La amenaza fantasma

La amenaza fantasma

Volvió la interna a full. Wado, los códigos y la furia presidencial. El cristinismo tira de la cuerda. Si Fernández no baja su candidatura, ¿rompe? Massa, mute.

 

Por Gabriela Pepe

 

De pronto, el cristinismo decidió cortar con tanta dulzura. Alberto Fernández navegaba en aguas calmas, decidido a exhibir como victorias propias la visita fraternal y fructífera de Luiz Inácio Lula da Silva, la celebración exitosa de la Cumbre de la CELAC y la llegada del canciller alemán, Olaf Scholz. Pero la semana terminó con la fiesta opacada, el Presidente embarrado en la interna y (otra vez) con el oficialismo al borde del quiebre, cuando faltan apenas siete meses para las elecciones primarias.

Fernández está furioso. Si la relación con Eduardo Wado de Pedro ya estaba rota, la novela por los trascendidos, en los que el ministro acusaba en off the record al mandatario de no tener “códigos” por no haberlo invitado a la reunión de Lula con los organismos de Derechos Humanos, escaló aún más la tensión y las especulaciones sobre las razones detrás del enredo. ¿Cristina Fernández de Kirchner busca forzar una ruptura? ¿La escalada tiene como objetivo final que Fernández se baje de la carrera por la reelección? El Presidente lo discutió el viernes con algunos colaboradores en la Quinta de Olivos. 

 

La “apurada” pública de Victoria Tolosa Paz fue la primera respuesta del albertismo a De Pedro. “Pongo en tela de juicio que sea cierto. De no ser cierto hay que aclararlo. Y de ser cierto claramente invito a reflexionar sobre las faltas de códigos. En todo caso, quienes están dentro del Gobierno y critican como si estuvieran afuera, hay que definirse. O estás adentro o afuera”, dijo la ministra de Desarrollo Social.

 

 

El Presidente tiene pocas opciones sobre la mesa: pedirle la renuncia al ministro y desencadenar la ruptura o ignorar la situación, como ya hizo en otras oportunidades. Fernández y su entorno eligieron, por ahora, una tercera vía. Según pudo saber este portal, buscan que De Pedro se retracte y “desescale” el conflicto y el tema pase al olvido como uno más en la larga historia de conflictos internos. Hace tiempo que dicen que el ministro no oficia como tal y que es apenas "un delegado de Cristina en la planta baja" de la Rosada. 

 

No hubo señales en ese sentido. El viernes, la presidenta del bloque del Frente de Todos en el senado bonaerense, Teresa García, y la presidenta del Instituto Cultural de la Provincia, Florencia Saintout, salieron a cruzar a Tolosa Paz y a defender a De Pedro. Al día siguiente, el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, despegó a Cristina. Dijo en AM750 que estaba “casi convencido” de que la vicepresidenta no estaba detrás de la movida de De Pedro. En la mesa chica del Presidente piensan que el cristinismo tira de la cuerda para forzar una ruptura que obligue a Cristina a ser candidata presidencial, a contramano de su promesa de no ser "candidata a nada" en 2023.

 

 

Del episodio, igual, quedaron varias certezas. En el albertismo entienden que la coalición “no puede seguir funcionando” con la lógica del conflicto permanente: urge buscar un esquema diferente, un mecanismo de diálogo que logre calmar las tensiones, pero ninguno tendrá sentido sin una conversación directa entre el Presidente y la vice. La música que suena de fondo está clara para los dos bandos. El cristinismo quiere que Fernández deje de mostrarse en rol de candidato y diga sin vueltas si piensa pelear por la reelección.

 

La Casa Rosada lo sabe. No casualmente creen que la tensión se generó cuando “todo venía bien” para el mandatario, que recuperaba protagonismo. El Presidente había arrancado el año activo en lo político, con reuniones con intendentes, visitas a las provincias y spots en tono de campaña. La agenda internacional y la sociedad con Lula iban a poner el broche de oro a un enero preelectoral. “Revivir la interna y ya en términos personales, ni siquiera políticos, es malo para peronismo. No hay posibilidades electorales si Alberto está mal”, apuntó un colaborador de Fernández, que sigue diciendo puertas adentro que no está encaprichado con la reelección y que está dispuesto a dar un paso al costado si otro dirigente garantiza al triunfo peronista. 

 

En el entorno de Cristina la explicación no convence: sospechan que el Presidente busca fortalecerse para construir para sí mismo, con el único objetivo de ser candidato. Acusan a la Casa Rosada de haber excluido a De Pedro de las encuestas que encargó el último mes para no mostrar que, como delegado de la vicepresidenta, podría resultar ganador en las PASO, y de omitir la invitación a la reunión con Lula para no darle protagonismo a un eventual competidor.

 

Acusan también a Fernández de operar contra Sergio Massa, otro posible candidato. Entre otros ejemplos, citan la ausencia de Massa en la recorrida de Fernández por las obras del gasoducto Néstor Kirchner en La Pampa, la semana pasada. ¿La Casa Rosada se olvidó de invitarlo? Massa dejó escrito en el chat de ministros que no podía concurrir por una dolencia intensa, producto de la diverticulitis que lo aqueja desde hace varios años. En el Frente Renovador confirmaron la versión.

