La encerrona de Cristina: sostener a Massa y terminar con la primavera de Macri

La encerrona de Cristina: sostener a Massa y terminar con la primavera de Macri

Por: Pablo Ibáñez.

“¿No se dan cuenta de que si gana Macri los dos la van a pasar muy mal?”. A 72 horas de la foto de familia ensamblada que es el FdT, que celebró el 17 de octubre en -al menos- tres locaciones diferentes y con tirrias cruzadas, la frase del histórico dirigente del PJ más que una pregunta es una grito desesperado. Los dos que la van a pasar mal son los Fernández, Alberto y Cristina, pero el pavor refleja que el presidente y la vice no son los únicos a los que los espera, quizá, una temporada endemoniada si hay un Macri reloaded. “Así, como vamos, es un suicidio político”, corona, sin eufemismos. 

El diagnóstico es, quizá, el único punto que sintetiza al multiverso peronista. Aparece una paradoja: desapareció el clamor que existió en otros tiempos de teléfono roto para reabrir el diálogo entre el presidente y la vice. Sergio Massa, a veces irritado con el presidente, otras preocupado por un repentino final de la “luna de miel” con el ecosistema K, es la correa que vincula ambas terminales.

El único consuelo del ministro es que el caos político no contagia su caos, como en otras ocasiones, a la Economía. La paradoja dramática para un gobierno peronista, movimiento en cuya matriz está el concepto de que la política gobierna a la Economía, es que la política está peor que la Economía. No es poca cosa a partir de lo mal que están los indicadores económicos.  

“¿Para qué va a hablar con Alberto? El poder de decisión, en lo que le importa a Cristina, lo tiene Massa. Habla con Sergio. ¿A quién le interesa resolver quien es la ministra de la mujer?”, plantea, desde el Senado, una voz de vínculo diario con la vice. En el cristinismo cayó peor la narrativa albertista de la decisión inconsulta que las designaciones en sí. En Casa Rosada conocen lo que emite la usina K sobre el diálogo de la vice con Massa como única preocupación por ser el capítulo económico, al margen de su propia situación judicial, la principal agenda de Cristina.

“Si hay una chance para acomodar un poco la inflación es con un acuerdo político del gobierno y para eso tiene que haber, en algún momento, cuanto antes, una charla entre Alberto y Cristina”, plantean en el FdT. Pero aparece como una invocación vacía, un deseo que pocos tratan de hacer realidad, quizá porque la cerrazón de ambos lados del teléfono es absoluta. Otra vez, más que la política, aparece la dimensión personal. 

Soporte

Cristina, entiende el cristinismo, es hoy por hoy el principal soporte político de Massa. Desde el Senado ven al ministro conflictuado con Alberto, en tensión con el dispositivo presidencial, con ruidos con Máximo Kirchner, remando casi en soledad. Massa, por momentos, desliza esa desazón: que a las turbulencias de una economía en crisis se le suma una política desmadrada, repleta de internas.

En el planeta Cristina volvió a generar malestar, por inoportuna o desafiante, la tesis albertista de buscar su reelección en el 2023. Antes de la crisis de los tres ministros Guzmán-Batakis-Massa, el cristinismo fijo como término de claudicación del presidente, que entierre la fantasía continuista. Fernández había dejado de agitar esa variante pero en los últimos quince días, a partir de su postura respecto a no eliminar las PASO, el escenario de su reelección se instala de facto aunque, cualquier encuesta, lo presume -de mínima- poco posible.

“Al final, alguien va a tener que ser candidato”, ironiza un dirigente del conurbano cuando repasa la orfandad de postulantes presidenciales que registra el FdT. Este viernes, en una entrevista con Vorterix, Sergio Massa casi dio por sentado que no lo cuenten para la aventura del 2023. No fue terminante pero el dato, no menor, es que lo hizo escoltado por su hijo Tomás, un militante de la no candidatura de su padre. Es lo que se reina en el micromundo familiar, donde Massa ya tuvo una paritaria difícil cuando aceptó ser ministro de Economía. A la vez, los consultores que hablan con Massa entienden que su construcción como ministro está en proceso, que registró una mejora sutil en su imagen como figura resolutiva, pero esto está lejos de volverlo competitivo como candidato. La familia no quiere que sea candidato y la elección luce, hoy por hoy, casi irremontable.

Todas las internas

Así como no hay clamor para producir una cumbre entre los Fernández ni, tampoco, para montar la mesa política del FdT que se perfiló cuando desembarco Massa como ministro, en el oficialismo empezó a perder sex appeal la idea de la unidad como amuleto contra todos los males. La dimensión de la crisis interna del panperonismo es esa: no se rema una mesa de diálogo interno ni aparece, como mandamiento supremo, la unidad peronista.

En la semana del 17 de octubre, se visibilizaron varias problemas domésticos del FdT. Los chispazos entre La Cámpora y sectores de la CGT, el planteo gremial de armar un espacio político y el cruce tuitero entre el camporismo y el Movimiento Evita, la guerra del emoji, en el que por Twitter uno acusó al otro de ser socio de Macri, y el otro a uno de seguir la agenda de Clarín. 

Es un registro para construir el nuevo paradigma de unidad peronista. En el caso menos estruendoso, significa la conformación de dos o más subgrupos que de cara al 2023 deberán resolver sus disputas. Aquello de la unidad en la diversidad, el leitmotiv que e FdT invocó en medio de las tempestades internas, se encaminada a reconfigurarse de otro modo: las diferencias tácticas y de mirada se consolidan en bloques políticos, por ahora, bajo el mismo paraguas.

