Un peronismo ajeno a CFK y los proxies de Javier Milei y Mauricio Macri se enfrentan a todo o nada. ¿Pugna local o nacional? El sentido de ganar y de perder.
Por Marcelo Falak.
Las elecciones para la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires no deben ser sobreanalizadas en clave nacional, pero tampoco minimizadas en su impacto sobre la política grande. ¿Ganará el peronismo y aplicará un "doble voto castigo" a los gobiernos federal y porteño? ¿Se impondrá Javier Milei vía Manuel Adorni? ¿Salvará Mauricio Macri al PRO?
Aunque la lógica de estos comicios sea local y muchas cosas puedan cambiar hasta las legislativas nacionales del 26 de octubre, su desenlace influirá considerablemente en lo que viene. Por eso, el Presidente y su enemigo íntimo que gobernó entre 2015 y 2019 se han empeñado tanto y tan personalmente. El resultado le pasará factura a uno de ellos. ¿A los dos?
Ya se votó en Santa Fe para convencionales constituyentes y, para las respectivas legislaturas, en Salta, Jujuy, Chaco y San Luis. Salvando el primer caso por su especificidad, los comicios porteños serán los más relevantes de los realizados hasta el momento en su categoría: con más del 7% del padrón nacional, la Ciudad Autónoma es el cuarto distrito en importancia del país, aunque, en rigor, comparte un segundo escalón con la provincia de Córdoba y con La Bota, de porte muy similar. Sólo la de Buenos Aires ranquea claramente arriba.
Además, en tanto asiento del poder central, resulta una vidriera política fenomenal y un caso testigo.
Elecciones y señales del futuro
El nivel de participación marcará la primera novedad: ¿en qué medida la sociedad comienza a reconciliarse con la política o, en su defecto, da el paso definitivo hacia el desapego, abandonando, incluso, la motivación de votar por bronca? Las elecciones realizadas hasta el momento no trajeron señales demasiado alentadoras al respecto.
Por último, todas las encuestas apuntan a una interrupción de la racha de victorias oficialistas; el PRO se juega en buena medida su destino.
Ganar es ganar y perder es perder, diría Perogrullo. Sin embargo, en una competencia tan fragmentada, con nada menos que 17 listas, se ha establecido en los diferentes comandos una suerte de fetichismo del escrutinio. Según esa visión, salir primero inhibiría cualquier pregunta sobre el verdadero potencial de esa propuesta para construir una mayoría dentro de dos años, mientras que ser segundo y no tercero parecería un premio suficiente para Adorni y para Silvia Lospennato, proxies de una guerra por el control de las derechas. Raro…
Será interesante, también, conocer el poder de daño que demuestran las astillas del mismo palo: el morenista Alejandro Kim –¿y el evitista Juan Manuel Abal Medina?– para Leandro Santoro; Ramiro Marra –¿y Ricardo Caruso Lombardi y Yamil Santoro?– para Adorni y Horacio Rodríguez Larreta –¿y Paula Oliveto y Lucille Levy?– para Lospennato. El ex jefe de Gobierno, por su parte, necesita saber desde qué piso deberá resetear su carrera política.
Leandro Santoro y un peronismo sin CFK
Lo que imponían las encuestas de imagen y la orfebrería de Juan Manuel Olmos llevaron al tope de la lista peronista a Santoro, un radical alfonsinista; otra curiosidad. El ensayo de Es Ahora Buenos Aires intriga, sobre todo en su potencial para marcarle un rumbo nacional a la principal oposición.
Leandro Santoro protagoniza una apuesta audaz del peronismo porteño: poner al frente de la lista a un radical y sacar de la campaña la identidad cristinista.
La lista panperonista incluye al camporismo, pero se ha pasteurizado de cristinismo en grado extremo. Abandonó el tono azul tradicional y se pintó de verde. En esa línea, inspirada en la lógica del armado cordobés, habla de un porteñismo y, favorito, hacia adelante mira con cariño una transversalidad con el radicalismo y otras agrupaciones menores. Este domingo quedará mucho por conquistar, acaso un 15% del total de sufragios sin representación.
El candidato confía en que un eventual triunfo "abra una ventana" para difundir un mensaje más amplio que, sin dejar de hacer eje en las ideas de justicia social y Estado presente ni de confrontar con Milei, le haga espacio a la iniciativa privada y el mérito individual. El éxito o el fracaso harán la diferencia para que este intento sea o no germen de un modelo nacional.
Manuel Adorni: Javier Milei hecho hombre
Si se sigue el orden que sugieren las encuestas aparece Adorni. En tanto administrador oficial de la palabra del Presidente, podría decirse –en línea con el culto a la personalidad que rige en La Libertad Avanza– que es Milei hecho hombre.
