Promesas en la montaña rusa: cómo propone la oposición estabilizar la economía

Promesas en la montaña rusa: cómo propone la oposición estabilizar la economía

Parecidos y diferencias de las recetas que le vendieron Patricia Bullrich, Javier Milei, Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal al Círculo Rojo en el Llao Llao.

Por Marcelo Falak

El Foro Llao Llao hizo desfilar a Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta, Javier Milei y María Eugenia Vidal, quienes, además de hablar de peleas, alianzas y primarias, expusieron acuerdos y diferencias en las recetas que le vendieron al Círculo Rojo en horas de turbulencias, con el dólar marginal en ebullición.

 

Para fundamentar su idea base sobre cómo estabilizar la economía, Patricia Bullrich anunció que, en caso de llegar al poder, le va a pedir al Fondo Monetario Internacional (FMI) un "colchón" de dólares –sí, más deuda y más dependencia–. En buen romance, el mismo serviría para mejorar la endeble posición en reservas de la autoridad monetaria, de modo de poder devaluar el peso oficial sin asumir la aventura de que no encuentre techo. ¿Tan segura está de obtenerlo?

Por si quedaran dudas de su vocación, la lideresa del sector halcón del PRO añadió que "salir del cepo cambiario será una prioridad desde los primeros días" de gestión. "No creemos en la política de sacar el cepo de a poco porque nadie va a tomar decisiones con cepo; solo postergaríamos el comienzo del cambio", abundó.

Bajo la mirada de su referente económico, Luciano Laspina, lo dicho choca abiertamente con el enfoque que Hernán Lacunza le recomienda a Horacio Rodríguez Larreta, que consiste en una liberación cuidadosa del cepo debido al temor de que la falta de reservas convierta cualquier audacia en hiperinflación. Cabe recordar, en ese sentido, que la necesidad tiene cara de hereje: fue al final del gobierno de Mauricio Macri que el cepo fue reinstaurado.

Hace poco, uno de los economistas que trabaja junto a Lacunza, el expresidente del Central Guido Sandleris, insistió con esa idea. El plan –supuestamente para todo el PRO, pero, en la práctica, solo para Larreta– apunta a una política "muy agresiva desde el principio en lo fiscal y muy prudente en lo monetario, lo opuesto a la estrategia que uso Macri en su momento". Eso era lo que proponía, allá por 2015, Carlos Melconian, quien terminó corrido por Marcos Peña y Alfonso Prat-Gay, quienes terminaron imponiendo una secuencia inversa: salida inmediata del cepo y gradualismo fiscal financiado con endeudamiento copioso. Bien no resultó.

(Con Milei) Que vuelva Carlos

Bullrich había hablado hace un tiempo de "libre elección de monedas", algo que, traducido a la realidad, implicaría que toda empresa con capacidad de imponer condiciones preferiría cobrar en dólares y pagar en pesos. Eso, en un extremo, generaría una economía de dos velocidades, "a la cubana", vaya paradoja: para el sector privilegiado, acceso al dólar; para quienes viven de su trabajo, una devaluada moneda local. Lo de Javier Milei, quien no deja de coquetear con Bullrich, fue más directo en Bariloche: dolarización para todos y todas. Por si el asunto parece engorroso, acá quedan los apuntes del minarquista, que seguramente llevarán claridad.

En los últimos días, varias consultoras y analistas de la economía se trenzaron en un debate sobre las ventajas y los riesgos de dolarizar, algo que han hecho -no sin efectos secundarios– países con economías pequeñas como Ecuador y El Salvador. A propósito, ¿a Milei le jugará en contra o a favor la ola de críticas que se avecinan a su solución mágica?

Quienes protagonizan la discusión sobre la dolarización se devanan los sesos para calcular a qué paridad cambiaria entraría Argentina en ese eventual régimen. Según Milei, para determinarlo, hay que tomar en cuenta no solo los dólares contantes y sonantes que hay en el Central, sino sus tenencias en títulos de deuda en esa divisa, algo que otros economistas cuestionan. Lo concreto es que las estimaciones oscilan entre un tipo de cambio inicial mínimo 800 pesos y uno de 10.000. Cuesta imaginar ese proceso.

Comparado con eso, el “peso libre" que plantea José Luis Espert es un llamado a la paz social.

Así, rumores vennosos aparte, ¿tiene más sentido ahora por qué las cotizaciones paralelas están reflejando los vaivenes del debate preelectoral, al estilo del "dólar recontraalto" con el que el menemista Guido Di Tella atormentaba en 1989 a la conducción económica del alfonsinismo? Es de esperar que quienes poseen plazos fijos en pesos no caigan en el terror cuando deban renovarlos más allá del 10-D y que el país no termine de joderse en medio del proceso electoral.

"Si ves al futuro, dile que no venga", escribió, en su hora final, Juan José Castelli.

¿Son o se hacen?

Bullrich es una mujer de pensamiento económico rudimentario, pero tiene quien la asesore. Milei, por su parte, puede ser calificado de muchas formas, pero nadie puede decir que no sepa de qué habla. ¿Por qué no advierten, entonces, que sus definiciones tensan el ambiente, atizan una corrida y, en el extremo de que lo que proponen devenga profecía autorrealizada o plan de gobierno, podrían desatar una espiral inflacionaria peligrosa?

Lo que sigue no es información, sino interpretación.

Por un lado, podrían suponer que no les convendría hacerse cargo del país antes de un estallido cambiario, algo que sería un tanto cruel y miope si se tuviera en cuenta que lo más humano y patriótico sería desactivar con cuidado una bomba económica capaz de llevarse puesta también la gobernabilidad.

Por el otro, una escalada mayor de la inflación o, en un extremo, una híper aceleraría el logro del equilibrio fiscal. Tal evento, de ocurrir, licuaría dramáticamente salarios en la administración pública, las jubilaciones, las pensiones, los planes sociales, los pagos a proveedores y las deudas en moneda local. La macroeconomía quedaría entonces equilibrada, incluso con un changüí cambiario enorme, aunque al costo de la explosión de una bomba económica de neutrones.

Esta posibilidad teórica es tan, pero tan cruel e irresponsable que es imposible que esté en las mentes de Bullrich y Milei. ¿No?

El cambio tranquilo

Rodríguez Larreta conoce bien al Círculo Rojo y sabe qué cuerdas tocarle. No es que Bullrich y Milei no tengan allí apoyos fuertes, pero mucho de lo que proponen tiene el potencial de desquiciar la política y la vida social en la Argentina, algo que el grueso del empresariado teme. Así, el jefe de Gobierno se diferenció claramente de su enemiga íntima.

“Los que quieran instalar que yo quiero un cambio a medias les están mintiendo en la cara. Yo soy el primero en decirlo: el cambio tiene que ser profundo, pero hay formas para hacerlo. Si lo queremos imponer a las trompadas, a los gritos, con agresiones, las chances de lograrlo son cero (...). Yo estoy para liderar un cambio real y duradero, no cuenten conmigo para bravuconadas inconducentes", dijo.

“El camino que propongo es construir una nueva mayoría para generar un cambio real y duradero. Es más trabajoso, requiere sentarnos a dialogar con gente con la que no coincidimos y nos incomoda a todos”, añadió. ¿Le alcanzará para convertirse, sin disputas, en el candidato del establishment?

Cuando llegó su momento, María Eugenia Vidal optó por recorrer caminos conocidos recientemente. "No podemos pedirles un esfuerzo más a los argentinos si los sindicalistas y los políticos tienen reelección indefinida o una parte de los empresarios le siguen pidiendo prebendas al Estado”, planteó.

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