A grandes rasgos aparecen dos escenarios. Uno, con PASO, donde esos matices se resuelvan por voto dentro del mismo dispositivo. Otro, que haya una fractura, y se redibuje el mapa electoral del 2017. Ahí adquiere una dimensión interna lo que se haga con las primarias. La CGT y el Evita, junto a otras orgas sociales, sostienen que las PASO deben continuar para ser una instancia de resolución.

Máximo Kirchner no pide que sigan pero, tampoco, plantea su eliminación. Ese no lugar induce a los peronistas del conurbano a sospechar que, en el fondo, el diputado no quiere eliminar las primaria, algo que piden, a coro, los intendentes. A cuentagotas, Máximo deja caer algunos argumentos. Uno logístico: no hay certezas de que estén los votos en Diputados. Invoca datos diferentes a Eduardo “Wado” De Pedro que hace ese cálculo y, desliza, que es posible juntar el número. Lo mismo sostiene Massa que se prepara para anotarse, el martes, la aprobación del presupuesto 2023, episodio que remitirá al ¬gaffe del 2021 cuando una parrafada del entonces jefe del bloque hizo caer el presupuesto.

Otro conceptual: el diputado cree que eliminar las PASO no producirá ningún efecto sustancioso que permita modificar la suerte electoral, aquí y ahora perdidosa, del FdT en 2023. La semana que pasó, en La Plata, planteó en una mesa peronista donde estaba Axel Kicillof un escenario crítico aunque, para no alimentar la desazón, aseguró que todavía había chances.

Es, casi, lo mismo que dice Alberto Fernández: sino mejora la economía no hay magia posible, con o sin PASO, que vuelva competitivo al FdT. En Gobierno, abrazan la hoja de ruta massista que sugiere que en el verano se puede llegar a los 5 puntos de inflación para, como contó elDiarioAR, el domingo pasado, ir a 3,5/4 puntos en mayo del año próximo, 30 días antes del cierre de listas.

La tercera, vencida

La discusión teórica sobre las PASO aportó, en estos días, un nuevo foco. Para que la reforma avance en Diputados, el FdT necesita los votos de Juan Schiaretti, que ya dijo que está en contra de las primarias –de hecho nunca las puso en Córdoba-. A simple vista, el cordobés podría beneficiarse de la no existencia de PASO porque esa ley perjudica a las terceras fuerzas y Schiaretti aparece, en un cajón de arena todavía imaginario, como cultor de una oferta electoral que apareca en el medio de los extremos que expresan el FdT y JxC.

Hay que hacer una diagonal entre esos dos puntos: las manos de de Schiaretti en Diputados y su hipotética construcción nacional. La semana próxima, el gobernador se reuniría con dirigentes de la CGT que tienen, además, una cumbre programada con Massa. De sectores del cegetismo, en los que volvió a tener peso Luis Barrionuevo, surge el planteo de armar contra el kirchnerismo y parten de la tesis de que Cristina no será candidata por lo cual el dispositivo K tiene un menú corto de planes B. O Axel Kicillof, a quien la vice parece haber bendecido para tratar de reelegir en la provincia, o Eduardo “Wado” De Pedro, el camporista de más y mejor relación con el universo anti K, al punto que hace unos meses compartió acto y foto con Barrionuevo, y fue el principal promotor de un vínculo amigable con Schiaretti.

Derivadas

En sectores del PRO cercano a Larreta creen que la hipercentralidad de Cristina puede tener, como objetivo, convencer a Macri de que sea candidato para, de ese modo, ella bajarse de la carrera y construir una boleta blanda para enfrentar al expresidente. Esa sería, teorizan, la única posibilidad de que el FdT sea competitivo en 2023: que Macri esté en el ring pero Cristina no. 

Schiaretti, a su vez, da por hecho que Macri terminará por dominar el dispositivo PRO y que eso detonará, tarde o temprano, una crisis en JxC que hará que el radicalismo, montado a la figura de Facundo Manes, apueste a una tercera vía que necesitará un resto de peronismo que puede ofrecer el cordobés. Hay quienes sugieren que Carlos Melconian, que anda de recorrida por el país con la Fundación Mediterránea y la semana pasada estuvo en el Chaco con Jorge Capitanich, aporta la plataforma programática para nuclear una tercera fuerza que reúna a Schiaretti y Manes, y se vuelva tentador para figuras como Sergio Uñac, que se considera dañado por el FdT y observa, hace tiempo, que el voto sanjuanino cada vez se parece más a Mendoza, una capital del antikirchnerismo. Ante esa fragilidad, Uñac se volvió decimonónico y reinstaló en la provincia la Ley de Lemas, formato que se contagió a San Luis.

Volvamos al punto: sin PASO, el FdT no tiene garantías de mantener su propia unidad y en un escenario atomizado de candidatos, luego de irrupciones como la de Javier Milei, podría una tercera fuerza tener más chances de ser competitiva. Las páginas de los diarios viejos están repletas de historias sobre un sinnúmero de terceras vías que solo fueron vías muertas.

En esas derivadas, hubo un dato puntual que generó sacudones en el ecosistema del PRO: la reunión entre Macri y Rodolfo D’onofrio, expresidente de River Plate durante uno de los mejores ciclos del club. D’onofrio dejó esa butaca y, como un naufrago, busca un destino que, cada tanto, cree que puede darle la política. Ese encuentro aportó algunas curiosidades. Una de ellas es que fue Macri, en persona, quien llamó a D’onofrio, con quien la relación nunca fue buena. No por malquerencia del jefe del PRO, que las tiene y muchas, sino porque D’onofrio no tenía una buena opinión de Macri.

El expresidente de River fantasea, por momentos, con ser jefe de Gobierno porteño. Es probable que ese deseo haya llegado a oídos de Macri, que se considera jefe vitalicio de CABA, y que haya considerado oportuno abrir un canal con D’onofrio que venía con conversaciones periódicas con Patricia Bullrich.

Comentá la nota