El Gobierno prepara una serie de medidas para facilitar el uso de dólares no declarados en las transacciones diarias. Más allá del efecto económico, especialistas analizan el impacto social que esto podría tener: acrecentar las desigualdades entre quienes tienen dólares y los que no, o facilitar el acceso de los que hasta ahora no lo tenían.
Agustina Bordigoni
“Hay 200.000 millones de dólares en los colchones. Entonces, ¿por qué no usar esos dólares que ya la gente tiene?”, afirmó el ministro de Economía, Luis Caputo, en el Latam Economic Forum, ratificando una idea sobre la que ya se expresó a fines de abril y en una entrevista esta semana: el Gobierno trabaja para desregular el uso de divisas en las transacciones diarias.
Lo que se espera con las medidas, de las que aún no se conocen los detalles, es que los dólares empiecen a circular en la vida cotidiana. Más allá del impacto que esto pueda tener en la macroeconomía y en la consolidación de un sistema bimonetario, a nivel social también podría tener implicancias. Según especialistas consultados por PERFIL, se trata de dos consecuencias principales: acrecentar las desigualdades entre quienes tienen dólares y los que no, o facilitar el acceso de los que hasta ahora no lo tenían.
“Al ser rutinario el uso de los dólares, como pasa por ejemplo en Venezuela, lo que se puede generar es una nueva realidad: la ‘segmentación’. Vas a hacer que las familias con mejor manejo de ahorros y divisas tengan más agilidad para acceder al mercado de cualquier bien que –como siempre–, los más vulnerables. Entonces seguís fragmentando y segmentando, pero lo hacés de manera negativa”, explicó a este medio Hernán Herrera, investigador del Instituto Argentina Grande.
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“El primer problema es quiénes van a poder acceder. Los que ya tenían acceso al dólar van a seguir igual. Entonces, la pregunta es, ¿por qué vamos a ir a pagar directamente en dólares lo que antes pagábamos en pesos?”, agregó.
En una entrevista en el canal de streaming “La Casa”, Caputo aseguró que descree de la teoría que asegura que los argentinos no usan sus dólares para ahorrar. En cambio, sostuvo que los mantienen bajo el colchón por las restricciones que hoy existen para usar este dinero no declarado o bancarizado. “Hoy en Argentina necesitás que haya más dinero en la economía. Lo que se llama una remonetización”, agregó el ministro. “Cuando tenés una economía sana, te demanda cada vez más combustible. Como no se emiten pesos nosotros necesitamos que empiecen a circular más los dólares y eso es a lo que estamos apuntando”, sentenció.
“Esto no va a funcionar en el sentido que espera el Gobierno. Más bien funciona como derrota económica de las familias. Cuando no das más, usás tus ahorros”, opinó Herrera.
“No veo que estemos agregando un beneficio, al contrario, estamos diciendo ‘bueno, cambia la economía, pero los problemas sociales existen y persisten’. Las familias no están pensando en cómo pueden sacar una ventaja en la compra de un auto porque quieren venderlo por uno mejor, más bien la mayoría está defendiéndose para no tener que vender el auto y cambiarlo por uno peor”. Para el especialista, “ese es el problema que no están mirando. Siguen segmentando, generando una clase de media más chica, una brecha de ingresos mayor entre los que tienen acceso al mercado y los que no”.
Desregular las transacciones, sintetizó, “probablemente va a generar más movimiento en divisas, pero el problema de fondo son los ingresos” por lo que medidas como estas “terminan fragmentando y haciendo más cómoda la vida del que ya tenía acceso al dólar. El acceso para el resto depende de los ingresos”.
El analista político Julio Burdman diferenció el grado de desigualdad social que existe en países como Venezuela o Cuba, en donde la disponibilidad de dólares condiciona el consumo, con lo que podría pasar en la Argentina. “El caso argentino será muy distinto por las enormes diferencias que hay entre nuestro sistema económico y el de estos dos países, que es un sistema económico completamente cerrado, mientras que el nuestro es abierto y va camino a mayor apertura. Cuba y Venezuela son países donde hay un bimonetarismo de facto, en el de Cuba más formalizado, pero con pocos dólares. Por lo tanto, el dólar se convierte en un recurso muy escaso, que se aprecia mucho en el marco de una moneda que no tiene otra conversión que la doméstica. Y en el caso argentino no es tan así”.
Por lo tanto, aseveró, “el efecto de una mayor circulación del dólar como medio de pago, sería que la gente más pobre vea dólares”. El cambio se notaría más para “los jóvenes que trabajan en forma independiente o en trabajos informales, como el típico caso de los que trabajan en mensajería rápida. En ese grupo de gente hay mucha aspiración al dólar. Les encantaría tener dólares”. Para Burdman, la desregulación del uso de dólares y su mayor circulación tendría un efecto de “democratización monetaria”. “Y esto lo atribuyo en parte a la aspiración por el dólar que hay –para bien o para mal–, pero que es real en la sociedad argentina”. Aclaró también que esto no es nuevo. “La economía argentina se está muy dolarizada hace mucho tiempo. El caso argentino se puede comparar más con el de Rusia, donde también hay una gran circulación. En Rusia el dólar funciona así desde los 90”.
Marcelo Elizondo, economista especializado en negocios y economía internacional, explicó a este medio que tanto la democratización monetaria como el crecimiento de la fragmentación social son posibles consecuencias de una mayor desregulación en el uso de dólares. “Por un lado, me parece que sería bueno democratizar el acceso a dólares. Esto generaría además más circulación de moneda dura, sólida”, a la vez que “ampliaría la oferta de dólares y eso contribuye a la estabilidad cambiaria”. Además, “generaría mayor capacidad de inversión y consumo por parte de gente que hoy no puede utilizar ahorros que tienen en dólares”. Por el otro lado, “también es cierto que tendríamos el problema de que el acceso a dólares está limitado por los ingresos y que, incluso, puede segmentar más entre los que pueden acceder y los que no. Pero, de todas maneras, para mí el saldo es positivo”, concluyó el especialista.
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