Cristina Kirchner, un pez fuera del agua

Cristina Kirchner, un pez fuera del agua

Por Carlos Pagni

El alineamiento oficial con Biden; los ajustes que pide el FMI; la vicepresidenta, sin saber qué camino tomar; el feroz ajuste fiscal que hizo la inflación; la verdadera relación de Lula y Kirchner con el Fondo

 

Sobre la consistencia de los discursos, de las palabras de Alberto Fernández, sobre la capacidad que él tenga para mantener a lo largo del tiempo sus intenciones y propósitos, cabe tener dudas gigantescas.

Hecha esa salvedad, en el entorno del Presidente comentan que hubo un antes y un después en la forma en la que Fernández observa el devenir de la política y el curso de su administración.

Esa línea divisoria, ese hecho traumático, ocurrió el 15 de septiembre, un miércoles, que fue el día en que los ministros de Cristina Kirchner, ligados a La Cámpora, le hicieron una especie de piquete y amenazaron con vaciarle el Gobierno. A partir de ese momento, Alberto Fernández habría llegado a la conclusión de que es inútil tratar de cumplir con la fantasía de tener contentos a todos. Es decir, de poner en el centro de su gestión, de su proyecto, la unidad de la coalición, la armonía del grupo. Que no hay nada que alcance para satisfacer a Cristina Kirchner. Así piensa él.

Editorial Carlos Pagni ,Cristina Kirchner, un pez fuera del agua

Por lo tanto, a partir de ese episodio, que produjo una gran crisis, la más grande en el oficialismo, él debía priorizar un curso de acción, una orientación, para su administración.

Esa orientación es básicamente llegar a un acuerdo con el Fondo a través de un método que privilegia la política sobre la técnica, y ese método es algún tipo de alineamiento que le permite la coalición con la administración de Joe Biden en Estados Unidos.

La manifestación más clara de este propósito es que el Presidente haya participado de una cumbre convocada por Biden para hacer una exaltación de la democracia. Fue una cumbre en contra de la corrupción, en contra del autoritarismo, a favor de los derechos humanos. Con esas premisas, Biden intentó trazar una línea en el mundo para alinear a los países solidarios con su país, y separarlos de los países que están alineados con Estados opacos y, al final del camino, con China.

Alberto Fernández tuvo que decidir dónde se ubicaba y terminó ubicándose del lado de los Estados Unidos. A pesar de que tuvo que participar y legitimar a un grupo político donde no estaba China, estaba Taiwán; donde estaba el presidente alterno, interino, de Venezuela, no reconocido oficialmente por el gobierno argentino, que es Juan Guaidó; donde no estaba Bolivia, donde por supuesto no estaba Rusia, Irán, Cuba, Nicaragua. Esta es una definición importante si creemos, como cree tanta gente, que en realidad la política, la orientación de un país, viene más de afuera hacia adentro, que de adentro hacia afuera. Es decir, que el punto de partida de la trayectoria de un país es el lugar en el que se ubica en el concierto de las naciones y en la disputa internacional, que siempre está en curso.

Esta posición de Fernández, esta opción de Fernández, que es muy criticada por el kirchnerismo -cuanto más a la izquierda uno se corre, más críticas escucha- habla de que en la cotización de los grupos de poder internos del Gobierno, en el predominio de determinados actores respecto de otros, han ganado peso dos figuras a las que hay que mirar de cerca. No es fácil mirarlas de cerca porque una de ellas casi no se expresa, que es Gustavo Béliz, el secretario de Asuntos Estratégicos de Fernández, una especie de canciller del Presidente. La otra figura importante es Jorge Argüello, el embajador en Washington. Es el sherpa, el guía en el Himalaya, el baqueano de Alberto Fernández en el G20. Argüello fue el principal negociador con Béliz de esta participación de Fernández en el club de los Estados Unidos. Y Argüello lo negoció en Yakarta, ya que Indonesia pasa a presidir el G20 con un funcionario de Biden que se llama Daleep Singh, que es el segundo del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, y es el encargado de la relación con el Tesoro, es decir, con el Ministerio de Economía de Estados Unidos, importantísimo, porque en esa trama de relaciones está el Fondo Monetario Internacional. Es muy probable, aunque inconfesable, que le hayan dicho a Argüello: si querés apoyo político -que lo está teniendo- en el FMI, tenés que dar alguna señal de alineamiento. Esa señal de alineamiento fue la cumbre que obligó a Fernández a reconocer a Guaidó y a desconocer a Bolivia, entre otras cosas.

