Massa, Cristina y un liderazgo en suspenso

Massa, Cristina y un liderazgo en suspenso

A dos semanas de las PASO, el peronismo trata de despabilarse. “Somos Unión por el Miedo”, dicen en UP y hacen cuentas electorales. Silencios y ausencias, y el desembarco de Malena Galmarini en el búnker peronista. Votos perdidos y comparación con el 2015. La baglinización de Milei y las terminales de Guillermo Francos. Bullrich, entre dos Macri y el rol que le tocará a Melconian.

Por: Pablo Ibáñez.

“Olimos sangre...”, dice el gobernador. Javier Milei ganó, el 13-A, su provincia como lo hizo en otras quince. Las boletas desaparecieron de los cuartos oscuros, ante el pavor de los fiscales del peronismo que no sabían si eso ocurría porque las robaban los punteros de JxC o si era, como ocurrió, porque se estaban stockeando dentro de las urnas. Un armador peronista, experto de cien elecciones, ilustró ese proceso arrollador con una frase y un diagnóstico sórdido: “Los votantes salieron debajo de las piedras. Cuando eso ocurre ¿cómo lo parás?”

Un hilo rojo une todas las terminales del panperonismo. A dos semanas de las PASO, no hay ningún futuro alterno en el que convivir con Milei como presidente no se convierta, tarde o temprano, en una tragedia descomunal. La modesta baglinización del libertario, su tono menos encendido y la reconfiguración del calendario del ajuste, no llegó a la real politik territorial. La entronización, a futuro, de Guillermo Francos como ministro de Interior, cuya terminal histórica en común con Milei es el empresario Eduardo Eurnekian, puede leerse como una señal hasta acá sin eficacia: hace tiempo, Francos salió del radar de la política. “Tiene una agenda de números fijos”, describe a elDiarioAR un jefe territorial, malicioso. Traducción: no tiene vínculo aceitados con gran parte de la dirigencia criolla.

Francos fue, hasta el viernes 18, representante argentino en el BID, sillón que pasó a ocupar Marcelo Barg. Había llegado a ese lugar promovido por Gustavo Beliz y, dicen en Casa Rosada, con la validación de Vilma Ibarra, que antes del llamado de Alberto Fernández para asumir como secretaria de Legal y Técnica, formaba parte al igual que Francos del staff de Corporación América. El ahora exfuncionario tiene, de todos modos, una relación histórica con figuras del ecosistema UP como Eduardo Valdés o Jorge Argüello, incluso el propio Fernández, con quien coincidió en el cavallismo en el cambio de siglo. En 2016, cuando Alberto todavía no se había amigado con Cristina Kirchner, estuvo junto a otros invitados en una cena con Milei. La rareza del economista, que pasaba de la euforia a la quietud, se concentró en un detalle: contó que vivía con cuatro mastines napolitanos en un departamento de 80 metros cuadrados. Los comensales cruzaron miradas extrañadas.

Terminales

Francos tiene protohistoria en el Acción por la República (AR), el partido de Domingo Cavallo, espacio por el que fue electo diputado, banca que luego abandonó por “cansancio moral”. Reapareció, luego, como presidente del Banco Provincia durante el primer mandato de Daniel Scioli, en cuya campaña presidencial intervino desde la fundación ACORDAR, en la que también estaba Milei. La tesis de Francos como dirigente “dialoguista” parece, a simple vista, voluntariosa. Quizá, más que el “nido” común con Eurnekian -de cuyo holding se nutrió Milei para sumar colaboradores, como Nicolás Posse, que pidió licencia para oficiar como “recaudador” de LLA-, una terminal anexa que enlaza a Milei con Francos haya que buscarla en Domingo Cavallo, a quien el libertario elogia siempre. Se cuenta que Sonia Cavallo, mujer del exministro de Menem y Fernando De la Rúa, destaca esa actitud pública del economista.

"Al lado de ellos, que piden abrirse al mundo, yo quedé como un comunista que digo que hay que mantener cerrada la economía hasta ordenar la macro", dijo Darío Epstein tras el encuentro en el Alvear.

Francos, de larga amistad con Milei, imaginó que lo convocaban para ser futuro canciller y se encontró con el cargo de “ministro del Interior”. Ese casillero, el libertario lo reserva para Diana Mondino, economista que parece emular la secuencia de Cavallo que primero fue canciller de Carlos Menem y luego ascendió a Economía. El miércoles pasado, Mondino no estuvo en el hotel Alvear donde invitaron a exponer a los “cancilleres” de Milei, Sergio Massa y Patricia Bullrich. La economista viajó a Mendoza y le pidió a Darío Epstein, su amigo, que la reemplazara: le mandó el speech sobre política exterior, pero el economista no lo usó y habló de macroeconomía. “Al lado de ellos, que piden abrirse al mundo, yo quedé como un comunista que digo que hay que mantener cerrada la economía hasta ordenar la macro”, ironizó, al final de la cena, Epstein. Antes tuvo un cruce con Gustavo Martínez Pandiani, que dijo que la “dolarización era inviable”. El economista de LLA sorprendió con otra declaración: “Dolarizar nunca sería la primera opción, pero ante la mala praxis monetaria y el abuso de la emisión, lamentablemente era la mejor opción que nos quedaba por delante”.

