Una elección a todo o nada por obra del propio Gobierno

Una elección a todo o nada por obra del propio Gobierno

Para el mercado, la votación en la provincia de Buenos Aires se ha transformado en una suerte de plebiscito de la gestión libertaria

 

Florencia Donovan

 

¿Sabés algo de la elección del domingo? ¿Cómo ves el resultado en la provincia de Buenos Aires? ¿Qué diferencia pueden llegar a sacar el 7? En las últimas horas, en el mercado se formularon la misma pregunta de mil maneras distintas. No es la primera vez que los inversores ponen sus expectativas en un único evento político para definir sus portafolios. No suelen ser una especie amable con los grises en países como la Argentina, donde las decisiones siempre son espasmódicas.

Pero sí es la primera vez que la comunidad inversora pone tanto acento en una elección de medio término de una provincia. Una falla del oficialismo o una muestra de que el plan libertario tiene más de un punto que no cierra.

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Difícil encontrar hoy a alguien por fuera de la política que siquiera pueda mencionar por nombre y apellido a más de dos legisladores provinciales. No más basta con hacer la prueba. “La realidad es que no es mucho lo que pueda hacer un diputado provincial”, ironizó un intendente con un buen conocimiento del territorio.

Más allá de la escasa erudición sobre los quehaceres bonaerenses, la realidad es que nunca la elección de medio término en la provincia de Buenos Aires (PBA) terminó luego por marcar el pulso de la votación presidencial. No pasó cuando el empresario Francisco De Narváez se anotó una victoria ante el kirchnerismo en 2009 y ganó como diputado nacional por PBA (su carrera política no escaló más) ni cuando con María Eugenia Vidal de gobernadora, habiendo conseguido una elección de medio término casi inmejorable, Macri llegó a la general de 2019 a los tumbos.

Tampoco un liderazgo fuerte en la provincia de Buenos Aires garantiza una proyección nacional. Entre los politólogos e historiadores existe algo que se ha denominado “la maldición de Alsina”. Pese a los reiterados intentos de distintos gobernadores bonaerenses, desde Antonio Cafiero hasta Daniel Scioli, nunca un caudillo de la provincia más populosa del país logró en la Argentina acceder a la presidencia por voto popular. Eduardo Duhalde llegó al cargo tras una Asamblea Legislativa, en enero de 2002. La excepción a la regla se retrotrae a fines del siglo XIX. Bartolomé Mitre fue electo presidente en 1862 tras su paso por la provincia de Buenos Aires. Aunque también este casi podría no ser enteramente comparable: había sido gobernador cuando el territorio todavía incluía la Capital Federal. Una estadística con diferencias.

Para el mercado, sin embargo, desde hace algunas semanas la elección bonaerense se ha transformado en una suerte de plebiscito de la gestión libertaria. Y el Gobierno se encargó de asentar esta idea. “Si conseguimos muy buenos resultados en las elecciones de provincia de Buenos Aires, podríamos estar poniéndole el último clavo al cajón al kirchnerismo”, insistió el presidente Javier Milei esta semana, en una entrevista con Louis Sarkozy, hijo del exmandatario francés. Todo pese al riesgo que implica una elección, que aun en los momentos en los en que la economía marchaba sin grandes sobresaltos, se vislumbraba más bien reñida. Cerca del 70% de la población de la provincia está bajo la gestión de algún intendente de Fuerza Patria. La del domingo es una elección que, al no tener un candidato nacional que lidere, depende casi exclusivamente de la fuerza de tracción de los intendentes. Cuestiones de territorio que no se pueden soslayar.

Con todo, en el equipo de campaña de La Libertad Avanza los números todavía lucen respetables o, al menos, digeribles para lo que espera el mercado. El gran temor pasa por los niveles de abstención. “Si hay muchísima abstención, todas las encuestas le van a errar”, se sincera un hombre del Gobierno. “No sé a quién querrían votar los que no irán”, ironiza. En cualquier escenario, por ahora, cerca de Milei no ven que vayan a hacerse cambios hasta después de octubre. El resultado entonces definirá qué cartas vuelven a barajarse.

