La vacuna, la moratoria, la deuda y las falacias opositoras

La vacuna, la moratoria, la deuda y las falacias opositoras

La vacuna, el segundo logro del gobierno en dos semanas. La moratoria, su sentido y las falacias opositoras. Repunte heterogéneo en la producción. Causas del agravamiento de contagios y muertes. La realidad federal. Relajamiento ciudadano e irresponsabilidad opositora.  Propuestas para hacerles frente.

 

En contadas semanas el Gobierno produjo dos logros con laboriosidad, sin griterío: el canje de deuda con acreedores privados y la producción de vacuna contra el corona virus. Ambos habilitan un horizonte esperanzador. Coexisten con el peor momento de la pandemia que, para colmo, no es su inasible pico.

La vacuna estará sujeta a experimentación y aprobaciones, paralelas a la producción. El empresario Hugo Sigman explicó que las vacunas se harán, se aplicarán si media aprobación y se destruirán en caso contrario. En el tradicional anuncio tripartito del viernes el presidente Alberto Fernández y el gobernador Axel Kicillof se mostraron más optimistas: consideraron que la vacuna se comenzará a aplicar a principios de 2021. Los especialistas y los medios internacionales inducen a creerles: hay muchas vacunas en desarrollo, ésta está entre las más avanzadas. Se descuenta que la inédita dedicación mundial a investigar rendirá frutos en un lapso relativamente breve. Subrayamos “relativamente”: restan onda seis meses, con viento a favor. El 20 de agosto se cumplirán cinco desde que AF resolvió establecer cuarentena estricta en toda la Argentina. Mucho tiempo atrás.

El acierto inicial contó con la adhesión entusiasta de gobernadores, intendentes y hasta de numerosos dirigentes opositores sin tierra.

Un conjunto de decisiones fundacionales perfeccionó la iniciativa. Mejorar la infraestructura hospitalaria, realizar compras estatales de instrumental. Compensar el máximo posible la fragmentación del sistema de Salud poniendo al ministerio nacional a la cabeza. El activismo de Ginés González García compensó en buena dosis las gigantescas asimetrías de un país federal plagado de desigualdades.

Cordura y realizaciones produjeron niveles de anuencia social colectiva altísima, voluntaria. La mediación de organizaciones sociales cooperó como aliada del Estado presente pero con falencias endémicas. Para complementar o para paliar carencias.

Tal el cuadro de los primeros meses con la pandemia expandida en casi todas las provincias. Llegó desde afuera, en gran medida, aterrizando en Ezeiza y el Aeroparque porteño, se proyectó a otros territorios. Los meses de la primera cuarentena redujeron el foco al AMBA y al Chaco o a alguna provincia más. En mayo había 20 o 21 provincias entrando en fase 5, aunque con surtidas restricciones.

Los cierres de fronteras entre provincias y municipios conjugaron eficacia instrumental y dudosa legalidad. Resueltos descentralizadamente a menudo con medios rústicos y modales agresivos. La dimensión federal es omitida por la narrativa opositora para hacer recaer sobre Alberto Fernández todas las responsabilidades. Mentira por omisión que se agrava con el ocultamiento de la herencia dejada por el ex presidente Mauricio Macri.

El sistema educativo está diseminado en las 24 gobernaciones. San Juan, por ejemplo, reabre clases en algunas escuelas. El Jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta amaga con crear una burbuja para 5100 pibas y pibes sin acceso a conectividad. Decimos “amaga” porque la propuesta se difundió mediáticamente pero no se puso en negro sobre blanco. Huele mal en principio, con tintes discriminatorios y acaso inviable. HRL hace piruetas para complacer a su clientela y coordinar con Nación y “la Provincia”. Funciona en alta proporción, los cortocircuitos aluden más a diferencias entre la Capital y el Conurbano. Continuidad geográfica sin duda. Asimetría de riqueza y de estructura socio productiva.

Larreta apuesta a una baja en el número de contagios y de muertes en las próximas semanas. Ojalá acierte… Mantener las restricciones en el transporte interurbano, solo autorizado para trabajadores que realizan actividades esenciales, es uno de sus acuerdos con Kicillof y Fernández. Prudencia que, claro, dificulta o imposibilita que muchos laburantes acudan a sus lugares de trabajo. La dialéctica, las tensiones entre el cuidado de la salud y el afán de encender la economía atañen a todos los gobernantes. Los medios, los opineitors fingen demencia o amnesia.

