La voz del interior

La voz del interior

Fractura y contorsionismo en el Senado. ¿Unidad Federal, Confederación de Provincias Desunidas o República perdida? Peronismo, metamorfosis y súpermayo.

Po rAdrián D'Amore

“Nosotros con el Gobierno nos llevamos muy bien, con diálogo fecundo, maravilloso y con obras". Lo dijo este viernes Alberto Rodríguez Saá, uno de los gobernadores sindicados como instigador de la fractura que sufrió esta semana el bloque del Frente de Todos (FdT) en el Senado. A su lado estaban Jaime Perczyk y Gabriel Katopodis, a quienes calificó como “trabajadores extraordinarios, lo mejor que puede tener la Argentina". Tiene su lógica: los ministros comparten el Gabinete con Ayelén Mazzina, la exfuncionaria de la gestión puntana que asumió hace cuatro meses al frente del ministerio de las Mujeres. Los responsables de Educación y Obras Públicas estaban en la provincia cuyana para inaugurar nuevos edificios de las universidades nacionales de los Comechingones y de San Luis. Con cara de perro que volteó la olla, el Alberto afirmó que el cisma de la bancada oficialista que incluyó a la senadora de su pago, Eugenia Catalfamo, fue un hecho “positivo” en favor del federalismo. Además, se despegó de la carta contra el presidente Alberto Fernández de otro de los díscolos, el jujeño Guillermo Snopek, y la calificó como “una posición personal que no es la de la senadora Catalfamo y mucho menos la nuestra". La cara de Perczyk en el video lo dice todo.

Sin el histrionismo del menor de los hermanos que hegemonizan el poder en San Luis desde 1983, el entrerriano Edgardo Kueider, otro de los emigrados de la bancada panperonista, también practicó en estas horas el contorsionismo dialéctico, en especial tras la desautorización de su jefe político, el gobernador Gustavo Bordet. "No nos fuimos del oficialismo. Solo es una estrategia legislativa. Estamos alineados al Frente de Todos, pero cada uno tiene su pertenencia política", aseguró en declaraciones a Radio Perfil.

Con independencia de las argumentaciones bipolares que alimentaron a la que fue una de las noticias políticas de la semana, la creación en la Cámara alta del bloque Unidad Federal, conformado por cuatro ahora exintegrantes del FdT y por la senadora cordobesista Alejandra Vigo, es también un episodio más de un fenómeno político defensivo cada vez más extendido y de final abierto en términos electorales: el provincialismo.

Como escribió César Pucheta en este medio, las declaraciones de quienes protagonizaron la ruptura en el Senado “desdibujan las expectativas de un espacio al servicio de una proyección nacional del peronismo díscolo”, como agitaron de manera automática quienes se entusiasman con una avenida del medio antigrieta, y fortalecen un movimiento “que desde hace tiempo se viene observando en la dinámica política argentina: el abroquelamiento de las provincias dentro de su propio territorio”.

Sobreimpreso sobre la grieta omnipresente que enfrenta a kirchneristas y antikirchneristas, el eje centralismo vs. federalismo signa las discusiones que disparan las asimetrías entre el AMBA y las provincias. A la vez, vertebra un modelo de construcción política que no es nuevo, pero hace rato dejó de ser una excepción, como lo eran en 1983 el extinto Pacto Autonomista Liberal de los Romero Feris en Corrientes y el aún vigente Movimiento Popular Neuquino (MPN).

Al menos una de cada cuatro provincias argentinas tiene hoy un gobierno que se edifica en oposición al porteñocentrismo y a partir de la identidad local. Esa construcción se traduce en un armado político de perfil mayoritariamente conservador, que aglutina figuras de extracción partidaria variada y que tiende a la búsqueda de la hegemonía provincial. Al citado MPN se pueden sumar el rovirismo misionero, el neoromerismo del salteño Gustavo Sáenz, el posdasnevismo que se tambalea en Chubut y el “gran acuerdo rionegrino” de Alberto Weretilneck. Este último, que incorporó a su espacio a un sector del FdT para las elecciones del 16 de abril próximo, termina de confirmar una regla común: todos los provincialismos son reversiones del peronismo o lo absorben en alguna proporción. Por eso el cordobesismo de Juan Schiaretti se lleva la medalla de oro: por su volumen electoral y porque es el único provincialismo cuyo núcleo es el PJ, del cual es presidente.

También por esto hubo quienes agitaron la ruptura del bloque oficialista como un tiro para el lado del gobernador cordobés. Sin embargo, más allá de la presencia de Vigo y del aprovechamiento que Schiaretti pueda hacer legítimamente de esta coyuntura, la creación del bloque Unidad Federal no representa sin más “un salto al peronismo de centro sino, más bien, un regreso a la política doméstica. A la atención de las problemáticas locales ante el riesgo de perder lo que se tiene; es decir, los gobiernos provinciales”.

La cooperativa limitada

“Los gobernadores”, esa definición que reniega del lenguaje no sexista y que se cristalizó como categoría política, se hacen fuertes fronteras adentro de sus distritos sentados sobre las regalías que le prodigan sus subsuelos, pero han perdido peso político como colectivo a nivel nacional en los últimos 20 años. La mentada y varias veces relanzada Liga federal oficialista, empujada en los últimos años (no siempre al unísono ni en la misma dirección) por el chaqueño Jorge Capitanich, el santiagueño Gerardo Zamora o el tucumano Juan Manzur, es una cooperativa limitada que apenas alcanzó para zamarrear alguna vez al Presidente cuando la crisis no daba para más. Sin embargo, el autopercibido “porteño más federal” los dejó pedaleando en el aire varias veces… y el mundo siguió andando.

Esa pérdida de poder de fuego en la arena nacional es la otra cara del auge del provincialismo, una salida de emergencia que los peronismos locales manotean cada vez más asiduamente ante la falta de un paraguas que los proteja y un horizonte más abarcador que los guíe. Esa orfandad también hace verosímil cualquier elucubración cuando una foto junta a Schiaretti con Bordet, Rodríguez Saá y, sobre todo, con el santafesino Omar Perotti.

Con todo, en ese archipiélago de liderazgos parciales en que se ha transformado el peronismo, entre el 7 y el 14 de mayo caciques oficialistas y aliados irán a las urnas en siete provincias para retener el poder: La Rioja, Misiones, Salta, Tucumán, La Pampa, San Juan y Tierra del Fuego. Representan casi la mitad de las jurisdicciones en manos justicialistas o de autoridades con lazos con la Casa Rosada. El lunes 15, cuando el país se debata en interpretaciones sobre esos resultados, faltará un mes para la formalización de alianzas nacionales y 40 días para el cierre de listas de cara a las PASO de agosto. En ese lapso se terminará de visualizar cuál es el impacto de emergentes como Unidad Federal. En esas semanas de rosca 24/7, también se podrá comprobar hasta dónde se escucha la voz del interior.

Comentá la nota