El segundo semestre de Alberto Fernández: el intento por moldear la oposición muestra los límites dentro del oficialismo

El segundo semestre de Alberto Fernández: el intento por moldear la oposición muestra los límites dentro del oficialismo

Se cumplen los primeros seis meses del Gobierno. El plan de expropiación de Vicentin y las distintas visiones dentro del Frente de Todos.

 

A los manotazos, como hacen todos los gobiernos, Alberto Fernández​ había empezado con los ensayos para construir su oposición. Los primeros intentos comenzaron hace algunas semanas, y ahora, cuando se cumplen seis meses de su llegada a la Casa Rosada, la obra estaba tomando alguna forma.

 

Para el Presidente, la existencia de un grupo opositor fuerte y dinámico es una necesidad vital, porque ya se sabe que cuando no hay disputa política por el poder con dirigentes o sectores que estén fuera del Gobierno, la batalla se produce con los que están adentro. El peronismo podría llenar toda la sección de documentales de Netflix con historias sobre esa clase de escaramuzas, pero el Frente de Todos tiene una particularidad adicional: el empuje original con el que llegó al Gobierno proviene de alguien que no es el Presidente.

Los votantes ya habían notado esa sutileza. En algunos focus groups encargados por dirigentes de Juntos por el Cambio en las últimas semanas, surgía de manera persistente la idea de que la principal oposición a Alberto Fernández era Cristina Kirchner, y algo similar empezó a revelarse en las encuestas, tal como informó Clarín esta semana.

La inestabilidad de esa situación ya estaba clara entre los gobernadores como Juan Manzur y Sergio Uñac que le llevaron a Fernández la idea de que se convierta en la cabeza formal y, en la medida en que sea posible, real, del Partido Justicialista. Los jefes del peronismo sueñan con que el Presidente ordene un paisaje que ya se anuncia como conflictivo para las elecciones legislativas del año próximo. En ese turno electoral no habrá una boleta nacional que obligue a definiciones mayores, pero todo el mundo político estará observando y contando cuántos diputados y cuántos senadores propios pondrá Alberto en las listas y cuántos se reservará Cristina. Esa platea mirará 2021 para saber qué ocurrirá en 2023.

Es verdad que la capacidad de los oficialismos para construirse una oposición a medida suena como una fantasía, sobre todo en un contexto de partidos disueltos y liderazgos fluctuantes, pero también es cierto que, para permanecer, los gobiernos necesitan fomentar entornos favorables.

Mauricio Macri lo intentó brevemente en el arranque de su gobierno, cuando llevó a Sergio Massa en su viaje al Foro de Davos de 2016, pero ese ensayo le duró tres meses. Aquel fracaso fue también el triunfo de la agenda polarizadora que tan malos resultados le dio a la gestión de Macri. Si bien le trajo una alegría en 2017, la permanente agitación del fantasma del regreso de Cristina creó el peor clima de negocios que se pudiera imaginar. Lo que rendía adentro espantaba afuera, y ese dilema dejó prisionero a Macri, que basó sus planes económicos en la posibilidad de atraer inversión y financiamiento desde el extranjero y en las ventas de los productos argentinos al mundo.

En el diseño que prefiere el Presidente, el opositor primado es Horacio Rodríguez Larreta​, con quien construyó una relación bipartidaria cordial que hoy no existe ni siquiera en países mucho más civilizados que el que le tocó gobernar. El problema es que la vicepresidenta quiere que ese rol lo siga ocupando su rival preferido en las cuestiones políticas, que es Mauricio Macri. Dio varios indicios de esa predilección en los últimos días.

Por supuesto, esa diferencia sobre la oposición imaginada habla en realidad de las disputas que existen dentro del Frente de Todos. El caso Vicentin es bastante elocuente en ese sentido. Lo que era una intervención con los dueños de la empresa adentro propuesta por dirigentes como Omar Perotti terminó siendo un plan de expropiación como los que promueve La Cámpora, para cuyos jefes el destino de la cerealera es más un escalón que un accidente. En su visión, la soberanía alimentaria se encadena con la energética y también con la tecnológica, los tres pilares que para el think tank que coordina Máximo Kirchner serán determinantes en el mundo que asoma luego de la pandemia​.

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