El establishment vuelve a pensar en una convivencia con el peronismo

El establishment vuelve a pensar en una convivencia con el peronismo

El agotamiento del experimento Milei activó una serie de movimientos en el Círculo Rojo. Sin autocrítica, el poder económico empieza a girar. Variantes y dilemas del peronismo para lo que viene.

Por Diego Genoud

 

Se advierte en la superficie y sobre todo con los movimientos que se repiten detrás de escena desde la noche del 7 de septiembre, cuando Javier Milei quedó desnudo en su fragilidad. El poder económico se encontró, antes de tiempo, con un escenario inesperado. Evidencias abrumadoras de que el experimento de La Libertad Avanza ya dio todo lo que podía dar y se quedó sin crédito social. 

El vengador de clase, que llegó al poder después de toda una vida como empleado del establishment, creyó que la baja de la inflación resolvía todos los problemas y sembró de víctimas su camino a las elecciones. Hoy está a la defensiva como nunca y la campaña electoral se le hace cuesta arriba. La cadena nacional no alcanzó para cambiar las expectativas, todos saben que lo peor no pasó y este miércoles la Casa Rosada verá un capítulo más de la ofensiva opositora en las calles y en el Congreso. Los gobernadores toman distancia y Wall Street hace las valijas hacia plazas más seguras. El loop de un gobierno no peronista que pierde la calle y no tiene muñeca para construir mayorías profundiza en actores importantes del Círculo Rojo la sensación de que Milei encarna una transición más breve de lo que hubieran deseado. 

El laboratorio del poder permanente no duerme. Por eso madura una conclusión: la necesidad de prepararse para convivir otra vez con un peronista en el poder. Alguien que garantice el nuevo ciclo de negocios sin poner en riesgo el rumbo con excentricidades y amateurismo. Aunque haya moderado el tono y haya dejado a un lado el Viva la Libertad Carajo, Milei no despejó las dudas ni tiene garantizada la gobernabilidad, condición necesaria para cualquier proyecto. Su apellido hoy representa un riesgo tan grande que hasta diluye en algunos el fantasma del riesgo kuka.

Las conspiraciones que rodean al Presidente desde que llegó al poder ahora tienen más fuerza que nunca. Unas se tejen en torno a la Cámara de Diputados, donde Martín Menem tiene el boleto picado, otras en torno al Senado, donde Victoria Villarruel muestra más apertura a diversos sectores del peronismo. “Nadie lo quiere ayudar, pero tampoco nadie lo quiere tirar. Él tiene que demostrar que es capaz de llegar a octubre”, le dijo a El Destape un empresario que hasta hace unos meses se pintaba de violeta y hoy niega que exista un golpe en marcha, como le gusta decir al Gobierno. 

El cambio más importante lo generó el electorado de la provincia de Buenos Aires, el que fue a votar y el que se ausentó en rechazo a Milei. Accidente de una historia en la que el sistema político se vino a pique, el presidente sabe que entró en la cuenta regresiva. Pero su reacción no está a la altura de la paliza que le dieron los bonaerenses. Tiene que llegar con vida a finales de octubre para acceder a la revancha. Así lo dicen los empresarios que hasta hace no tanto lo creían una excepción histórica y ensayaban comparaciones prematuras del ex panelista con políticos que marcaron una era como Carlos Menem o Néstor Kirchner.  “Tiene que aprobar el test del mercado”, dicen, mientras el dólar se sacude y el riesgo país ronda los 1200 puntos, el triple de lo que esperaba Luis Caputo para esta instancia. 

Milei representaba una oportunidad única: tenía los votos de las víctimas y el chip de los victimarios. Pero el 7S mostró que el presidente dilapidó ese capital envidiable en tiempo record. Ahora, el showman que había sido el centro excluyente de la política durante más de dos años está sufriendo una involución. Volvió al lugar marginal que había tenido durante su carrera, como empleado de grandes corporaciones y divulgador de la escuela austriaca. El presidente se rodeó de los mismos de siempre y premió a conversos y obsecuentes. Pero está solo, tal vez como nunca. 