Su campaña fue de neto corte nacional, al punto que no se le conocen más propuestas que pasar la motosierra por un presupuesto porteño equilibrado desde hace mucho tiempo, exterminar al kirchnerismo y fulminar a Mauricio Macri.
El mercado financiero espera señales de la fortaleza o debilidad de LLA en este distrito clave. Lo que entienda como un buen resultado será fundamental para renovar una confianza que viene mostrando matices sugestivos. O todo lo contrario.
"Adorni es Milei", dice uno de los eslóganes de la ultraderecha gobernante, algo que denota confianza o bien temeridad. Al bajarse del viaje al Vaticano para la entronización de León XIV, Milei se prepara para subirse al palco del triunfo… ¿También estaría si tocara derrota?
Dado que el oficialismo nacional planteó la elección en términos de validación de las políticas de Milei, sólo sirve el triunfo. En caso contrario, nada impediría que Santoro hablara, con cierto fundamento, de un "voto castigo" al Gobierno, al menos provisionalmente y ad referendum de lo que ocurriera el 26-O.
Una jornada de alto riesgo para Javier Milei
Con el Presidente grabando spots en favor de su hombre, en la calle, hablando en actos, promoviéndolo obsesivamente en las redes sociales y hasta movilizando a sus principales ministros, hay que decir que un triunfo de Adorni sería uno de Milei y que una derrota sería también una del mandatario.
"¡Amarillos fracasados!", gritó el ultraderechista en el acto de cierre que encabezó en Recoleta, donde su figura opacó al candidato y donde LLA mostró su condición de "casta" al alquilar asistentes. Esto tiene tres consecuencias.
Una, la pregunta de hasta qué punto tanta violencia verbal dificultará una confluencia con el PRO en la provincia de Buenos Aires para golpear a un peronismo que coquetea con un cisma. Dos, la duda de si esa eventual alianza se daría entre partidos o solamente a través de la cooptación de referentes macristas en tránsito, algo que estaría determinado, a su vez, por la capacidad de daño que el PRO mostrar este domingo. Tres, la discusión, al interior del "triángulo de hierro", sobre el acierto o el error de la estrategia de Karina Milei de presentar el sello paleolibertario incluso en distritos donde las chances son escasas, cuestionada por Santiago Caputo por confrontar con poderes locales a los que habrá que seguir pidiendo respaldo.
Mauricio Macri y la supervivencia del PRO
El estallido de Juntos por el Cambio, el empoderamiento nacional de la extrema derecha y sus propios avatares han sumido al PRO en una crisis profunda que mostrará al partido dramáticamente lejos de los guarismos de 40, 50% y más que ha conocido en dos décadas.
Un segundo o, sobre todo, un tercer puesto sería un voto castigo a la gestión local.
El apoyo incondicional a Milei en el Congreso, producto de la colonización de su electorado por parte de la tropa paleolibertaria, ha diluido la identidad partidaria. La respuesta dura a los ataques ultraderechistas acaso llegó tarde y queda por determinar en qué medida complica un futuro común.
Se verá también en el escrutinio si el partido amarillo logra aprovechar, dentro del nicho anti-K más duro del electorado, la traición paleolibertaria a la ley de Ficha limpia que tanto ha impulsado Lospennato. El problema de la diputada es que el padrinazgo que ejerció Mauricio Macri ha sido un abrazo de oso.
Silvia Lospennato se vio complicada en la campaña por ciertos traspiés de Mauricio Macri.
Lospennato debió lidiar con su bajo nivel de conocimiento en el territorio porteño, con las flaquezas de la gestión de Jorge Macri y con una actitud de Mauricio que, de tan controvertida, no se sabe si es sólo torpeza. En base a sus experiencias personales, tal vez Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich piensen otra cosa.
El expresidente se ha paseado con la candidata en recorridas, actos y estudios de TV, se ha mostrado somnoliento, derrotado y quejoso por la doble erosión –a derecha e "izquierda"– de Adorni y Larreta. Contó y repitió hasta el hartazgo que la caída del proyecto de Ficha limpia derrumbó a su protegida al punto de llevarla casi a abandonar la política. "Dejá de contar eso, Mauricio", le rogó en cámara la postulante.
El lastre de Macri esterilizó en buena medida el gancho que, se supone, conserva su apellido. Milei sueña con matarlo políticamente, pero octubre podría darle al exmandatario una nueva oportunidad o, en su defecto, la consumación de un doble fracaso, acaso letal.
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