Este es el entorno político del gran problema que tiene el Gobierno, y el gran problema que tiene muy angustiada a Cristina Kirchner como se nota en todas sus manifestaciones públicas: es cómo ordenar la economía sin hacer ajustes, una fantasía infantil.

Hay una mentalidad dentro del kirchnerismo para la cual todo es política. Si uno negocia bien, presiona bien, amenaza bien, cualquier resultado se obtiene, aunque esos resultados tengan que ver con números económicos o con la ingeniería de la energía.

Esta idea contra la cual ellos chocaron muchas veces vuelve a aparecer ahora. Hay una sobreestimación del efecto del alineamiento internacional sobre los resultados técnicos que se puedan obtener en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Pero las cosas no son así.

Entre la Argentina y el Fondo hoy hay una discusión de concepto que está en la base de toda la polémica técnica. Una polémica dura. Hubo una reunión toda la semana pasada de técnicos de ambos lados. No terminó bien, no vinieron con buenas noticias los enviados respecto de lo que encontraron en los técnicos del Fondo. Esa discusión que se hace con números concretos, que es muy minuciosa, se enmarca en dos premisas. Una es la del Gobierno: no es necesario hacer ajustes, porque de conseguir una reducción del déficit, de ordenar las cuentas públicas, de que recaudemos más y por lo tanto no tengamos que emitir más, se va a encargar la recuperación económica que estamos viviendo.

El crecimiento va a hacer el trabajo no “sucio”, sino “limpio”. Un ordenamiento de la economía sin costos, sin sufrimiento, sin malas noticias. Por lo tanto, lo que debemos cuidar es el crecimiento. No podemos hacer ningún ajuste: restringir la cantidad de moneda, que el Estado gaste menos, que haya recortes, porque eso va a afectar el crecimiento, que nos está curando.

¿Qué les dicen del lado del Fondo Monetario Internacional? Les dicen algo que es bastante común hoy en el discurso de los economistas: no confundas crecimiento con rebote. No hay crecimiento, hubo una caída importantísima, que se produjo por la cuarentena y la recuperación de esa caída apenas está llegando a niveles parecidos, a lo mejor un punto arriba, de los pésimos niveles que estábamos en diciembre de 2020. Lo que hay es un rebote, una recuperación dentro de una situación muy ajustada. Para que haya crecimiento tiene que haber inversión. Para que la economía se expanda, no para que vuelva al nivel que estaba antes de caer, sino que suba a niveles superiores de los que había con Macri, esa expansión tiene que ser producida por la inversión privada. Para alcanzar esa inversión privada, sigue diciendo el Fondo Monetario, no hay que preocuparse tanto por el rebote de la economía, por el crecimiento, sino que hay que prestarle atención a la inflación, hay que arreglar la inflación. Ese es el mensaje central del cual derivan otras discusiones.

En un gráfico de investigadores del Banco Itaú se demuestra que en realidad no es que hubo un crecimiento que nos evitó un ajuste. Hubo en la Argentina un fenomenal ajuste fiscal, que no lo hizo el gobierno dando malas noticias, lo hizo la inflación degradando los gastos del Estado, degradando las jubilaciones, las prestaciones sociales, los salarios, sobre todo los del sector público.

Hubo una caída del balance fiscal, del equilibrio fiscal, brutal, entre 2018 y el primer trimestre de 2020. Desde que asume Alberto Fernández, el ajuste lo hace la inflación (y es más doloroso) y se puede observar la curva de mejora fiscal. La idea de que no hubo ajuste es un mito.

