Coronavirus en Argentina: Alberto Fernández-Horacio Rodríguez Larreta-Axel Kicillof, un juego de miedos, chicanas y tensiones

Coronavirus en Argentina: Alberto Fernández-Horacio Rodríguez Larreta-Axel Kicillof, un juego de miedos, chicanas y tensiones

Cumbres, llamados y encuestas marcan el ritmo de la convivencia. Las acusaciones cruzadas y la sombra de CFK.

 

Axel Kicillof es afecto al humor ácido. En plena pandemia, también.

-"Tuve que venir de La Plata por afuera y dar algunas vueltas para no pasar por la ciudad de los contagios" -dijo el miércoles, a modo de presentación, al llegar a la reunión en la Residencia de Olivos.

Horacio Rodríguez Larreta puso cara de póquer. Hizo una mueca, apenas. Un ejercicio que practica a menudo. Quizá sea un truco que incorporó en la época que tomaba clases de teatro con Cecilia Maresca, en secreto, cuando caminaba por la calle casi como un dirigente anónimo y se preparaba para ser candidato a jefe de Gobierno.

El sol se apagaba en los jardines de la Quinta Presidencial y marcaba el inicio de la reunión a la que ambos habían sido convocados por Alberto Fernández para explorar un acercamiento después de otra polémica entre los principales distritos afectados por el coronavirus. Ahora Kicillof planteaba en broma lo que días antes su administración había tratado de instalar muy en serio: que es la Ciudad la que propaga el virus y que la decisión de habilitar la apertura de comercios perjudica a los bonaerenses. O sea: Rodríguez Larreta vendría a ser el responsable de que los ciudadanos crucen sanos la General Paz para ir a trabajar y vuelvan enfermos a la Provincia.

El alcalde diría más tarde en la intimidad que no escuchó aquella ironía, que si no le hubiera contestado. Extraño. El espíritu de la frase, con pequeñas modificaciones, se repitió varias veces a lo largo de la cumbre de más de dos horas. "Horacio es un profesional. No se inmuta por nada", dicen quienes comparten con él sus jornadas en el poder.

Kicillof pretendía poner fin así, de un modo particular, a una seguidilla intensa de cruces. Es cierto que con frecuencia se habla de cruces y no es exacto. Los dardos se activan siempre de un solo lado. Es un viejo negocio, o pretende serlo, de los dos espacios políticos mayoritarios de la Argentina. Unos creen capitalizar los ataques, los otros el silencio. Unos creen en el estilo de Cristina Kirchner, los otros en el de Jaime Durán Barba. Dicho sea de paso: el asesor ecuatoriano ha perdido vinculación con Mauricio Macri, no con el jefe de Gobierno, su nuevo cliente favorito.

Pero esta semana fue distinta. La suba de contagios y muertes y la constatación empírica de que el monstruo camina lento pero sin pausa alteró los ánimos más de lo habitual. Aunque el foco sigue puesto en las villas 31 y en la 1-11-14 -entre otras que acumulan casi el 40 por ciento de los contagios en la Ciudad-, no resulta mucho menos preocupante que en los barrios vulnerables de la Provincia, donde se testea de forma escasa, ya existen puntos críticos, no del todo difundidos. La Matanza, por ejemplo. Tiene localidades muy pobres donde el virus circula fuerte. Merlo, San Martín y Malvinas Argentinas son otros sitios rojos del Conurbano.

Esta radiografía incipiente en el GBA explica parte de la creciente tensión entre ambas administraciones. Y algunos idas y vueltas hacia adentro de cada coalición acerca de cómo pararse ante la opinión pública frente a un escenario cambiante y en el cual se pondrá pronto bajo la lupa si, como dicen a coro los epidemiólogos, fue tan determinante la estrategia de apaciguar la famosa curva, más allá del inédito cimbronazo que dejará en la economía que viene.