 

 

El ministro procura mantener su política de no injerencia en el conflicto interno y seguir enfocado en la Economía. Esta semana se mostró con el Presidente y habló por teléfono con Cristina, a quien reporta cada medida. En silencio, en los últimos días también buscó calmar las aguas del oficialismo en la provincia de Buenos Aires. Se reunió el 14 de enero con Axel Kicillof en Mar del Plata y recibió en privado el 18 a Martín Insaurralde en el ministerio. La interna bonaerense estaría en vías de encauzarse. Máximo Kirchner convocará a una reunión del PJ bonaerense en Santa Teresita los primeros días de febrero en la que se proclamaría la reelección de Kicillof. Luego quedaría la resolución del dilema nacional. Por lo pronto, a su equipo, Massa le ordenó no hablar de política hasta nuevo aviso. No quiere que se lo señale como posible candidato porque cree que eso lo pone como blanco y perjudica la gestión económica. Recibe estudios que dicen que la sociedad percibe que hay un principio de ordenamiento, mientras prepara nuevas medidas para los próximos días. 

 

La Casa Rosada hizo otra interpretación del conflicto con De Pedro. La hipótesis es que el cristinismo generó una discusión entre el ministro y el Presidente para subirle el precio como potencial candidato y tapar el desaire de Lula a Cristina. “¿Tan ofendido va a estar por una reunión? Lo sacrifican a Wado como en 2021, cuando lo hicieron renunciar”, analizó un hombre de primera línea del Gobierno. El enojo del ministro trascendió mientras los medios contaban la alegre excursión del brasileño a la chacra de José Pepe Mujica en Rincón del Cerro. Como Fernández, Mujica también visitó a Lula en la cárcel de Curitiba cuando estuvo preso.

 

El paso del presidente de Brasil por Argentina desató la tormenta. Como adelantó el lunes Letra P, la reunión entre Lula y la vicepresidenta se frustró por la discusión sobre la sede en la que debía celebrarse. Cristina lo esperaba en el Senado mientras que el brasileño la invitó a reunirse en el hotel Sheraton, donde él se hospedaba. Lula se movió en Buenos Aires con un gran dispositivo de seguridad y pidió limitar sus movimientos. Concentró este lunes sus actividades en la Casa Rosada y el Sheraton. La vicepresidenta decidió no salir del Senado. En su entorno recordaron que ella también se mueve con protocolos de seguridad tras el atentado contra su vida que sufrió el año pasado. Acusaron al Presidente de haber influido sobre el brasileño para que no le diera la foto a la vicepresidenta. Para colmo, se sacaron una foto junto a Evo Morales delante de la estatua de Néstor Kirchner. “Alberto va sobre banderas que el kirchnerismo considera propias, los derechos humanos, la relación con Lula. Eso genera enojo”, analizó un interlocutor de los dos sectores. 

 

Lula tiene sus propias consideraciones. El brasileño había estado por última vez en Argentina en diciembre de 2021, cuando participó junto a Fernández, Cristina y Mujica de la celebración por el Día de la Democracia. La vicepresidenta lo invitó, al día siguiente, a compartir un asado con ella y La Cámpora a Mercedes, la ciudad de De Pedro. Todavía no era siquiera candidato.

 

El brasileño quedó con un sabor amargo de aquella visita. Le fastidiaron el traslado de dos horas hasta Mercedes bajo un calor agobiante y las horas que pasó escuchando duras consideraciones sobre al Presidente. El brasileño también tiene sus críticas al gobierno de Fernández, pero le tiene aprecio personal y le prodiga un agradecimiento especial por haberlo visitado en la cárcel. Aquella vez, al brasileño le ofuscó particularmente que, para cargar contra Fernández por el rumbo del Gobierno, en la mesa se hubiera criticado a su amiga y sucesora Dilma Rousseff por haber aplicado políticas ortodoxas en Brasil. El brasileño volvió a Buenos Aires agotado, molesto por los comentarios sobre Dilma y Fernández. Se lo dijo, vía telefónica, a empresarios con los que tenía previsto reunirse esa misma noche. También lo dejó trascender en otras oportunidades en diálogo con dirigentes del peronismo.

En paralelo a la discusión con Fernández, el kirchnerismo lanzó con más fuerza esta semana el operativo clamor por Cristina. Llamó al peronismo a “romper la proscripción” de la vicepresidenta, aunque todavía no queda claro bajo qué mecanismo. Quieren lograr una marcha atrás en su decisión de no ser candidata “a nada” en las elecciones. Creen que Cristina de nuevo en la cancha obligaría a Fernández a bajarse de la reelección, el objetivo central. Recién entonces, el cristinismo se sentará a discutir quién llevará esta vez la boleta presidencial del Frente de Todos, si subsiste a la nueva crisis. 

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