Hay además un segundo problema en la economía argentina y tiene que ver con este dilema que tiene el Gobierno y las cabezas más populistas en el poder. Es admitir esta realidad, partir de este dato: el Estado quebró. Es una idea muy difícil de asimilar para muchas figuras del Gobierno y para muchas personas en la Argentina. La palanca para arrancar ya no va a ser el Estado, va a tener que ser el sector privado. El Gobierno va a tener que pensar en algo que le cuesta mucho, que es darle a la iniciativa privada un entorno más favorable.

Pero las dificultades para hacer esto se pueden ver en el cuadro de la consultora Proficio. La toma de recursos por parte del Estado, el crédito que toma el Estado, que sube desde 2019 al mismo nivel que la curva de la mejora fiscal. Esto es lo que le cuesta a la economía argentina un Estado insaciable que no puede financiarse con otra fuente que la emisión, los impuestos etc. Y tenemos en paralelo una caída de la toma de crédito por parte de empresas, de los particulares. Hay quienes piensan, en esta consultora por ejemplo, que este es un fenómeno que los economistas llaman Crowding Out, es decir, el Estado toma tantos recursos que le impide a la economía privada financiarse y por lo tanto la ahoga. Hay otros economistas que dicen no es esa la causalidad: hay un Estado que toma muchos recursos porque es insaciable, pero hay una economía privada que no quiere tomar crédito por los riesgos que implica emprender negocios en la Argentina.

Si uno habla con el empresariado, y habla con los sectores más dinámicos de la economía, por ejemplo hoy hablaba con empresarios del agro, ellos dicen: donde hay un dólar de más, buscamos cómo invertirlo en Brasil, en Estados Unidos, en Uruguay. Acá no. El Estado ya no sirve más como palanca de recuperación y la economía privada huye.

Todo este problema que es un estado quebrado, que implica un desafío enorme para Cristina Kirchner, para el núcleo que la rodea, para La Cámpora, para buena parte del peronismo, es hacer estatismo sin Estado, cómo organizar la vida pública con un estado fallido. La pregunta nos lleva a un problema más específico, que está en el corazón de la discusión con el Fondo, y es el problema de la energía. ¿Qué quiere decir el problema de la energía? Que hay un Estado que decidió regalarle la energía a un sector de su población. ¿Cómo? Subsidiándolo. Algo que cuesta cada vez más en el mundo, los hidrocarburos, están subiendo todavía más. Y acá queremos no vivirlo. ¿Cómo lo evitamos? Haciendo que el Estado, con los impuestos de todos nosotros, subsidie a determinados sectores, también a sectores ricos, que pagan la energía casi nada. Esto es un problema sectorial, es el problema energético, que se vuelve a transformar, como con Cristina Kirchner, en un problema macroeconómico. Porque el nivel de gastos que requieren los subsidios provoca un desbarajuste fiscal. A la vez, ese modo de manejar la energía implica importar cada vez más, sobre todo gas natural licuado, y consumir los pocos dólares que tiene el BCRA en sus reservas.

Uno de los mejores consultores en materia energética, que se llama Daniel Gerold, dice que en las últimas tres semanas lo que importa en la Argentina que es el Gas Natural Licuado aumentó el 30 por ciento. Esto implica un ataque feroz sobre las reservas del Central, por los dólares que se van a necesitar para importar ese gas, que es el gas sobre el que se hace la luz. No hay reservas que alcancen. Qué quiere decir esto: un aumento de tarifas, que es aquello a lo que Cristina, con razón, teme, porque los aumentos de tarifas producen un nivel de corrosión muy elevado, mucho más en un gobierno que viene de perder 40% de los votos, desde 2019 hasta ahora.