Así fue que, pese a la orden de Larreta de "no hacer política en medio de una pandemia", muy cerca suyo perdieron la paciencia cuando Daniel Gollán publicó en su cuenta de Twitter un mapa que tenía coloreado en rojo el área porteña. "Están instalando un nuevo relato porque se la ven venir y tenemos que denunciarlo", propuso uno de los funcionarios que pone la cara a diario en la TV. 

No faltó quien acercara un paper con el resumen de la causa judicial que llegará a juicio por el Plan Qunita. Aquella fue una iniciativa de Cristina en 2015, poco antes de dejarle el sillón a Macri. El Estado entregaba un kit de cunas, sábanas y acolchados para bebés de familias de bajos recursos. Se sospecha que el Gobierno pagó sobreprecios. Gollán era ministro y está procesado. Para Kicillof es otra víctima de persecución política. Su ministro, de todos modos, logró esquivar la crítica larretista. Acaso haya sido producto de la charla que, en el punto más caliente del conflicto, Larreta y Kicillof mantuvieron por teléfono. Al otro día Gollán pidió disculpas. El daño, sin embargo, ya estaba hecho. Y el tuit original sigue ahí, publicado para quien quiera verlo.

La polémica volvió a colocar al Presidente en el lugar que más le gusta. El de una suerte de juez de los conflictos. "Nos putean de la Gobernación y suena el teléfono", aseguran en la jefatura porteña. En el teléfono irrumpen entonces Alberto Fernández y Larreta. La secuencia es: un ataque de la gestión Kicillof, un llamado, una foto posterior en Olivos. En la Ciudad dicen que no saben si el jefe de Estado se enamoró de la cuarentena, pero sí están seguros de que se enamoró de pararse en el medio. Los amigos de Alberto deslizan que es una forma efectiva de diferenciarse de Cristina. "De surfear", en palabras de uno de ellos.

El cristinismo de paladar negro sigue poniendo en apuros el temple presidencial. Desde la cúspide de la Casa Rosada tuvieron que salir a enfriar la posibilidad de apoyar la idea de la diputada Fernanda Vallejos, que planteó que las empresas que son ayudadas económicamente por las consecuencias de la pandemia debería ceder una parte de la compañía al Estado. El albertismo tomó distancia después de que dos de sus ministros (el de Trabajo, Claudio Moroni, y el de Educación, Nicolás Trotta) hicieron guiños a favor. Otra rareza.

Vallejos es economista e integrante de La Cámpora. Llegó al Congreso en 2017 de la mano de Cristina, quien la colocó a la par en la boleta que proponía a la ex presidenta como senadora y a Vallejos como primera diputada. La adhesión de la legisladora al liderazgo es total. Para ella, como para tantos otros, quien conduce el Frente de Todos es la vicepresidenta y no Alberto.

Cerca de Máximo Kirchner, su jefe en Diputados, aseguran que Vallejos contó su idea, pero que no recibió ningún apoyo explícito para avanzar. Otros integrantes de la feligresía cristinista aseguran que ni siquiera se puede lanzar un globo de ensayo sin el guiño de más arriba. Esto es: Cristina. El Presidente creería que no es prudente instalar esa discusión en este momento después del proyecto para sumar un impuesto a las grandes fortunas.

La imagen presidencial no se altera y a veces hasta da pequeños saltos que lo ubican en un nivel récord. Pero los encuestadores advierten que las consideraciones de la población son demasiado volátiles. Más en tiempos de miedo. Según Federico Aurelio -cuya consultora, Aresco, hace un monitoreo diario desde hace dos meses- cuando los contagios llegaron al país, el 90% de la gente decía que la única prioridad era frenar el virus. Con el correr de las semanas, el tema siguió al tope, pero empezó a inquietar la economía. En su último sondeo, de hace horas, el 85% de los consultados respondió que la cuarentena tiene que seguir, contra un 11% que pidió que se levante por completo. En el conglomerado del 85% hubo dos opiniones muy marcadas: el 45% pidió que siga tal como está y el 40% afirmó que debe haber más excepciones para poder ir a trabajar o, en muchos casos, para volver a buscar empleo.

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