Pelota vasca, porcelana china y la columna corporate del 18F

Por Alejandro Bercovich

A los tumbos durante el mes que transcurrió tras la sorpresiva muerte del fiscal Alberto Nisman, el Gobierno decidió abrir fuego en simultáneo contra el sector del establishment que ve detrás del fantasmal intento de “golpe blando” que está convencido de enfrentar, tal como caracteriza al evidente y bien corpóreo desafío lanzado en Tribunales y en la calle por jueces y fiscales federales. 

Así como sus idas y vueltas respecto de Nisman terminaron por agigantar la multitudinaria marcha opositora del miércoles, su embestida contra los empresarios que cuestionaron los acuerdos con China ahuyentó de su lado a potenciales aliados en el mundo de los negocios y desgastó a los pocos que se mantienen incondicionales, como el metalúrgico Juan Carlos Lascurain. La movida luce riesgosa en términos de gobernabilidad a las puertas de su última ronda de paritarias, con el sindicalismo jugado a terciar en las elecciones y sin un plan a la vista para “profundizar el populismo” en términos felettianos. Pero paradójicamente, gracias al swap chino, al buen viento global y al crédito que le abre al país la creciente certeza de un giro pro-mercado después del 10 de diciembre, la economía se encauzó a velocidad crucero y hasta lo dejó en condiciones de tomar prestados ya mismo en el mercado los 3 ó 4 mil millones de dólares al 8% anual que le permitirían blindarse por los nueve meses que le quedan en la Rosada.

La sensación es que ya falta poco. En todos los sentidos. La banca de Wall Street no se cansa de tentar al secretario de Finanzas, Pablo López, con ofertas para colocarle bonos a tasas similares a las que cerraron días atrás YPF o la ciudad de Buenos Aires. La era global de los dólares baratos sigue sin terminar y el fallo inglés contra los embargos buitres en Nueva York abrió la puerta a una posible emisión de deuda nueva en Londres. No es casual que en ese contexto, el dólar blue se haya estacionado por debajo de los $13, su menor nivel en dos meses. Las operaciones de “contado con liqui” para sacar divisas del país, tras las inspecciones y multas al banco Macro, bajaron a la mitad de su volumen de fines del año pasado. La avaricia ya le gana al miedo, como dicen en la City.

No es un cielo completamente diáfano. El derrumbe del barril de crudo puso entre signos de interrogación al desarrollo de Vaca Muerta, clave para superar en el mediano plazo el estrangulamiento energético. Pero si bien los términos del intercambio se deterioraron un 18% desde fines de 2012, según la consultora Analytica, aún son un 30% mejores que los del gobierno de Néstor Kirchner y un 50% más favorables que los del tortuoso período 1999-2002.

Aloz y dólales

Los dólares que consiga el Gobierno de acá a octubre servirán para abrir gradualmente la canilla de las importaciones y así evitar que la falta de insumos y máquinas siga acentuando la recesión industrial. Aunque parezca irónico, según datos oficiales a los que accedió BAE Negocios, la mayor cantidad de permisos de importación (DJAI) rechazados en el último año corresponden a embarques provenientes de China, seguidos por los de Brasil y Estados Unidos. El criterio es simple: habilitar los permisos para traer maquinaria y denegarlos para los bienes de consumo. Claro que a fines de 2014 se sumó una nueva restricción: aunque la Secretaría de Comercio dé su venia al ingreso de un container, el Banco Central no siempre autoriza la venta de billetes verdes al precio oficial para pagarlo. Eso es lo que podría relajarse en la medida en que entren divisas financieras a Reconquista 266.