¿Dónde está el otro problema que discute con el Fondo? Las jubilaciones. Porque hay un problema estructural con las jubilaciones, que si hubiera que encontrarle un responsable con nombre y apellido es Sergio Massa, que incorporó irresponsablemente a millones de jubilados sin aportes al sistema. Ahí empezaron los problemas verdaderamente graves del fisco, de las cuentas públicas. Hay un problema más inmediato, que es la fórmula de ajuste: como está ligada a la recaudación, en la medida que recaudo más, gasto más. El Fondo qué le dice al Gobierno: tenés que tocar la fórmula de ajuste. Y el Gobierno qué le responde: no quiero padecer una plaza llena de piedras como la que enfrentó Macri a finales del 17.

Hay otro problema, central: el problema del peso. No queremos pesos, gastamos los pesos porque nos queman, porque la inflación es alta y no hay una forma de ahorro que nos permita salvarnos de la inflación. La tasa de interés está por debajo de la inflación. Los precios suben más que los ahorros, por lo tanto lo que hago es gastar. Tenés que renunciar, le dice el Fondo al kirchnerismo, a algo que fue tu clave durante los años que fueron de 2003 a 2015, esos 12 años que disfrutaste de un prodigio de distribución, que fue la tasa de interés real negativa. La receta de todos esos años fue desestimular la inversión y el ahorro para que haya mucho consumo y una fiesta episódica, insostenible en el mediano plazo. En eso consiste la esencia del populismo: me gasto todo hoy ¿y mañana? Mañana será otro día. Como sociedad la Argentina está viviendo así hace mucho tiempo.

¿Qué quiere decir todo esto? Que la discusión todavía no empezó. Hay que mirar primero a David Lipton, un ortodoxo, que está en el Tesoro y es un puente con el Fondo Monetario Internacional. Es el que hizo el plan que pactó Macri con el Fondo. Hay otra persona a la que mirar, que todavía no opinó porque se acaba de incorporar. Se llama Guita Gopinath, es la investigadora económica del Fondo que ahora se desempeñará como segunda de Georgieva, impulsada por Estados Unidos. Y hay que mirar a Ilan Goldfajn, un economista del MIT, ortodoxo, que fue presidente del Banco Central de Brasil, con Michel Temer, y que por lo tanto conoce muy bien a la Argentina y su crisis. Porque la vio de al lado. Goldfajn fue muy criticado por hacer lo que no quiere hacer el kirchnerismo: puso la tasa de interés muy alta, impopularmente alta. Él asumirá el 1 de enero como jefe del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario. ¿A qué se va a dedicar Goldfajn? ¿A Estados Unidos? No, porque Estados Unidos es otro mundo. A Brasil, tampoco, porque es brasileño y es un tema que le está vedado. Se va a dedicar a la Argentina y no va a querer quedar asociado a un fracaso. Desde su perspectiva mental, premisas académicas e ideológicas, y económicas, va a imponer un ajuste muy importante.

Esto es lo que se empezó a discutir, con un problema adicional: Georgieva, que viene de ser funcionaria en el Banco Mundial y pretendía imprimirle al Fondo una onda más “progre”, perdió un importante monto de poder porque le encontraron irregularidades de cuando era gerenta en el Banco Mundial, para favorecer a China. Georgieva está disminuida. Además, convive con directores del Fondo y miembros del staff técnico que están aburridos de la Argentina, están aburridos que vayamos siempre con el mismo drama, cada cuatro o cinco años, del cuál no podemos salir. Además, se cuidan muchísimo de tocar el aso porque, suponen, en la Argentina se puede hundir su carrera.. ¿Qué quiere decir todo esto? Que Georgieva es un Alberto. Así como Alberto tiene un límite en Cristina, que le dice en público lo que debe y no debe hacer, Georgieva está rodeada de un staff técnico que le da muy poca capacidad de maniobra para entenderse con su amigo Guzmán.

