Drama para Massa

Drama para Massa

Por: Roberto García. Si el número del 8,4% de inflación fue una conmoción esta semana, el guarismo reservado para mediados del mes próximo podría ser aun más catastrófico: al menos en los primeros siete días de mayo el índice sumó más del 3% según analistas privados.

 Ningún complot, palabra de especialistas, multiplicación de colegio primario: un 3x4 que infarta justo en la víspera de la convocatoria a primarias. Drama para Sergio Masa que hoy, como broma de sus amigos, recuerdan que quiso ser ministro para llegar a presidente. Y ahora pretende ser candidato a presidente para dejar de ser ministro. 

Falso. Habladurías aparte, Massa funciona como Ulises: se ató al mástil, le tapa con cera los oídos a sus servidores, no escucha los cantos de sirena y persiste en enfrentar la tempestad para llegar a su puerto. Y mantener su ambición a la Casa Rosada. Casi un hombre mitológico, su proeza será reconocida dentro de mil años. Si se realiza. 

Como suele ocurrir luego de los asombrosos índices negativos de inflación, Massa saca comunicados y toma medidas. En este caso, seguramente le aplicará movilidad a Matías Tombolini, responsable presunto de la fracasada política de precios. En rigor, más que despedirlo por el alza inflacionaria, lo van a correr del cargo por control o descontrol sobre los permisos de importación. Demasiadas quejas, por así decirlo, hubo al respecto. Habrá cesión de cargo y más responsabilidades a otro funcionario.  

Al margen de la contumaz fantasía de Massa por ser postulante presidencial cuando la inflación es la segunda más alta del mundo, dentro del oficialismo no aparece otro candidato con brío, potencia y votos. Un desierto. Quedan en la cola Axel Kicillof (que no quiere), Wado de Pedro (quien deberá convertirse en asesino serial para ser conocido), Daniel Scioli (pedigüeño de internas más que un demandante inflexible) y, renovado, vuelve por la nominación Jorge Capitanich. A ninguno le alcanza para empezar. 

Ella, Cristina, mantiene su inclinación por Massa, le reprocha los números, la cuesta abajo económica. Pero consiente en silencio y, por el momento, no lo entroniza. Está cargada de dudas. La Vicepresidenta ni siquiera ha confirmado a su grey que asistirá al mitin de sus fanáticos reservado en el Obelisco para el 25 de mayo. 

Las vacilaciones son razonables por la crisis, pero multiplicadas por su aislamiento personal, medroso: hace miles de días que no come en un restaurante, que no circula por la calle ni va al cine, que no conoce gente nueva y su ritual es ir del Senado a su torre de marfil domiciliaria. Nada más. No se arriesga a una aparición callejera, pública. Se justifica en el frustrado ataque, cuando la quisieron matar. Pero así era también antes del atentado: solitaria en exceso, escuchando la música que quiere escuchar. Finalmente, en su prisión voluntaria, actúa como si fuera la jefa de Los Monos en Rosario, conduciendo a los suyos desde el presidio.

Rebeldes con causa. Los números económicos provocan disturbios en el mismo frente oficialista, hay sorda rebelión. Una alternativa es aceptar la postulación de Massa imaginando que puede ganar y, otra, es asimilar esa propuesta creyendo que va a perder. La naturaleza de la política: el cinismo. 

Le atribuyen al jefe de La Cámpora la siguiente reflexión: “Yo puedo explicar a Massa si ganamos, pero sería imposible explicarlo si perdemos. A los nuestros ya les hicimos comer a Scioli, después a Alberto Fernández, ahora lo de Massa se vuelve costoso. Difícil. Unos nos van a acompañar hasta el cementerio, pero otros van a esquivar la puerta. Y si bien yo no tengo ningún problema con Sergio, conservo una gran relación, admito que no abunda la simpatía con él dentro del grupo”. 

A pesar de esa confesión, de a poco se inclinan algunos. Por ejemplo, el Cuervo Larroque ya empieza a justificar la gestión económica de Massa. Como dice un economista, con él tenemos alta inflación, sin él tendríamos híper. Quedan afuera de La Cámpora otros personajes menores, aliados de circunstancias. Por ejemplo, el Maratea de los pobres, Juan Grabois, y algún colaborador social interesado en el cobro de comisiones en los fideicomisos.   

Hay discordia por el FMI, por las exigencias del organismo para otorgar adelantos sin condiciones. Demanda gestos y cumplimientos antes de entregar la plata. También, en apariencia, una devaluación como epílogo, no menor –sostienen– al 30%. Por permitir el avance de ese rumor, la inflación se incrementa en la Argentina todos los días. Ni esa operación han sabido pararla desde el Estado. 

Todavía no se sabe si Cristina entiende o no, aunque ella devaluó cuando fue gobierno. Ahora parece más complicado el vínculo con el FMI y la negociación se demora desde que apareció un funcionario de origen chileno (Valdez), quien manifiesta cierta lentitud para conceder aprobaciones. Pueden encontrar un culpable, como siempre, y si es extranjero mejor. 

Pero más de uno pregunta: hasta ahora, el plan es Soja I, Soja II, Soja III y comprar dólares a 300 para venderlos a 200. Eso va contra la naturaleza. Y ésta, además, no ha sido agraciada con el Gobierno en el último año. Inclusive ahora atemoriza por la posibilidad de que por una intensa seca se pierda la cosecha de trigo. Mal para todos, en particular para Massa, el dueño de un circo decadente al cual, como él dice, “hasta le crecieron los enanos”.

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