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Movimientos y reuniones: El discurso opositor miente tanto que ni siquiera se puede creer lo contrario de lo que afirma. El Presidente a veces cae en la trampa de replicarlo, enredándose en debates semánticos o dejándose llevar al terreno de la simplificación binaria. Fértil para la derecha extrema, flojo para quien gobierna en un contexto de complejidad e incertidumbre. Verbalizar “cuarentena” o dejar de hacerlo deja intactos los problemas de la coyuntura. Las medidas de cuidado perdieron consenso. Carece de seriedad ponderar proporciones, el macrismo se atribuye representar o hasta ser la mayoría de la sociedad. Los veredictos electorales, vara seria para medir la variable en democracia, solo le otorgaron mayoría en la segunda vuelta de 2015, primera minoría en 2017. Manifestaciones de pocos miles de personas se magnifican hasta el ridículo, soslayando que el oficialismo por ahora renuncia a la calle para cuidar al prójimo. Una minoría estridente usurpa el mítico espacio derechoso de la mayoría silenciosa.

Responsabilizar a esas movilizaciones o aún a las reuniones sociales y familiares es pertinente, a condición de reconocer que hay otras causas de contagios.

Evidencias empíricas, obtenidas por profesionales de la salud y derivadas de la trazabilidad de contagios corroboran que los encuentros no autorizados fomentan cifras preocupantes de contagios. Carecen de protocolos que imperan en negocios o fábricas. Se prolongan mucho lo que acentúa los riesgos. Cuantificarlos con rigor es imposible con los recursos actuales. Los datos sobre contagios, contactos estrechos y decesos los proveen las provincias quedando su sistematización a cargo del ministerio de Salud. Las fallas o demoras derivan de las limitaciones o sobrecargas locales, no de la Casa Rosada…

Referencias llegadas desde las provincias añaden otros factores que el Gobierno nacional conoce y enfrenta. Los subestima en la retórica incurriendo en una simplificación.

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El movimiento también existe: La recidiva de contagios en Santiago del Estero la origina el célebre “Don Avila” concurrente a asados, guitarreadas y otros encuentros. El hombre, “el caso 41” encarna un argumento contra el reunionismo descontrolado.

En cambio la catástrofe que atraviesa Jujuy responde a otros factores. El gobernador Gerardo Morales atribuye una parte a traslados de comerciantes llevando mercaderías desde provincias linderas o desde Bolivia. Denuncias irrefutables prueban que en Ledesma la profusión de casos y muertes es consecuencia de la explotación a los trabajadores del Ingenio de la familia Blaquier que prolonga sus tradiciones macabras. Los fenómenos sanitarios obedecen a multiplicidad de causas, como casi todo lo que sucede en el planeta.

El gobernador de Salta Gustavo Sáenz denuncia la llegada masiva de migrantes bolivianos, facilitada por la bajante de aguas del río Bermejo. La enorme “frontera seca” es transitada con facilidad sin control de autoridades aduaneras. Sáenz, mandatario opositor al gobierno nacional reclama su auxilio. Se envía personal de Gendarmería para custodiar el acceso. De nuevo, la demanda llega desde la provincia, perversamente condimentada con frases xenófobas y despectivas de Sáenz. Despotrica contra los bolivianos y contra el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) que ayuda a una cantidad enorme de salteños. Un mandatario que emprende contra “planeros” y habitantes de países hermanos. Una muestra de la peor faceta de la Argentina real.

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Simplifica, simplifica que algo quedará: El Congreso aprueba la moratoria impositiva. La bancada de Juntos por el Cambio clama que es una ley hecha para beneficiar al empresario Cristóbal López. La necesidad de recaudar y de evitar cierres de empresas explica la movida. Cuatro mil empresas quebradas, en principio, podrán acogerse a la moratoria no una sola. Vicentin entre otras.

Un millón de empresas podrían manotear el salvavidas en medio del naufragio. Las facilidades son amplias. Seguramente se inscribirán decenas de miles, se recogen apuestas.

La ética es siempre el lado flaco de estas medidas. Los contribuyentes cumplidores pierden en comparación. Realpolitik aplicada por todos los gobiernos. Puestos a comparar, la moratoria es menos odiosa que los blanqueos que premian a evasores hechos y derechos. En las moratorias los hay pero también contribuyentes castigados por las crisis.

El magnánimo blanqueo que Macri extendió ilegalmente a su familia no exigió la contrapartida de reingresar los activos fugados. La Ley de Emergencia dictada por la actual gestión aumentó la alícuota de Bienes Personales para los activos declarados en el extranjero. A ojímetro y a primera vista en la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) calculan que pocos evasores premiados reingresaron recursos.