A esto se agrega Guzmán. Que tiene características personales muy peculiares: está muy cerrado en sí mismo. Qué dicen los colaboradores de Guzmán: no nos muestra los números. Qué dice Alberto Fernández: se poco de los números de Guzmán. Es más, mandó a otros economistas a estudiarlo. Quiere otras versiones. Una novedad que ocurrió en Roma en la última reunión con Georgieva, es que Fernández lo puso también a Béliz para controlar la negociación. Guzmán está encapsulado. Es el único que decide. La semana pasada, cuando los técnicos del Fondo quisieron cerrar algo con los técnicos de Economía, no pudieron. No tienen la capacidad para decidirlo, porque manda solamente el ministro. El solo es el dueño de todo. Es un problema técnico en la negociación.

Este problema, un populismo que va hacia un ajuste, o que debe resignarse a que el ajuste lo haga la realidad, es lo que estuvo en el centro del debate el viernes pasado en Plaza de Mayo.

Fue una Plaza armada para Cristina, a tal punto que hubo fuegos artificiales cuando terminó de hablar ella, no cuando terminó de hablar Alberto Fernández. Cuando empezó a hablar Fernández, las banderas de La Cámpora se empezaron a plegar, mucha gente que estaba en la plaza se empezó a ir.

Ella misma tuvo un discurso con deficiencias no solamente desde lo conceptual sino desde la calidad democrática. Por ejemplo, que cuando ella perdió el poder y llegó Macri, volvió la noche. Se refiere a la noche de la dictadura. Se equipara ella con sus argumentos del Lawfare con los desaparecidos, delante de las madres de plaza de Mayo. Sin que en una especie de anestesia ideológica que hay en ese grupo a nadie le llame la atención. Es una trivialización del drama más importante que tuvo la Argentina a lo largo de su historia, que fue la desaparición de personas en esa dictadura. Habló todo el tiempo del golpe cívico militar, olvidándose y ofendiendo a su propia cuñada, Alicia Kirchner fue durante toda la dictadura funcionaria del gobierno militar, con Kirchner que vivía a la vuelta de su casa.

Dentro de este contexto, planteó una idea bastante disparatada, desde el punto de vista técnico, práctico, de comprensión de las instituciones, que es pedirle al Fondo ayuda para buscar la plata que se fugaron los argentinos en la época de Macri. De esto hablamos ya en su momento, Horacio Verbitsky publicó una lista de los que fugaron dinero. Es decir, la gente que compró dólares, y en esa lista, los Eskenazi se llevaron el 30% de los dólares que se vendieron. Otros amigos y beneficiarios del oficialismo, como Gerardo Werthein, Mauricio Filiberti -íntimo de Massa-, etc.

Pero lo más interesante que hay que recordar, es que en la página 154 del libro Sinceramente, Cristina escribe lo siguiente: “el 29 de febrero del 2016, año bisiesto, decidieron una nueva devaluación y llevaron el dólar a 15,8 pesos, totalizando de febrero de 2015 a febrero de 2016 una devaluación superior al 65%. A esa altura tomé la decisión de que todos los plazos fijos que teníamos de varios millones de pesos, todos en el Banco Galicia y cuya trazabilidad estaba perfectamente determinada, no solamente en el Banco sino ante las declaraciones juradas en la OA, la AFIP, etc. Todos, fueran convertidos, esos pesos, en dólares en efectivo. Y depositados en cajas de seguridad en el mismo banco de Galicia”.

Lo curioso de esta confesión, que en los términos erróneos en que ella se manifiesta es fuga de capitales, es que no aparece ella en la lista. Alguien la quitó de la lista, porque si es por el monto debería estar en el lugar 25 de la lista que publicó Verbitsky. Alfonso Prat Gay suele burlarse diciendo que Cristina Kirchner fugó más dólares que el 99% de los argentinos. Es decir, está a la cabeza de los fugadores.

