave en la llegada de obras con fondos nacionales en la etapa albertista, luego de que la provincia atravesara algunos incumplimientos de la gestión macrista y la ausencia de recursos durante el cristinismo duro. Promete a los suyos -a quienes convenció de no apoyar a la fórmula directamente alineada con la Casa Rosada que expresan Federico Alesandri y Gabriela Estévez- dar la discusión desde adentro, con base en la gestión.

Los contemporáneos de Llaryora maduraron la necesidad de dejar atrás viejas antinomias, pilares básicos de la construcción de la identidad cordobesista. Imaginan un engranaje en la nueva etapa de liderazgos, del que no escapa el cristinismo duro que se referencia en la diputada Estévez, por ejemplo; o en el que expresa una conocida enemiga de De la Sota, Olga Riutort, que no competirá en las elecciones capitalinas en clara señal de vigencia del acuerdo político que tiene con Llaryora desde 2019.

Peronismo auténtico

Lo cierto es que esta ofrenda anticipada de Gill a Llaryora con miras a un ensamblaje real, que no esté atado a las necesidades coyunturales del schiarettismo, choca con el peronismo que dice representar el intendente de Embalse, Alesandri.

“Sin nosotros, el peronismo de Córdoba desaparecería”, dijo a Letra P el candidato a gobernador que logró la bendición de Cristina Fernández de Kirchner, con foto social en su despacho. Reivindica el legado de De la Sota y apunta a la frente de Llaryora con su apuesta a girar el peronismo hacia la derecha con acuerdos con el PRO de Mauricio Macri.

Alesandri, Estévez y Cristina Fernández de Kirchner, en el despacho de la vice.

Este sector apuesta a los consensos futuros, al ensamblaje generacional que no fue posible durante las batallas de los padres del cordobesismo, tanto con el poder central o con otros dirigentes, entre quienes destacan el histórico jefe del PJ, Carlos Caserio, también alineado con el presidente Alberto Fernández.

¿Cómo imaginan el regreso? Fortaleciéndose desde la Legislatura y prendiendo velas para que la interna nacional del peronismo, por ahora sin CFK como candidata, se ordene de una vez por todas.

Peronismo rehén

Llaryora, Gill, Alesandri y otras figuras del peronismo cordobés como Natalia de la Sota tienen en común vinculaciones desde la tierna militancia con referentes que perfilan liderar la etapa que sigue, como Sergio Massa, Wado de Pedro y Axel Kicillof, entre otras referencias dirigenciales.

Lo cierto es que hoy no lideran el regreso del peronismo cordobés a la escena nacional que imaginan, por cierto, posterior. Schiaretti incursiona en este escenario con una propuesta que “frente de frentes”, cuya definición es amplia y confusa. Le habla a todos los sectores, menos al kirchnerismo que dice tener de rehén al peronismo.

Mientras ese juego tenga vigencia, la sinergia entre cada una de las expresiones del justicialismo local chocará con el pragmatismo que impone un electorado cordobés profundamente antikirchnerista y el recurso de JxC de mezclar a todo el mundo “como parte de lo mismo”. El peronismo deberá surfear ese desafío y postergar el diálogo profundo cuando acabe la etapa de renovación que está a punto de sustanciarse si logra retener la provincia el próximo mes.

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