Scioli, el elegido del peronismo oficial

Por Julio Blanck

La diferencia entre el peronismo y nosotros –dice el dirigente radical con cierto fatalismo gracioso– es que ellos siempre saben quién va a ganar. Ahora le toca a Scioli. ¿Cuántos peronistas viste que se fueran con Massa después de que le ganó a la propia Cristina?... Poquitos. Los tipos saben que el que llega es Scioli y se quedan ahí, esperando el momento.

El radical, curado de espanto después de haberle ganado al peronismo solamente cuatro veces en treinta años, juega su argumento con picardía. Es de los que trabajan para anudar un acuerdo con Macri para enfrentar al peronismo en cualquiera de sus variantes. Según su discurso, Scioli y Massa definirían la interna peronista. Lo curioso no es eso, sino que lo mismo piensan muchos dirigentes peronistas, oficialistas o no. 

Massa piensa otra cosa. Se fue del kirchnerismo porque entendió que la interna lo ataba de pies y manos y ahogaba su oferta al conjunto del electorado. Tenía que romper para crecer. Rompió y creció. Pero eso fue hace más de un año y ahora hay que escribir otra historia. Algunos de los suyos tienen fe ciega en que esa historia será finalmente escrita.

Massa se llevó entre los brindis de fin de año al renunciante ministro de Gobierno de Santa Cruz, José Luis Garrido. En el año, también se alzó con algunos intendentes del oficialismo. Y piensa en una dirigente peronista con peso propio en el interior, para armar su fórmula presidencial. Pero los peronistas que estaban con él en la noche triunfal de 2013 son casi los mismos que están ahora. 

Los otros, los que gobiernan territorio, aguantan el rigor y el ninguneo del Gobierno a cambio de recibir el cheque que les mantiene viva la gestión. Esperan. Entienden el coraje igual que Scioli: como la capacidad de aguantar sin reaccionar, porque es lo que conviene.

Así, Néstor y Cristina los fueron llevando a rebencazos a ellos, que supieron ser orgullosos jefes de las parcelas de poder peronistas. Por ahí hasta le tomaron el gusto al maltrato. O solamente están juntando odio. Y esperan. 

El que habla ahora es un peronista, kirchnerista de la primera hora, que forma parte del engranaje del poder y hoy construye poder territorial en el Conurbano. El peronismo ya eligió –dice– y eligió a Scioli. No importa lo que hagan la Presidenta ni los pibes. Esto ya es así. 

Los pibes son La Cámpora, aunque ya no son tan pibes ni todos actúan igual. Hay diferencias entre ellos, según se asegura en fuentes oficialistas. Eduardo De Pedro, con intereses electorales concretos en la Provincia, se arrima a Scioli: es la locomotora que va a tirar de todos los candidatos. En cambio Andrés Larroque, más cercano a la militancia kirchnerista, peronista o no, fogonea alternativas al gobernador que aguanta sin contestar: Florencio Randazzo sobre todo, pero también el gobernador Sergio Urribarri. 

Larroque y De Pedro son 100% leales a Cristina, pero parecen tener interpretaciones coyunturales diferentes acerca de cómo instrumentar esa lealtad. Suele suceder cuando el horizonte se borronea y el futuro amenaza con no contener a todos.

Habla otra vez el dirigente peronista del GBA que navegó todos estos años en los entresijos del poder: Los intendentes están enojados con Randazzo porque lo que más hace es criticar y desgastar a Scioli. Lo acusan de estar haciendo el trabajo de la oposición.

Puede que exagere pero sabe de lo que habla: el hombre se tutea con todos los gobernadores, con los ministros, con los jefes parlamentarios y los caciques municipales. También sabe que Randazzo está lanzado y no lo van a sacar fácil de la vía. 

Cuando la Presidenta recibió en la Casa Rosada a los diputados y senadores kirchneristas para saludarlos por las Fiestas y agradecerles todos los servicios prestados y todos los que le deberán prestar todavía, el ministro se ocupó de saludar casi a uno por uno asegurándoles que iba a pelear por la candidatura presidencial, que “ni loco me bajo”, y dando a entender que si hacía tamaño despliegue histriónico en ese ámbito selecto era porque la Presidenta le daba espacio y cuerda.

