”La historia marcha sin detenerse”

”La historia marcha sin detenerse”

Miles y miles de personas acompañaron a las Madres de Plaza de Mayo. Hebe de Bonafini dijo que “me planté porque tengo claro que los pueblos podemos hacer mucho más de lo que creemos”. Llamó a reeditar las marchas de la Resistencia el 26 y 27 de agosto.

 

“Queridos compañeros, estos días pasaron cosas increíbles. ¡Sí, me planté!” Hebe de Bonafini hablaba ante una multitud en la Plaza de Mayo. “Y me planté porque tengo claro que los pueblos podemos hacer mucho más de lo que creemos”. La conmemoración de las 2000 marchas de las Madres de Plaza de Mayo alrededor de la pirámide se transformó en una celebración que desbordó todas las previsiones de los organizadores con vallas humanas que trataban afanosamente, pero sin éxito, de detener la afluencia de los que llegaban a abrazar a las Madres. En el fondo se veía la Casa Rosada con algunos fisgones en los balcones y hasta el ruido de un helicóptero en pleno despegue. Hebe había llegado a la Plaza luego de dos horas de reunión con Cristina Fernández de Kirchner. Y en ese escenario anunció el comienzo de una nueva etapa como una invitación colectiva. “El 26 y 27 de agosto retornaremos a las marchas de la resistencia –explicó– porque hace ocho meses en la casa de gobierno está sentado otra vez el enemigo. Tal vez la consigna es muy fuerte, pero acá va: por el derecho a trabajar, resistencia sin descansar”. En ese momento el silencio de tantas veces quedó atrás. Sonó un cohete que atravesó la plaza como una llamada.

Los 2000 jueves de la Madres tuvieron como telón de fondo los ocho meses de gestión del nuevo gobierno, los retrocesos en derechos laborales, sociales, económicos y en el campo de los derechos humanos enunciados en el escenario a través de un Juicio relámpago y popular a Mauricio Macri, Gabriela Michetti, Prat-Gay y Germán Garavano. Desde el escenario leyeron los cargos. Y pidieron al “pueblo” que, como jueces, levanten la mano para el obvio veredicto. Pero también se hizo una semana después del intento de detención de la presidenta de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo que, como ayer, convocó a miles a la plaza. Y también un día después de las declaraciones de Macri sobre los desaparecidos con “no tengo idea si son 9 mil o 30 mil”, la “guerra sucia” y esa calificación de “desquiciada” a Bonafini, en conexión con la de “Locas” que acuñó la dictadura.

“Compañeros, cada jueves a las tres de la tarde las Madres venimos a la Plaza porque para nosotros es una cita de honor”, dijo Hebe. “Sentimos el calor, los ojos, las manos, las respiración de nuestros hijos. Pero no es que nosotras seamos corajudas, es que tuvimos unos hijos con unas pelotas tremendas. Y todas las horas y todos los días luchamos, así que no me vengan a decir que están deprimidos”, convocó. “¿Cómo estar deprimidos? Si siempre hay alguna cosa que hacer en una patria”.

Al lado de la pirámide, una anciana llevaba horas en el mismo lugar en el que había estado una semana antes, como hace años. Llevaba un diario en una bolsa con la cara de Macri y la asonada de los números. “Para mí que eso fue una canallada de la Bullrich”, dijo. “Vos veías a los pibes como ahora, pero ese día salían de todas partes, llegaban con las mochilas, de las escuelas, de los trabajos, como un hormiguero aparecían atrás de la combi”. Así, atrás de la combi, pero con los ojos llenos de lágrimas, quedó Leonardo Catanzaro, 59, todo colorado, casi sin respiración. “Pero hay que ser boludo si en ocho meses armás todo este quilombo”, decía. Rivadavia se había convertido en un río. “Me encontré con un montón de gente del exilio, cuando hay bolonqui salgo. Este tipo provoca, provoca, pero ¿qué está esperando? ¿que reviente todo?”

