Alberto Fernández y Jorge Bergoglio: sensación de lejanía

Alberto Fernández y Jorge Bergoglio: sensación de lejanía

El Presidente cruza al papa haga o no referencia al país. Temperatura relacional bajo cero, nexos cortados e incógnita por el mensaje ante los 10 años del papado.

Por Guillermo Villarreal

La temperatura relacional entre Alberto Fernández y Jorge Bergoglio se ubica en los mismos dos grados bajo cero que el Presidente debió soportar en la Base Marambio al llevar esta semana su plan ReivindicAr a la Antártida. La marca térmica desciende más cuando el primer mandatario cruza al papa por sus críticas a los elevados índices de pobreza e inflación y más todavía cuando elige al pontífice como interlocutor con quien confrontar sobre cuestiones que refieren a la lucha global por la justicia social y no puntualmente con la coyuntura económica del país.

En ambientes políticos atribuyen este clima personal entre compatriotas con poderes terrenales y espirituales al contexto electoral que tiene al jefe de Estado sentado, solo, en la mesa de un Frente de Todos (FdT) que le quiere sacar la silla de la reelección, anima a los suplentes del peronismo a ir a las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatoria (PASO) y amplifica el operativo clamor para que Cristina Fernández de Kirchner, a la que un sector considera “proscripta”, sea candidata. A esto se suma -como contó Letra P- que Bergoglio sigue manteniendo una relación de “cercanía espiritual” con CFK.

Muy diferente es la lectura que se hace en ambientes eclesiales, en los que consideran que el quiebre relacional entre Fernández y Bergoglio se produjo por la sanción de la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) en medio de la emergencia sanitaria por la pandemia del coronavirus, y que expuso al pontífice a titulares mundiales como “el aborto es legal en el país del papa”. No obstante, otras fuentes religiosas evalúan que la motivación fue otra: la salida de Martín Guzmán del Ministerio de Economía y la llegada de Sergio Massa, con quien Bergoglio mantiene diferencias insalvables.

El último de los chisporroteos discursivos entre Fernández y Bergoglio se produjo esta semana cuando el Presidente respondió inesperadamente con un tuit a otro del papa sosteniendo que la justicia social es la “bandera” y el “propósito” de su gestión gubernamental. Lo sorprendente fue que la publicación de la réplica presidencial apareció en su cuenta oficial en Twitter y en forma de “tuit citado” a un mensaje previo del pontífice que no refería puntualmente a la realidad nacional.

Un mes atrás, en una entrevista con la agencia AP, Francisco rompía su silencio sobre la realidad argentina cuestionando la economía de las últimas décadas, con una sentencia que atravesaba la grieta doméstica y haciendo foco en el creciente índice de personas en situación de pobreza y el impacto de una inflación que calificó de “impresionante”. El Presidente tampoco se quedó callado y, asumiendo para su administración el planteo papal, culpó a los “gobiernos dictatoriales” con su tinte liberal de la crisis eterna que afronta el país tras la caída de Juan Domingo Perón en 1955.

Poco y nada queda hoy de aquel lazo personal que Fernández construyó con Francisco en el inicio de su gestión gubernamental en medio de la pandemia y las negociaciones por la reestructuración de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) contraída por la administración de Mauricio Macri. Tampoco cuenta con esos nexos formales e informales que ayudan a una comunicación permanente entre Buenos Aires y Roma. La única vía oficial que le queda al Presidente es el secretario de Culto, Guillermo Oliveri, pero se ciñe a lo meramente protocolar y diplomático por el que deben discurrir las relaciones de un Estado con el Vaticano.

Bergoglio mantiene, en tanto, canales de información permanente con referentes de la política local, tanto del oficialismo como de la oposición, que lo notifican semanalmente sobre las circunstancias coyunturales en su tierra natal; y, de ser necesario, apela a un llamado telefónico o a un mensaje por correo electrónico para conseguir puntualizaciones sobre algún asunto de su interés. En esa lista de habituales aparecen dos exfuncionarios equidistantes del ministro Massa: Guzmán y Gustavo Beliz, a quien a principio de febrero invitó a participar de un coloquio sobre “La economía fraterna del desarrollo integral y sustentable” auspiciado por empresa italiana ENEL, propietaria de la compañía eléctrica Edesur que anunció que pondría a la venta todos sus activos en la Argentina, y organizado por la Academia Pontificia de Ciencias Sociales a la que ambos pertenecen por pedido de Francisco.

Entre los contactos políticos menos habituales están la vicepresidenta Cristina Fernández, el ministro del Interior, Eduardo de Pedro; la diputada macrista Victoria Morales Gorleri, el diputado peronista y exembajador en el Vaticano Eduardo Valdés, el exsecretario de Comercio Guillermo Moreno, el exministro de Trabajo Jorge Triaca, y eventualmente con el dirigente piquetero y ahora precandidato presidencial Juan Grabois.

Bergoglio también apela a sus alfiles eclesiásticos para informarse sobre lo que sucede en el país: el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Oscar Ojea; el arzobispo platense Víctor Tucho Fernández; el obispo santacruceño Jorge García Cuerva; el obispo villero Gustavo Carrara, el sacerdote José María “Pepe” Di Paola; además de recibir –antes que nadie- los informes de pobreza, desocupación e incertidumbre económica que produce habitualmente el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (ODSA UCA).

La proximidad del décimo aniversario del inicio del pontificado de Bergoglio permitirá tomar nuevamente la temperatura relacional entre el primer mandatario y el papa, dado que en las vísperas del 13 de marzo muchos empiezan a especular sobre el modo y el tono que el Presidente elegirá para saludar a su compatriota por sus diez años al frente de la Iglesia Católica Apostólica y Romana.

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