Nadie es irreemplazable

Nadie es irreemplazable

Por: Nelson Castro. Javier Milei ha dejado en claro que todos sus ministros y funcionarios de alto nivel están bajo análisis permanente. No hay respiro para nadie.

Hay un estado de revulsión dentro del Gobierno. El anuncio hecho por parte de Javier Milei en el reportaje con Luis Majul acerca de los cambios que habrá en el gabinete después de la aprobación de la ley Bases y Punto de Partida para la Libertad de los Argentinos es la confirmación de las tribulaciones que se viven en el corazón del poder. El hombre señalado es Nicolás Posse. El actual jefe de Gabinete, cuya voz conocimos recién hace diez días, cuando presentó su informe ante el Senado, no es cualquier funcionario. Por el contrario, es alguien que conoce al jefe de Estado desde hace años, de quien fue jefe en Aeropuertos Argentina 2000. Desde hace semanas las cosas no venían bien con el funcionario. Su relación con Karina Milei era tensa y crecientemente complicada. A él se le atribuyó el error de los aumentos de sueldos a los miembros del Poder Ejecutivo. A eso se le suman críticas por sus dificultades para encarar la gestión. Y no están ausentes también las sospechas que apuntan a cosas poco claras en el ámbito de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI).

Frente a todos los inconvenientes de gestión por los que atraviesa el Gobierno, el Presidente despliega una estrategia comunicacional intensamente proactiva. El objetivo es claro: concentrar la atención sobre sus excentricidades y exabruptos para generar una agenda paralela que desplace la que atañe a la situación que vive la gente de a pie, en la que se enseñorean los aumentos de precios, la caída de la actividad económica, los despidos y la penuria causada por las crecientes necesidades de los que caen súbitamente en la pobreza y la indigencia. Esta semana los ejes de la agenda comunicacional que marcó el líder libertario pasaron por la disputa personal –innecesaria– con el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez; el acto y show en el Luna Park, en donde el jefe de Estado presentó su libro y cantó, la tapa de la revista Time, la visita a La Rural y el acto sin pacto de ayer en Córdoba en la conmemoración de la Revolución de Mayo.

Hay que reconocer que, hasta el momento, todo esto le está dando resultado. El apoyo popular sigue intacto y por momentos renovado e incrementado. Lo que nadie sabe es hasta cuándo. Lo que sí está claro es que la oposición, con sus desaciertos, lejos está de poder perforar este núcleo duro de apoyos que concentra el Presidente. No solo eso. Con sus comportamientos, en los que lo que abunda es el oportunismo y la chicana de poca monta, la oposición parece empecinada en hacer todo lo posible para ayudar al oficialismo a fortalecerse. En el PRO, la imparable crisis que se viene desatando desde las elecciones del año pasado lejos está de encontrar su techo, alimentada por la fuerte interna entre Mauricio Macri y Patricia Bullrich por la conducción del partido amarillo. A la actual ministra de Seguridad le llueven reproches –según la lectura de sus detractores– por querer intentar (léase forzar) la fusión de un sector del PRO con los libertarios. Los macristas de paladar negro están que trinan: “No podés olvidarte de dónde venís solo por el hecho de tener un cargo en el Gobierno”. Y agregan con malicia: “Bueno, en realidad no está claro de dónde viene”, haciendo referencia directa a la sinuosa carrera de colores políticos de la ministra.

En Unión por la Patria las cosas no están mejor. El procesamiento de Fernando Espinoza por abuso sexual puso de manifiesto la doble vara moral del kirchnerismo. Para la tribuna quedaron el Ministerio de la Mujer y los derechos de las víctimas a la hora de encubrir al intendente de La Matanza. El propio Axel Kicillof y la pomposidad de Mayra Mendoza quedaron en offside al no poder hacer pie en sus declaraciones sobre el caso. El gobernador de la provincia de Buenos Aires necesita pisar sobre seguro para poder seguir construyendo poder en su territorio. No es momento de pelearse con nadie, más aún cuando aparecen encuestas que señalan que sectores medios y bajos de la población le dan su apoyo al presidente Milei. La base electoral que siempre le ha servido de sustento al peronismo –sobre todo en las profundidades del Conurbano– ya no es un lugar seguro.

A estas horas nadie sabe bien cómo y cuándo la ley Bases será aprobada. A medida que pasan las sesiones de las comisiones parlamentarias del Senado, el mamotreto pergeñado por Federico Sturzenegger se va deshilachando mientras su nombre suena cada vez más fuerte para ingresar a un posible nuevo gabinete. Un día le modifican un artículo y al siguiente, otros más. Cada cambio envalentona a los senadores de la oposición y a sectores con capacidad de lobby para encarar el intento de alcanzar más enmiendas. Se ha transformado así en algo que parece ser de nunca acabar. El kirchnerismo duro sigue festejando de manera infantil la caída del “pacto de mayo” mientras el Presidente intenta mostrarse imperturbable rockeando en un acto partidario. La presentación de su nuevo libro, Capitalismo, socialismo y la trampa neoclásica, fue una excusa perfecta para volver a marcar la cancha y concentrar la atención pública, pero no bastó para apaciguar el malestar que se vive puertas adentro de La Libertad Avanza. La palabra correcta es incertidumbre. Eso sienten muchos de los funcionarios oficialistas respecto de su propia continuidad en el poder. Parece claro que la estrategia de Milei es que nadie se crea que tiene el lugar asegurado. Nadie es irreemplazable y todos están bajo análisis permanente. El Presidente debería entender que una cosa es la eficiencia como base sólida de continuidad y otra muy distinta es el caos interno que genera su modo de ejercer el poder, el de su hermana y el del consultor estrella, Santiago Caputo. No hay respiro para nadie, mucho menos para cada uno de los argentinos que están haciendo esfuerzos inconmensurables para seguir creyendo que habrá luz al final del túnel. Que así sea.

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