Si las cosas son así como las cuentan, Scioli sería el elegido del peronismo oficialista y los demás precandidatos –Randazzo, Urribarri, Julián Domínguez, Agustín Rossi y siguen las firmas– aspirarían a ser los elegidos de Cristina. Suena parecido, pero es muy diferente.

Salvo Randazzo, nadie cree del todo que Randazzo será candidato a presidente o nada. Todos suponen que en algún momento Cristina lo bajará a la Provincia. A Scioli podría no gustarle demasiado. Si le dieran a elegir por ahí prefiere como candidato a gobernador a Sergio Berni. Quizá porque, como le dijo a su equipo en La Plata, en este brindis de fin de año, “mi futuro político depende del tema seguridad”. 

Pero Scioli, se sabe, es un tipo accesible. Si le quieren armar las listas de diputados, que se las armen. Si quieren digitarle el candidato a gobernador, que se lo digiten tranquilos. Si le quieren remachar un vicepresidente como Capitanich, Kicillof o Urribarri, que se lo remachen nomás. Lo único que él quiere es ser candidato y ganar. Después hará lo suyo. Para eso está esperando todo lo que espera.

En el mientras tanto, anduvo coleccionando acercamientos y promesas con gobernadores peronistas: José Luis Gioja en San Juan, Gildo Insfrán en Formosa, Eduardo Fellner en Jujuy, Francisco Pérez en Mendoza, José Alperovich en Tucumán, Martín Buzzi en Chubut. A eso hay que sumarle los intendentes bonaerenses que lo acompañan por instinto de supervivencia: son tipos que sufrieron el Huracán Massa en 2013. Si ese viento vuelve a soplar, esta vez van a quedar a la intemperie.

¿Alcanza para afrontar el desafío electoral y retener el poder? Difícil saberlo a esta altura. Es parte de la prueba que Scioli y todo el kirchnerismo deberán pasar en 2015. Por ahora, las encuestas ofrecen abordajes parciales a este escenario complejo.

El sondeo de diciembre de OPSM sostiene que la gestión del Gobierno reúne un 35,5% de opiniones positivas y un 63,5% de negativas. Es un marco general posible, dentro del cual se desarrollará el ajedrez electoral. 

De acuerdo a esta encuesta, en intención de voto para las PASO del oficialismo Scioli llega al 33,4%, después viene Randazzo con 14,2% y más relegados Sergio Urribarri con 3,3% y Jorge Capitanich con 2,9%.

Según un sondeo de Analogías en la provincia de Buenos Aires, el Frente para la Victoria tendría 37,8% de intención de voto a presidente, contra 21,9% del PRO y 18,6% del Frente Renovador. Medido por candidatos, Scioli estaría en 35,7%, Massa en 25,7%, Macri en 21,9% y Julio Cobos en 7,6%, siempre en territorio bonaerense. 

Es un pronóstico que desborda optimismo para los oficialistas, pero que así y todo los obligaría a afrontar el compromiso durísimo de la segunda vuelta. Esa perspectiva se acentuaría, según este estudio, si el candidato fuese Randazzo: tendría el 30,5% de intención de voto; con Massa subiendo al 27,1% y Macri al 24,5%.

A estos juegos hipotéticos habrá que agregarle otro. ¿Qué sucedería si la Presidenta aprovecha la puerta que le abrieron sus fieles legisladores esta semana y encabeza la boleta de candidatos a diputados para el Parlamento del Mercosur? 

Por ser una lista de alcance nacional, esa boleta de Cristina estaría en todo el país encabezando la oferta del Frente para Victoria junto al candidato a presidente. ¿Cuánto lo podría potenciar? ¿Cuánto lo condicionaría?

Lindo escenario para ir midiéndolo. Ya lo hizo, de algún modo, la consultora Management & Fit. En su sondeo nacional de diciembre preguntó si, en caso de existir la posibilidad, el encuestado volvería a elegir a Cristina para otro mandato: el 23,7% dijo que sí; el 68,3% dijo que no. 

Este resultado, vale recordar, es parte de la medición de M&F que colocó por primera vez a Massa tercero, varios puntos detrás de los muy parejos Scioli y Macri.

Se trata, en realidad, de puras de hipótesis y conjeturas. Pero es difícil suponer que todo esto que está apareciendo en las encuestas después termine evaporándose mágicamente en la realidad. Así y todo, algunos prefieren no verlo. 

Comentá la nota