El macrismo en el precipicio y el kirchnerismo en la banquina

El macrismo en el precipicio y el kirchnerismo en la banquina

La mudanza de buena parte del voto del PRO a la ultraderecha conduce a Macri a su final político. Los Milei ganan con una consigna estelar: “enterrar al kirchnerismo”. El eje Patria-Cámpora, una encerrona que se vuelve insalvable para el peronismo.

Sebastián Lacunza

Una primera lectura de las elecciones legislativas en la Ciudad es la mudanza de dos tercios del voto del partido fundado por Mauricio Macri al de Javier Milei. De Recoleta a Villa Luro, de las clases acomodadas a las medias, de la aristocracia a profesionales con ingresos en dólares, trabajadores con recibo de sueldo en blanco y cuentapropistas, La Libertad Avanza (LLA) consolidó la bienvenida a buena parte de exvotantes del PRO.

La formación creada por Macri en 2002, que supo conseguir 50% de los apoyos en varias elecciones, quedó reducida a 16% en su distrito natal, en el que sentó las bases de su militancia, su burocracia, su gramática y su financiamiento. La lista pergeñada por los Hermanos Milei duplicó ese porcentaje y alcanzó una victoria que resulta resonante, más por una expectativa inicial incierta, que por una cosecha extraordinaria en una ciudad con un voto de derecha consolidado.

Una política que ganó en volatilidad y vertiginosidad se volvió refractaria a diagnósticos muy determinantes, pero cabe inferir que el papel del PRO, el proyecto conservador más importante y exitoso de la historia electoral argentina, llegó a su fin en cuanto a opción de gobierno nacional. Si en Buenos Aires el partido de los Macri salió tercero, a gran distancia del segundo, en el resto del país, su peso se volvió casi inexistente.

El presidente Milei, Adorni y miembros del gabinete nacional se abrazan en el Hotel Libertador, tras conocerse la victoria de LLA en las legislativas porteñas por más de 30%. NA

El resultado de la Ciudad deja a Macri casi sin herramientas para resistir el desplazamiento total de su espacio por parte de la ultraderecha. El proyecto de Milei penetra en todas las clases sociales, pero el domingo dejó una postal elocuente. En la franja Retiro-Recoleta-Barrio Norte-Palermo-Belgrano-Núñez, el segmento de ingresos altos y medios altos de Buenos Aires con influencia decisiva en la agenda pública, antes ofrecía un amarillo intenso, con porcentajes largamente superiores a 60%, y ahora se tiñó de violeta.

Así las cosas, el expresidente no tendrá con qué negociar lugares en las listas de la Provincia de Buenos Aires, que es la agenda que viene. Cristian Ritondo, Diego Santilli y más de uno del grupo fundacional del PRO que en los últimos días simuló preocuparse por “los modos” y la “falta de respeto a las instituciones” de La Libertad Avanza se lanzarán a una carrera para conseguir cobijo bajo el látigo de Karina y la sórdida botonera de Santiago.

La magra cosecha del exjefe de Gobierno y excandidato presidencial Horacio Rodríguez Larreta (8%) no alcanza siquiera para que el PRO elucubre un rearmado de su trama original, reincorporando al único dirigente que se paró en la vereda de enfrente de Milei. Larreta aspiraba a competir de cerca con la lista encabezada por Silvia Lospennato y posicionarse para recrear la centroderecha en 2027. Sin haber derrapado, el exalcalde será ahora uno más en el mapa político porteño.

En la franja Retiro-Recoleta-Barrio Norte-Palermo-Belgrano-Núñez, el segmento de ingresos altos y medios altos de Buenos Aires con influencia decisiva en la agenda pública, antes ofrecía un amarillo intenso y ahora se tiño de violeta

El escrutinio sincera una realidad que Macri y su tejido mediático maquillaron en lo que va del siglo. Existe una porción del electorado que afirma inquietudes republicanas e institucionales, pero cuya motivación central a la hora de sufragar es expresar su voluntad contra el kirchnerismo. Si en ese camino se cruza un aventurero como Francisco de Narváez en 2009, el socialista Hermes Binner en 2011, Sergio Massa en 2013 y Macri en la década siguiente, la opción cambia, sin demasiados pruritos. Hoy, el vehículo para resistir al kirchnerismo se llama Milei, el más autoritario, grosero y violento de los presidentes desde 1983.

Manuel Adorni, un candidato que se permitió omitir del todo una agenda porteña en su campaña —probablemente porque desconozca elementos esenciales de los problemas de los barrios— reiteró en el festejo de anoche su única promesa: “Terminar de una vez y para siempre con el kirchnerismo”. El mensaje caló en la mayoría del electorado que antes apoyaba al PRO.