A diferencia de otros jueves, la pirámide de Mayo quedó vestida de pañuelos. Las Madres Línea Fundadora también cumplieron con el ritual por las 2000 mil marchas. Los pañuelos trazaron un círculo en lo alto, desde las rejas hasta la punta de la pirámide. Entre ellos, colgaban imágenes de las Madres. Sobre las rejas, quienes llegaban colocaban una bandera. Las imágenes de los desaparecidos, esta vez en colores, quedaron sobre la base de la pirámide. Entre la Casa Rosada y ese espacio, volvieron las vallas. En el piso, había una pintada por los desaparecidos de México. Y desde la una de la tarde quedó instalada una pequeña réplica de cartón de la Casa Rosada, una idea de Hebe concretada por el trabajo de los pibes de la Agrupación Eva Perón de Avellaneda. “Fue una idea de ella que nos comentó hace un mes”, dijo Nicolás Díaz, marcador en mano para ofrecer a quienes iban llegando. “Ella nos dijo: si no podemos traer los mensajes a la Casa Rosada, traigamos la Casa Rosada a la Plaza”. Y eso pasó. En una ventana, alguien escribió: Panamá Papers. Otro puso: Las vallas no nos detendrán. En las réplicas de la puerta de entrada, quedó dicho: “Gorilón, salí de la Casa Rosada que te queda grande. “¿Que qué escribí?”, pregunta Miguel Angel Sabas, viejo radical, regresado a la Plaza. “Que vuelvan los radicales del pueblo porque cómo te puedo decir: si todo esto lo tomás en broma, es un mal chiste; y si lo tomás en serio, te das cuenta que es su pensamiento. Siempre fueron así”. De pronto, se cruza con alguien, se abraza y cuenta que no se ven hace veinte años. Habla de la Plaza de Illia, que estuvo acá a los 17 años. “Y sabés qué es lo que estoy pensando: que esto es un retroceso para este pueblo. ¡200 años de historia y vuelve a hacer gobernado por un virrey!”

La convocatoria confluyó con el paro nacional de ATE nacional, cuya marcha ocupó la Plaza por la mañana y se extendió hasta la llegada de las Madres con un acto frente al Cabildo. Había tanta gente que las Madres tuvieron que hacer varios intentos para lograr dar sus tradicionales vueltas a la pirámide. La primera vez intentaron salir caminando por avenida Rivadavia para volver a entrar por atrás.

“¡Chicos, un lugarcito para dejar pasar a las Madres!, pedían desde el escenario. “No se lastimen, las Madres van a marchar por Rivadavia”. Tras avanzar solo 20 metros entre besos, abrazos, cantos y vallados que fallaban, tuvieron que dar la vuelta. Una hora más tarde subieron a la combi y volvieron a empezar. A las 17.05 alguien dijo “¡ahí vienen!”, y consiguieron terminar de dar toda la vuelta.

El acto posterior se abrió con la entrega del pañuelo de las Madres a Edgardo Depetri. “Buscábamos a un compañero honesto, trabajador, entregado”, dijo Hebe. “Y es porque también él tomó las banderas de nuestros hijos y las levantó muy alto; 54 por ciento de los desaparecidos son trabajadores y Depreti lo representa”. El diputado tomó la palabra. “No puedo explicar la emoción que siento pero sí quiero decir que no lo recibo por mí solo, soy parte de los miles y miles de compañeros del movimiento obrero”, arrancó. “Esta plaza de hoy es una respuesta del pueblo de nuestra patria a la brutal campaña de estigmatización del gobierno de los ricos y de los grupos económicos y el poder concentrado, una respuesta que le dieron a Macri, una respuesta que dice que las Madres de Plaza de Mayo viven en la memoria y el corazón del pueblo”. Enseguida se sucedieron en el escenario, otras presencias. Viviana Parodi por el Ecunhi; Silvina Rivilli, compañera de las Madres y, antes del cierre de Hebe, Nora Veiras, periodista de Página/12. La Plaza cantó entonces Madres de la Plaza, el pueblo las Abraza. Gritó fuerte el 30 mil compañeros presentes, ahora y siempre. El como a los nazis, les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar. Y también una versión aggiornada del che gorila que ahora dice si las tocan a las madres que quilombo se va a armar. Veiras recordó en ese momento un pequeño fragmento de Eduardo Galeano: “Las locas son un ejemplo de salud mental porque se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria”. Y siguió: “Las Madres, como recordó alguna de ustedes, empezaron a dar vueltas alrededor de la pirámide en sentido inverso a las agujas del reloj como rebelándose por cada minuto de ausencia de sus hijos, marcaron el tiempo machacando con la certeza de que otro mundo es posible. Por eso gracias, por permitirnos reencontrarnos en esta plaza desafiando la normalidad”.