UxM

Hasta acá, el vínculo entre el PJ y La Libertad Avanza fue unidireccional. Un gran número de jefes territorios de UP, que compraron la hipótesis que les llegada desde el comando de la calle Mitre según la cual Milei no debía caerse para de esa manera evitar un buen resultado de JxC, cuidaron la boleta libertaria el 13-A. Ese cuidar, en algunos casos, fue mucho más. En ciertos dominios, el peronismo imprimió, repartió casa por casa -incluso entera-, repuso en el cuarto oscuro y garantizó la fiscalización de la papeleta violeta de LLA.

El peronismo sufre, ahora, el daño de ese tiro en el pie. Ese hecho podría, un día, ser mirado como emblema no solo de la falta de olfato, para ver por donde venía la elección, sino de una acción electoral casi suicida. Cuando en los comandos del UP repasan el mapa y hablan de estructura electoral, aparece una doble lectura de posible impacto: no solo que, en teoría, el peronismo activará la campaña sino que, además, dejará de hacer de lazarillo y protector de los votos de Milei. En LLA se preparan para la contingencia del faltante de boletas: Fernando Cerimedo, el consultor que le instaló al libertario la teoría de que le “robaron 5 puntos”, una cifra imposible, festeja que en las últimas semanas se multiplicó la cantidad de militantes que se acercaron para fiscalizar el 22-O.

Informe de Ad Hoc sobre migración de votos del PJ

Informe de la consultora Ad Hoc sobre ausentismo

“Todos los gobernadores se pondrán al frente de la campaña en sus provincias. Y todos los gobernadores tenemos mejor imagen que Massa. Y todos nos jugamos la gobernabilidad de los próximos 4 años”, apunta un mandatario que está online con el ministro-candidato. En el grupo de WhatsApp de gobernadores del PJ, donde algunos están en silencio hace tiempo, comparten consultas y planteos, reclaman una acción “segmentada” y asistencia de la campaña nacional que estuvo, hasta ese viernes, muteada. Wado De Pedro, como jefe de campaña, bajó la orden de que ningún vocero hable porque la centralidad debía estar en Massa con respecto al FMI pero, además, porque todavía no hay línea definida sobre cómo reaccionar ante el fenómeno Milei.

No hay orden, sólo movimientos espasmódicos. “Nos convertimos en Unión por el Miedo”, grafica, brutal pero realista, un operador de la campaña de UP. El frenesí para despabilar a un dispositivo que quedó shockeado luego del 13-A, derivó en episodios como la instalación de Malena Galmarini en la oficina del quinto piso del edificio sobre la calle Mitre que funciona como búnker de campaña. En clave, el desembarco de Malena en ese lugar armado para que lo ocupe Massa, se leyó como un intento por salir de la parálisis, aunque a algunos les cayó mal.

El mutismo genera, en algunos actores, sorpresa. Pablo Moyano salió la última semana a preguntarse, por TV, donde estaban Fernández, Cristina Kirchner y, entre otros, el jefe del peronismo bonaerense, Máximo Kirchner. La Cámpora activó, por demanda de sus referentes locales, un clamor casi silvestre con reuniones en los territorios pero sin bajada clara sobre qué decir, solo la épica de “darla vuelta”. “Sumar gente, hablar mucho. Y sumar herramientas para militar: faltan medidas nacionales”, dice una referente camporista del conurbano y traza una autocrítica. “No podemos seguir hablando de Néstor y Cristina, no convencemos por ahí”. Se corrige. “No solamente de eso, al menos”. Suelto, con otro GPS, Andrés “Cuervo” Larroque encontró otros culpables: la realidad y los campañólogos. “No hay estrategia de marketing que pueda disimular la realidad efectiva”, tuiteó.

El mapa del tesoro

La matemática electoral se volvió, en estos tiempos, casi una ciencia. Un informe de Ad Hoc, consultora de Javier Correa, se enfocó en la sangría de votos peronistas en el conurbano: agrupó los diez municipios más poblados -de La Matanza a Avellaneda- en los que, entre las PASO del 2019 y las del 2023, el FdT-UP perdió un millón de votos (equivalen a 4 puntos nacionales) mientras que, en el mismo período, en esos territorios, dejó de ir a las urnas medio millón de electores (equivalen a 2 puntos nacionales). Sin embargo, la merma es solo el 20% de los 5,4 millones de votos que perdió el peronismo, con distinta marca electoral, en todo el país.

El pedido a las provincias, que Massa encaró en gestiones mano a mano con los gobernadores, es que haga un esfuerzo extra o, en otros casos, hagan algo. “Los muchachos son pícaros: si Massa, sin el apoyo explícito de Manzur, saca en Tucumán lo mismo que Jaldo ¿de qué sirve ser jefe? El resultado fue un aviso: nos hicieron ver cuánto vale Sergio sin la banca de ellos. Ahora tenemos que ver si se mueven y si alcanza que se muevan. Lo que es cierto es que se cagaron todos porque con Milei la de ellos está en peligro”, apunta un operador de UP.

