Precios y alimentos: A confesión de partes

Precios y alimentos: A confesión de partes

El comportamiento por parte de algunos empresarios argentinos llama la atención, principalmente la incoherencia de su posicionamiento, contrario a un gobierno que los favoreció. Los números no mienten, entonces ¿qué será lo que está mal?

Por Matías Strasorier

 

El nuevo secretario de Comercio, Roberto Feletti, decidió una política de control de precios de casi 1500 productos, luego de fallidas instancias de acuerdo con algunos de los principales empresarios productores y/o comercializadores de mercaderías que componen la canasta básica en Argentina. El panorama no permitía mucho margen de maniobra: la inflación agobiante ganándole a los salarios, la salida de la pandemia global con casi la mitad de los compatriotas debajo de la línea de pobreza, las familias utilizando el crédito de sus tarjetas para comprar alimentos y productos de higiene personal son algunos puntos significativos para que Feletti y su política funcionen o funcionen.

Ante esta medida, desde la COPAL (Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios) surgieron las amenazas de posible desabastecimiento. Este organismo, presidido por Daniel Funes de Rioja -quien también preside la FIPAA (Federación de Industrias de Productos Alimenticios y Afines) y recientemente la UIA- calificó de "grave error" la decisión del gobierno de "congelar" precios hasta el 17 de enero 2022, con retroactividad al 1° de octubre de 2021. No hace falta citar fuente más legítima que la de las góndolas para saber, que en los primeros 15 días del presente mes, los precios de muchos bienes de consumo subieron notablemente: 2,2%, precisó Feletti.

Lo incongruente es que el recorrido de los últimos tres o cuatro años por los balances de las empresas alimentarias revela que cuando el consumo interno disminuye también lo hacen las ganancias. Dicen que "a confesión de partes relevo de pruebas", pero como la justicia en este país presenta una ceguera parcial, que casualmente siempre favorece a los poderosos, es necesario mostrar los datos que los mismos empresarios presentan en la Comisión Nacional de Valores.

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Ledesma S.A, empresa de la familia Blaquier, en el período junio 2017 a mayo 2018 perdió 1.200 millones de pesos. Desde junio 2018 a mayo 2019, las pérdidas fueron de 2.181 millones de pesos, casi el doble.

Molino Rio de la Plata, empresa de la familia Pérez Compac, en el 2017 registró pérdidas por 1.580 millones de pesos; en 2018 las pérdidas fueron de 3.566 millones de pesos; y en el 2019, otros 370 millones de pesos.

Arcor, en el 2018, sufrió pérdidas por 1.555 millones de pesos. En septiembre del 2019 acumulaba pérdidas por 2.610 millones de pesos para terminarlo con 144 millones de pérdida.

Al contraponer los balances con el año 2020, año de pandemia global que afecto sanitaria y económicamente al mundo entero, observamos que estas empresas declararon ganancias a la Comisión Nacional de Valores. Los Blaquier, por su empresa Ledesma, ganaron 5.610 millones de pesos entre mayo de 2020 y febrero 2021. Los Pérez Companc, con Molinos, ganaron 1.746 millones de pesos. Y Luis Pagani con Arcor ganó 5.400 millones de pesos.

Este éxito no es una situación made in Argentina, también lo obtuvieron grandes empresas trasnacionales del rubro alimenticio a nivel global. Nestlé registró ganancias a nivel global por 13.642 millones de dólares; Mondelez Internacional, 3.555 millones de dólares; y la firma Pepsico obtuvo un beneficio neto a nivel global en el 2020 de 7.120 millones de dólares.

Estas 3 empresas, Ledesma, Molinos y Arcor, opositoras al acuerdo de precios, son parte de la COPAL y AEA, contundentes opositores a las políticas del gobierno del Frente de Todos y militantes de la defensa de la propiedad privada, la libertad de mercado, entre otras banderas. Es raro que durante la gestión macrista no hayan protestado por la protección de la propiedad privada cuando cerraban los balances a pérdida. "Acá hay algo mal que no está bien", como decía un paisano de Lavalle, cuando algún asunto no le cerraba.

¿Será este un comportamiento global de empresarios que no están dispuestos a resignar un centavo, aun cuando el hambre y la miseria golpean a las grandes mayorías del mundo? ¿Será que defienden intereses de otros? ¿O habrá otra cosa mal que no está bien y aun la mayoría de los compatriotas no lo sabemos? 

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