Cuando 90 es 53: En el equipo económico advierten una recuperación heterogénea distribuida disparmente según áreas de actividad. Mejoran los productos esenciales, alimentos en especial. También electrodomésticos, “línea blanca” sobre todo. Indumentaria, material informático o celulares tan usados para acercarse a los afectos o trabajar remoto.

Alberto Fernández anuncia desde Olivos que el 90 por ciento de la industria volvió a producir, con las restricciones imaginables. Un editorialista de Clarín lo toma en solfa. No es el 90 por ciento, sino el 53,3 por ciento según informa el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec). De nuevo, el Multimedios miente omitiendo algo evidente: el industricidio macrista. Reanudan sus trabajos las empresas sobrevivientes. La capacidad instalada en mayo de 2019 era del 59,1 por ciento. En diciembre un poco menos. Lo que recobra vida es lo subsistente.

Los que se desviven, los que lloran, los que mueren: Fernández repitió el viernes su discurso de marzo, con retoques mínimos. Comunicó igual, en circunstancias diferentes: un error. La prohibición de reuniones fue desoída, ignorada, por un sector de ciudadanos. No hay modo (ni motivos) para suponer que sea mayoritario pero sí suficiente para agravar los peligros y los contagios. El presidente jurista sabe lo que es “desuetudo” desde el derecho romano: la pérdida de vigencia de una norma porque las personas no la obedecen. La sanción o su amenaza no sirven. Pasó con la prohibición del divorcio en la Argentina, antes de que se legislara.

Los desarreglos ciudadanos, el “relajamiento” coadyuvan a impedir que la famosa “curva” baje. La prédica de un grupo opositor incentiva dichos comportamientos.

El académico Daniel Feierstein viene publicando hilos de tuits al respecto, se recomiendan. Tanto como la brillante contratapa de la colega Sandra Russo ayer en este diario. Va su cierre, textual: hay historias que deben ser relatadas y deben ser leídas no para entretenerse. Tanto en la génesis de ese relato como en su visión o lectura, hay un deber. Lo que vemos hoy es gente que no quiere ser alcanzada por ese tipo de miedo ni rozada por ese tipo de dolor. Este sistema generador de odio y de crueldad se sanitiza con indiferencia. No hemos sido capaces de ser quienes generaran el corpus del dolor de esta época, indudable, tan hondo que casi nos cuesta hablar de eso. Enfrente tenemos gente que dice que es todo mentira. Las voces que deberían confrontarlos con la verdad no son las nuestras. Son la memoria de los que se murieron, y las de los familiares dolientes a los que nadie les presta atención”.

Un abanico de factores alienta una desaprensión colectiva. Entre tantos, la baja letalidad del virus, la sensación falsa de que lo peor ya pasó.

La comunicación oficial se inclinó por anonimizar a los muertos, para precaver reacciones sociales perversas. Una orientación sensata que, ay, coadyuva a la indiferencia. Hay palabras-tendencia de los últimos años: “visibilizar” entre las más necesarias. Este cronista opina, siguiendo a Feierstein y Russo entre otros que es necesario trascender el debate entre dirigentes, periodistas u otras personalidades conocidas. Trascenderlo como sinónimo de enriquecerlo.

Contra los que niegan la pandemia, la persistencia del peligro, su agravación cotidiana se impone visibilizar asimismo a quienes se desloman para mitigar los efectos de la peste. Profesionales de la salud, trabajadores sociales, militantes de organizaciones de base, docentes, sacerdotes o creyentes que se la bancan sin agotar la enumeración. Quienes se sacrifican, se exponen conscientemente a enfermarse con un alto sentido del deber.

A los que lloran a sus seres queridos muertos.

Y a quienes perdieron la vida. Más de cinco mil al cierre de esta nota, número que crecerá indefectiblemente. El enigma es cuánto y si no llegará al punto de dejar sin efecto un indicador todavía bueno: la proporción de muertes sobre el total de la población.

El New York Times estremeció al planeta cuando puso en tapa los nombres de los primeros cien mil muertos en Estados Unidos. Un ejemplo para tomar en cuenta.

Una de las alas de la derecha argentina incita al desacato para debilitar al Gobierno. No le importa si se pierden vidas en pos del objetivo. Denunciarla es una parte de la polémica y la disputa política. Quizá, opinamos de nuevo, sea imperioso que las víctimas hablen en primer lugar, se mencionen, se divulguen sus rostros y sus historias. También reconocerle más espacio a quienes cotidianamente laburan y se rompen el alma para cuidar a sus semejantes.

Visibilizar a todes los que se desviven, lloran y a los que ya no están. Para crear conciencia para hacer algo nuevo frente a la relajación irresponsable y a la praxis anti solidaria.

Por Mario Wainfeld

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