Guzmán, el único que le discute de verdad a Cristina

Guzmán, el único que le discute de verdad a Cristina

Tal vez sea la obstinación del que cree que tiene razón. La perseverancia del que entiende que se preparó toda su vida para estar en ese cargo. Quizás sea la pulsión de supervivencia del que ve que vienen por él.

 

O sencillamente la inconsciencia del que siente que no tiene nada que perder porque tal vez ya está perdido, una especie de Scarface cuando acorralado en su mansión abre los brazos y -mientras lo balean de muerte- grita I take your fucking bullets.

Pero sea lo que sea, el ministro de Economía, Martín Guzmán, que no para de recibir críticas públicas y reveses internos en el Frente de Todos, al mismo tiempo, no deja de dar la pelea para tratar de que quede algo en pie de su intento de plan económico más o menos racional con reducción del déficit, acuerdo con los organismos internacionales y algún sendero más o menos creíble para ese eslógan de su gestión que le ha valido críticas de pecho frío: "Tranquilizar la economía".

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Está en el peor de los mundos. Adentro, lo creen un chivo expiatorio ideal de la fuga de votos en las primarias pasadas.

Los sectores empoderados después de la rendición del Presidente a los pedidos de su vice en la conformación del nuevo gabinete ya arman equipos para su reemplazo para después del 15 de noviembre. Afuera, le facturan que por más que hable de la sostenibilidad y de que pronuncie bien el inglés no puede garantizar en los papeles nada de lo que promociona.

Apunten y disparen

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Los últimos diez días fueron crueles. Cuando la coalición colgaba de un pincel, mandó al Congreso un presupuesto para el año que viene y le duró tres días.

El diputado Máximo Kirchner le hizo saber por radio hablando con un vacunado de privilegio que estaba todo por discutirse. Voceros oficiosos le dijeron a los diarios que lo consideran un "ajuste".

Además, había presentado el miércoles pasado con toda la pompa una ley de hidrocarburos para incentivar la inversión de las petroleras, y ya le llegaron varios mensajes de que se la van a cajonear en el mismísimo Senado.

En la presentación, en las horas previas al levantamiento de los ministros de Cristina que pusieron su renuncia a disposición, se había contorsionado para acordar disintiendo con la vicepresidenta en eso de que los funcionarios tienen que ser tercos, pero "adaptables" agregó.

Caminó por el cable tratando de no caerse mencionando al gobernador Axel Kicillof y elogiando ¿irónicamente? que "siempre está ayudando". Hay quienes dicen que esa postal de Alberto Fernández con Guzmán hablando así aceleró la rebelión de referentes de La Cámpora.

Desde finales del año pasado, los propios le han dicho de todo sin parar. Que se formó en la Universidad Nacional de La Plata, que es "muy neoliberal".

Que podrá ser muy heterodoxo para la economía de Estados Unidos pero que acá es un ortodoxo. Que aunque diga que la suba de precios es multicausal, en el fondo cree que la emisión genera la inflación, y entonces es casi un infiltrado.

Que no entiende lo dinamizador de la política de energía regalada, que es un "vector de competitividad". Que se quiso cargar a un subsecretario por los medios. Que salió "del frasco de la UNLP y se fue al frasco de yankeelandia" y que no tiene idea lo que pasa en la calle. Que es un "ministro sólo de la deuda". Que fue amarrete con el gasto en 2020 y 2021. Que armó un mal presupuesto 2022 y que se quiere zarpar en beneficios a petroleras.

Y que encima se la cree, porque sale a caminar el Conurbano y come guiso en recorridas de políticos con aspiraciones.

Ahora, periodistas voceros del kirchnerismo duro incluso pidieron su cabeza luego de que el palazo electoral fuera interpretado no como un costo por el manejo de la pandemia o de lo desdibujado de un Presidente que hizo cualquiera en la cuarentena o de que ni siquiera ahora las escuelas funcionan a full en la Provincia: fue un voto mayoritario contra la política del titular del Palacio de Hacienda. Ajá.

Remate: en un mismo día Cristina Fernández le hizo saber que no había pedido su cabeza pero también le dejó en claro en su mensaje epistolar que si tiene una obsesión es la de influir en su gestión, donde lo criticó porque supuestamente no está gastando lo suficiente.

Momentito

La novedad en la lógica del funcionamiento "sícristinista" del Gobierno es que Guzmán eligió decirle que no. "Cristina Kirchner me dice que hay ajuste fiscal, yo le digo que no", dijo ayer suelto de cuerpo por radio.

Herejía en el oficialismo. Ahí donde "Cristina es Gilda", como dice el candidato porteño Leandro Santoro; ahí donde todo lo que hace es visto como la intervención del mejor cuadro político; en ese espacio donde nadie se anima a hacer un chiste con ella, porque en definitiva "a través de Cristina habla el pueblo", un ministro híper cascoteado le dijo, con otras palabras, "no estás entendiendo, vení que te explico".

Es que los pronunciamientos de la vicepresidenta sobre economía en el texto del jueves pasado tienen errores. Algunos básicos. Dice que en su gestión tenía menos reservas que ahora. La consultora PxQ, de Emmanuel Alvarez Agis, recordó el mismo día que hoy hay u$s 8000 millones de reservas utilizables cuando en 2009 había u$s 38.000 millones.

Cristina, además, subraya que se está haciendo un ajuste, cuando el propio Agis y hasta el periodista Alfredo Zaiat de Página12 escribieron que no si se compara con el gasto sin los fondos extra destinados a Covid, y encima marcaron que se está gastando mal, priorizando subir el mínimo no imponible de Ganancias en vez de un nuevo IFE, algo que Cristina ni mu.

Entonces, ¿quién le hace los números a Cristina? Esa es la pregunta clave en el mercado financiero y el mundo empresario, porque los tiene mal hechos.

La intervención de la gestión bonaerense con intendentes enfría la idea de que su gurú económico de la actualidad sea el propio gobernador Axel Kicillof, su ministro de Economía siempre exaltado en sus discursos. "Axel no es", dicen en su entorno.

¿Será entonces que la propia Fernanda Vallejos, la diputada oficialista de la incontinencia en WhatsApp, es el cerebro detrás de esas afirmaciones? ¿O habrá que mirar a Santiago Fraschina, el economista que hoy está en la Anses?

Como sea, son cálculos que ameritan una revisión, y en esos errores, mientras tanto, Guzmán ve una opción para seguir horadando la piedra.

Jugarse una mínima chance de convencerla de que la cosa puede no ser sólo así. Y por eso es el único que en la coalición le responde de verdad y le marca pifies de concepto, y ahora también en público.

Quién sabe si con eso le baste para torcer una discusión que pareciera más profunda: ¿puede el kirchnerismo tener menos bandera y más un modelo que funcione? Difícil discusión con el 14 de noviembre cada vez más cerca.

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