La sorpresa Capital

La sorpresa Capital

Por Eduardo Anguita

No sólo fallaron la gran mayoría de los encuestadores en el distrito que los propios analistas de opinión pública consideran más sencillo de indagar.

No sólo fallaron la gran mayoría de los encuestadores en el distrito que los propios analistas de opinión pública consideran más sencillo de indagar. También, a las tres de la tarde, tanto los equipos del PRO como los de ECO manejaban una distancia de diez puntos de acuerdo a sus propios estudios de boca de urna. Pero, casi contra las matemáticas, Martín Lousteau logró achicar la distancia a tres puntos. No sólo eso, sacó ventajas en nueve comunas, las que forman el arco que va hacia el oeste y el sur, de clases medias más bajas y de fuertes problemas de urbanización de las villas, de hospitales y de escuela pública. Quizá sea mera casualidad: pero hasta ahora el PRO ganaba de forma transversal en todos los distritos, y esta vez un conglomerado de radicales a los que Ernesto Sanz no les dio trascendencia hasta el domingo a la noche, de seguidores de Elisa Carrió sin Elisa Carrió, de socialistas e independientes, dieron la gran sorpresa. Y fue de la mano de un ex presidente del Banco Provincia de Buenos Aires de Felipe Solá y también ex ministro de Economía de Cristina Kirchner. Lousteau no tuvo una campaña prolija, incluso decía en las entrevistas que estaba harto de las operaciones en su contra, y por supuesto, Horacio Rodríguez Larreta se negó a debatir por televisión en los días previos al balotaje porque le había sacado 20 puntos de ventaja el domingo 5 de julio cuando las usinas del macrismo decían que una segunda vuelta sólo servía para que la Ciudad gastara plata.

El 30% del electorado porteño que no votó ni a Rodríguez Larreta ni a Lousteau se volcó a este último en proporciones desconocidas en balotajes anteriores. De cada seis votos independientes, uno fue en blanco, otro fue para el PRO y cuatro fueron para ECO. Podría decirse que la casi totalidad de los votantes del Mariano Recalde y los de Luis Zamora no dudaron en votar a Lousteau, pese a las advertencias de que, en el plano nacional, era –al menos hasta el mismo domingo– un aliado de Mauricio Macri. Los números, un poco tediosos, son más que reveladores de cómo el techo de Rodríguez Larreta era muy bajo y que este escenario le plantea a Mauricio Macri una dificultad enorme para ofrecerse como una alternativa de cara a las presidenciales. En efecto, en las primarias del 26 de abril, el PRO obtenía 882 mil votos entre las dos fórmulas (R. Larreta–Michetti), ECO sacaba 413 mil (Lousteau–Ocaña) y el FPV (con cinco alternativas) 342 mil. Es decir, el PRO tenía más del doble que ECO. El 5 de julio, R. Larreta obtenía 819 mil votos, un retroceso, ya que no contenía algunos de los votos de Michetti, mientras que Lousteau y Recalde aumentaban (459 mil y 394 mil respectivamente).

El domingo pasado, en el balotaje, R. Larreta sacó 861 mil votos; es decir, 20 mil votos menos que los obtenidos por el PRO en la primera vuelta, mientras que Lousteau llegó a 806 mil, casi 400 mil votos más que en las PASO. No está en discusión la legitimidad del triunfo de R. Larreta. Es más, el voto electrónico funcionó muy bien y cabe agregar que Lousteau no tuvo suficiente cantidad de fiscales y sus adversarios no sacaron provecho de eso. El problema del macrismo es que no pudo hacer un lanzamiento en Santa Fe, cuando Miguel del Sel quedó una vez más en segundo lugar y que el triunfo del domingo en su distrito, la Capital, no le dejó espacio para proyectarse de cara a las PASO nacionales que tendrán lugar en dos semanas y media.

Todo cambia

El frente Cambiemos, del PRO, la UCR y la Coalición Cívica fue inscripto el 15 de junio. El radicalismo ganó en Mendoza, el distrito de Ernesto Sanz, y no pudo alzarse con ningún otro triunfo. El PRO sólo ganó el domingo en Capital y Elisa Carrió juega a las escondidas hasta con el propio Lousteau. Ni siquiera se mostraron juntos Macri, Carrió y Sanz el domingo, cuando podían haber ensayado un discurso común con el argumento de que el 97% de los porteños votaron por candidatos de Cambiemos. En cambio de eso, Macri ensayó unas palabras más orientadas a la continuidad: valoró la Asignación Universal por Hijo y defendió el rol del Estado en Aerolíneas y en YPF. No es que la situación económica sea buena, simplemente que está muy lejos de los escenarios de catástrofe que presentaban hace unos meses algunos de los analistas del PRO y los economistas neoliberales. Cierta estabilidad, cierta previsibilidad por parte del gobierno nacional llevó a que la imagen de la presidenta remontara y que el FPV se mantenga como primera en todas las encuestas de cara a las elecciones nacionales.

