El silencio es salud

El silencio es salud

Todos juegan para Vidal. Sin decir una palabra, recupera liderazgo. Guerra a los halcones, contención inorgánica de los propios y el trío para la moderación.

Por PABLO LAPUENTE.

La exgobernadora María Eugenia Vidal terminó de moldear el perfil antigrieta que empezó a construir apenas dejó el sillón de Dardo Rocha en La Plata. Mientras tanto, se prepara para dar pelea contra los halcones de Juntos por el Cambio. Su postura responde, por un lado, a una decisión personal de dar gobernabilidad en tiempos de pandemia y, por el otro, a una estrategia que busca posicionarla como la abanderada del dialoguismo proselitista. En la Legislatura bonaerense encontró el trío para la moderación que la acompaña, aunque también a las duras y a los duros del kirchnerismo que buscan quitarle los estandartes y llevarla al barro de la política para discutir sobre la herencia. A Vidal, el silencio le cierra por todos lados.

La exmandataria bonaerense cree, al igual que su jefe político, Horario Rodríguez Larreta, que la cuarentena pacificada debe respetarse hasta que se observe una salida a la crisis. Esta postura no es compartida por todo el espectro de la alianza opositora. La presidenta del PRO, Patricia Bullrich, el excandidato a vicepresidente del macrismo, Miguel Ángel Pichetto, e incluso el titular de la UCR, Alfredo Cornejo, son algunos de los que están convencidos de que tienen que marcarle la cancha al Gobierno e ir detrás del núcleo duro amarillo que los acompañó hasta el último tramo de la gestión.

Mientras esquiva la pelea de trinchera en el territorio que gobernó, Vidal avanza con su gira nacional en modo virtual. Como adelantó Letra P, luego del puntapié inicial de mayo en Santa Fe, con la misma lógica pasó por Córdoba y Chubut, donde pidió salir a “buscar el voto”. En todos los encuentros virtuales aprovechó para expresar sus intenciones de refundar el partido desde una oposición moderada. 

“Hay una actitud de no entorpecer las cosas”. En la mesa chica de Vidal insisten en que su silencio ante las críticas –al menos, parte de éste– responde a su compromiso de ayudar. Pero también reconocen que la beneficia políticamente. Evita meterse en el barro de la discusión por la herencia mientras expone a los duros del macrismo a la fiscalización pública de los últimos cuatro años de gestión, signados por políticas de ajuste y maniobras poco claras de institucionalidad que encuentran en los tarifazos y la causa de los aportantes truchos sus principales exponentes mediáticos. 

De todos modos, en el vidalismo se esfuerzan por aclarar que no hay posibilidad de ruptura en Juntos por el Cambio y que la pelea es de cara a las próximas conducciones internas, algo que, estiman, se dará de manera visible en la pospandemia y con el año electoral casi en ciernes. Al mismo tiempo, Vidal trabaja en la contención de los 59 intendentes bonaerenses de su espacio, quienes gestionan con la ineludible necesidad de mantener puntos de encuentro con los gobiernos provincial y nacional de otro signo político, de los que dependen más que nunca. En definitiva, analizan en el entorno de la exmandataria, hoy su silencio es (su) salud.

TRÍO PARA LA MODERACIÓN. En la Legislatura de Buenos Aires, Vidal tiene sus escoltas del ala dialoguista. El presidente del bloque de Juntos por el Cambio en la Cámara baja, Maximiliano Abad, conduce parte de los planteos; moldura en réplica de la postura que tomó el radicalismo en los últimos años, una combinación entre discurso confrontativo en casos de excepción e institucionalidad. Los cruces en sesiones con su par del kirchnerismo, Facundo Tignanelli, son un ejemplo de ello. 

El triángulo se completa con la pata territorial del dialoguismo que aporta el diputado Adrián Urreli, el hombre de confianza del intendente de Lanús, Néstor Grindetti, y con Alex Campbell, el subsecretario de Asuntos Municipales durante la gestión anterior, a quien muchos describen como la voz más pulida de la exgobernadora; para ella, una persona de suma confianza. 

LIDERAZGO INORGÁNICO. Tal como dio cuenta este medio, la exministra de Macri mantiene distancia también de las actividades de Juntos por el Cambio e intenta tomar iniciativas propias. Esquiva los designios orgánicos del PRO y acude sólo a las reuniones a las que es convocada. “Si la llaman, ella está”, aclaran en su mesa chica.

Algo similar sucede con el trío para la moderación, las legisladoras y los legisladores que la siguen. No les baja una línea precisa, pero espera que sigan sus pasos. En cualquier caso, la idea es la misma: alejarse de los extremos para persuadir no sólo a nuevos dirigentes, sino, también, a nuevos electorados. Si bien aclaran que “de ninguna manera” están pensando en las urnas, mantienen el termómetro sobre lo que parte de la sociedad espera de ellos, más aún con las encuestas de medición de imagen del Presidente y su equipo. Pese a ello y a través de una actividad política vía Zoom con dirigentes de Chubut, instó a los más de 300 dirigentes del PRO con los que hablaba a “pelear y buscar que es lo que necesitamos para el año que viene”. 

El plan incluye empujar límites y cicatrizar viejos enfrentamientos con el objetivo de ganar volumen y color político. Necesitan de todos los moderados y del amplio espectro político para volver a ser una opción de gobierno. 

LA OTRA TRINCHERA. En el Frente de Todos también hay expresiones que defienden de manera férrea la línea política del gobernador Axel Kicillof. Intentan empujar a Vidal y los suyos a que hablen de la herencia; desde Tignanelli hasta la diputada Susana González y el senador Francisco Durañona, rol que también supo ocupar Teresa García desde su banca en la Cámara alta, hoy al frente del Ministerio de Gobierno bonaerense. 

Para el kirchnerismo duro en Diputados y el Senado, el silencio de la exmandataria responde a su imposibilidad de defender con argumentos creíbles las políticas que aplicó durante los últimos cuatro años. Observan que los puntos fuertes en el discurso amarillo actual de los últimos días estuvieron puestos en medidas como la implementación del SAME y la renovación de algunas guardias de primeros auxilios, pero que nada dicen de la deuda pública en dólares que tomó. “Es prudente al no decir nada y que lo manifiesten sus diputados y senadores, con la caradurez que los caracteriza”, disparan.

“Su silencio responde a una gestión realmente muy difícil de defender. La observamos más como una gobernadora encargada de ser la mejor delegada de las políticas de Mauricio Macri que una defensora de los intereses de los bonaerenses”, descargó una fuente con despacho en la Legislatura.

El fin de la cuarentena pacificada arrancó con la discusión por la liberación de personas privadas de su libertad que dispuso la justicia y tuvo otro capítulo la noche del sábado pasado cuando se anunció la prolongación de la cuarentena. Allí, con Rodríguez Larreta a lado, el gobernador volvió a hacer foco en la herencia que recibió. Dirigentes de Juntos por el Cambio salieron a responderle a coro: lo acusaron de volver a la grieta en medio de la crisis por la pandemia.

En los días posteriores, si bien dijo que su idea no era polemizar con su antecesora, defendió su discurso: “Es lo que pienso; lo he dicho durante la campaña y lo sostengo. No tengo tiempo para pelearme con Vidal. Lo que hay que hacer ahora es darnos una mano entre todos para revertir lo que está pasando”.

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