La otra inflación: suben precios en dólares y aumenta el riesgo para el Gobierno de incumplir con el FMI

La otra inflación: suben precios en dólares y aumenta el riesgo para el Gobierno de incumplir con el FMI

El ruido provocado por el pico inflacionario de marzo, con su impactante 6,7% -que en proyección anualizada lleva a 117%- opacó otra situación no menos inquietante: otra vez se está produciendo un fuerte desfasaje entre la velocidad de los precios y la del tipo de cambio.

En otras palabras, se está agudizando nuevamente el retraso cambiario, también llamado "inflación en dólares". Y es algo preocupante para el Gobierno y las empresas, no solamente porque esa situación contradice expresamente un compromiso asumido con el Fondo Monetario Internacional sino, sobre todo, porque el crecimiento de los precios medidos en dólares siempre son presagio de una crisis brusca.

Los antecedentes históricos son claros al respecto: todas las grandes devaluaciones han ocurrido luego de un período en el que se acumuló una inflación en dólares de más de dos dígitos.

Es cierto que, además, hay otros factores que inciden para que se produzca una gran devaluación, tales como un déficit en la cuenta corriente -es decir, son más los dólares que salen que los que entran al país-, o un descenso agudo en las reservas del Banco Central.

Un típico ejemplo del rojo de la cuenta corriente como disparador del salto devaluatorio fue el de 2018, cuando la dupla Nicolás Dujovne-Federico Sturzenegger dirigía la economía: al desaparecer de golpe los dólares de la inversión financiera -que venían compensando la masiva hemorragia de dólares en la balanza comercial y el turismo-, la escapada del dólar fue inevitable y sigue fresca en la memoria colectiva.

En cuanto a la caída de reservas del Banco Central, un ejemplo claro de esa situación fue el del verano de 1989, cuando José Luis Machinea, ya sin dólares para vender al mercado -que huía despavorido de los australes para refugiarse en los billetes verdes-, decidió dejar de intervenir y que, en consecuencia, la cotización fuera fijada por la oferta y la demanda. La consecuencia es recordada por los que tienen más de 50 años: en apenas una semana, el dólar saltó un 40% y dio inicio a la escalada hiperinflacionaria.

Por qué la inflación en dólares se agrava

 

Hoy, esos dos factores no están presentes, porque la devaluación de 2019, combinada con el reinstaurado cepo cambiario, llevaron a un equilibrio de la cuenta corriente. Y, por otra parte, el acuerdo con el FMI da cierta contención, al aportar el propio organismo los dólares para reforzar las reservas en u$s5.800 millones.

Sin embargo, lo que sí está ocurriendo es una agudización de la inflación en dólares, lo cual pone en alerta a los economistas que tratan de encontrar señales sobre qué tan cercana puede estar una crisis financiera.

Y un repaso a los números actuales da motivos sobrados para la preocupación. Ya el año pasado se había producido un gran retraso cambiario, con un dólar oficial que apenas se movió 20% frente a una inflación de 51%. Esto implica una inflación en dólares de 26%, ya de por sí muy superior a las que en otros tiempos habían disparado las devaluaciones.

Y el inicio del año no mejora la situación: en el primer trimestre, mientras la inflación acumulada fue de 16,1%, el deslizamiento del dólar fue del 7,9%. Esto implica que, en lo que va del año, los precios medidos en dólares se encarecieron un 7,6%.

Si el mismo cálculo se hace tomando como referencia los últimos 12 meses, entonces la inflación en dólares ya está en un nivel de 28,6% -producto de una inflación de 55,1% versus una suba del tipo de cambio de 20,6%-.

Aun teniendo en cuenta que el dólar se desvalorizó a nivel mundial -es decir, que hay una alta inflación en Estados Unidos-, el escenario es preocupante. Al aplicar esa corrección al cálculo, la inflación en dólares argentina queda en 19% para el año 2021, mientras que la acumulada del primer trimestre está en 4,5% y la de 12 meses hasta marzo da un 20,1%.

El dólar debe subir más rápido

 

Pero lo más preocupante es la tendencia a futuro. Si la tónica de este primer trimestre se mantuviera durante el resto del año, entonces la inflación en dólares será del 38%.

Es exactamente lo opuesto a lo que se comprometió el ministro de economía, Martín Guzmán, en su negociación con el FMI, que había pedido no generar un mayor retraso del tipo de cambio.

La exigencia no sorprendió a nadie, porque figura en el menú clásico del FMI, y con un motivo fundado: un país que necesita reforzar las reservas debe estimular las exportaciones, así como desestimular los gastos en dólares.

Ya en su malogrado proyecto de ley de presupuesto presentado hace seis meses, el ministro proponía una inflación de 33% versus una suba del dólar del 28%. Esto implica una inflación en dólares del 3,9%. Era una cifra que no implicaba un riesgo para la competitividad argentina, si se tiene en cuenta que la inflación de Estados Unidos -en otras palabras, la pérdida de valor de la divisa de referencia mundial- estaba en ese momento en 5,4%.

Luego, a comienzos de este año, cuando ya era evidente que aquella meta de inflación había caído en descrédito, se negoció con el FMI que se mantendría una tasa de devaluación que impidiera un retraso del tipo de cambio respecto del de fin de 2021.

Si, como creía Guzmán, la inflación se ubicaba en 48%, entonces el dólar debería moverse a la misma velocidad, pero restándole el porcentaje de inflación de Estados Unidos. La previsión de la Reserva Federal es que ese número será de 4,3% en el año, con lo cual un corrimiento del tipo de cambio en Argentina de un 44% sería lo necesario para mantener la relación real peso-dólar.