Cambiemos es lo que hoy se llama espacio político y eso, en rigor, no quiere decir nada. Como frente electoral cumplió con los requisitos de la justicia pero no tiene siquiera una página web o un local donde los tres socios muestren algo en común. La elección de la Capital mostró a un Lousteau que al día siguiente dijo cuál será su postura de cara a las presidenciales: de imponerse Sanz o Carrió sobre Macri, los votará, pero de ningún modo apoyará al líder del PRO en las presidenciales. Por el contrario, Lousteau dijo en público lo que ya advertía a sus allegados: que se volcará por Margarita Stolbizer, candidata del Frente Progresista.

Es aún muy prematuro decir que la oposición se desperdiga en vez de presentar un liderazgo pero quizá la noche del 19 de julio resulte una bisagra. El PRO puede festejar por la Capital pero Lousteau, respaldado en un aluvión de votos, anticipa que acompañará a Stolbizer, ya que nadie en su sano juicio cree que Carrió o Sanz puedan ganarle a Macri en las PASO.

¿Los contrarios no juegan?

Se cumplieron las diez elecciones anticipadas. No fue sorpresa que en Mendoza ganara la oposición, con una fórmula radical apoyada por el macrismo y el massismo. En Tierra del Fuego, el FPV se impuso a una fuerza aliada al gobierno nacional. En las otras ocho elecciones, ganaron los oficialismos locales. Podría decirse que la única sorpresa de esta decena de comicios fue que Lousteau perdiera por un margen tan estrecho. En los 19 días que restan para las PASO nacionales se conocerán, además, las tendencias locales en los otros 14 distritos. Esa será la gran encuesta. El FPV tiene fórmula única, de modo que no está expuesto a fuga de votos por motivo de internas partidarias. Sí, por supuesto, muchos electores que apoyan al gobierno pueden cambiar de opinión entre el 9 de agosto y el 27 de octubre por otros motivos. Pero Lousteau abrió una brecha, palabra de la que se abusó en estos tiempos, al advertir que rompe con el espacio Cambiemos. Y se trata de la segunda fuerza política nacional, la que hoy por hoy tiene chances reales de salir segunda y, quizá, forzar un balotaje. Pero no sólo algunos de sus potenciales electores pueden mudar de opinión porque sientan que no quieren cambiar tanto sino que están expuestos a un escenario de confusión y de divisiones internas.

Es imposible prever qué elementos imponderables hoy pueden influir en las conductas electorales. Desinflado el caso de la muerte de Alberto Nisman, sin grandes movimientos en el caso de los holdouts, el gobierno se prepara para plebiscitar su gestión. Por supuesto que tiene varios frentes de conflicto abiertos, sobre todo los económico-sociales y en alguna medida los desaguisados en la Justicia Federal, pero si las elecciones fueran hoy ganaría la fórmula Scioli–Zannini. Las lecciones del balotaje de la Ciudad también pueden servir para los estrategas del FPV en el sentido de que en una eventual segunda vuelta después del 27 de octubre estaría en disputa el porcentaje de votantes que no se hubiera inclinado ni por Scioli ni por Macri, las opciones que hoy encabezan el ranking. De allí que no alcanza con fortalecer la agenda del electorado considerado propio sino que parece conveniente hablarles a quienes pueden cambiar de parecer y, sobre todo, a los que miran las dos opciones sin sentir amor por ninguna de las dos.

Sin que suene a chicana, el PRO habló demasiado del equipo y en las entrevistas cada funcionario llamaba a otros funcionarios sólo por nombre de pila como si todos fueran de ese equipo. Cabe entonces aquella humorada atribuida a Antonio Rattin: había llegado un DT brasileño con el título de campeón mundial 58 y empezó a dar charlas técnicas con pizarrón. Vicente Feola empezó a decir que el cinco se la pasaba al nueve y que el siete se desplazaba para allá y a medida que hablaba metía tiza y borrador. El cinco de Boca levantó la mano y preguntó: ¿Y los contrarios no juegan?  «

Comentá la nota