El PJ frente al barro del kirchnerismo

Por Eduardo Aulicino

El vértigo de novedades que está produciendo la justicia federal ha extremado la cerrazón del kirchnerismo en su propio círculo, con declaraciones que en algunos casos rozan la amenaza. 

Esa reacción, con todo, pretende evitar la soledad: desde hace días, demanda al PJ orgánico un documento partidario que fije posición solidaria con la ex presidenta. La causa por el dólar futuro abría una puerta para una respuesta “institucional” de esa naturaleza, aunque ni de lejos para participar en la marcha cristinista: la idea de varios dirigentes era limitarse a ese tema y eludir prolijamente cualquier referencia a causas más oscuras, como la de los negocios hoteleros de la familia Kirchner. Pero las novedades de la investigación alrededor, y arriba, de Lázaro Báez complicaron el panorama. El kirchnerismo presiona para que todo sea calificado como una maniobra de persecución política contra su jefa, pero el grueso de los gobernadores peronistas busca evitar ese barro. La cuestión no está saldada y restan pocas horas para ver cómo cierra este capítulo, lejos de Olivos.

“Nosotros creemos que el tema judicial por la función de gobierno, en general, no corresponde. Y eso hay que decirlo, hace a la cuestión institucional. En los otros casos, es diferente. No es lo mismo el dólar futuro que Hotesur”, explicaba la semana pasada un gobernador peronista. Se había cerrado el acuerdo para rearmar la conducción del PJ y la idea era que se pronunciara sobre la citación del juez Claudio Bonadio a Fernández de Kirchner. Pero luego se sucedieron noticias que complicarían esa estrategia de separación de causas judiciales.

Primera cuestión, la interna formal: la jueza María Servini de Cubría prorrogó los plazos de la interna para renovar el Consejo Nacional del PJ, con lo cual dejó en suspenso la consagración de la lista de unidad encabezada por José Luis Gioja y Daniel Scioli. Esa conducción, de modesto volumen político y claramente de transición, quizá hasta fines de 2016, debía encargarse del documento. Ahora, es un interrogante quién lo firmaría o si habrá pronunciamientos personales.

Segunda cuestión, las estribaciones de los casos de corrupción: se reactivó la causa por la ruta del dinero K. La ex presidenta y su ex ministro Julio de Vido fueron imputados. Difícil desenganchar los temas en medio de un caso de semejante impacto, además muy abierto. 

Tercera cuestión, la presión del kirchnerismo duro: desde el sector alineado con Fernández de Kirchner vienen produciendo declaraciones para presentar el conjunto de causas que involucran a la ex presidenta y a ex funcionarios con una operación gigantesca de persecución política. No quiere distinciones de ninguna especie, como pretenden muchos mandatarios, que en el caso del dólar futuro argumentan que “no se pueden achacar responsabilidades judiciales o penales a cada acto de un presidente”. Es un planteo razonable, si no hay sospechas de corrupción, pero el blindaje que pretende el kirchnerismo no repara en esas reflexiones. Más bien al contrario.

La reacción del kirchnerismo alude a la expansión de las causas judiciales pero, por esa razón y otras que tienen que ver con su futuro político, tiene que ver con la necesidad de evitar o al menos frenar el persistente proceso en desarrollo dentro del peronismo, que ha ido cambiando el eje de poder hacia el conglomerado de gobernadores y dirigentes territoriales de peso. Esa película es preocupante para los sectores que sólo se imaginan como núcleo de una estructura conducida por la ex presidenta. Lo han comprobado con las fisuras que achicaron su lugar relativo en Diputados y con el giro mayoritario de los senadores, cada vez más en sintonía con el poder de los jefes provinciales del PJ.

La decisión de colocar todos los casos judiciales como parte de una conspiración orquestada en contra de la ex presidenta –y en consecuencia, en detrimento de su espacio político real– ha llevado al kirchnerismo a elaborar un discurso que pretende efectista y contiene giros insólitos sino patéticos por sus pretensiones históricas y también actuales.

Algunos de los dirigentes del kirchnerismo duro dejaron insinuadas advertencias por las consecuencias de procesos que avancen sobre la ex presidenta. Y varios intentaron darle ribetes de tragedias y épicas pasadas a lo que ocurre en estos días. Héctor Recalde dijo que se está ejerciendo una operación de “revanchismo” que comparó con las atrocidades del 55: una dictadura que persiguió, proscribió y reprimió. Y otras altisonancias acompañan a la convocatoria de la marcha del miércoles, día en que, si no hay cambios judiciales, declararía la ex presidenta ante Bonadio: “Un 17 de octubre”, dicen, lo cual equipararía a Fernández de Kirchner con Perón y a los Tribunales con la Plaza de Mayo. 

Es curioso, porque el kirchnerismo niega los motivos de las causas judiciales pero, al mismo tiempo, busca equiparar situaciones escandalosas, apuntando a la denuncia que sacudió a Mauricio Macri por las empresas offshore, cuya sonoridad aumentó el Gobierno con enojo negador primero y con demora en la respuesta después. 

De todos modos, no está en escala ni es original esa fórmula K: embarrar no esconde el barro propio. En alusión a ese viejo y rústico ejercicio defensivo, Rodolfo Terragno suele recordar este chiste de épocas de la Guerra Fría: “El presidente de Estados Unidos visita Moscú. Lo recibe su colega soviético en una enorme estación de trenes, construida en pocos meses con trabajo a destajo. ‘De aquí sale un tren cada treinta segundos a Leningrado y otro, a Stalingrado’, afirma el jefe soviético. Pasan los minutos y el visitante le dice que no ve salir ningún tren. La respuesta es rápida: ‘Y qué, ustedes no persiguen a los negros’”. 

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