Por: Nelson Castro. La ayuda del amigo americano no alcanzó para calmar los mercados. Crecen las tensiones internas.
Nunca se vio algo igual. La dimensión de la ayuda del gobierno de los Estados Unidos a la Argentina no tiene parangón en la historia de las relaciones entre los dos países. Es producto no sólo de la afinidad ideológica entre sus dos presidentes sino también del afecto personal que Donald Trump siente por Javier Milei. Ese afecto nació en aquella visita que en mayo de 2024 Milei le hizo a Trump cuando sus chances de ganar la elección parecían un imposible.
Trump –en su apogeo, tras su paso relámpago y fulgurante por Medio Oriente como hacedor de la ansiada paz en esa convulsionada región – decidió mantener en su agenda la reunión con el presidente argentino a pesar de las opiniones de algunos de sus asesores que le sugirieron cancelarla. El traspié generado por la respuesta de Trump ante la pregunta de Nieves Zuberbühler, enviada especial de TN y Canal 13, desnudó la falta de preparación de la reunión por parte del gobierno argentino.
La euforia con que se vivió en el oficialismo todo el apoyo recibido desde la Casa Blanca se fue desvaneciendo con el correr de los días. Esa primera reacción de optimismo desbordante no se tradujo a los llamados mercados. El dólar cerró la semana con tendencia alcista a pesar de los muchos billetes inyectados a la plaza por los bancos que están actuando como ejecutores de esta decisión del Tesoro de los Estados Unidos. Esto es producto de algo denominado incertidumbre. Esa incertidumbre es provocada no sólo por el difícil escenario electoral que debe enfrentar el oficialismo sino también por sus muchos problemas internos y de gestión. “Cuando la confianza no termina de afianzarse ocurren estas cosas. El problema de fondo sigue siendo político” –aseguró un economista que supo ser cercano a La Libertad Avanza.
Una de las tantas disputas internas es la que vienen sosteniendo el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y Santiago Caputo. Hoy por hoy, nadie sabe cómo pude terminar eso. Lo que sí se sabe es que la tensión entre ellos crece día tras día. En la entrevista que le concedió a Esteban Trebucq, el Presidente – a quien se lo vio tenso y enojado– reconoció que después de las elecciones habrá un cargo para el asesor estrella que, hay que señalar, tuvo mucha injerencia a través de sus contactos clave en la administración Trump para destrabar la instrumentación de los acuerdos de ayuda, en una negociación que tuvo ribetes muy intensos por la urgencia que el Gobierno tenía de frenar –sí o sí– la escalada del dólar. Una corrida previa a las elecciones hubiera herido gravemente la performance del oficialismo.
Javier Milei afirmó que podría sumar a exfuncionarios de Macri al gabinete y comparó a los kirchneristas con los Gremlins
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Lo que es claro que la seguidilla de contrarios sucesos que le vienen ocurriendo al Gobierno –el caso Spagnuolo, el caso Espert, la reversión de los vetos presidenciales por parte del Congreso– han fortalecido a Caputo quien, a su manera, bregó siempre por generar canales de diálogo y cooperación entre el oficialismo y sectores de la oposición que le son afines. Precisamente, la implementación de esos acuerdos representa otro factor de incerteza. Evidencia acabada de ello fue el intercambio de mensajes sucedidos el jueves entre Mauricio Macri y el asesor. El expresidente señaló que “la gente necesita dejar atrás rápidamente el estancamiento y pasar de la estabilidad al crecimiento”, para después agregar que se necesitará que “después del 26 el Gobierno convoque al diálogo, con humildad y honestidad” y “que acepte eventualmente una oposición constructiva que traerá propuestas desde cada rincón del país para realizar las reformas necesarias que nos harán cambiar”.
La contestación de Santiago Caputo no se hizo esperar: “Esto que dijo Macri lo venimos planteando hace un año y medio, no es el oráculo; estamos de acuerdo, pero los cambios y las reformas las lidera Milei”. El mensaje fue claro: todos de acuerdo, pero lo que plantea el ex presidente ya lo había propuesto el oficialismo y que quede claro que, más allá de cualquier acuerdo, el que manda es Milei, nada de compartir cartel o poder con otro u otros.
En la vereda de enfrente el peronismo luce cada vez más desvaído y anacrónico. El 17 de octubre encontró a sus dirigentes separados, como tantas otras veces. Otra muestra de esto fue la escuálida concurrencia que alteró la tranquilidad del vecindario de Monserrat adyacente a la prisión de San José 1111, en donde Cristina Fernández de Kirchner intentó investirse con ropajes de heroína, algo que claramente no es. Las diferencias de la expresidenta con Axel Kicillof se agrandan día a día. En estas horas, las confesiones del ex general venezolano Hugo Armando Carvajal, quien fue jefe de contrainteligencia de los gobiernos de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro, indicando que hubo dinero que a través de Pdvsa el régimen bolivariano destinó para apoyar las campañas electorales del kirchnerismo, reflota toda la trama de corrupción implementada para permanecer en el poder indefinidamente. Un pecado que nadie que se considere democrático debería olvidar.
La campaña del peronismo/kirchnerismo se vio sostenida únicamente por los errores antes mencionados de los libertarios. Los candidatos del PJ se limitaron a poner el piloto automático, no hacer nada para no cometer errores y repetir como loros algún que otro eslpgan de campaña. Nada nuevo para ofrecer a un electorado desorientado y cada vez más desilusionado de la clase política que lo conmina a vivir peor y con menores perspectivas de crecimiento.
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