En la disputa por el liderazgo, la expresidenta y el gobernador se traban en virtual empate. Aquiles, la tortuga y una carrera ¿imposible? contra Javier Milei.
Por Marcelo Falak
El peronismo enfrenta el desafío de chocar en las urnas determinantes de la provincia de Buenos Aires con las huestes de Javier Milei, envalentonadas por el triunfo que conseguieron en la batalla porteña. Lo hace perdido en un laberinto ensortijado en el que Cristina Fernández de Kirchner y Axel Kicillof parecen hacer tablas en la disputa argumental por el liderazgo.
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Zenón de Elea fue un filósofo del siglo V antes de Cristo, un presocrático idealista que elaboró una serie de aporías para demostrar que su maestro, Parménides, tenía razón al proclamar el carácter imperfecto y, por lo tanto, engañoso de "la realidad", que para ambos no era tal cosa, sino solo una representación fallida del Ser inmutable. La más conocida de esas es la de Aquiles y la tortuga, que demuestra, contra toda intuición, la imposibilidad de pensar lógicamente que el primero, personaje mítico de pies alados y famoso por su velocidad, podría alcanzar al quelonio en una carrera en la que le concediera a este una mínima ventaja inicial.
El peronismo corre de atrás a Javier Milei, como Aquiles a la tortuga (Imagen: El IMparcial de México).
Como el espacio es infinitamente divisible en términos geométricos, cada vez que Aquiles avanzara, la tortuga habría hecho lo propio, en una medida que iría reduciendo su ventaja, pero sin terminar nunca de cancelarla.
Supongamos que la tortuga es el Gobierno y Aquiles, la oposición, hoy el peronismo, sector que, aun con su retracción electoral y sus dramas a cuestas, es el único que puede proclamar esa condición, más allá de una izquierda combativa que resulta muy poco competitiva. Esa aporía, esa inviabilidad que surge del análisis racional, ¿indica que la extrema derecha gobernante sería invencible en el tiempo previsible?
La tortuga (Milei y su gobierno) carga con varios lastres. Ha reducido la inflación, su principal éxito, pero en alguna medida esto encubre inconsistencias de política económica que en meses –probablemente después de las elecciones de octubre– podrían provocar una crisis cambiaria de una envergadura difícil de anticipar. En paralelo, su hiperajuste causa severos perjuicios sociales, deprime las jubilaciones y los ingresos populares y el consumo y empobrece a la clase media. Además, si a alguien le importara, la presunta corrupción oficial no se investiga y el Presidente y su entorno son intolerantes respecto de la disidencia, fomentan el odio y la violencia y juegan al filo del sistema. Aun así, a Aquiles no le da.
El problema es que el héroe de la mitología griega carga con pesos propios todavía mayores.
El peronismo en su laberinto (bonaerense)
La provincia de Buenos Aires es el último gran reducto territorial del peronismo, tanto por su relevancia como por la defección Milei-friendly de los gobernadores de Tucumán y Catamarca, además de provincialismos alguna vez cercanos y hoy arrojados a sus propias condiciones existenciales. Esto es particularmente cierto después de la derrota que sufrió en la Ciudad de Buenos Aires, quinta escala de una rayuela electoral que hasta ahora no le ha traído más que malas noticias al partido del General.
Leandro Santoro, el radical del peronismo que perdió con Manuel Adorni en las elecciones porteñas.
Victoria Gesualdi
El desempeño del peronismo porteño dejó algunas lecciones:
Buscar electorado independiente con un candidato de otro palo, como Leandro Santoro, no dio los frutos deseados.Incluir al camporismo, pero silenciarlo, no restó, pero tampoco sumó. Lo mismo vale para el apartamiento personal de la figura de CFK.Desdoblar comicios locales con la esperanza de sacarle el cuerpo a un debate de tono nacional, en el que LLA se siente fuerte, no sirve para nada. Esas elecciones terminan nacionalizadas de cualquier manera.
¿No sería mejor, entonces, correr a la tortuga detallando los lastres que lleva sobre el caparazón en lugar de hacer notar los propios en una puja local? Tarde: la provincia de Buenos Aires votará el 7 de septiembre.
CFK tiene razón
Cristina Fernández de Kirchner.
Ese punto, el de la inconveniencia de desdoblar, fue largamente planteado por la expresidenta y sus aliados en la interna con Kicillof.
Según CFK, provincializar la contienda es una quimera que, incluso en caso de concretarse, obligaría a rendir cuentas en materia de seguridad, educación y salud, servicios que sufren deterioros por la dinámica de sus propias dificultades y por el impacto de la motosierra sobre todo el país.
En esa línea, si el oficialismo nacional va a volver a plantear la competencia casi en términos de un plebiscito sobre la economía mileísta y el modelo desregulador, es mejor tomar el toro por las astas y contarle las costillas al plan de Toto Caputo y sus consecuencias sociales.
Sin embargo, el gobernador optó por el desdoblamiento en parte por la convicción de que la gestión puede defenderse y en parte por el empuje de intendentes que quieren blindar sus territorios, detrás de su figura, contra la influencia camporista. Obvio: también Kicillof cree que llegó la hora de confrontar liderazgos, de modo de renovar al peronismo para la pelea presidencial de 2027, en la que él aspira a ir por el premio mayor.
Cristina y La Cámpora también plantean, con los resultados de la Ciudad consumados, que la deskirchnerización no representa ninguna ventaja. Al contrario, afirman, hay que profundizar la identidad con la que el peronismo se ha vestido de 2003 en adelante.
Para unos y otros se trata de aprovechar la indiferencia extendida incitando al núcleo duro, más politizado.