El vano intento de Lospennato por mostrar un rostro dual de apoyo a la agenda económica de Milei con reparos republicanos chocó con el aval irrestricto entregado por la propia diputada y el pleno de la bancada del PRO a todas las iniciativas de Milei desde diciembre de 2023, hasta en sus aristas más sórdidas. En un ágora en la que la palabra se devaluó hasta niveles extremos, que el macrismo ensayara de urgencia una agenda crítica de Milei por razones de decencia sublevaba el más mínimo principio de realidad.

El último episodio que entretuvo la espera del voto, el falso mensaje de Mauricio Macri de apoyo a Adorni creado con inteligencia artificial, desató airados reclamos de juego limpio por parte del PRO, pero no hizo más que recordar operaciones de naturaleza similar y diferente tecnología, como falsas encuestas que camuflaban campaña sucia disparadas por la consultora de Jaime Durán Barba y operaciones de inteligencia aireadas con el inestimable apoyo del Grupo Clarín en varias de las citas en las que el partido de Macri resultó ganador.

Hoy, el vehículo para resistir al kirchnerismo se llama Milei, el más autoritario, grosero y violento de los presidentes desde 1983

Comienza una dinámica previsible de liderazgo de La Libertad Avanza en todo el vigoroso segmento del centro a la derecha y la probable absorción de segundas y terceras marcas. Macri transita la acritud de la derrota, pero resiste la rendición total. Ya hizo saber que se encuentra “en estado de reflexión” y está dispuesto a escuchar, pero no a regalarse. El expresidente conserva una exigua capacidad de daño si presenta una lista del PRO junto a resabios de la UCR que potencialmente obtenga un porcentaje de votos suficiente para complicar una victoria de LLA en la siempre crucial Provincia de Buenos Aires.

Con la candidatura del alfonsinista Leandro Santoro, el peronismo aliado al progresismo subió unos pocos puntos sobre el apoyo habitual al kirchnerismo en elecciones de medio término en la Ciudad de Buenos Aires. Si la lista de Adorni no se hubiera despegado tanto de la de Lospennato, la alianza de Santoro, Es Ahora Buenos Aires, podría haber ganado la elección con el mismo 27% que obtuvo el domingo.

Nada habría cambiado demasiado en cuanto a la lectura de la distribución de preferencias en la Capital Federal. La suma de LLA, PRO, el puñado de votos del ultra recargado Ramiro Marra (UCeDé), Paula Oliveto (Coalición Cívica) y otros exintegrantes de Juntos por el Cambio reencuentra el 50% que supo tener el macrismo. Aparece allí una redistribución de preferencias antikirchneristas.

Santoro transitó la campaña con una estrategia evidente de borrar rasgos que lo vincularan a La Cámpora, el Instituto Patria y otras tribus peronistas. Cristina y Massa aportaron su silencio, así como Axel Kicillof, que enfrenta una agenda electoral de apariencia imposible en la Provincia de Buenos Aires. Y sin embargo, Adorni, Lospennato y un puñado de candidatos de derecha pusieron a la cabeza de sus prioridades vencer a Santoro como ícono del kirchnerismo.

La mirada sobre la Ciudad es inescindible de lo ocurrido en las elecciones provinciales transcurridas este año. En las convencionales de Santa Fe, emergió con perfil propio el rosarino Juan Monteverde, con una estrategia progresista y localista similar a la de Santoro, y lazos muy tenues con el Instituto Patria. En Jujuy y Salta, donde la mano de la presidenta del Partido Justicialista (PJ) para “ordenar lo que se desordenó” ya tuvo efecto, el resultado fue una catástrofe. San Luis y Chaco operaron bajo la lógica de liderazgos locales, con escasa incidencia de la marca cristinista.

La larga, irresoluta, negada y albertizada pelea entre Kicillof y los Kirchner en la Provincia de Buenos Aires sienta las bases para una nueva derrota. El eje Patria-Cámpora no admite en el plano de lo posible ser desafiado por el kicillofismo y otras vertientes peronistas en lo que considera un territorio tutelado. El gobernador, por el contrario, sólo concibe un futuro político si suelta amarras con quien fuera su mentora y su hijo.

El elefante en medio de la sala del kirchnerismo que pocos se animan a poner en palabras es que la incidencia del apellido Kirchner en varias provincias tiende a cero, y en aquéllas en las que el peronismo expresa una mirada progresista (Santa Fe, Buenos Aires, CABA), los líderes emergentes prefieren carteles en los que Cristina no aparezca.

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