Guzmán y el Banco Central parecían comprometidos a esa meta, dado que después de haber sostenido durante la mayor parte del año pasado una tasa devaluatoria de apenas 1% mensual contra una inflación promedio de 3%, pisaron el acelerador.

Fue así que el dólar saltó 2,4% en enero; 1,9% en febrero y 3,3% en marzo. A ese ritmo, el precio del dólar oficial puede llegar, en diciembre, a la meta fijada. Pero claro, son números que sólo mantienen validez en la medida en que la inflación no se aleje de las previsiones.

Y eso ya ocurrió. Hoy nadie recuerda el 48% escrito en el acuerdo con el FMI. La encuesta REM del Banco Central apunta a una inflación del 59% para este año, mientras que los más escépticos, después de conocido el dato de marzo, ya hablan de que se pueda espiralizar hasta subir al escalón de 80%.

Dólar versus precios: ¿devaluar o volver a usarlo como "ancla"?

 

Es ahí donde al Gobierno se le plantea su gran dilema: ¿debe apegarse al libreto que le pide el FMI, y entonces acelerar la tasa devaluatoria para que no se incurra en retraso cambiario? ¿O, como ha sido tradición en situaciones como la actual, debe volver a usar el dólar como "ancla" del resto de los precios, asumiendo el costo de que la economía pierda competitividad?

Es una de las decisiones clave que tendrá que tomar el equipo económico en estos días, y hay en el mercado apasionados defensores de ambas posiciones.

"La inflación no es una meta auditable por el FMI, pero un guarismo que apunta al 60 % anual tiende a socavar la política monetaria y cambiaria del Banco Central, complicando el objetivo de reducir la brecha cambiaria y de lograr una liquidación fluida de granos en el momento de la cosecha", observa Jorge Vasconcelos, economista jefe de la Fundación Mediterránea.

Por su parte, el consultor Salvador Di Stefano, que califica como "una locura" la relación entre las tasas inflacionaria y devaluatoria, advierte: "Este es el mayor problema de la economía argentina, tenemos una alta inflación en dólares. Pronto las exportaciones caerán y las importaciones subirán".

Quienes reclaman que se modere la tasa devaluatoria afirman que si el dólar empieza a querer imitar la tasa inflacionaria, se corre el riesgo de una espiralización -porque habrá un contagio de la devaluación hacia los precios- y entonces el fantasma de la hiperinflación se hace presente.

El consenso de los economistas prevé que en diciembre el dólar se ubicará en $154, lo que implica que, en el resto del año, el Banco Central tendría que mantener un "crawling peg" a una velocidad promedio de 3,2%. No parece un objetivo imposible, dado que esa fue la tasa de devaluación de marzo.

El riesgo de que se atrase el dólar

El problema es que ese precio de $154 ya puede haber quedado desactualizado por la aceleración inflacionaria. Ese precio implicaría que, de punta a punta, la cotización del dólar crecería un 43%. Si se considera que Estados Unidos proyecta una inflación de 4,3%, entonces ese tipo de cambio en Argentina sería el indicado… para no perder contra una inflación de 48%.

Pero el nuevo escenario ya impone otra exigencia. Si la inflación del año fuera, como pronostica la encuesta REM, de 59%, entonces para que no haya retraso cambiario se necesita que el dólar se mueva más rápido y llegue a $167 en diciembre.

Y, para lograr eso, el Banco Central tendría que convalidar durante el resto del año una tasa devaluatoria promedio de 4,1% todos los meses. Y, además, claro, garantizarse que la inflación vuelva a un nivel de 3,5% promedio mensual.

Bajar la inflación desde 6,7% a 3,5% luce, a primera vista, como un objetivo difícil de lograr, aun cuando Guzmán se esfuerce por hacer un ajuste fiscal, y que el Banco Central continúe con su retracción monetaria, e incluso si la suerte acompaña y los precios de las materias primas caen en el mercado internacional.

De hecho, se empieza a generar un consenso entre los economistas sobre la necesidad de encontrar "anclas" para los precios, incluyendo al dólar. Así lo expone Martín Calveira, investigador del IAE -Universidad Austral-, luego de la publicación del IPC de marzo:

"Ante este panorama no solo se debe mencionar la necesidad de estabilizar y evitar expandir el mercado monetario, sino que es esperable el establecimiento de anclas temporales que incluyan variables como el gasto público, gestión administrada de aumentos de tarifas públicas y tipo de cambio".

¿El FMI dará "waiver"?

Lo que todavía no está tan claro es qué tan estricto será el FMI en cuanto a la exigencia de que no haya retraso cambiario este año. Tal vez, en la primera misión de auditoría que llega el mes próximo Guzmán y Miguel Pesce logren convencer a los funcionarios del Fondo de que les den un "waiver" para volver a incurrir en una inflación en dólares. Podrán argumentar que en un país de economía bimonetaria, la aceleración del tipo de cambio es un factor fundamental para que se agudice la crisis inflacionaria.

Los antecedentes, sin embargo, juegan en contra: el FMI ha demostrado que si algo no le quita el sueño es que un país devalúe. Más bien al contrario, lo ven como una situación que favorece el equilibrio en la balanza de pagos y el refuerzo de las reservas.

Mientras tanto, la inflación en dólares, una bomba en potencia, empieza a subir el volumen de su tic-tac.

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