Una semana antes de la derrota abultada en provincia de Buenos Aires, la fiesta del Grupo Clarín en el Teatro Colón mostró que el poder permanente no necesita incluir a Milei en su álbum de fotos. Entre los empresarios que estuvieron en el besamanos de Héctor Magnetto, ya circulaba una frase que hoy cobra otra dimensión. Se quejaban de que Milei no los atiende. Ahora es peor: son minoría los que lo llaman.

Dos días antes de las elecciones, el CEO de IRSA, Eduardo Elsztain, decidió hablar en las jornadas que organizó el Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas (IAEF) en el Hotel Llao Llao. Su mensaje, que ahora parece premonitorio, desdramatizó las elecciones y la posibilidad de que Milei no siga en el poder. "Estamos todos preocupados estos 30 días, si sigue o no sigue, Lo mejor que nos puede pasar es saber que estamos queriendo algo que no sea de un solo partido, como han logrado paraguayos, chilenos o uruguayos, que no importa si cambian de color, importa si no cambian de reglas", dijo el magnate que hospedó al presidente en los días en que armó su gabinete. 

Otro caso notable es el de Paolo Rocca. Concentrado desde la resolución 46 de Juan José Aranguren en Vaca Muerta, Rocca parece haber recuperado la memoria de industrial siderúrgico en los últimos días. Techint enfrenta una situación imprevista en San Nicolás donde los empleados de 52 empresas tercerizadas desbordaron a la UOM y se unieron para reclamar con una huelga un piso de dignidad en los salarios. La multinacional, que copó el organigrama de gobierno con gerentes de su escuadra y jugó para que Martín Rapallini fuera la cara más dócil de la UIA ante el industricidio, ahora insinúa un cambio de piel y tiende puentes con el peronismo. 

El establishment no es un solo. Entre los empresarios más cercanos a Milei, algunos ya lo veían encerrado antes de las elecciones y especulaban con que sufriera “una implosión”. Abonaban una versión aggiornada de la teoría del cerco y decían que el presidente no era responsable de la trama de coimas que pusieron en primer plano los audios de Diego Spagnuolo. Más todavía, fantaseaban con la posibilidad de que Milei se plantara ante su hermana y pusiera fin a la política recaudatoria del karina-menemismo. Veían al presidente en un colapso emocional que lo haría tomar distancia de su propia hermana y lo obligaría a romper con el clan Menem y ponerse al frente de la campaña. Ese escenario, podría redundar, tarde lo admiten, en un paso al frente de Victoria Villarruel. No pasó y el 7S, con la victoria de Fuerza Patria y Axel Kicillof, fue un cataclismo entre las familias del establishment. 

Ahora el panorama es más complejo para el oficialismo y la vicepresidenta -que no habla con Milei hace meses- puede ser arrastrada por la turbulencia. Por eso, se especula con el rol que Juan Schiaretti puede ocupar en la Cámara de Diputados si desplaza a Menem y se ubica en la línea de sucesión. Sobreviviente de mil batallas, Schiaretti decidió hacer un alto en tres décadas de trayectoria ejecutiva e ir por primera vez al Congreso. Algo olfatea. 

La crisis múltiple que sacude a LLA es la que vuelve a sentar al Círculo Rojo con el peronismo en la misma mesa. Mientras los aliados ideológicos de Milei recelan de una facción del establishment que aplica una brutal racionalidad y ya gira hacia el peronismo, el cambio de clima actualiza los dilemas de un vínculo que funciona como un malentendido desde hace décadas. El poder económico tiene un pliego de condiciones y buscará que el eventual sucesor de Milei lo lleve a la práctica. Un acto reflejo similar al que tuvo la burguesía brasileña que fue a buscar a Lula después de mandarlo preso. 

Para el peronismo, se trata de un dilema que demanda una creatividad hasta ahora ausente. Funcionar como delegación o escribanía del establishment, se supone, le haría perder su razón de ser y traicionar el mandato popular que pide ponerle límite a las expresiones más extremas del libre mercado. Confrontar sin capacidad de imponerse o anunciar batallas para los que no se está a la altura, como le pasó al Frente de Todos, tampoco rinde más que en frustraciones. La posibilidad de un acuerdo o un entendimiento no será fácil, pero la dinámica de los últimos meses empuja en ese sentido. 

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