¿Qué importa de todo esto? Que vemos a una Cristina desorientada, una mujer a la que se le están acabando los naipes. Como si estuviera en una encerrona: “¿Me quedo dos años más compartiendo el ajuste con Alberto Fernández y liquido parte de mi credibilidad frente a la gente, que cree que es posible un mundo sin ajuste, un mundo feliz, donde no hay mediano plazo, donde todo es un presente eterno? ¿Hago eso? ¿O me aparto y volteo a un Gobierno, como Chacho Álvarez?”. No es fácil decidir, por eso la desorientación discursiva. No se termina de entender qué quiere decir cuando le habla al Presidente. Comete un error extraordinario: insulta al Fondo, dice que se llevó puestos a dos gobiernos radicales, dice que es el mal de todos los males. Dónde está el error? en que van a acordar con ellos, no los insultes tanto, porque vas a quedar contaminada con aquel con el que estás pactando. Cuando le den la mano al Fondo, le van a dar la mano a un monstruo construido por ellos mismos. Es decir, Cristina comete errores que están en el ABC de la política.

Esto sucede porque hoy Cristina es un pez fuera del agua. Es una dirigente o una líder populista, que tiene que hacer un ajuste o permitir que el ajuste lo haga la realidad. Se encontró con el límite. En todo esto hubo una narración de la historia, tergiversada. Habló del Fondo frente a Lula, describió este Fondo monstruoso frente a Lula. Ese Lula que el 15 de marzo de 2004, en el Hotel Copacabana, en presencia de Julio de Vido, de Martín Redrado, de Ricardo Jaime, tuvo una discusión fenomenal con Kirchner, porque Lula quería prometerle al Fondo que Brasil tendría un superávit del 4,5 del PBI y Argentina quería ofrecer solo el 3,3. Lula le mostraba a Kirchner como era ser el mejor de la clase frente al Fondo. Esta es la verdad de la historia. Seguramente, Lula lo recordaba.

Ahí está Cristina queriendo una salida. Probablemente la salida sea replegarse sobre la provincia de Buenos Aires. Le terminó de vaciar el gobierno a Axel Kicillof con la renuncia de una persona de la mayor confianza, Agustina Vila, la ministra de Educación. Ya le había bajado al jefe de Gabinete, Carlos Bianco. Kicillof teme hoy, primero, quedar pegado con episodios de corrupción vinculados a los intendentes que entraron al Gobierno en el cambio de gabinete. Dice a sus íntimos: solo me hablan de la Lotería y de la Legislatura, dos cajas. Y el otro riesgo es que, como probablemente el proyecto “Máximo Kirchner presidente” empiece a ser revisado, lo quieran mandar a él de presidente para que Máximo pueda ser candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires. Kicillof está en una situación muy parecida a la que estuvo Vidal respecto de Macri. Descubrió que la relación con Cristina -igual que la relación de Vidal con Macri- no era por amor, era política. Y, por lo tanto, manipulación.

Frente a esto, una oposición que se horizontaliza, un radicalismo que empieza la discusión por el poder y una escena que se va a plantear esta semana. La pretensión, probablemente exitosa, de Gerardo Morales, de quedar al frente del radicalismo. Estamos hablando de una elección indirecta, de delegados. Hay quienes dicen que esa elección debería ser suspendida, porque muchos de esos delegados no revalidan hace tiempo sus cargos en las urnas. Si se realiza la elección, Morales podría quedar al frente de una fuerza relevante de la coalición opositora. Estamos hablando de alguien muy ligado a Massa y estamos hablando de un gobernador de Jujuy que por su relación política con el oficialismo votó varias leyes a favor del gobierno: nada menos que el impuesto a la riqueza y la quita compulsiva de fondos a la ciudad de Buenos Aires.

Va a seguir el debate. Morales es un hombre poderoso. Tal vez se quede al frente del partido, pero la discusión va a seguir abierta, y es una discusión en las que se van a estar alineando otras figuras. Hay una relación explícita de Morales con Patricia Bullrich. Del mismo modo que hay una alianza, detrás de la figura de Lousteau y Rodrigo de Loredo en Córdoba, con Horacio Rodríguez Larreta. Ya no hay más un Cambiemos disciplinado detrás de un líder. Encontraron como forma de vida la democracia interna. La competencia. Si no hay reglas, van a empezar los problemas.

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