Axel Kicillof tiene razón
Axel Kicillof.
Dada la experiencia reciente, el gobernador puede consolarse pensando que, tal vez, el espejismo de la fortaleza macroeconómica de hoy –dólar tranquilo, inflación en baja y plan "iPhone para algunos"– podría resultar menos nítido el 7-S, pasada ya la campaña sojera, con un Banco Central que deberá empezar a soltar más dólares y, acaso, con encuestas que le agiten al mercado, desde la provincia, el fantasma del cuco peronista.
Según surge también de lo que ha transcurrido del calendario electoral, también Kicillof tiene razón: si sacar de la cancha el factor CFK no suma, tampoco resta y lo que hace falta es un liderazgo nuevo. En ese sentido, cree que el peronismo tiene condiciones de retener su piso y con eso ganar, aunque perder contra la lista de Milei no sería una tragedia porque se trataría de sumar. ¿Se suma restando?
Dos votaciones precedentes demuestran que los caminos al fracaso son infinitos para el peronismo realmente existente y que, por eso, es necesario cambiarle su rostro de modo tajante.
En Salta y Jujuy, el Partido Justicialista compitió contra los oficialismos locales y nacional en medio de procesos de intervención dictados desde Buenos Aires por la conducción de Cristina Kirchner. Los resultados fueron todavía peores que en la Ciudad.
Además, al soñarse presidenciable –acaso prematuramente– y dar señales de que no aceptaría tutelas en ese rol, recuerda los fracasos de gestión que implicó la interna largamente irresuelta: los avances camporistas contra la gestión de Martín Guzmán en Economía y, en general, contra el gobierno de Alberto Fernández resultarían imposibles de volver a vender dentro del paquete de "la unidad" a un electorado que ha sufrido mucho por esos desencuentros.
Alberto Fernández, Axel Kicillof y Cristina Fernández de Kirchner.
Todos tienen razón, pero a Aquiles parece no darle la nafta. Esa es la aporía del peronismo.
Incierto camino al futuro
La lista perfecta de derrotas electorales –en Santa Fe, Salta, Jujuy, Chaco, San Luis y la Ciudad de Buenos Aires– parece haber convencido a las principales figuras del peronismo bonaerense de poner en pausa la interna entre el camporismo y el kicillofismo y apostar, una vez más, por una unidad en la que, de fondo, nadie cree demasiado. ¿Se dará o al final predominarán las fuerzas centrífugas?
La paz estaría hecha, según trasciende, con los materiales del presente: Cristina en la Tercera sección electoral y Sergio Massa en la Primera. Kicillof y sus intendentes esperan encontrar espacio suficiente en las listas.
Sergio Massa, rodeado por Máximo Kirchner y CFK.
Un triunfo, aunque sea ajustado, podría ser una plataforma de relanzamiento, sueñan los abogados de la unidad. Sin embargo, una derrota podría terminar con todos los liderazgos conocidos y habría que ver si no también con los emergentes. Al parecer, un dilema del prisionero.
Tanto si la impostura de una unidad que no es tal resultara bien en las urnas como si todo se desmoronara, sería inevitable en los próximos dos años barajar y dar de nuevo. No sobraría tiempo para encontrar candidato, narrativa y esquema de alianzas. Aquiles la tendría difícil y dependería, en mayor medida que hoy, de que la tortuga se acalambrase. Esto es crucial.
La nueva canción de Axel Kicillof
Si Kicillof apuesta por ser el rostro de una renovación poscristinista, una que no abjure de ese legado pero lo trascienda, en algún momento debería mostrarle a la sociedad algo más que una pelea cupular difícil de explicarle a la militancia, por no hablar de una sociedad que directamente mira para otro lado.
La "nueva canción" que prometió es, por el momento, solamente política, pero ¿es posible trazar un nuevo arco de alianzas, una suerte de segunda transversalidad que sume a sectores y ciudadanos de centro y a partidos provinciales imprescindibles en vista de la debilidad actual del peronismo, sin entonar también alguna estrofa, algún verso siquiera, de revisionismo económico?
No se trata de que él o quien sea que tome la posta del peronismo del futuro explicite un plan económico que nadie entiende –menos tan temprano–, pero sí que explique qué valor le da a la baja de la inflación y a la estabilidad de la economía, demandas sociales tan sentidas y acuciantes que le han permitido a Milei poner en pausa, con éxito, reclamos por la educación, la salud, la obra pública, la infraestructura, la equidad y hasta el crecimiento y el empleo.
En escala porteña, Santoro lo intentó. Por eso se había ilusionado con que, en caso de ganar el último domingo, se le abriera "una ventana" para hablar de principios olvidados por el peronismo y el progresismo, pero que forman parte de un insoslayable nuevo sentido común, vinculados a la iniciativa privada y el mérito individual. El porteño insiste con eso y convoca a una amplia unidad contra LLA y el PRO para pelear por la Jefatura de Gobierno en 2027, pero le cuesta más porque lo hace desde la derrota.
¿Sería posible para el peronismo, la oposición realmente existente al mileiato, recorrer un camino análogo a nivel nacional desde una derrota bonaerense? ¿En caso de triunfo en ese territorio crucial, sería viable intentarlo sin una renovación de figuras e ideas? ¿Vendrá por ahí la chance de ganar la carrera?
La tortuga carga con lo suyo, pero para Aquiles el desafío es enorme. Sobre todo, cuando se supone que en la calle hay mucha gente que espera una propuesta más esperanzadora, pero donde en realidad predomina una multitud ajena y sólo enchufada a Spotify.
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