La brújula rota de la Unión Industrial Argentina

La brújula rota de la Unión Industrial Argentina

El affaire del no pago a los que no se vacunan abrió un debate sobre la falta de articulación con la política y la CGT, conseguida antaño. Agenda cosmética vs realidad.

El cambio de gobierno en la Unión Industrial Argentina (UIA), la cámara empresaria más importante del país, no logra hacer pie en el escenario político, económico y comunicacional, situación que genera inquietud interna y críticas. El último hito que trajo controversia fue el planteo de su titular, Daniel Funes de Rioja, de una moción votada en la Junta Directiva para sugerirle al Gobierno que no se les pague salario a los trabajadores que no quieren vacunarse. Eso quebró relaciones de armonía tejidas con el Gobierno y los gremios, desde la CGT a la CTA. 

“Es un tema muy pero muy menor”, dijo a Página I12 uno de los dirigentes enojados por haberse puesto en la agenda una cuestión que no es central en la problemática fabril y distrae la atención de los temas mayores. Esa decisión fue, además, un rompe aguas de una identidad que se había construido –según explican en la mesa chica de UIA- en los años de Mauricio Macri. Cuando la crisis golpeó con 25.000 cierres de empresas y una política fabril ausente con aviso, la conducción del aceitero Miguel Acevedo definió iniciar un proceso de interacción y apertura de la central empresaria a la CGT, los movimientos sociales y la Iglesia Católica, para juntos paliar la crisis. Esa movida fue apoyada por directivos de los industriales de la provincia de Santa Fe, los metalúrgicos de ADIMRA, madereros, pymes del interior y algunos dirigentes que también tuvieron participación activa, como el químico Guillermo Moretti, el entrerriano Héctor Motta, y el hoy diputado por el oficialismo, José Ignacio De Mendiguren.

Luego, con Alberto Fernández ya en el Gobierno, esos nexos se transformaron en una relación de extrema cercanía entre Acevedo y el titular de la CGT, Héctor Daer, dos de los elegidos por el presidente para la interlocución y resolución de cuestiones de agenda y empleo. Esa UIA ampliada también abordó la cuestión de género, que terminó con Carolina Castro, empresaria autopartista, en la mesa chica de la entidad por primera vez. 

Pero con esa relación maduró también un vínculo que generó ruidos irreconciliables con los grandes jugadores, sobre todo Techint, quien jugó fuerte para desarmar en la última elección. La presidencia de Funes, un hombre de probada experiencia y años en la entidad, fue el mascarón de proa de los grandes para retomar el poder en la UIA. La nueva conducción explica, según ceos con los que habló este diario, el viraje hacia una agenda de interés de los gigantes. Que se da además en un contexto de reverdecer fabril, con buenos datos –aún en la heterogénea- y un año 2021 que promete un crecimiento industrial del 9 por ciento.

Los que se quejan de los manejos, cuentan algunas anécdotas y situaciones para graficar la perdida de rumbo de la entidad, que ya empieza a germinar polos rebeldes puertas adentro. Son esos que ven que la meta debe ser la producción, el empleo y la inversión, sobre todo en las pymes. Además de un diálogo crítico pero maduro con el poder político, que claramente ha tenido errores en los últimos tiempos. 

Hace unos días, cuando se enteraron que Castro sería candidata a diputada en la lista de Florencio Randazzo, algunos dijeron que no estaba bien que se quedara también en UIA. “Ellos quieren mandar, en lo empresario y lo político”, cuentan los críticos. Es que el poder de Techint, Ledesma, FIAT y otros gigantes, no admite que la representación fabril se vea en las bancas del Congreso. Esa misma razón es la que decantó el veto a la candidatura de De Mendiguren a un cargo alto en UIA.

Otro ejemplo. Hace unos días, en un chat de industriales de los alimentos, hubo quejas sobre un supuesto intento oficial de hacer modificación en el poder Judicial. “Ese es otro tema que no nos interesa, no nos tenemos que meter”, dijo un ceo bonaerense, que les pidió recordar los balances que había en el sector hace dos años y los números de ahora.

El “Vasco”, ya de vuelta en la historia de la casa fabril, puso el grito en el cielo y expuso los manejos de Techint en una asamblea pública. Ese hecho, ocurrido hace tres meses, rompió un poco más el jarrón chino de la UIA. En el Gobierno observaron una clara tendencia a la crítica luego de años de construcción conjunta en el pragmatismo, más que en lo ideológico. Y los funcionarios nacionales iniciaron una atomización del vínculo empresario, raleando a las cámaras. Hoy, la foto es la de una entidad tironeada por diferencias que no son de modelo fabril, sino ideológicas y partidarias. 

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