Pero hay quienes descuentan que deberán tomarse las medidas necesarias para volver a tender puentes con los gobernadores heridos. No hay forma de que el Gobierno avance con reformas de fondo, imprescindibles en la segunda etapa de la gestión, con todos los canales de la política dinamitados. Lo que no está claro –ni parece haberse hablado aun– es cómo se redefinirán los roles de un gabinete que luce golpeado. “Hace un mes y medio que los veo hechos percha”, reconoce, sin eufemismos, un empresario cercano a La Libertad Avanza. “De todos modos, hasta las elecciones va a estar todo igual”, anticipa.

No son pocas las provincias que dependen de que la Nación recupere el visto bueno del mercado para poder también endeudarse en el exterior, y así cumplir con los vencimientos que tienen en agenda. También para los gobernadores –incluso los más heridos– empezará un nuevo partido después de octubre.

En el sector financiero se descuenta que habrá que recalibrar, y por bastante, el plan del ministro Luis Caputo. Los bancos se reunieron ayer por la tarde en las asociaciones que los nuclean en un intento por proponer algunas soluciones para una crisis de liquidez que todavía no tiene visos de terminar. Según confiaron fuentes del sistema, hubo contactos informales con funcionarios del Banco Central, que les habrían transmitido cierta vocación por revisar algunas normas, sobre todo las que hacen a los horarios de liquidación de las transacciones. Las entidades buscarían al menos poder influir proactivamente. Está por ver si tienen éxito.

“El Banco Central hizo una propuesta a Coelsa [por la cámara compensadora que es propiedad de los bancos] y a Interbanking, y se está viendo de llegar a un acuerdo”, admitió una fuente al tanto de las conversaciones. Se habla de algunos cambios al menos por un periodo de 60 o 90 días. El largo plazo en la Argentina hoy es una quimera, no importa el negocio del que se esté hablando.

En las últimas ruedas, la venta de dólares por parte del Tesoro se mantuvo firme. Sólo el miércoles hubo un saldo a favor, de US$ 34 millones, pero no sin antes mediar un llamado eficaz. El equipo económico, confían las fuentes, le pidió a una provincia que hace apenas semanas había emitido un bono en el extranjero que repatriara parte de los dólares que había captado. Aquí la colaboración fue de una provincia opositora, pero que reconoce que sin estabilidad cambiaria y financiera no hay gestión que sea sostenible. Nadie se salva si la crisis se hace generalizada.

Al Tesoro no le sobre nada. Acumula ya dos semanas de ventas netas y parte de los dólares que todavía le quedan deberán ser destinados al pago de organismos internacionales. Según la Oficina de Presupuesto del Congreso, en septiembre vencen US$ 897 millones con organismos de crédito. Al miércoles de esta semana, último dato disponible, la cuenta del Tesoro en el Banco Central sumaba US$1431 millones, con lo cual su poder de fuego para lo que resta del mes no sería de más de US$600 millones. Sólo el miércoles, de hecho, el Tesoro debió desprenderse de US$238 millones: US$198 millones fueron para contener el dólar y, el resto, para pagar vencimientos. ¿Apelará en caso de ser necesario el Gobierno a los dólares de las reservas? No sería la primera vez que al ministro Caputo le toca tomar la decisión. Ya como presidente del Banco Central, durante la gestión de Mauricio Macri, echó mano a las reservas para contener una corrida cambiaria. En esa ocasión, la decisión le costó el cargo, dado que el Fondo Monetario Internacional (FMI), que por ahora se mantiene en silencio, nunca avaló la intervención. Según relató alguna vez el propio Caputo, fue él quien ofreció su cabeza al entonces número dos del FMI, David Lipton, a cambio de poder enfrentar al mercado. Para lo bueno y para lo malo, la historia no siempre se repite, pero sirve tenerla en cuenta.

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