Por: Jorge Fontevecchia. Pocas semanas antes de estas elecciones, la Nº 1 del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, tras haber recibido al ministro Luis Caputo y su equipo, sinceró su pensamiento al decir que “la Argentina demostró que esta vez es diferente en su decisión para enderezar su economía. El país va a elecciones y es muy importante que la voluntad de cambio no se descarrile. Yo le pediría a la Argentina que mantenga el rumbo”.
Hay distintas traducciones de la frase completa, pero “descarrile” se mantiene en todas (“it’s very important that they don’t derail”). Carril proviene de carro, descarrilar es salirse del camino luego trasladado a los trenes. Kristalina Georgieva reforzó el concepto con “enderezar” (lo torcido pasado) y mantener el “rumbo”. Demasiada literalidad para una funcionaria de un organismo mundial asumiendo que existe un solo carril y rumbo (recto) al destino por todos buscado, descartando la buena fe del Fondo Monetario Internacional, que es el desarrollo del país, el aumento de su riqueza y la reducción de su pobreza.
Pero esta columna de hoy no pretende discutir si realmente existe una sola forma de ser normal macroeconómicamente, entendiendo por normal, ordenado. Sino, asumiendo que Kristalina Georgieva pudiera tener razón en la técnica que la Argentina precise para cambiar su desorden macroeconómico de las últimas décadas, cuál sería la mejor forma de votar para asegurarnos que se mantenga ese rumbo.
En nuestro país se interpretaron las palabras de Kristalina Georgieva como una clara indicación a votar por La Libertad Avanza, repitiendo, a mi juicio, el error de parte de los actores del mercado de asignar a todo aquello que no sea una declaración sobreactuada de estar en contra del Estado como una amenaza al mercado cuando, creo, es todo lo contrario.
El mejor ejemplo, y trauma, que resuena hoy ante las elecciones que enfrentará La Libertad Avanza este año es la hecatombe producida el lunes 12 de agosto, el día siguiente de las PASO, cuando el presidente Mauricio Macri obtuvo solo 32% de los votos y el peronismo, con la fórmula Alberto Fernández-Cristina Kirchner, el 48% adelantando su triunfo en el balotaje.
En lo que fue calificado como “el lunes negro” el valor de los activos cayó a la mitad, con pérdidas de todas las formas de los valores financieros: las acciones de las empresas argentinas en la Bolsa de Buenos Aires perdieron 48% en dólares (37% en pesos), las acciones de las empresas argentinas en la Bolsa de Nueva York, ADR, 60% durante la semana posterior, el riesgo país se disparó de 870 a 1.400 en un solo día subiendo hasta 2.500 puntos: récord desde 2001, los títulos de la deuda argentina cayeron entre 30% y 40%, dependiendo de cada uno de ellos, y los bonos en pesos ajustados por CER colapsaron anticipando la reestructuración (el default) que sufrieron, posteriormente la clasificación financiera de Argentina como país “Emergente” descendió a país “Frontera” (eufemismo de “no país” equivalente a paria), y en pocas horas el dólar pasó de 46 pesos a 61, con 33% de devaluación en un solo día.
Con ese antecedente, Kristalina Georgieva y parte de los actores del mercado podrían imaginar que solo un triunfo del Gobierno garantiza la estabilidad macroeconómica pero la historia reciente demuestra lo contrario. Cuando Javier Milei, siendo entonces un outsider, sorprendió a todos ganando las PASO del 13 de agosto de 2023 también hubo una pérdida del valor de los activos argentinos a pesar de que el libertario proponía un alineamiento máximo con el mercado y una confrontación máxima con lo estatal.
Tras el triunfo de Milei el lunes 14 de agosto de 2023 las acciones de las empresas en la Bolsa de Buenos Aires bajaron 11% en pesos y 24% en dólares, además de la devaluación del dólar oficial, el dólar blue pasó de 680 pesos a 830 más 22% en solo un día, las acciones de las empresas argentinas en Nueva York, ADR, tuvieron caídas cercanas al 10% y los bonos argentinos cayeron 10% y el riesgo país saltó hasta los 2.700 puntos.
Si bien en 2019 la magnitud de la volatilidad fue mayor que en 2023, dado que había menos valor de los activos para perder después de lo perdido en 2019 más la recesión mundial de la pandemia en 2020, se podría decir que, aunque el porcentaje fuera diferente y en el caso de 2023 luego se produjera recuperación y superación, la magnitud de la pérdida inicial no dejó de ser por lo menos sintomática.
Lo que indica que el problema no es solo el signo de política económica, sino también su erratismo: la volatilidad es directamente proporcional al grado del péndulo del cambio. Y es más, se podría decir que la existencia de un pequeño grado de cambio en cada ciclo presidencial, con la mantención del orden general de la macroeconomía, afianza su sustentabilidad más la perpetuación del mismo gobierno período tras período, lo que será siempre imposible.
Asumiendo entonces que el “carril” y rumbo de la economía argentina fueran los correctos, lo importante no sería que lo mantuviera el gobierno de La Libertad Avanza, sino que los partidos de la oposición también se comprometieran a mantener disciplina fiscal y la continua necesidad de reformas que actualicen la competitividad de la forma de producir de acuerdo con los cambios tecnológicos y geopolíticos del momento.
Lo que sucedió en Brasil con Lula y el Partido de los Trabajadores continuando el marco de responsabilidad generado por el gobierno de centroderecha de Fernando Henrique Cardoso. Lo que en la Argentina sería trasladable a que Axel Kicillof o mañana en la Ciudad de Buenos Aires Leandro Santoro, demuestren consideración por el orden económico como condición necesaria, aunque no suficiente, para el desarrollo y, paralelamente, que el PRO no fuera absorbido por La Libertad Avanza para que sobreviva una alternativa democrática de centroderecha en el caso de que La Libertad Avanza, por la propia fragilidad de ser un partido prácticamente unipersonal además de novato, termine con mayores tropiezos de los que pueda superar.
Se podría decir, entonces, que lo mejor sería que La Libertad Avanza no debiera perder ni ganar, que el peronismo tendría electoralmente que darle paso al poskirchnerismo (Santoro, Kicillof), reconstruyendo una fuerza moderna de centroizquierda que incluya a otros sectores progresistas, y que el PRO, junto a los sectores de centroderecha republicanos, no se extinga y se reconstruya con el nombre y la amalgama de fuerzas que sea.
Ese sería un buen resultado para la economía y la política argentina.
Comentá la nota