El swap con China y sus préstamos para infraestructura generaron un nuevo cisma en el establishment. Su único defensor en la dirigencia empresaria tradicional fue Juan Carlos Lascurain, sobre quien Cristina Kirchner se aupó esta semana para fustigar al massista José de Mendiguren (otro vasco testarudo, como el metalúrgico) y al grupo Techint, los enemigos visibles del acuerdo. “A diferencia de otros, yo nunca le vendí ni un hojalillo al Estado”, lo contraatacó De Mendiguren, en alusión a los contratos de obra pública que ganó en los últimos años Fainser, la empresa de Lascurain. Sin ahorrar malicia, las huestes de Paolo Rocca dejaron trascender su desconcierto por el rencor del fabricante de calderas, quien los criticó por cobrarle caro el acero pese a que su hija ocupa un puesto gerencial en una de las compañías del holding.

En ADIMRA, la asociación de metalúrgicos donde milita Lascurain, no son pocos los que cuestionan el pacto con China. Una de sus mayores cámaras, la de productores de bienes de capital (CIPIBIC), publicó en septiembre último un informe muy crítico de los acuerdos que habían empezado a delinearse durante la visita de Xi Jinping al país. No son pocos en ADIMRA los que aún desconfían de Axel Kicillof por un viejo manifiesto que publicó su think tank académico (el CENDA) en 2011, donde se proponía un tipo de cambio bajo para la importación de máquinas. Lascurain mantiene su lealtad al Gobierno, pero no con Kicillof sino con Julio De Vido.

Lo extraño es que el oficialismo no haya podido maniobrar para apoyarse en los potenciales beneficiarios del pacto con China, como las fábricas de alimentos. Adrián Kaufmann y Daniel Funes de Rioja, referentes de COPAL, enfrentaron por ejemplo reproches de varios de sus socios por las advertencias contra el entendimiento que había hecho la UIA sin consultar. Lógico: entre ellas había frigoríficos que acompañaron a Cristina por su gira oriental.

Héctor Méndez hizo equilibrio como pudo. De viaje y nuevamente con problemas de salud, el presidente de la UIA zafó de la decisión de ir o no a la marcha del 18F, donde sí se mostraron De Mendiguren y Luis Betnaza por la central fabril, Miguel Blanco por el Foro de Convergencia, Luis Etchevehere por la Rural y Jaime Campos por AEA. No hubo convocatoria empresarial unificada porque nadie quería ser tildado de “golpista”. Jorge Brito fue uno de los que decidió no participar, aunque lo hubiera deseado. Distinto fue el caso de su amigo y antiguo aliado kirchnerista Daniel Hadad, que hasta pagó para promocionar la tendencia #18F en las redes sociales.

Tajaí en el camión

Tras la marcha, el sindicalismo transportista del ala moyanista salió a jugar fuerte con el anuncio de un paro para el 31 de marzo. El martes redoblará la apuesta con un acto en el Congreso para criticar los acuerdos con China por las concesiones al gigante asiático en materia de derechos laborales y visas de trabajo. Sus objeciones serán más difíciles de contestar que las corporativas: un viejo maestro de Kicillof, el extinto Jorge Schvarzer, denostó en su momento las cláusulas firmadas con España en 1988 en las que se basó el actual acuerdo con China. Escribió que fueron la antesala de la flexibilización menemistas y las privatizaciones.

El massismo donde deposita sus porotos Brito y una parte del moyanismo se jacta de haber acertado con la serie de spots de Ramiro Agulla que pusieron al tigrense a hablar sin pronunciar las eses para congraciarse con el público de las provincias. “Con esa boludez del ‘tajaí’ subimos como cinco puntos en las encuestas”, dijo a este diario un operador del líder renovador, con un ojo puesto en las encuestas que ellos mismos le encargaron a Carlos Fara.

Pero no todas son pálidas: mientras la oposición creyó ver un signo de crisis interna en el Palacio de Hacienda por la renuncia de Cynthia de Paz, la subsecretaria de Programación Económica, lo que realmente ocurrió fue que la funcionaria, pareja del viceministro Emmanuel Álvarez Agis, dejó ese puesto para ocupar el de economista jefe del BICE. El único banco estatal que estuvo presente en la gira por China, y al que Kicillof pretende darle un nuevo impulso como banco de desarrollo antes de dejar el Ministerio.

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