"Al peronismo le hace falta una agenda. Porque sin liderazgo, no hay agenda".

Javier Correa — Consultor de Ad Hoc

Ad Hoc propone, a partir de su informe, un ejercicio interesante: comparar la elección en curso con la del 2015 donde, entre otras analogías, había una tercera fuerza, algo que no existió en 2019. En cierto modo, más allá de la decepción que produjo la experiencia Fernández-Fernández, la presidencial de hace cuatro años pudo constituir una anomalía porque el peronismo, unido, juntó 12 millones de votos. En las PASO del 2015, el PJ obtuvo 8,7 millones de votos y 13-A logró 6,4. Es decir: perdió más de 2 millones. Aquel universo electoral, el de 8,7 millones, puede leerse como un objetivo para UP aunque muy difícil de alcanzar. “En 2015, venía el desgaste del cepo, cuatro años sin crecimiento económico, el antiperonismo estructurado y agotamiento de cristinismo. Pero hoy está mucho peor”, describe Correa y escarba en un dilema doble de estas horas. “Al peronismo le hace falta una agenda. Le pasó a Macri, que jamás salió de la agenda económica, donde no había nada bueno para mostrar. Ahora la agenda es económica, sin resultados, con la interna, la guerra, la pandemia. Porque sin liderazgo, no hay agenda”.

La demora en el diseño de la campaña de UP toca un nervio hipersensible, sobre si se acelera o no, un cambio de conducción y liderazgo en el peronismo. Omar Plaini, sindicalista, kirchnerista y pragmático, explicitó en una entrevista por TV que para ordenar la campaña Massa debería emerger como líder. No es una cuestión de simpatía sino una descripción de una debilidad y una necesidad: sin conducción, el peronismo está a la deriva. De manera adicional, eso afirma de manera implícita que Cristina Kirchner no parece estar al frente del barco.

La vice, cuentan a su lado, está activa en el Senado, atenta a cuestiones de logística electoral pero sobre todo atenta a los indicadores económicos. Un dirigente del conurbano, que interviene en el ecosistema Máximo, describe -sin nombrarla- la ausencia de Cristina en el día a día. “Conducir es mandar: que te llamen para decirte que hiciste las cosas bien o que te llamen para cagarte a pedos, que premien a los que cumplen y ejecuten a los que no. Eso no está ocurriendo”, dice. El jueves circuló que la vice harían una reaparición este fin de semana.

La cuenta de Bullrich

Lo de JxC fue, a simple vista, más parejo: en 2015, quedó segundo con 6,8 millones de votos, trepó a 8 millones en 2019 y regresó a 6,7 millones en las PASO de este año. Es la cuenta que hacen en el búnker de Patricia Bullrich. Se abrazan, además, a la hipótesis -por verificar- de que históricamente (ocurrió desde 2015 en adelante) el voto cambiemita mejoró entre las PASO y las generales a partir del ingreso de votantes que no habían participado anteriormente.

A priori, esa idea está en veremos. Un análisis preliminar sobre el comportamiento de los que no fueron a votar, que tiene en proceso la consultora Bebta Lab, proyecta que si el 22-O decidieran ir a las urnas, la conducta electoral sería más o menos proporcional en relación a los que votaron el 13-A. Es decir: no se detecta, hasta acá -el trabajo está en desarrollo- que ninguna de las tres fuerzas crezca en votos desigualmente por sobre las demás.

Bullrich le entregó el timón de la economía a Carlos Melconian (que está en EE.UU. y vuelve en unos días para, una vez resuelto qué tarea tendrá Luciano Laspina, formalizar como jefe económico de JxC) y espera que Mauricio Macri haga, pronto, una gestualidad mayor que tuitear entre mano y mano de bridge desde Marruecos para respaldar una declaración sobre el BRICS. La abruma, además, el otro Macri: Jorge, preferido para retener CABA, quedó en una foto posible como único sobreviviente del PRO frente al naufragio, en proceso, de Bullrich. Como un regalo para su primo expresidente, Jorge destrató a la UCR porteña con la elección de Clara Muzzio, su vice.

La exministra tiene que lograr, todavía, que en el mundo Juntos se recupere la confianza sobre un buen resultado que le permita entrar al balotaje. Por eso repiten una proyección y una cuenta. Que las provincias con menor concurrencia son las que históricamente JxC anduvo mejor, por lo que ahí crecerá el 22-O. La segunda es aritmética pura para decir que no hay chances de que Milei gane en primera vuelta. LLA obtuvo, el 13-A, 7 millones de votos sobre 24 millones de votantes. Si en octubre votan 26 millones, para llegar al 45%, Milei debería obtener 11,7 millones, es decir casi 5 millones más que los que obtuvo hace 15 días. “Im-po-si-ble”, silabea un operador bullrichista.

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