Catalina Puerta, doctoranda y docente de la universidad nacional de Antioquia en Colombia, recorría más temprano la plaza como etnógrafa en trabajo de campo. “Me parece muy importante lo que está ocurriendo. Para nosotros es fundamental conocerlo en un momento de retrocesos en todo el continente. Y esto me parecesencial porque este es un pueblo con una tradición de resistencia muy fuerte en la región, con situaciones como las de Colombia que es una sociedad que no se moviliza y tiene mucho miedo”. Mientras se iba, explicó algo sobre el avance de un nuevo modo de violencia sobre las mujeres líderes políticas ahora en clave de corrupción. Casi al mismo tiempo, una combi acercó hasta la plaza a un grupo de familiares de desaparecidos de Gualeguaychú. “Este es un momento muy importante para estar acá”, dijo Patricia Savoy, 60 años. “Con las piedras y piedritas que nos están poniendo en el camino, es un momento para hacer un abrazo simbólico a las viejas que nos marcaron el camino durante tantos años”.

“¡No! No estoy preocupado por mí”, dijo un hombre, el cuerpo metido entre la marea humana que intentaba llegar hasta Rivadavia. “Estoy preocupado por las viejas. Nosotros ya estamos jugados”. Tres pibes llevan chalecos de la CGT. Son parte de uno de los sectores combativos. Los chalecos dicen Sindicato de Obreros Curtidores. Oscar Gomez, 27 años, es secretario de la juventud sindical. “Estamos acá porque nos sentimos identificados con las luchas de las madres, de la abuelas y con todas las luchas de este tiempo. Estuvimos el domingo, en la de Milagro Sala, en el Puente Pueyrredón, contra los fondos buitres y en Comodoro Py. Donde tiene que estar el movimiento obrero”. En lo que aparece como parte de una suerte de ocupación de posiciones dentro de un espacio en tensiones, otro de sus compañeros explica que son 700 los compañeros suspendidos y despedidos en la actividad. Y pasa lista a los problemas: importación, castigo a las pymes, luz, gas, agua e inflación.

Un librero ubicó una mesa en uno de los caminos de la plaza. “Voy donde hay militancia, ¡si tengo todos libros subversivos! Pero ojo –aclara–, soy corajudo, aunque son ellos los que me cuidan”. Alrededor se concentran y van pasando banderas de La Cámpora, la Tupac Amaru, de las distintas regionales de ATE, Nuevo Encuentro, Kolina, HIJOS, Peronismo Rebelde, la Néstor Kirchner, Agrupación El Eternauta, Peronismo Militante. Hay grupos de arte. Tres carteles que cambian de posición y forman Madres Divino Tesoro. “Quiero soberanía para mi patria y la venimos a construir entre todos”, dice Luisa Kuliok. Pasan Axel Kicillof, Wado de Pedro, Horacio Pietragalla, Alejandro Vanoli, Ricardo Forster, Eduardo Jozami, María Elena Naddeo, Gabriela Cerruti, Martín Sabbatella, Florencia Saintout, Nilda Garré, Tristán Bauer. Hay varios con los carteles de las noches de ruidazos. Rogelio Morales, profesor de historia, jubilado, egresado del Salvador. Como pudo, pero más temprano, logró colarse hasta cerca de las vallas. Se hizo un cartel para colgarse en el cuello con la cara de Macri y la duda sobre los 9 o 30 mil. “Yo tengo tres alumnos desaparecidos”, dice enérgico. “¿Cómo puede ser que este hombre diga que el número no le importa? ¡Andá a ver qué pasa en Alemania si Merkel dice una cosa así: al otro día tiene que irse!

–¿Y usted como profesor de historia cómo ve todo esto?

–¡Por Dios!

Empieza a decir. Y de pronto, se escucha a un pibe: ¡No le preguntés eso porque le va a subir la presión!

“Yo le decía a Mariano que había que hacer más remeras de Juana Azurduy”, comenta una vendedora. Una madre pasa con un hijo. Pasa un cartel: Macri pará la mano. Las tertulias y discusiones se escuchan en cada esquina. Hay tiempo de espera. La marcha que no es ronda sino marcha, como explican desde el escenario, debe dar una de sus vueltas más largas.

El 30 de abril de 1977 un grupo de mujeres, convocadas por Azucena Villaflor, se reunió en la Plaza de Mayo para reclamar por sus hijos desaparecidos. Un policía, haciendo caso a la ley impuesta por la dictadura, les dijo que no podían quedarse quietas allí reunidas. “Circulen”, ordenó el agente, y las mujeres empezaron a caminar alrededor de la Pirámide de Mayo. Todavìa lo hacen.

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